Sobre La Dialectica De Modernidad Y Postmodernidad

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maneras la «muerte de la modernidad»***. Como quiera que se entienda entre los que la constatan, en todos los casos se considera una muerte merecida: final de un terrible error, de un delirio colectivo, de un aparato de opresión, de una ilusión mortífera. Los epitafios para la modernidad están a menudo repletos de sarcasmo, acritud y odio; nunca un proyecto comenzado con tan buenas intenciones —hablo del de la Ilustración europea— fue llevado a la tumba entre tantas maldiciones. Otros defensores del postmodernismo han dibujado una imagen más diferenciada: en ella, la modernidad no aparece muerta, sino sumida en un proceso de «muda»; en un tránsito hacia una nueva figura, de la que aún no puede verse con claridad si será la de una modernidad que al fin se haya alcanzado a sí misma y haya superado su propia talla, o la de una sociedad técnicamente informatizada y cultural y políticamente regresiva. He señalado ya en mi «exposición» estas y otras ambigüedades del postmodernismo —que lo son también de los fenómenos sociales—; y las ambigüedades de la crítica al racionalismo, en el «desarrollo». Quisiera retomar ahora el tema de la exposición, de modo que me permita intentar extraer del dibujo encriptado del postmodernismo un determinado rasgo, a saber, el impulso hacia una «autosuperación de la razón» (Castoriadis), que no sería un mesianismo de la reconciliación ni tampoco una regresión cultural y política, sino un proyecto histórico del ser humano. Comenzaré una vez más con una imagen simplificada de esa constelación «moderna», que constituye el punto de arranque de este género de postmodernismo. La imagen tiene dos partes: (1) Del proyecto de la Ilustración, en el que se trataba en palabras de Kant de «la salida del ser humano de una minoría de edad de la que él mismo es culpable», ya no quedaba en Max Weber mucho más que un proceso interminable de racionalización, burocratización y «cientifización» de la vida social. La economía capitalista, la burocracia moderna, el progreso técnico, y finalmente las formas de «disciplinamiento» del cuerpo estudiadas por Foucault, han adquirido las dimensiones de un violento proceso de destrucción: en primer lugar, destrucción de las tradiciones, luego, destrucción del entorno ecológico, y finalmente, destrucción del «sentido», junto con la de aquél sí mismo unitario que antaño fuera tanto motor como resultado del proceso de Ilustración. La razón que opera histórica** Así, el título de un vol. extraordinario del «Konkursbuch» aparecido en 1983; comp. nota 11, más arriba.

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