06 Robots e Imperio

Page 198

que es más joven que yo, no más vieja. Además, me tiene sin cuidado que sea mayor que yo. Lo que me gustaría es que se quedara conmigo, fuera a donde fuese para toda mi vida. Gladia iba a hablar, pero D.G. intervino rápidamente: —O si le parece más conveniente, que yo me quede junto a usted, vaya donde fuere, para toda mi vida, de ser posible. Si a usted no le parece mal. —Soy una espacial —dijo Gladia con dulzura—. Usted es un colonizador. —¿A quién le importa, Gladia? ¿A ti? —Quiero decir que no habrá hijos. Ya he tenido los míos. —¿Y a mí qué me importa? No hay peligro de que el nombre de Baley se extinga. —Yo tengo una tarea. Me he propuesto llevar la paz a la Galaxia. —Te ayudaré. —¿Y tu trabajo mercante? ¿Vas a perder la oportunidad de hacerte rico? —Lo haremos juntos. Sólo un poco para que mi tripulación se sienta feliz y me ayude a mantenerte en tu ocupación de establecer la paz. —Pero la vida será aburrida para ti, D.G. —¿Lo crees así? A mí me parece que desde que estamos juntos ha sido excesivamente excitante. —Y probablemente insistirás en que abandone a mis robots. D.G. pareció entristecido: —¿Es por eso por lo que has estado tratando de disuadirme? No me importaría que te quedaras con los dos, incluso con Daneel y su sonrisita lasciva; pero si vamos a vivir con los colonizadores... —En ese caso supongo que tendré que intentar encontrar el valor de hacerlo. Rió dulcemente y lo mismo hizo D.G. Alargó los brazos y Gladia puso sus manos en las suyas, diciendo: —Estás loco. Yo estoy loca. Pero todo ha sido tan extraño desde la noche en que miré el cielo de Aurora y traté de encontrar el sol de Solaria, que supongo que estar loca es la única respuesta a las cosas. —Lo que acabas de decir no es locura, es pura demencia, pero así es como quiero que seas —titubeó—. No, esperaré. Me afeitaré la barba antes de intentar besarte. Esto disminuirá las posibilidades de infección. —¡No, no lo hagas! ¡Tengo curiosidad por saber lo que se siente! Y no tardó en descubrirlo. 73 El comandante Lisiform anduvo de un extremo a otro de su camarote. Dijo: —Era inútil perder la nave. No merecía la pena. Su asesor político estaba tranquilamente sentado. Sus ojos no se molestaron en seguir las rápidas idas y venidas del comandante. —Sí, claro —se limitó a decir. —¿Qué tenían que perder los bárbaros? Viven solamente unas décadas y, de todas formas, la vida no significa nada para ellos. —Sí, claro. —Pero hasta ahora no había visto nunca una nave colonizadora haciendo eso. Tal vez sea una nueva táctica fanática. Nosotros no podemos defendernos contra ella. ¿Qué ocurriría si mandaran naves zumbando contra las nuestras, con los escudos levantados, a la máxima velocidad y sin seres humanos a bordo? —Podríamos robotizar nuestras naves por completo. —No serviría de nada. No podríamos permitirnos perder la nave. Lo que necesitamos es la cuchilla antiescudo de que están hablando. Algo que rasgue un escudo de arriba


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.