15 Los Limites de la Fundacion

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- ¿Sabe quién es Munn Li Compor? - Lo sabría... si para mí fuera importante saberlo. Como no lo sé, el señor Compor no vendrá aquí. En realidad - hizo una pausa -, no vendrá nadie más que ustedes dos. - Ya lo veremos. Estaba mirando hacia abajo. Era un planeta nublado. No había una sólida capa de nubes, sino una capa fina que se extendía de un modo asombrosamente uniforme y no ofrecía una vista clara de ninguna parte de la superficie planetaria. Cambió a microondas y el radariscopio centelleó. La superficie casi era una imagen del cielo. Parecía un mundo de islas; como Términus, pero más. No había ninguna isla grande y ninguna estaba muy aislada. Podía tratarse de un archipiélago planetario. La órbita de la nave se inclinaba hacia el plano ecuatorial, pero no vio rastro de casquetes polares. Tampoco se veían las inequívocas muestras de distribución irregular de la población, como sería de esperar, por ejemplo, en la iluminación del lado nocturno. - ¿Descenderé cerca de la ciudad capital, Bliss? - preguntó Trevize. Bliss contestó con indiferencia: - Gaia le escogerá algún lugar conveniente. - Yo preferiría una gran ciudad. - ¿Se refiere a una agrupación de gente? - Sí. - Eso lo decidirá Gaia. La nave continuó el descenso y Trevize se distrajo adivinando en qué isla aterrizaría. Cualquiera que fuese, parecía que lo harían en el transcurso de aquella hora. 73 La nave aterrizó de un modo suave, como si se tratara de una pluma, sin una sola sacudida, sin un solo efecto gravitatorio. Desembarcaron, uno por uno: primero Bliss, luego Pelorat, y finalmente Trevize. El clima era comparable con el inicio del verano en la ciudad de Términus. Había una ligera brisa, y lo que parecía un sol matinal brillaba en un cielo moteado. El terreno era verde bajo sus pies y a un lado se veían las apretadas hileras de árboles que indicaban un huerto, mientras que al otro se divisaba la lejana línea de la costa. Se oía el leve zumbido de lo que podrían ser insectos, el aleteo de un pájaro o alguna pequeña criatura voladora, encima de ellos y hacia un lado, y el clac-clac de lo que podría ser algún instrumento agrícola. Pelorat fue el primero en hablar, y no mencionó nada de lo que veía y oía. En cambio, aspiró profundamente y exclamó: - Ah, huele bien, como una compota de manzana recién hecha. - Probablemente lo que estemos mirando sea un manzanar y, al parecer, están haciendo compota de manzana - dijo Trevize. - Su nave, por el contrario - comentó Bliss -, olía como... Bueno, olía muy mal. - No se ha quejado mientras se hallaba a bordo - gruñó Trevize. - Tenía que ser cortés. Era una huésped. 216


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