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—Hay un agente, el agente del que te estoy hablando que me propone protección y aunque confíe en él... Yo no sé... No me gusta su pelo malo, ni me gusta como se para ahí enfrente desde que llegó y con las manos detrás y conversando solo con sus labios y con el resplandor de sus dientes. ¿Y qué es protección para mí? Nada. Yo podría irme a Maracay, vivir en una pensión, trabajar en los seguros y subir. O luego dar el gran salto a Caracas y ya en Caracas veremos...
ARGENIS RODRÍGUEZ
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