Cuadernos Hispanoamericanos. Crónica

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para entender mejor cómo intervenían la geología, la geografía, la biología e incluso la política en el destino del mundo. De ahí que Simón Bolívar llamara a Humboldt, con razón, «el descubridor científico del Nuevo Mundo, cuyo estudio ha dado a América algo mejor que todos los conquistadores juntos». Humboldt fue, entre otras cosas –al maravillarse con el esplendor y la diversidad de los pájaros de los Andes–, uno de los fundadores de la ornitología. También fue el primero en señalar la unidad y la interrelación ecológica entre eso que se llamaba los distintos reinos del cosmos: el mineral o geológico, el vegetal y el animal. Descubrió, en las costas del Perú, la corriente que lleva su nombre, aguas frías que ascienden del fondo del mar y determinan nuestro régimen de lluvias (el famoso fenómeno del Niño, un calentamiento cíclico de esta corriente, afecta el clima del mundo entero, desde la intensidad de las lluvias en Perú, Ecuador y Colombia hasta las sequías o las inundaciones en Australia y la India). La misma corriente que guía las ballenas jorobadas a dar a luz y jugar con sus ballenatos en las aguas tibias que se instalan a mitad de año frente a las costas del Pacífico tropical colombiano. Estas pueden verse, por ejemplo, en el Parque Nacional Ensenada de Utría, en la región del Chocó, al occidente del país. Exactamente allí, en esta ensenada, pretende el actual gobierno colombiano desarrollar el puerto de Tribugá, un sinsentido ambiental y una verdadera masacre ecológica. Este puerto ilógico e innecesario (es perfectamente posible potenciar y ampliar el puerto más importante del Pacífico colombiano: Buenaventura), arrasaría con casi mil hectáreas de manglares, destruiría el hábitat de cuatro especies de tortugas marinas, y alteraría el corredor por donde migran, dan a luz, se reproducen, comen y cantan las ballenas jorobadas. El puerto de Tribugá es una idea de negociantes del interior del país, aliados de inversionistas internacionales, ávidos de lucro y nada más. Lo que la región del Chocó (la más pobre, pero también la más virgen del país) necesita es inversión en escuelas, acueductos, alcantarillado, educación en turismo y en ecología, salud, higiene, conservación de la selva. No un puerto ni una autopista que, además, deforestaría completamente uno de los pulmones selváticos con más biodiversidad de la tierra. Visito con frecuencia la ensenada de Utría, en el municipio chocoano de Nuquí, desde hace muchos años. Así describí esta zona en mi novela Fragmentos de amor furtivo, publicada en 1998: Allá la marea sube y baja, y cuando sube llega casi hasta el borde de la selva y cuando baja hay que caminar mucho para llegar hasta el borde del agua. Hay mucho verde, mucho azul, pero, sobre todo, mucho gris. En Nuquí todo es gris, y como espeso, pero es CUADERNOS HISPANOAMERICANOS

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