Los poderes de Venus

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El salón de esta mujer culta e inteligente fue punto de encuentro por excelencia para gran parte de las personalidades del momento, y en él madame Récamier lucía sus talentos: cantar, bailar, tocar el arpa y, sobre todo, conversar y rechazar amablemente a sus pretendientes. En su salón, por ejemplo, Chateaubriand leyó Las aventuras del último abencerraje; Constant su Adolfo o Balzac La piel de chagrín. Entre sus más asiduos visitantes estuvieron Metternich, Wellington, Lamartine, Cousin, Sainte-Beuve y Mérimée. Julie era amiga íntima de madame de Staël. El escándalo de madame Récamier empezó con la creencia, fomentada por una de sus biógrafas, François Waganer, de que su padre natural la desposó para así poder heredar su fortuna y evitar el deshonor de reconocerla. Cuando contrajeron matrimonio, el 13 de diciembre de 1792, ella tenía 15 años y una amplia experiencia en quitarse docenas de adoradores de encima; él era un rico banquero llamado Jacques-Rose Récamier, de 42 años. No está demostrado que fuera su padre. La sobrina de madame Récamier tuvo especial cuidado en dejar claro la naturaleza de las relaciones entre ambos cónyuges: “Madame Récamier no recibió nunca de su marido más que el nombre. Esto puede asombrar, pero no tengo el encargo de explicar el hecho; me limito a atestiguarlo, como hubieran podido hacerlo todos los que, conociendo a M. y Mme. Récamier, penetraron en su intimidad. Récamier no tuvo más que relaciones paternales con su mujer; no trató jamás a la joven e inocente niña que llevaba su nombre sino como a una hija cuya belleza alegraba la mirada y cuya celebridad adulaba su vanidad”. A los 21 años se hizo amiga de madame de Staël, que tenía once años más, y que la ganó para su causa de oposición al Imperio. Uno de los contemporáneos de Julie la describió así: “Se parecía a las vírgenes de Rafael; su cuerpo era flexible y armonioso, su cuello muy esbelto y su tez de un matiz maravilloso que fue el asombro de cuantos la conocieron. Sus ojos grandes y hermosos miraban siempre con dulzura: la nariz era correcta y delicada, la boca pequeña, la dentadura magnífica, el pelo castaño y naturalmente rizado, y la expresión del rostro de una bondad tan incomparable que no podía ser más seductora”. EN LUCHA CON NAPOLEÓN Y LA VIRTUD A Julie no le gustaban los Bonaparte. Además, uno de ellos, Lucien, se enamoró perdidamente de ella y le escribió apasionadas cartas de amor, persiguiéndola hasta la obsesión. Madame Récamier desdeñó a Napoleón negándose a sentarse junto a él en una comida oficial. Sus admiradores se contaron por sagas: estuvieron enamorados de ella tres generaciones sucesivas de Montmorency: Matthieu, Adrien y Henri, y a todos los trató como al resto de sus pretendientes: con exquisita amabilidad y ninguna concesión. Madame Récamier conoció al amor de su vida, Chateaubriand, en 1801. Ella causó una gran impresión en él: “Me pregunté si estaba viendo un retrato del candor o la voluptuosidad”, pero no volvieron a verse hasta julio de 1814, y no fue hasta el 28 de mayo de 1817 cuando surgió algo entre los dos. Madame Récamier, en palabras de Sainte-Beuve, era “Julie

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