Cuadernos de Investigación Vigía nº 4

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socio, que otorga unas obligaciones y unos derechos a sus miembros, derechos de los que los ajenos a la peña no disponen. Estos derechos son, entre otros, el derecho a participar en determinadas actos de manera gratuita, participación en la toma de decisiones de manera democrática, uso y disfrute privado de las instalaciones -por ejemplo las mesas y las sillas siempre están reservadas para los socios-, generalmente tienen descuentos en los servicios de cafetería y restaurante, se autoidentifican entre ellos, marcan unos objetivos comunes dentro de sus espacio social, etc. Esto priva al visitante de sus posibilidades de plena inclusión en el espacio físico en el que se va a desarrollar la actividad, tendrá distintas desventajas a la hora de disfrutar de la actuación, con lo que su situación para disfrutar del espectáculo está en condición de inferioridad con respecto al socio, por lo que su interés seguramente decrecerá por todos estos acondicionamientos, negándose generalmente a participar aquellos que son consciente de su situación de inferioridad. La peña se convierte así en un microespacio cerrado de exclusión social, en el que se destinan unos fondos públicos orientados a una minoría en desigualdad de condiciones. No cumple los objetivos fundamentales de la gestión cultural de difusión, igualdad, y sobre todo del derecho social a la cultura y distribución equitativa de bienes y servicios que tiene todo ciudadano. A esto hay que sumar que se están destinando unos fondos públicos para una minoría en desigualdad de condiciones ante un sector mayoritario de la población que no puede participar. La realidad es que las programaciones en las peñas quedan reducidas al público peñista, un público fijo que disfruta de programaciones propias. Se elimina por tanto el componente de difusión. Además, si atendemos a las entrevistas realizadas a determinados peñistas y expresidentes de peñas sobre la actitud de muchos de los socios ante estas actuaciones, resulta peor el grado de satisfacción de los objetivos que se pretenden con la acción cultural. Sus comentarios suelen aludir a la irresponsabilidad del peñista ante la acción cultural. Consumen cultura por el simple hecho de actividad social. Muchos de los entrevistados han opinado que las peñas “en la mayor parte de los casos se asemejan más a clubes sociales o asociaciones socioculturales”. El peñista generalmente no escucha o atiende, no va para disfrutar, sino para dejarse ver, generalmente prevalece una actitud chauvinista desplegándose una crítica destructiva sin razonamientos lógicos. Prevalece la interacción social en busca de relaciones que favorezcan el prestigio y el estatus. En definitiva el peñista en la mayoría de los casos acoge el acto programado para la puesta en práctica de la interacción social interna, donde la acción cultural queda como un hecho secundario. El artista además, es consciente de esta situación porque están también relacionados de alguna manera con peñas, y los que no los están pueden verse marginados del mercado. Ello le añade una presión especial que da lugar a una actuación generalmente cargada de tensión y de conflictos, en el que están en juego otros valores más superficiales que el de la valía artística. 19


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