Pero a pesar de lo que muchos puedan pensar, Pierre Plantard era una persona extremadamente inteligente y calculadora. Con una personalidad fuerte e implacable. De esos que, aunque las apariencias nos hagan pensar lo contrario, tienen en mente hasta el más mínimo detalle de sus planes. De hecho, a los 1 7 años, a través de las distintas asociaciones que funda, y en especial en Alpha Galates, así como a través de los múltiples folletos que coordina, se le intuye una ideología antisemita sin ningún tipo de fisura. Un tipo del que hoy podríamos decir que pertenece a la extrema derecha. Valedor de arraigado sentimiento religioso a la vez que de un sentir por su nación muy fuerte. No en vano, en multitud de sus discursos abogaba por un país sin aportaciones provenientes del exterior, una
nación que, de un modo o de otro, debía volver a la monarquía. A sus orígenes. Unos orígenes que están unidos a los merovingios de los cuales, él, sería su descendiente directo. Por ello, en ese intento de restablecer la monarquía al precio que sea, no duda en viajar hasta Rennes le Chateau para, junto a Philipe de Cherisey, dar forma a lo que sería la invención central del priorato. Una sucesión de historias en las que se mezclan personajes reales, con exageraciones de dimensiones bíblicas, nunca mejor dicho, y con aspectos esotéricos para formar un rompecabezas muy atractivo para cualquiera que quisiera asomarse a él. Sin embargo, nuestros dos protagonistas pronto comenzarían a ver que aquella historia se les iba de las manos. Aquella novela, por no decir otra cosa, que estaban creando, se estaba escapando a su control por varios motivos. Por un lado, como era de esperar, y
utos del Priorato de Sión
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