Cenizas de sodoma

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Cenizas de Sodoma

Nimphie Knox

Belluse bajó la mirada y su semblante quedó oculto por sus rizos recién lavados, perfumados y húmedos. —Dame el gusto. Mathias no pudo negarse. Mantuvo la mirada fija en un punto invisible de la pared, como si la misma pared le molestara. —¿Quieres repetir? —le preguntó luego. Mathias le miró a los ojos y le dijo que no. Entonces Belluse se irguió de un saltito y la camiseta se le levantó apenas, exhibiendo un trozo de piel blanca y aterciopelada—. Voy a llevar los platos a la cocina. Mathias no lo perdió de vista mientras ordenaba los cubiertos sobre la bandeja. Llevaba puestos unos jeans que le marcaban el trasero a la perfección y una camiseta blanca. —¿Dónde están nuestras cosas? —Siguen en mi habitación, las traeré para aquí. He tenido que dejar bajo llave las armas. Me las devolverán mañana cuando nos vayamos. —¿Mañana nos podremos ir de aquí? —preguntó. —Sí. —¡Genial! Belluse no creía que eso fuese genial, ni mucho menos. Cuando saliesen de ese hospital cada uno debería seguir su camino. El suyo tenía como destino Estigia, en Hades. Y el de Mathias, su casa, en Dunamer. ¿Cómo podría ser genial para él tener que decirle adiós? Belluse habría matado por poder quedarse allí unos días más. Al día siguiente, mañana... al día siguiente todo acabaría. Y Belluse no sabía qué hacer para impedirlo. —¿Qué te sucede? —susurró Mathias, advirtiendo la sombría expresión de Belluse. El chico levantó sus ojos apenas y murmuró un seco «nada». Torre de Estigia, Hades o Endless Infernum City, Moados.

Belluse había insistido en que sabía conducir, pero de todas formas Mathias se negó a dejarle manejar su auto. Belluse pasó parte del viaje enfurruñado, pero luego recordó que esos minutos que restaban hacia

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