ISAGOGE NUMERO 4.

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lo acertado de nuestra resolución […] Si os los presento como causantes de graves ofensas, no pediré por eso que les matéis si no interesa, y si son dignos de perdón, sea así, si no resulta beneficioso para la ciudad» 9 . Así pues, el interés, el beneficio para Atenas es lo que va a determinar el futuro de Mitilene, no una cuestión humana; ni la piedad, ni la compasión, sino los intereses para la guerra. En esa noción de justicia, la victoria se pone por encima de todo, la consecución del fin último del enfrentamiento armado se hace literalmente incompatible con cualquier mención de Themis. Dicho con otras palabras, la justicia queda relegada por la guerra 10 . Y la argumentación de Diódoto el de Eúcrates continúa: «Considero que nosotros debemos deliberar más sobre el futuro que sobre el presente, y en cuanto a eso en lo que de modo especial hace hincapié Cleón, en que nos interesará con vistas al futuro, condenarles a muerte, para que haya menos defecciones, también insistiendo en los intereses futuros, yo opino lo contrario y pretendo que vosotros ante lo especioso de sus propuestas no rechacéis lo útil de las mías, ya que al resultar más justo su razonamiento en vista de vuestra cólera actual contra los mitileneos, tal vez os arrastrará; pero nosotros no estamos litigando con ellos para exigir justicia, sino que estamos deliberando sobre ellos con la idea de que nos resulten útiles» 11 .

En esta última sentencia se reduce básicamente la idea que exponemos. No se trata de un litigio para exigir justicia, sino de una cuestión que hay que dirimir para que sea útil la decisión que se tome respecto a Mitilene. Y ahora se declara abiertamente el objeto de la defensa que se hace para retirar las órdenes de ejecutar a todos los mitileneos: «La verdad es que en las ciudades hay fijadas penas de muerte para muchos delitos, y no tan graves como este, sino menores; sin embargo, incitados por la esperanza se arriesgan y nunca fue al peligro nadie que se creyese condenado a fracasar en lo que tramaba [...]. Entonces, o se encuentra un temor más temible que ese [la pena de muerte] o, lo que es éste, no refrena, sino que la pobreza, por infundir atrevimiento ante la necesidad, la abundancia, que por soberbia y orgullo induce a la ambición, y las otras circunstancias humanas que acompañan a la pasión, en la medida en que cada una es dominada por algo inevitable más fuerte, impulsan al peligro [...]. En consecuencia no debemos tomar decisiones peores por fiarnos de la pena de muerte como una garantía, ni causar la desesperación de los sublevados ante la idea de que no cabrá arrepentirse y saldar su falta en brevísimo tiempo. Pensad que ahora, si alguna ciudad sublevada se da cuenta de que no tendrá éxito, puede que llegue a un acuerdo con recursos suficientes para pagar los gastos de guerra y poder tributar en el futuro; pero de aquella manera, ¿cuál creéis que no se preparará mejor que ahora y alargará el asedio hasta el límite si vale igual pactar tarde o pronto? Y para nosotros, ¿cómo no sería un daño gastar dinero en el asedio debido a la falta de acuerdo, y en el caso de que la tomásemos, recuperar una ciudad destruida y quedarnos en adelante sin sus ingresos? En esto estriba nuestra fuerza frente a los enemigos. Por tanto, no debemos perjudicarnos convirtiéndonos en jueces rigurosos de los que erraron, sino mirar de qué modo, castigando con moderación a las ciudades, podremos en el futuro utilizarlas con capacidad para la captación de recursos; y pretender vigilarlas no con el terror de las leyes sino con el cuidado de nuestras actuaciones» 12 .

En conclusión, Diódoto esgrime como argumento máximo que no vale la pena acabar con los mitileneos porque esa actuación puede suponer que otras polis en situaciones semejantes, ante la expectativa de ser arrasadas y destruidas por Atenas, resistan hasta el final y no se rindan fácilmente si van a temer el mismo castigo que Mitilene. La moral no tiene cabida en este discurso, ni la justicia. Sin embargo, hasta aquí podría entenderse que se está sirviendo a Themis (la diosa de la justicia) si el resultado del debate termina con la retirada de las terribles órdenes enviadas en las trirremes ya en marcha hacia Mitilene. Pero la conclusión de Diódoto, bajo el prisma adecuado, nos aclara que no es así: «Pensad hasta qué punto os equivocaríais en lo siguiente si le hicierais caso a Cleón: actualmente el pueblo os es adicto en todas las ciudades y, o no se une a los oligarcas en la deserción, o si es obligado, de inmediato se convierte en enemigo de los desertores, y vais a la guerra teniendo como aliado el pueblo de la ciudad que se os enfrenta. Si hacéis perecer el pueblo de los 9

Ibidem, pp. 264-265. Esta afirmación, que en determinados foros puede resultar en exceso evidente (tanto como para merecer la aquiescencia de Perogrullo), es una de las tesis básicas que defendemos aquí. No cabe la justicia en la guerra y si se la trata de introducir es para lograr justificación a los desmanes de la misma. 11 Hist. Pelop., p. 265. 12 Ibidem, pp. 265-266. 10

Isagogé, 4 (2007)

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