Premiados en el XXVIII Certamen Literario

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puerta. A partir de entonces cada día le subía el pan y le hacía la comida, la ayudaba a limpiar y le daba conversación. Por las noches se aseguraba de que cerraba la puerta y por las mañanas le daba los buenos días. Aquella amistad no surgió cuando murió Pedro. Lolita y Juanito fueron vecinos toda la vida, los dos jugaban a la rayuela y cogían los gorriones heridos para curar sus patitas. Cuando el campanario de la catedral arañaba las cuatro, corrían descalzos sobre los adoquines de la plaza de los naranjos para ir a trabajar. Lolita no pudo ir a la escuela, pero eso no le impidió aprender a leer un poco. Juan iba a su casa por las noches y con el olor a aceite de una vieja lámpara comenzaban las lecciones. Con un poco de suerte la madre de la Dolores les daba pan caliente y arenques para llenar sus estómagos, pero esto ocurría muy de vez en cuando. Cuando los dos iban por los dieciséis años, Dolores se comprometió con un joven marinero llamado Pedro. Tras la boda se trasladaron a otro barrio y Juan no supo más de ella. Unos años más tarde, el destino hizo que Juan conociera a María, una costurera de veinte años con la que se casó. Compraron una casa nueva y bonita y a los tres años tuvieron una niña preciosa llamada Rosa. Pasaron dos años cuando llegó Francisco, el último hijo que tendrían, pues María enfermó de una neumonía que se la llevó meses después. Llegó gente nueva al vecindario entre la que se encontraban Dolores, Pedro y sus tres hijos, que lo ayudaron mucho cuando se quedó viudo, tanto que se convirtieron en una gran familia de ocho miembros que se fue reduciendo hasta quedar sólo ellos dos. Fue la soledad la que soldó, aún más si cabe, el cariño entre ellos. La Dolores se despertó de su siesta, abanico en mano para comerse el yogur e irse a la cama. “Ding-dong”. Corrió hacia la puerta extrañada sin esperar visita alguna, observó por la mirilla cómo Juan se repeinaba con una mano y guardaba la otra en su espalda. – Venga, vamos. – ¿Adónde, Juan? – A cenar, mujer, ¡adónde vamos a ir!


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