X concurso Narrativa (relatos)

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Curso 2021-2022

RELATOS PREMIADOS X CONCURSO DE RELATOS "PROFESORA CARMEN DE LOS SANTOS" “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche….." NADA Carmen Laforet


Tercer premio de la 1ª categoría Título: Mil almas. “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche...” Corrí lo más rápido que pude, esquivando árboles, ramas o cualquier otra cosa que avistaba en la profundidad de la arboleda. Tan solo llevaba conmigo una cartera manchada de algún líquido extraño, mapas de los alrededores, un boli con poca tinta, una sencilla libreta y una cuerda mojada. Me paré a respirar. - Un, dos, tres cuatro...- me dije susurrando. Abrí la libreta y comencé a escribir. Día 1: Viaje a lo desconocido. Este es el primer día de mi viaje a no sé exactamente dónde. Y no sé cuánto durará. Corro tan rápido como una estrella fugaz, sin pararme. Necesito buscar un pueblo, y rápido. - Vamos, vamos, ¡camina! - me dije en voz alta a mí mismo. Empecé a subir la colina y vi luces a lo lejos. Un pueblo. Alcé la vista, nadie estaba andurreando por allí. Bajé la colina para llegar al pueblo. Tenía que pasar la noche. Cerré la libreta y llegué a un edificio alto y antiguo. - El campanario - me dije y empecé a subirlo. -Uno y dos, papas y arroz, tres y cuatro, me compro un zapato…canté con la voz apagada.


Llegué al campanario, vi todo el pueblo desde arriba. Motel, se anunciaba. No quería bajar todas esas escaleras. estaba agotada. Até la cuerda a un pivote y me até a la cintura el otro extremo y me deslicé hasta rozar la tierra. Anduve lentamente hasta llegar al motel y toqué la puerta. - Buenas, ¿hay alguien en estos aposentos? - dije preocupada. El sudor corría por mi espalda, llevaba botas viejas, una camisa de cuadros y unos pantalones de tela fina. La puerta se abrió. No había nadie. Entré y abrí la única puerta que no estaba cerrada con llave, la que conseguí encontrar gracias a un rastro de queso. Parecía una señal. La habitación era pequeña, con una ventana diminuta y una cama mohosa e incómoda. Me tumbé en la cama boca arriba y eché un vistazo al techo. Cerré los ojos. A la mañana siguiente cogí mi cuaderno y escribí: Día 2: Por milagro. Amanezco en un motel y todavía no sé qué hago aquí. Abrí la puerta de mi habitación y llegué al comedor. Allí no había nadie. Tan solo una tostada con mantequilla y una nota. - Este pueblo está desierto - dije. Leí la nota: “No te muevas de aquí, te necesitamos” Me asusté un poco. Salí de allí. Ni un alma. Entré en todas las casas y vi las mismas notas una y otra vez: “No te vayas, ¡quédate!, ¡no te muevas!, ¡ayúdanos!,¡ te necesitamos!.” Me atormenté. No sabía qué hacer. Me senté en una pilastra y saqué mis mapas. “Weblindon”. Así se llamaba el pueblo. Solo tenía dos preocupaciones en mi cabeza: 1. Dónde estaban las personas del pueblo. 2. Qué hacía yo sola allí. Soy huérfana, no tengo familia. Tan solo voy dando tumbos. Vivía en un orfanato, pero eso no es una casa.


Lo que más me gusta es investigar, y sé que tengo que averiguar por qué no hay nadie por aquí. Y encontrar mis orígenes. Guardé todas las notas en mi cartera. Volví al motel y revisé todo. Encontré una llave en el cajón de los cubiertos del comedor. Abrí todas las puertas de allí. Más notas. Avisté un sótano, así que probé a abrirlo. Bajé y encontré un libro en el centro. Se cerró y corrí para verlo de cerca. Lo intenté abrir, pero estaba cerrado. - ¡Venga! ¡Ábrete! - grité. De repente salieron personas de la oscuridad. - ¡Ayúdanos! - ¡No te vayas! - ¡Quédate! - ¡Te necesitamos! Vale, estaba asustada. Me palpitaba el corazón, iba a mil. Era el pueblo. Estaba a salvo. ¿Estaba a salvo? - ¿Qué os ha pasado? - pregunté. - Ese hombre… - ¿Qué hombre? - El que dirige el motel. De repente recordé que soñé la noche pasada que un hombre me abría la puerta. - No puede ser. - Dije. Sí, sí puede. Nos dice que entremos y después nos encierra aquí, nos roba el alma y se la da a comer a sus invitados. - La tostada que me comí ¿era un alma? - Mmm, sí. - ¡Madre! - Solté. Abrí la puerta del sótano y los llevé fuera. - Ir a la colina. Todos marcharon hacia allí.


Yo me quedé sola aquí, cogí la llave y rajé el libro del sótano. Trescientas almas. Es lo único que ponía. Cogí el boli y escribí: “Demasiado tarde·”. Todo se oscureció y apareció él, bueno, su fantasma. - ¿Qué haces niña? Rajé el libro con la llave. - ¡Ah! - gritó. Se desvaneció, escuché una música. El pueblo desapareció. Pero yo, yo lo había conseguido. Escribí por última vez en la libreta: “Lo he conseguido. Matar a todos, al pueblo. Al hombre que podía salvarlos. Se desvanecieron, Todos”.

Cerré la libreta. Y en el libro escribí: “MIL ALMAS”.

Claudia Jiménez Ballester. 1º ESO A


Tercer premio de la 2ª categoría Título: Adiós miedo, hola yo.

“Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche…” Esta libertad me provocaba adrenalina, podía sentir como mi sangre se empezaba a transparentar entre mis pálidos pómulos, pero a la vez me sentía extraña, pues nunca había experimentado algo semejante. Siempre había sido una persona impenetrable y reservada, no me gustaba hablar con nadie ni relacionarme. Un día, mi madre preocupada por este carácter tan independiente y solitario, decidió llevarme a un psicólogo, sin embargo, nada cambió. Mi infancia no había sido muy buena. Me sometía diariamente a ver la terrible situación donde mi padre descargaba violentamente su furia en mi madre, aunque por suerte, a mis cortos ocho años de edad y tras un largo matrimonio de doce años de sufrimiento entre mis padres, ella y yo logramos escapar. A partir de ese momento pensamos que todo mejoraría, y así fue, pero no todo era tan utópico como creíamos, nos habíamos idealizado un mundo perfecto sin él, pero nos quedaban problemas por afrontar: secuelas mentales y psicológicas que dolían mucho más que una cicatriz.


Por una parte, yo no le había hecho fácil el camino a mi madre; sin motivo alguno y tras la ignorancia de mi mente infantil yo ocultaba mi dolor culpándola a ella por haber dejado que nuestro pasado fuera así. Por otro lado, para mi madre yo me había convertido en su amuleto, en el tesoro escondido, en una niña que para ella nunca crecía y que no quería que el mundo exterior me hiciera daño. Durante mi adolescencia, mi madre siempre tuvo mucho cuidado conmigo, o como solía decir ella, precaución. Me había enseñado que las mujeres éramos vulnerables ante los hombre y que si alguna vez caminaba sola miles de cosas me podían pasar. Por consiguiente, yo había desarrollado un pánico intenso a salir a la calle, al menos sola o con alguien con quien no me sintiese segura. Una tarde en mi Universidad, mientras esperaba sentada en unos escalones que me llevaban a la clase de mi próxima asignatura, un anciano se me acercó. Al instante me puse tensa al verlo, pero sin embargo, sentí una calma inexplicable en mi interior. - ¿Por qué estás sola hija? - dijo. Yo levanté los hombros como respuesta, realmente ni yo podía darle una buena explicación. - La vida es corta hija, y lo más valioso de ella es el tiempo. El tiempo debes exprimirlo al máximo, mírame, ayer tenía 20 años y hoy llevo un bastón y tengo el pelo canoso. Deja tus miedos y disfruta.


Las palabras del anciano cambiaron algo dentro de mí, no sabía bien qué, pero sabía que no estaba haciendo algo bien al ver la vida como un infierno. Al día siguiente estuve leyendo libros, artículos, páginas webs e incluso revistas y después de ver una foto de Colombia y saber que tenían una cultura tan diferente a la española a pesar de compartir el mismo idioma, me dispuse a viajar. Colombia era muy distinto a España; las calles eran acogedoras y todo estaba lleno de pequeños puestos donde vendían una comida exquisita. A su vez, las personas eran muy diferentes a las de España, eran más amigables y parecía que todos se conocían y la sonrisa nunca se les quitaba de la boca. La noche en que salí fui a ver unas luces con formas que había en una plaza cercana. Alrededor de esta plaza había bares y un pequeño puesto se encargaba de poner una música agradable. Me senté en un bar que me llamaba mucho la atención, tenía una cartel llamativo y extravagante, pero todo dentro de él estaba tranquilo y la mesa y la decoración se disponían de una manera que hacía que desconectaras del mundo. Un chico se me acercó, su acento colombiano se notaba en su habla y me parecía muy amable, así que hablé con él. Después de un tiempo me hizo una pregunta que me dejó pensativa: - ¿Por qué has viajado a Colombia? Hay miles de lugares en el mundo ¿por qué este? - Realmente no lo sé.- Contesté -Quise viajar para encontrarle un sentido a la vida, quizás para demostrarle a la gente que soy capaz de hacer cualquier cosa si quiero. - Recuerdo, solo te lo tienes que demostrar a ti misma. - Me dijo.


Después de esa conversación ambos nos fuimos hacia un lugar diferente. Estaba sola pero me sentía libre y feliz. Este viaje fue el inicio de una nueva etapa, una nueva vida donde todo sería mejor. Primero, me había demostrado de lo que era capaz, y además, decidí que ningún miedo a que un hombre me hiciera algo malo haría que cambiara mi destino; en el mundo hay personas buenas y las mujeres somos libres de vivir y experimentar cosas nuevas. Decidí ver la vida como un regalo. Hice el viaje buscando una respuesta y acabé encontrándome a mí misma. Entendí que soy mi prioridad y que no hay amor más puro que amarse a uno mismo, al fin y al cabo no hay mejor conexión que unir alma, cuerpo y vida. Y me dije: adiós miedo, hola yo.

Alba Mª Salvador Reyes 4º ESO C


Tercer premio de la 3ª categoría Título: Aprender a olvidar “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche…” No sabía si en algún punto de mi vida iba a poder sentirme segura del todo. Pero lo tenía que intentar, lo haría por él, pero más por mí misma. Intenté despejar el alboroto que se encontraba entre mis pensamientos y entrar en aquella residencia en la que me quedaría. Fui directa a la cama, pensar tanto me agotaba y solo quería que la noche pasara rápido, ya que era allí donde siempre lo volvía a ver. No sabía qué hora era y, al principio, no sabía dónde estaba, pero noté que alguien me observaba. Divisé su silueta alta y oscura, esos cabellos revueltos negros y una sonrisa ladina que por la perfecta luz de la luna hacía que sus dientes brillaran. Como siempre me quedé quieta, paralizada por el miedo, como me pasaba con él. Cuando aquella silueta comenzó a desplazarse lentamente noté como se iba formando un nudo en mi garganta. No podía ser de verdad, pero parecía tan real… Justo cuando estaba a escasos centímetros de la cama, pude ver bien aquellos ojos cristalinos que reflejaban el mar, todas sus facciones. Eso había sido mi debilidad por mucho tiempo, pero donde se hallaba brillo ahora solo se veía oscuridad en ellos. Todo mi semblante tembló cuando alzó su mano para acariciar mi mejilla y susurrarme al oído, “siempre estaré contigo, florecilla”.


Noté que se me nubló la vista por las lágrimas, pero fue entonces cuando me desperté y los rayos de sol amenazaban desde fuera. La ventana estaba cerrada, no había entrado nadie ahí. Fijé mi vista donde él había aparecido, ni rastro de él. De repente mi teléfono vibró por la notificación de un mensaje, una actualización de una serie que estaba viendo con mi mejor amiga. Sentí como todos mis músculos se tensaban cuando me fijé en el nombre del capítulo: “Viene a por ti”. Debía ser una coincidencia, o no. Él no se encontraba allí, me había asegurado de que nadie supiera a dónde iba. Y en ese momento vinieron de nuevo las pesadillas, los recuerdos y las frases que me había dicho anoche. ¿Y si era real? ¿Y si me había encontrado de nuevo? ¿Podría soportar tenerlo delante después de todo y mantener la calma? Todo empezó a darme vueltas y mi mente intentaba dar sentido a lo que era real o ficción ahora. Entonces supe que no iba a disfrutar del viaje ni de nada. Él se había encargado de meterse en mi cabeza, él se había preocupado de que solo pensara en él, de que solo pensara en aprender a olvidar.

Javier Alonso Aleixandre 1º Bach B


Segundo premio de la 1ª categoría Título: Diario de una anónima “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche…” Sin embargo, me pregunté si todo esto había valido la pena. Toda mi infancia, mis amigos, mi país que había dejado atrás. “¿Y todo esto para qué?”, me preguntaba. Físicamente vagaba por los bosques interminables de la frontera, pero mentalmente seguía en mi querido orfanato de Mariúpol con mis amigos Víktor y Alexia aquel fatídico día. Eran las siete y cincuenta y cuatro de la mañana, cuando Alexia y yo nos despertamos con el ruido de las bombas. Nosotras ya sabíamos de la guerra que se avecinaba porque siempre nos colábamos en la habitación de las cuidadoras para ver un poco la televisión, ya que aquella habitación era la única que tenía. Sin embargo, nunca consideramos que Rusia realmente iba a invadirnos. Lo primero que pensé cuando oí las bombas no fue el hecho de que podía morir mucha gente, sino (como egoísta que soy) en el precioso jardín que había a dos manzanas, con aquellas esculturas tan preciosas y realistas. “Seguro que se derrumba todo”, pensaba con melancolía. Afortunadamente, Alexia estaba allí para sacarme de mi ensimismamiento y espabilarme. Juntas corrimos por los pasillos atestados de niños asustados para encontrarnos con Víktor. Él nos tranquilizó diciéndonos que no nos pasaría nada, ya que a los rusos solos les interesaba bombardear las bases y asentamientos militares.


No sé si me lo creí de todo, pero eso me dio la fuerza necesaria para seguir, y es que así era Víktor, siempre viendo lo bueno cuando todo era oscuridad. Al contrario que Alexia, que hacía de un charco un mar, es decir, que era un poco exagerada y dramática. En ese momento, la cuidadora Alissa nos pidió que nos organizásemos en filas para ir al refugio. De repente, se hizo un silencio en el exterior, ya no se oían ni gritos, ni explosiones, solo se podía sentir un silbido muy tenue desde las alturas. Alexia me miró con los ojos surcados de lágrimas y susurró mi nombre con terror, porque sabía lo que estaba a punto de ocurrir. Conté cuatro segundos, cuando una fuerte ráfaga de escombros y personas me envió al otro lado del pasillo. Casi no me podía mover, creía que me había roto una costilla. Automáticamente, busqué con la mirada entre los escombros, pero no encontraba a nadie, así que con mucho cuidado me levanté y cojeando avancé como pude por lo que quedaba del pasillo. Intenté gritar el nombre de mis amigos, pero no me salía la voz, así que seguí y seguí buscando por todo el orfanato. Habían transcurrido siete minutos exactamente cuando empecé a oír los pasos en la entrada del edificio, por lo que me escondí detrás de lo que antes era la fuente del patio y a través del agua chorreante vi como un hombre vestido de camuflaje y con armas muy imponentes registraba todo a punta de pistola. Esto no era nada bueno, porque noté que los colores en las bandas de sus brazos eran rojos y blancos: los colores de Rusia. Intenté retroceder lentamente, siempre mirando a los militares para tenerlos localizados a todos, pero para mi pesar, unos de ellos empezó a andar directo hacia mí, porque seguramente me había visto.


Rápidamente me volví y gateé hacia la puerta trasera del patio, pero ya era tarde, el militar había avisado a sus compañeros y todos ellos corrían a mi espalda, disparando balas a todos lados. Doy gracias a que ninguna rebotó y me dio, porque pude salir corriendo del orfanato sana y salva. Bueno, casi sana. Mi pie todavía dolía, pero podría vivir con ello. Ya lejos de allí, eché la última mirada atrás, para contemplar que mi mundo literalmente estaba derribado, pero lo que más me dolía era el hecho de que había dejado a Víktor y Alexia atrás. No sabía ni siquiera si estaban vivos, pero definitivamente no iba a volver allí. Ya lo mencioné antes, soy una persona egoísta. Ahora, en la frontera, a la luz de la noche estrellada, me arrepentí de no haber sido más fuerte, de no haber vuelto a por mis queridos amigos, con los que me había criado. “¿Y todo esto para que?”, me volví a preguntar “Qué haré ahora?”. Y como si me hubieran leído el pensamiento, un hombre canoso y aparentemente cansado me respondió: - Ahora toca volver a empezar. Y así seguí mi camino, en busca de una nueva vida, porque aunque sufra, yo perduraré.

Enma Calasanz Quirós - 2º ESO A


Segundo premio de la 2ª categoría Título: Las noches en Crema. “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche…” la brisa cálida de verano en el norte de Italia. Allí, en Crema, me esperaba mi curso artístico en la morada de los Charleston. Uno de los artistas más importantes del mundo. Era un arqueólogo de estructuras griegas, pintor, actor y escritor. Me había inspirado toda mi vida y me ayudó a salir a la luz en momentos en los que la vida pudo llegar a ser más cruel. Cada verano acogía a un alumno para enseñarle de su sabiduría y de su arte. Él era inglés pero su mujer, Chiara, era italiana, con lo cual pasaba allí todos los veranos. Finalmente, llegué en el taxi por la mañana, a esa maravillosa casa rodeadas por hileras de maravillosas flores.


En la puerta me estaba esperando Julio y su mujer a su izquierda. - “Buongiorno”, Ludovicca - Me dijo el señor Charleston amablemente. - “Ciao, grazie” por darme esta oportunidad, señor - dije muy emocionada pero nerviosa a la vez. Sabía en el fondo lo que realmente quería. Este asentó y mostró su casa amplia y luminosa. Llena de cuadros, esculturas, libros e instrumentos. Subíamos las escaleras para encontrarme con la habitación en la que estaría tres meses. Allí se encontraba Elio, el hijo de Julio y Chiara. Un chico alto y apuesto, de tez blanca, ojos azules como el mar, muy delgado y de aspecto enfermo. - Él es Elio, mi hijo. No es un artista como yo, pero se sabe manejar muy bien en la música. - Dijo el señor Charleston. - ¿Cuándo vas a entender que soy músico, papá? Toco el piano y transcribo música clásica. - Dijo refiriéndose a mí - Elio, encantado. - Ludovica, encantada. Eso habrá que verlo, si eres tan bueno tocando el piano. Fuimos a desayunar al patio principal todos juntos. Me preguntaron varias cosas sobre mí para conocerme un poco mejor, me explicaron cómo sería mi estancia y nos propusieron a Elio y a mí si nos dábamos una vuelta por el pueblo para conocerlo un poco más. Elio era un chico muy interesante y, sobre todo, inteligente. Sabía sobre todo y todos, era incluso listo. Me llevó por la plaza del pueblo y por el manantial que había cerca de las montañas. Me explicó que allí había leído un millón de libros y que allí era donde había disfrutado más de su compositor favorito, Debussy. Fueron pasando los meses y había cierta rivalidad entre nosotros, sobre todo en el piano y en la pintura. Siempre queríamos destacar uno más que el otro.


Su padre nos llevó a la playa para sacar del agua una de las esculturas que se habían encontrado. Era una experiencia en la que sentía era mi lugar. Esa misma tarde nos la pasamos pintando con los métodos del señor Charleston y catalogando varias esculturas. Cada noche Elio y yo salíamos a la terraza a debatir de cualquier cosa mientras comíamos cualquier cosa que le quitábamos de la despensa a Mafalda, la cocinera. - Si tuvieras que escuchar una canción de Debussy durante el resto de tu vida ¿cuál sería? - Pregunté con curiosidad. - Escucharía Claro de Luna, sin duda. De hecho la voy a poner. Empezamos a escucharla mientras admirábamos las estrellas en silencio. Me sentía segura y bien a su lado. Como si nunca jamás me pudiese pasar algo malo mientras estuviera junto a él. Nos acercamos y nuestros labios se fundieron en un beso, nuestro beso. Sentía de verdad esas mariposas, esa calidez dolorosa pero a su vez placentera. Lágrimas empezaron a brotar de sus ojos mientras la música no paraba de sonar. - “Tu sei il destino della mia vita”. - Me susurró al oído. No le pregunté el porqué de sus lágrimas, pero sabía que eran tan reales como lo que yo estaba sintiendo. Pasaron los días y estábamos fenomenal, decidimos ir a una fiesta para terminar el verano y mi estancia allí. Bailamos canciones de los ochenta con “E la vita” “Love my Way” o “Words”. Fue una noche mágica, pero todo empezó a torcerse. Elio se encontraba muy mal, incluso se desmayó. Llamé a una ambulancia y les indique lo que estaba ocurriendo. Llegaron en cuanto pudieron y se lo llevaron. La angustia y el miedo recorrieron mis venas. No sabía lo que estaba pensando.


Llegamos al hospital y me dijeron que él tenía una enfermedad mortal, de ahí su aspecto. Llamaron a sus padres para que se despidieran de él ya que no le daban más de doce horas de vida. Nos dejaron un momento a solas para despedirme de él. Puse nuestra canción, Claro de Luna. - Te quiero mucho, Elio, siempre serás “il destino della mia vita”. Murió y me fui. Todos los días sigo escuchando nuestra canción y tocándola en mis conciertos de piano, ya que gracias a él y a su padre pude conseguirlo. Pasarán los años que pasarán, los días que pasarán, él será “il destino della mia vita”.

Manuela Portillo Lobato 3º ESO C


Segundo premio de la 3ª categoría Título: Mediante carta “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche...” Escuchar los grillos y oler a pino siempre había resultado relajante para mí. Sabía que iba a ser un largo viaje, por lo que decidí llevar a mi mejor compañía, mis libros. Cuando leía sentía un cúmulo de sensaciones verdaderamente inefables Saqué el libro del equipaje de mano y seguí la lectura por donde marcaba la pequeña rama de lavanda que había cogido camino al aeropuerto, ya que es una planta que siempre me llamó la atención. No sé cuánto tiempo estuve sumergida en la lectura, pero desperté del trance en cuanto alguien se sentó a mi lado, sitio el cual antes estaba vacío. Era un chico moreno y alto, parecía ser de mi edad. Casi sin darme cuenta estuve un rato observando y analizando cada uno de sus rasgos faciales. Aparté la mirada de él y sin más continué con mi lectura unas diez páginas más adelante, hasta que sentí que alguien me tocaba el hombro. Era él, estaba aburrido y quería la compañía de alguien, me preguntó por mi nombre y por qué viajaba sola; no quise responderle la segunda pregunta. Alex se dio cuenta y no quiso insistir. Después de eso hizo un silencio incómodo el cual rompió ofreciéndome uno de sus auriculares para escuchar música juntos. Me sorprendí mucho cuando me di cuenta de que teníamos los mismos gustos musicales y me pareció raro, pero también me gustó. Desde ese momento no hubo más silencios incómodos, me sentí muy cómoda con él, estuvimos hablando de muchas cosas y me di cuenta que teníamos muchas cosas en común.


El tiempo se me pasó volando, y caso sin notarlo, era hora de desembarcar, es decir, tenía que despedirme de él. Me había caído muy bien, quería mantener el contacto con él y conocernos un poco más, así que decidí darle mi número de teléfono. Pero cuando me lo saqué del bolsillo no tenía batería y no me había acordado de cargarlo durante el vuelo. Alex se dio cuenta de cuál era mi intención, pero se dio cuenta de que al haber estado escuchando música se había quedado sin batería y no me podía ayudar. De repente, se me ocurrió pedir un bolígrafo en la recepción del aeropuerto, con el que le apunté la dirección del pequeño piso en el que iba a pasar las vacaciones. Necesitaba tiempo para mí y centrarme en mí misma. Cuando Alex se percató de lo que estaba haciendo, una sonrisa se dibujó en su rostro y se burló de mí, comentando que enviar cartas era algo primitivo. Esto provocó que mis mejillas se enrojecieran, pero era nuestra única opción de seguir en contacto. Seguidamente tuve que despedirme de Alex, ya que tenía que irse. Y así es cómo estuve esperando todos los días durante mis vacaciones las cartas de un desconocido que se sentó a mi lado en el avión, y que nunca llegaron.

Lucía Visuerte Martín 1º Bach C.


Primer premio de la 1ª categoría Título: Mi historia bajo la Luna

“Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche…” Vestía un lujoso vestido verde a juego con mis ojos. Sí, era la primera vez que viajaba en la profunda libertad de la noche. Sin embargo, todo me parecía más bello que por el día: luciérnagas que alumbraban el camino de la noche, un silencio interrumpido por el sonido del viento que golpea las hojas… Nunca antes había tenido ese sentimiento tan agradable de libertad y paz en mí misma, me encantaba… A partir de ese día, todos los días acudí a un valle no muy lejos de mi casa, allí me sentía libre de mis preocupaciones sin nada en qué pensar, me tumbaba en la verde pradera y observaba las brillantes estrellas. Todo aquello era un nuevo mundo por descubrir para mí. Algunas veces me sentía un poco sola, ya que siempre acudía sola a ese espectacular mundo, pero un día ocurrió algo inesperado que cambiaría mi vida por completo… Hace ya mucho tiempo, pero lo puedo recordar perfectamente. Era una mujer de apenas veinte años de edad, vivía sola y, como ya os he contado, mi lugar favorito era aquel extenso valle a la luz de la Luna. Una de las noches que acudí a ese valle había más, una figura que me recordaba a alguien…No conseguí saber quién era esa misteriosa figura hasta que me acerqué y le di un pequeño golpecito en su hombro. Era un chico aparentemente de unos 20 años de edad, él cual lentamente fue acercándose a mí y justo cuando nuestras miradas se cruzaron preguntó:


- Perdona, ¿nos conocemos de algo? Yo no sabía qué responder, en ese mismo instante mi voz no salía al exterior de mi cuerpo, pero unos minutos más tarde le contesté con una voz firme y segura. - No creo que nos conozcamos. No sabíamos de qué hablar hasta que él preguntó con la mirada dirigida al cielo: - Y, ¿cómo es que una dama anda sola en la oscuridad de la noche? Me quedé pensando durante unos segundos para saber qué contestarle, ya que nunca me había planteado esa pregunta. - No estoy segura, todo este mundo es demasiado bello para mis ojos, por eso vengo. Al escuchar esto aquel apuesto hombre se quedó mirándome fijamente y volvió a preguntarme. - ¿Vienes todas las noches?. Asentí rápidamente con la cabeza añadiendo una pequeña sonrisa, él también sonrió y dijo: - ¿Te importaría que te hiciera compañía? Le miré a sus ojos oscuros como la oscuridad de la noche y con una débil voz le contesté: - Claro que no, ven todas las noches que quieras y así podríamos hacernos compañía. Estuvimos ambos tumbados en la pradera mirando las estrellas. Cuando miré la hora me levanté y le comenté que tenía que irme ya, que era demasiado tarde. Él asintió y preguntó si podía acompañarme por mi seguridad. Yo le dije que sí, que podía venir. Los dos estuvimos por el camino de vuelta guiándonos por las luciérnagas. En ese momento me di cuenta de que me estaba empezado a enamorar de aquel nombre, del que aún no sabía ni el nombre.


Todas las noches desde ese día empezó a ir a la pradera y poco a poco me di cuenta de que mis sentimientos hacia él estaban empezando a crecer. Una de las noches estaba esperándolo pero no aparecía… Esta noche no estuve acompañada por él. Pasaron días y días pero aquel hombre había desaparecido para no volver jamás… Una de las noches a finales de primavera vi una figura de un hombre llegar por el lado opuesto de donde este misterioso hombre siempre llegaba. No le di importancia de qué lado llegaba y proseguí quedándome fijamente mirando cómo se acercaba la figura. Sí, era un hombre pero…. no era el hombre al que yo amaba. Se parecía mucho a él pero se acercó a mí y con la mirada perdida en el horizonte extendió su mano con un sobre verde, me lo dio y, sin decir ninguna palabra se marchó. Cuando apenas pude ver como su figura desaparecía por el prado, abrí aquel sobre y vi que dentro había una carta que decía: “ Mi querida amada, sé que ha sido muy poco el tiempo que hemos podido pasar juntos. Pese a esto, me he enamorado de ti y nada ni nadie va a poder deshacer el amor que siento hacia ti desde el primer día que vi tus ojos… Sé que no vamos a poder estar juntos, y no porque no quiera sino porque… No voy a poder por mi enfermedad, estos últimos días no he podido acompañarte porque estaba realmente enfermo y probablemente si te han dado este sobre es porque… he fallecido…” John No me gustó la forma en que me había dicho su nombre…pero era mejor enterarse así, que nunca me lo hubiese dicho. Rompí a llorar cuando leí las últimas palabras. Lloré bajo la luz de la Luna toda la noche hasta que amaneció y volví a mi casa. Después de este hecho no volví más a ese valle… y jamás me volví a enamorar de otra persona, mi corazón seguía amando a ese hombre, John.


Una de las noches después de muchísimos años me sentía realmente en un estado crítico y pensé que podía despejarme acudiendo a la pradera en aquella noche. Hice lo mismo que había realizado habitualmente cuando era joven; seguí el camino guiada por la luz de las luciérnagas, me senté en el mismo lugar del valle y me tumbé cómodamente, allí enterré a mi amado junto a su hermano, aquel hombre que me entregó la carta. Me senté junto a su tumba y poco a poco mis ojos se fueron cerrando y mi corazón se fue apagando. Y así es como regresé junto a mi amado para vivir una eterna vida junto a él, corriendo y riendo agarrada de su mano… para toda la eternidad bajo la luz de la Luna.

Irene Romero González 2º ESO D


Primer premio de la 2ª categoría Título: La susurradora de secretos "Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche...” La noche se ceñía sobre mí, como una mancha oscura que me alejaba de todo aquello que un día no me dejó dormir, que me alejaba del dolor de lo que un día me impedía respirar. Después de años de venganza iba a conseguir la libertad y el poder absoluto. Vi un castillo a lo lejos y los recuerdos me golpearon impidiéndome avanzar y recordé todo aquello que había jurado olvidar. Mi mente se fue al pasado, me vi corriendo por los tejados de Klejnoty como un relámpago invisible y peligroso. Si alguien me divisase desde su ventana solo vería una gran sombra oscura, pues en eso me había convertido. En una criatura de la noche, en un espectro de lo que fue mi vida antes. En Klejnoty, la gran ciudad de los ladrones, todos sabían mi nombre, pero nadie sabía quién era yo. La susurradora, así me hacía llamar, en un mundo de ladrones y horror absoluto, todos decían haberme visto alguna noche, pero ninguno admitiría nunca haber dejado que me llevara lo que más protegían. Yo no era una simple ladrona, yo era la ladrona de las joyas más importantes de la vida de alguien. Yo era ladrona de secretos. Yo era una joven buscando venganza y yo iba a ser la próxima reina de los ladrones porque después de los años de dolor y pérdidas, la ciudad de los ladrones sería mía. Llegué a una gran ventana de una casa demasiado ostentosa y una sonrisa se colocó en mis labios, era una sonrisa llena de un dolor absoluto. Admiré al hombre que dormía en la cama de la habitación y supe que por fin había acabado con el último asesino de mi familia.


Era luna llena y era el día perfecto para que todo terminara. Hice una seña en el aire y observé cómo a lo lejos un grupo de personas se acercaban también por los tejados. Mi gran capucha nunca les permitiría ver quién era yo, pero trabajaban para mí. Sabían lo que debían hacer a continuación con el hombre que dormitaba tranquilo en su cama. Y me fui por donde había venido, corriendo contra el viento y con el corazón cada vez más liberado. Todavía no había ganado, pero sería dentro de poco. Acabé llegando a un circo abandonado y el dolor volvió a tomar posesión de mi cuerpo. Debajo del circo había un búnker del cual sólo yo tenía la llave. Bajé cada peldaño de la escalera sufriendo por lo que venía a continuación, en el fondo de mi ser cada día deseaba que todo fuera diferente. La habitación del final del pasillo estaba cerrada a cal y canto, pero tenía una pequeña ventana y miré hacia el interior. Una joven de pelo rubio se marchitaba allí dentro, una joven que era todo lo que me quedaba en el mundo entero. Cuando sus ojos tropezaron con los míos pude ver el odio y el asco que siempre veía. La miré suplicante, como si esperara que ella no me odiase con toda su alma, pero en el fondo de sus ojos pude divisar miedo, el mismo miedo que sentí el día que lo perdí todo, menos a ella. Tenía once años y era una noche brillante, el cielo estaba despejado como nunca antes en la ciudad de los ladrones, cuando me disponía a dormir. Un gran ruido en la verja del patio me hizo levantarme de la cama del susto. Me quedé petrificada de miedo, mis músculos no respondían a mi cerebro mientras veía a un gran grupo de hombres entrando en mi casa, pero lo supe. Comencé a llorar antes de que hubiese pasado nada y lo único que alcancé a hacer fue ir corriendo al cuarto de mis sobrinos que estaba al lado del mío y escondernos los tres en un gran altillo.


Todo fueron gritos después de eso. Durante las horas siguientes en mi casa solo se escucharon golpes de dolor y solo sentía impotencia al no poder hacer nada mientras mi corazón se iba helando por culpa de los chillidos. Mi sobrino Zarek me miraba con sus ojos inocentes sin entender lo que estaba ocurriendo al igual que su hermana mayor, Lira. Estábamos a salvo, eso era lo único que realmente sabía. Nosotros tres no habíamos sido presentados a la sociedad de la ciudad de los ladrones, por lo que nadie sabía de nuestra existencia. Antes se quejaba a mi madre por no dejarle salir al jardín de su casa, pero ahora entendía que lo había hecho por su seguridad. Las horas pasaron y el alboroto finalizó, aunque mi mayor miedo era lo que vería al salir de mi escondite, salí. Nada volvió a ser igual para mí. Sus cuerpos estaban amontonados, los de mis padres, mis hermanos mayores y el de la esposa de mi hermano. Un grito agrietó mis entrañas y como un relámpago sacudió mi cuerpo, iba a vengarme por todo esto, por dejarme sola contra el mundo. Lira, Zarek y yo tuvimos que huir de la ciudad. Ese fue mi primer viaje, pero no sola, tenía unos niños pequeños a los que tenía que cuidar cuando yo no era más que otra niña pequeña. Vivimos durante años en el desierto que rodeaba a la gran ciudad y pasaba mis noches deseando volver a estar en la mansión que un día fue mi hogar. A los diecisiete años ocurrió el hecho que me hizo volver. Zarek estaba cazando por el desierto criaturas entre las arenas y desapareció para siempre. Lira y yo nos quedamos solas para toda la eternidad. Lira estaba rota, su cerebro había empezado a inventar historias que ella creía totalmente para afrontar la pérdida de su hermano, Lira empezó las noches de luna llena a comportarse como si estuviera reviviendo todos los momentos de su vida que la habían atormentado. Y entonces entendí que mi sobrina tenía un don que podríamos utilizar a nuestro beneficio. Empezó a entrenar con animales del desierto, les hacía sufrir los debilitaba tanto que a veces morían. Pero solo podía usar ese poder con luna llena.


Decidí volver a la ciudad, con el poder de Lira podríamos dar caza a todos los asesinos de nuestra familia hasta acabar con ellos, incluido el rey de los ladrones. Encerré a Lira en aquel búnker escondido por su seguridad. Ya lo había perdido todo, no podía perderla a ella. Estuve años desde las sombras escuchando los secretos de los enemigos de mi familia hasta saber cuáles de los nobles más importantes de la ciudad los habían matado. El rey estaba detrás de todo aquello como yo ya sabía. Estaba celoso del poder que tenía mi familia y se sentía amenazado por lo que se compinchó con otros nobles para acabar con mi familia. Me enteré de los secretos más oscuros de los nobles, me enteré dónde pasaban cada minuto de su día y les fui secuestrando uno a uno, dejando en el lugar del secuestro el nombre de la susurradora. Lira se metía en sus mentes cuando había luna llena y les hacía sufrir con todo lo que habían hecho en sus vidas, con todos los secretos que anteriormente había estado coleccionando. Aunque Lira comenzó a confundir su vida con la de aquellos hombres. Y por fin aquella noche había conseguido al último. Ahora con el rey sin nadie que lo respaldara sería mucho más sencillo quitarle la corona, para conseguir todo el poder de la ciudad. Me despedí de Lira con un asentimiento de cabeza y salí del búnker. Odiaba verla en aquel estado, odiaba ver que mi sobrina me rechazaba solo porque había confundido su vida con la de aquellos hombres, entonces me odiaba como ellos. Ya no era la niña rubia que juró vengarse de nuestra familia muerta y con la que hice el plan que me había llevado hasta tan alto. Caminé destrozada hasta la casa donde dormía. Era en los momentos de soledad cuando peor lo pasaba. Sintiéndome culpable por haber dejado que LIra utilizara todo su poder y que ahora se encontrara tan débil y sintiéndome mal por las atrocidades que había hecho para llegar hasta donde estaba.


Vi una nota en mi cama, la abrí rápidamente y el sentimiento de venganza volvió a correr por mi cuerpo. Era una invitación al baile del rey de los ladrones, claramente falsificada. Allí todo terminaría. Cogí el vestido verde que estaba sobre mi cama y me preparé. El color verde era el color de la venganza en aquella ciudad y con una gran corona robada me dispuse a enseñarle al rey la verdadera cara de la susurradora que se había llevado a todos sus hombres. Y me dispuse a hacer el gran viaje. Los recuerdos acabaron de desaparecer de mi mente y me encontré admirando el gran castillo que se encontraba delante mía. Después del largo viaje hasta el castillo del rey, el primer viaje que había hecho sola, no estaba asustada, me parecía una agradable y excitante aventura en la profunda libertad de la noche. Cuando entré por la enorme puerta, todas las personas de la sala se quedaron estáticas. La fuerza me recorrió el cuerpo junto al poder y caminé por la sala como si fuera mía, pues en poco tiempo lo sería. El rey se encontraba lo lejos y detrás de él una gran cuadro de un mundo tan sangriento que no quería ni imaginar qué sería vivir en él. El rey se levantó del trono y le hizo una seña a todas las personas congregadas allí y para sorpresa mía se inclinaron y me dirigieron una gran reverencia. Entonces comprendí que había estado equivocada siempre. El rey me miró con una gran sonrisa y dijo: - La susurradora… Bienvenida a mi palacio después de un gran viaje… No te molestes en pelear contra mí, porque no es a lo que estás destinada. Se rió mientras decía aquello y me quedé helada, entonces comenzó la verdadera explicación. Toda mi vida era una gran mentira, todo el reino de los ladrones era una gran mentira. Y temblé mientras lo contaba.


Todo era una competición para ver quién de los muchos niños elegidos podía tener la agudeza, el valor y la sangre fría de sobrevivir y alcanzar el máximo poder en el reino de los ladrones. Yo era la única que había llegado tan lejos. El rey señaló el cuadro que se encontraba detrás de él y me explicó que la ciudad de los ladrones estaba clausurada en un cuadro y no era verdad. Al verdadero mundo en el que yo tendría que reinar se entraba en el enorme cuadro que estaba a su espalda. Yo era la elegida para reinar en el verdadero reino de los ladrones. Yo y solo yo me había dejado llevar por la venganza sin ver que todo era un concurso. Una fuerza unió mis manos encadenándome por toda la eternidad a ser la reina de los ladrones y me metí en el cuadro. Y lo que vi me destrozó. Era el peor lugar del mundo. Era peor que el infierno y yo tendría que reinar en él. Una lágrima cayó de mi ojo derecho y una fuerza arrasó mi cuerpo. De quince niños elegidos yo había llevado a cabo toda la venganza, lo cual era una prueba para ver si podía llegar a ser una verdadera reina en un mundo de despiadados ladrones. A día de hoy sigo encadenada a este por culpa de mis ganas de venganza, de ser una rebelde y ahora he acabado con mi oportunidad de ser feliz. No sé qué les ocurrió a los demás niños, yo solo sé que el poder total lo obtuve yo. Este es el final de mi carta de ayuda. Solo espero que alguien pueda encontrar la manera de deshacer el hechizo que me mantiene cautiva siendo reina del mundo más despreciable que nunca podáis imaginar.

Araceli Reyes Gancedo 3º ESO D


Primer premio de la 3ª categoría Título: En busca de mi destino “Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche…” Nunca en mi vida me había creído lo suficientemente valiente como para embarcarme en un navío rumbo a cualquier lugar, con mi única compañía y sin planes, pero era la única opción que me parecía buena. Disculpen mis modales, todavía no me he presentado. Mi nombre es Margarita, tengo dieciocho años y en este momento me encuentro huyendo de mi destino con solo una muda en mi bolsa, aunque mi padre es el único que llama destino a esa inminente desgracia. En mi opinión hay quien no está hecho para el matrimonio, y menos cuando es de conveniencia con un alcohólico y maltratador, de cincuenta años, de humor irascible y nariz enorme. La travesía se me hace eterna, en parte porque nunca había navegado en barco y mi cuerpo no estaba acostumbrado, pero después de lo que me parecen eones un hombre grita: - ¡Tierra a la vista! Me preparo mentalmente y desembarco con un nudo en el estómago. - Vamos, Marga, ¡Tú puedes! - Me digo a mí misma. Pongo un pie en tierra y el sol me deslumbra, pongo el otro pie y un maravilloso aroma a comida me reclama. - ¡Mariscos, pescado, todo tipo de especies marinas traídas directamente a su plato! - Pregona el chico delgaducho que los vende ya cocinados. - Deme una ración, por favor. El chico me mira asqueado, y tiene razones para hacerlo, no estoy precisamente en mi mejor momento después del viaje.


- Son dos monedas. - Pero no tengo dinero. - Entonces vete a molestar a otro. Aunque me ofenda, sé que tiene razón y que necesito dinero, pero para conseguirlo primero necesito trabajo. La idea me entusiasma en sobremanera y empiezo a adentrarme en la ciudad sin rumbo claro. No paro hasta que me topo de frente con una librería de dos plantas, con ventanales por todos lados que dejan sus estanterías repletas de libros a la vista de quien pase por allí, con colores crema en toda la fachada y una puerta azul gigante con un pomo de cristal. - Si existe el cielo, creo que estoy en él. Me apresuro a entrar y me quedo admirando el interior por unos segundos hasta que un hombre bastante alto y avejentado llama mi atención. - Buenas tardes. - ¿Qué se le ofrece señorita? - Busco trabajo. - Pero no busco personal. - Pues parece que lo necesita - antes de que me tome por insolente me aclaro - esta librería es muy grande y seguro que es difícil mantenerlo todo ordenado y limpio. Prosigo ya que se mantiene callado mirándome con lo que parece interés. - Soy adicta a la lectura, desde pequeñita me escondía debajo de la cama a leer los libros de mi padre e imaginarme dentro de esas historias, y le puedo asegurar que no hay aquí libro alguno que no haya leído, o al menos que no conozca su nombre y autor. - ¿Por qué te escondías? - Mi padre decía que leer no era cosa de mujeres, y que me metería necedades en la cabeza. - Me caes bien niña, ¿cómo te llamas? - Margarita, señor.- Contesté con una sonrisa.


- Bien, Margarita, me llamo Cole, y creo que me ayudaría mucho tener a alguien aquí. - ¿No tiene a nadie? - Tengo a mi sobrino Jack, pero él está estudiando Económicas y no puede ayudarme. - Entiendo… - Pero primero sube arriba y aséate, te dejaré ropa de mi hermana. - Muchísimas gracias, señor Cole, no sabe cuánto se lo agradezco. - Llámame Cole a secas. - ¿Y a su hermana no le molestará verme con su ropa? - No tengo manera de saberlo, estando ella entre los muertos. Se borró cualquier rastro de alegría en su rostro. - Lo lamento. - No pasa nada, fue hace mucho tiempo. Al subir arriba me bañé, peiné y vestí con un vestido verde que hacía resaltar mis ojos y pelo castaño. El cabello lo dejé suelto para que se secara y bajé corriendo las escaleras. - Cole, el baño es precioso… Blanco, mi mente se quedó en blanco ante la persona que tenía delante. Un muchacho más o menos de mi edad, pelo dorado, ojos como el cielo y sonrisa angelical. - ¿Y tú quién eres?- confirmamos, voz ronca perfecta. - Margarita, encantada, ¿y tú eres…? - ¡Jackie! - Gritó Cole, refiriéndose al muchacho - ya veo que has conocido a mi nueva ayudante. - ¿Nueva ayudante? - En efecto. - Espera, ¿tú eres su sobrino?- Cuestioné, no se parecían en nada. - Sí.


- Te enseñaré la librería y cómo está todo funcionando. - Interrumpió mi nuevo jefe los pensamientos que rondaban mi mente a toda velocidad. Me arrastró por el establecimiento hablando de libros, de cuando se abre y se cierra, y poco más llegué a escuchar. - ¿De dónde vienes? - Preguntó, lo que consiguió sacarme del ensimismamiento absoluto en el que me encontraba. - ¿Acaso eso importa? Pausa. - Supongo que no. - Dijo sonriendo. - Cole, ¿puedo hacerle una pregunta? - ¡Claro! - ¿Por qué nunca se ha casado? - No pude contener más la curiosidad. - No hay fotos de ninguna mujer, la cama solo está hundida por un sitio y una de las mesitas de noche está nueva y llena de polvo. - Eres muy observadora, Margarita. Por un momento pensé que esquivaría mi pregunta como yo hice con la suya, pero suspiró y siguió con una sonrisa amarga en el rostro. - Esta sociedad no acepta mi forma de amor. Me quedé pensando en su respuesta. - Pues esta sociedad tendrá que cambiar, nadie tiene el derecho de determinar cómo hay que amar, y, sobre todo, a quién. Al menos eso pienso yo. Él me regaló una sonrisa, una verdadera, junto con un apretón en el brazo. - Yo no creo que esté hecha para el matrimonio. - Nunca digas nunca, niña. Tal vez no has encontrado a la persona todavía. QUINCE AÑOS DESPUÉS Desgraciadamente, el señor se llevó a Cole varios años después de empezar a trabajar yo en la librería, y me la dejó en herencia para que siguiera con el negocio. Os podéis imaginar cómo me sentí al descubrirlo.


Y, a pesar de mi reticencia al matrimonio, Jackie y yo llevamos diez años felizmente casados. Él está trabajando como director en una empresa de exportaciones al extranjero, y parece muy satisfecho con la vida que hemos construido juntos. De nuestro amor llegaron nuestros dos hijos, Daniel y Violeta, dos diablillos que ponen todo patas arriba. Aunque hay personas que sufren por no encontrar su destino, estoy orgullosa de poder decir que yo he encontrado el mío, y espero que el lector de mi historia lo haga también.

Carmen García Medina 1º Bach B


Relatos ganadores PRIMERA CATEGORÍA PRIMER PREMIO Mi historia bajo la Luna.

Irene Romero González

2º ESO D

Enma Calasanz Quirós

2º ESO A

SEGUNDO PREMIO Diario de una anónima. TERCER PREMIO

Mil almas.

Claudia Jiménez Ballester 1º ESO A

SEGUNDA CATEGORÍA PRIMER PREMIO La susurradora de secretos.

Araceli Reyes Gancedo

3º ESO D

SEGUNDO PREMIO Las noches en Crema.

Manuela Portillo Lobato

3º ESO C

Alba Mª Salvador Reyes

4º ESO C

TERCER PREMIO Adiós miedo, hola yo.

TERCERA CATEGORÍA PRIMER PREMIO En busca de mi destino.

Carmen García Medina

1ª Bach B

Lucía Visuerte Martín

1º Bach C

SEGUNDO PREMIO Mediante carta. TERCER PREMIO Aprender a olvidar

Javier Alonso Aleixandre

1º Bach B


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