Dossier 23

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En el origen de toda gran obra siempre hay algo que aviva la imaginación y mueve a la creación. Por ejemplo, la descripción de las wilis –espectrales seres mitológicos– llevaron a Theóphile Gautier a crear Giselle en tan sólo tres días. ¿Qué fragmentos de la ópera La Traviata –esa historia de amor platónico y trágico– lo motivaron a componer un ballet? Hace aproximadamente cinco años estando en funciones con el Het Ballet en el Het Muziek-Theater Opera House de Holanda, donde habitualmente bailo, estaba sentado en la platea durante una función de la ópera La Traviata y sentí la música. Esa melodía maravillosa fue lo que me inspiró para crear el ballet. La introducción transcurrió a telón cerrado. Cuando se abrió el telón, no me preguntes qué pasó, porque no vi nada de lo que se puso en escena. Sólo veía los pasos que se me venían a la cabeza, todos a la vez. La Traviata era entonces un sueño que jamás creí que iba a concretar. Tiempo después, el director de orquesta Luis Gorelik vino a ver una función en la que había una coreografía mía sobre música de Chopin y le conté aquellas ideas. Me dijo: ‘‘Si te animás yo te acompaño’’. ¿Qué desafíos implica transformar una ópera en ballet, teniendo en cuenta aquélla que no tiene la misma dinámica escénica que la danza clásica? Toda la música de la ópera original está utilizada, excepto algunas reiteraciones. Pero yo, en mi ignorancia musical sobre cómo se maneja una orquesta, no había entendido que había que reestructurar toda la partitura para reemplazar las voces cantadas; la música tenía que sonar igual, como suena con las voces, ya que el resto de los instrumentos es sólo un acompañamiento. Para eso hubo que recrear la melodía y ese trabajo lo hizo Gorelik. Resolver este problema nos llevó un año y medio. El otro año y medio se lo llevó el trabajo de orquestación y después me ocupé de buscar escenógrafo y vestuarista. En marzo del año pasado tomé conciencia de que era posible y entonces comenzamos a ensayar. ¿Qué aspectos tuvo en cuenta a la hora de desarrollar la coreografía? ¿Qué intentó destacar? ¿Qué le interesó de la personalidad de Violeta y Alfredo, protagonistas de La Traviata? La danza clásica se vale de la pantomima, pero yo no quería eso; quería que la obra transcurriera como en el teatro y contar la historia a través del lenguaje del ballet pero de una manera actual y real, no simbólica como ocurre en el repertorio clásico. Respeté todos los personajes protagónicos (Violeta, Alfredo, el padre) así como los roles secundarios. Además agregué el personaje de una ‘Madame’ y el ‘Personaje de La Muerte’, que en la ópera no aparecen y que he creado basándome en la novela de Alejandro Dumas. De Violeta y Alfredo, específicamente, lo que más me interesó es esa historia de amor, entre una cortesana de aquella época y un hombre de poder que, engañados, dejan de verse. Los vaivenes entre ellos que se cuentan en el argumento son fantásticos, y poder llevarlos al ballet, coreografiar esos sentimientos, fue todo un desafío. ¿Cómo es La Traviata creada por Iñaki Urlezaga? Digamos, en principio, que es de concepción clásica. Para mis diseños coreográficos le pedí a Gorelik una partitura donde las voces de los personajes principales, secundarios y del coro fueran sustituidas por otras: las de

los instrumentos de la orquesta, y así lo hizo. La obra se ha respetado casi por completo, tiene una hora y media de danza y, con el intervalo, el espectáculo llega a dos horas. La ópera original está estructurada en tres actos y la hemos transformado en un ballet en dos actos con la escena de la fiesta y la del campo en el primero, y la fiesta en lo de Flora y la escena de la muerte en el segundo. Uní la técnica clásica y los procedimientos del ballet romántico. Aunque también fui muy realista para describir algunas de las acciones. La intención fue retratar la intensidad de esta historia de amor a través del lenguaje corporal. ¿Fue criticado por sacarle la voz a una ópera? No, criticado no. En un comienzo creo que pueden haber desconfiado. La historia es muy sencilla y concreta, pero sanguínea. No soy de los que creen que ‘La Gioconda’ con los años se puede alivianar y darle una nueva mirada. Si uno le quita la estirpe a la obra, deja de ser lo que es: una obra maestra. Hoy me doy cuenta de que sacándole la voz a Verdi, la música suena como si hubiera sido escrita para ballet; yo no extraño la voz: la música es tan poderosa que para mí no falta nada. Después recibí muy buenas críticas, creo que, como dije, el trabajo musical y coreográfico fue fundamental y superó las expectativas. ¿A cuántas personas involucró la producción de este espectáculo? ¿A Uruguay viene la producción completa? Trabajé en la obra mucho, desde el día que vi la ópera hasta hoy. Primero se trabajó la música, luego fui creando la coreografía. Recién al año se fue haciendo real cada pensamiento, el diseño coreográfico, el vestuario, la escenografía, etcétera. Me acompañó un grupo increíble, confié en Gorelik para la música, en las diseñadoras Verónica de la Canal y Iaia Cano para el vestuario, y en Daniel Feijoo en escenografía y, más que nada, confié en mi equipo de trabajo de todos los días para sacar adelante esta producción enorme. No te puedo dar el número exacto de personas que se han involucrado, porque creo que lo desconozco, pero puedo decir que el público verá alrededor de cuarenta personas en escena. Claro que a Uruguay llevo la producción completa, porque el Teatro Solís se lo merece y el público uruguayo, que siempre me acompañó, también. Retrocediendo a los orígenes de su carrera, ¿qué fue lo que lo llevó a estar tan seguro de su vocación siendo un niño de ocho años? ¿Quiénes lo alentaron a dedicarse al ballet? No sé si me alentaron, pero sí respetaron mi decisión y me acompañaron; mi tía dándome las primeras clases, mi madre llevándome al Instituto del Colón todos los días, y mi padre y mi hermana al día de hoy desde la oficina. Siempre me han acompañado, me han visitado los años que viví en Londres. Respetaron mi decisión y apoyaron siempre, cada uno desde su lugar. No creo que con ocho años hayan pensado que hablaba en serio, pero al verme, de a poco fueron tomando conciencia de que no era como cualquier chico que un día quiere ser una cosa y al otro algo diferente, un día bailarín clásico, al otro día jugador de fútbol. Entonces ahí sí, creo que en parte han dedicado su vida para que yo también logre mis metas. Y les estaré eternamente agradecido por ello. Su carrera profesional comenzó como primer bailarín del Teatro Argentino de La Plata, continuó en el ballet como

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