XI Concurso de Narrativa (2023)

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Curso 2022-2023

RELATOS PREMIADOS

XI CONCURSO DE RELATOS

"PROFESORA CARMEN DE LOS SANTOS"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él…"

"La guerra de los mundos" H.G. Wells

Tercer premio de la 1ª categoría

Título: "El joven Dios"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...”

Personas tachadas de conspiranoicas, hombre y mujeres que creíamos que habían caído en la locura, pero simplemente eran mensajeros de este ser que no podíamos presenciar, o que no quería ser presenciado. Yo he vivido la penumbra que estos hombres han llevado y he sobrevivido a las torturas a las que el hombre me ha sometido, ya fuera con motivos contra el diablo o por supuesta seguridad de la población y hoy narraré todo lo que oí y sigo oyendo en mi cabeza.

Catorce de octubre de 1897, empecé el día de lo más normal y corriente. Tomé mi dosis diaria de té verde, me coloqué mi polo, camisa y pantalón vaquero además de mi chaquetón para soportar las heladoras temperaturas de Glasgow en esta época y tras esto salí de mi casa. Normalmente de camino al trabajo me encuentro con un señor que antiguamente vendía teteras, pero recientemente cambió, por alguna extraña razón, a vender joyas, que supongo serían falsas. Además, últimamente parece preocupado por sus ventas y posee una actitud muy descortés.

- Señor, por favor, cómpreme estas joyas, no se arrepentirá. Puede salvarle la vida, la vida de su familia, todo lo que ama- dijo con demasiada ansiedad. Me negué. No quería más joyas que las que me regaló mi mujer antes de fallecer. Es irónico, mi mujer era una compositora y ella en vez de escribir sus últimas notas en un réquiem con el Dies Irae, las mandó grabar en un cristal que las joyas traían consigo.

Al llegar a mi trabajo todo pasó con total normalidad, empaqueté archivos, corregí fallos de ortografía en los titulares de revistas de la editorial y salí hacia mi casa. Los días pasaron y al llegar a un punto de estrés por la ansiedad del señor porque sus joyas fuesen vendidas, decidí, y para que no me diera más la lata, comprarle una de esas joyas. Al verla era extraña, parecía un anillo embadurnado en cobre con una joya que no poseía color, simplemente a través del cristal había una canica de color fucsia saturado al punto de ser negro. Al llegar al trabajo lo vi todo con los ojos nublosos y cansados, pero seguí, y al llegar al callejón que da con la esquina de la calle Buckerby empecé a pensar. Todo empezaba a verse como una larga noche en la taberna, me entraron convulsiones en todo el cuerpo y empecé a vomitar, pero no una vomitera cualquiera, sino una vomitera que duró veinte segundos y al final eché una rata que huyó. La seguí porque no era normal que echara una rata por la boca, pero al seguirla me llevó con el vendedor.

- ¿Qué me has hecho, vil escoria desalmada? - dije irritado.

- Je, je,je...

Empezó a reír y reír, de forma que cada vez que más se reía más se pudría su flácido cuerpo, al punto de que se convirtió en ratas que huyeron, me rodearon y antes de que me viera venir su ataque se abalanzaron y …

- Anda, ya has despertado- dijo una voz infantil que sonaba delante de mí. No entendía nada, simplemente veía un plano astral donde se observaba todo el universo. Aún así, a pesar de comprender la situación no quería saber nada a excepción de si había muerto o por extrañas razones seguía con vida.

- ¿Qué hago aquí? ¿Qué hace un chavalín como tú en un sitio tan curioso? ¿Por qué estoy?

- Eres superaburrido ¿por qué no jugamos a un juego? - dijo cortando mis preguntas.

- ¿Qué ? Bueno, como tú prefieras- dije indignado.

- ¡Bien! Se llama la parte por el todo. Verás, te explico. Yo lo sé todo de todos, y puedo darte una fracción de ese conocimiento si tú me ayudas a una cosilla. Verás, tengo unos colgantes, tendrás que repartirlos, si lo consigues, te quedarás con ese conocimiento, además de que cumpliré el deseo que me pidas, y tranquilo, no hay normas, tú solo pide, si vives y lo consigues, claro está.

- Esto significa que podía resucitar a Mary...mmmm, trato hecho.

- ¡Bien! El tiempo de juego es de tres segundos, básicamente unos treinta años para ti. Ahora te mandaré a la Nu, para que los vendas.

- Vale, de acuerdo, ¿pero qué es la Nu?

- ¿Pero tú eres un mentalista o qué te pasa?, el planeta azul, La Tierra, el de los tres cascos, ¿lo pillas?

- Vale, correcto.

Tras esto, procedí a estrechar la mano con el niño y él me guio hasta lo que parecía una entrada o un nexo entre los mundos. Tras este encuentro desperté y en esta ocasión fue en mi mundo, pero a mi lado se encontraba un carrito con los trescientos colgantes, pulseras, etc. En definitiva, los treinta años pasaron volando, el primero me dediqué a montar y recaudar para mi tienda y los veintinueve restantes, a vender. Pasé por malos momentos, pero gracias a la prosperidad de los años veinte fui capaz de alcanzar mi objetivo. Cuando lo logré me hice la pregunta: “¿ y ahora, cómo se lo hago saber?”. Pero gracias a unas investigaciones sobre los collares me di cuenta que solo debía romper uno o ponerme uno para acudir con él. Pero antes de hacerlo, decidí hacerle una visita a un comprador para ver cómo estaba. Ese comprador y, casualmente amigo mío, se llamaba Fritger Hubbleman. Al llegar a su casa me atendió su mujer, ya que él se encontraba mal, y al verle a los ojos explotó. Explotó como un cohete artificial del cuatro de julio, pero no explotó dejando restos de carne, sino solo dejando la pulsera que decidí romper para acudir con el niño.

Al llegar hablamos sobre el trato.

- ¿Y qué? ¿Lo has conseguido? - dijo aburrido.

- Sí, pero un pregunta, ¿por qué mi amigo ha estallado como si de un cohete artificial se tratase y solo ha dejado tu jodida pulsera?- dije cabreado.

- Eh… verás… lo has hecho muy bien, por lo que te ilustraré con mi fraude.

Cada persona que compra esas pulseras, al llegar al eclipse, que se producirá en unas horas, estallará y sus almas pasarán a ser de mi propiedad, y yo las convertiré en poder. El deseo que te prometí era simplemente una condición, cuando la cumplas, tú morirás y, como siempre escogéis personas o dinero, tu trabajo pasará a tu hijo o a esa persona. Cada treinta años convierto novecientas almas en poder que almaceno para liberar el universo, ya que, y como lo veríais los humanos, yo solo soy... el joven Dios.

-

Pero serás… No te lo permitiré.

- Tarde… ya ha empezado … JA, JA , JA… Mientras presencié la muerte de novecientas personas sentado en una silla, vi renacer a la persona que más quería. Era y es como él lo llama, el mundo Nova. Todo a mi alrededor fue destruido, pero no morí. ¿Qué cómo conseguí escapar de un ser tan poderoso, que se hacía más poderoso a medida que pasaba el tiempo allí? Muy fácil.. pensad. Será un Dios todopoderoso, pero sigue siendo un vulgar y corriente niño, su concentración es mínima y la forma en la que escapé fue sencilla, solo pensarla con los datos que os he cedido. Para acabar este informe, reportaje o lo que sea esta mierda, ahora estoy enviando mis coordenadas cifradas por vía R.A.T.A. , por lo que si alguien quisiera venir, solo quiero que sepa que ese niño… ese joven Dios va a pagar.

Emilio Jiménez Muñoz 2º A

Tercer premio de la 2ª categoría

Título: "Un ser diferente"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...” De repente cierro el libro. La verdad me golpea en la cara. Esto es lo que me quiso decir mi abuela antes de morirse. Durante todos estos años siempre la encontré algo distante. Actuaba de manera extraña: tenía cierto aprecio incomprensible por toda criatura viva existente, pasaba horas en el desván encerrada, llevaba a todas partes amuletos con jeroglíficos y siempre que le preguntaba por esas costumbres, me respondía: “Hija, todavía eres demasiado joven, pero algún día lo entenderás”.

Lo cierto es que cuando ella murió me quedé devastada, pero a la vez también me sentí furiosa. Furiosa porque nunca confió en mí lo suficiente como para decirme qué era lo que ocultaba. Busqué en su desván por días y al final lo encontré, una pista a la que agarrarme, este libro que ahora me encontraba leyendo y que llevaré conmigo a todas partes de ahora en adelante. Un recuerdo difuso me viene a la mente. Escucho a mi abuela gritando desesperada, llorando y pidiendo que le devuelvan a su hija. Recuerdo la cara de mi madre llena de angustia y dolor, como si la estuvieran desgarrando el alma y luego, todo se emborrona. Veo hombre de negro armados y, de repente, un rostro, su rostro, el de la foto de aquella habitación prohibida, y escucho que me susurra: “Te quiero hija mía. Lo siento mucho, pero tu madre se tiene que ir, ya es su hora. Sé que no lo comprendes ahora, pero ella es humana, nosotros somos diferentes. Ven a verme cuando seas un alma perdida. Ya te diré qué hacer”.

Despierto del trance en el que me encontraba y aprieto los dientes con fuerza. Él se llevó a mi madre, se la llevó por el simple hecho de que ella era humana y descubrió nuestro secreto. Porque sí, yo soy diferente, soy un ser que mi abuela ha estado conteniendo. Soy un ser que está destinado a destruir, al igual que todos los de mi especie, a aquellos humanos que nos rodean, porque nos creemos más inteligentes por tener el don de la observación, por tener el poder de acabar vidas.

Y entonces lo comprendo, comprendo por qué mi abuela durante toda la vida me ha estado enseñando a tener afecto por la naturaleza y por todo ser vivo. Ella confiaba que muy adentro nuestra, éramos mortales y teníamos sentimientos y remordimientos. Ella creía que yo podía ser diferente, que yo podía decidir amar y cuidar antes que transformar en cenizas este mundo. Y ella tenía razón, porque aunque yo ahora mismo soy una alma errante, jamás volvería con el hombre que se llevó a mi madre, porque también tengo furia dentro mía, ya no hacia mi abuela, sino hacia él, hacia mi padre, y voy a cobrar venganza.

Marta Valdés Rodríguez 3º D

Tercer premio de la 3ª categoría

Título: "Lucha de igualdad"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...”

Aun sabiendo que nos observaban, no le di importancia. Yo quería estar y luchar por él.

Estamos en nuestra habitación encerrados, mirándonos uno a otro con los ojos llorosos. Era la hora de huir.

- ¿Estás segura de que no te pasará nada? - Preguntó.

- Tengo que hacerlo por ti, por mí…. Por todos los que estamos aquí- le respondí.

No iba a soportar este castigo injusto, iba a luchar por todas las personas a las que perdí por el camino y por las que tengo que salvar.

Desde hace poco más de un año, hemos sido experimentos para esas máquinas, intentando buscar la forma de implantar la mente humana en ellas. Muchas han muerto en el camino, otras se convirtieron en inteligencias superpoderosas que utilizan en conflictos del país.

No puedo aguantar más esta situación, así que decidí crear un plan de escape para poder mostrar al mundo lo que están haciendo con nosotros. Después de que mis compañeros me dieran la señal para hacer mi parte de la misión, me dirigí al despacho del director de la central gracias a mi cuerpo que era capaz de camuflarse.

Cuando conseguí deshacerme de los guardias entré al despacho, pero me sorprendió verlo de pie, mirándome fijamente.

En su mano tenía un dispositivo, me había estado siguiendo todo este tiempo.

- Hola, Evelyn. ¿Te lo has pasado bien destruyendo a mis guardias?- Dijo, riéndose.

- Será más divertido cuando te queme delante de toda la ciudad.

Y justo antes de saltar hacia él, dos robots me atraparon por la espalda; eran Robin y Joss. Yo fui testigo de lo que le hicieron la semana pasada.

- ¿Los matarás a ellos como hiciste con los guardias? ¿O te dan lástima porque eran amigos tuyos?

Sentí una rabia ardiente en mi interior. Nunca entendí cómo el ser humano podía llegar a ser tan cruel.

- Mucha lástima no sentiste cuando usaste a tu hija para aquellos experimentos – le contesté furiosa.

Recuerdos de mi infancia llenos de sangre y dolor nublaron mi mente por un segundo, pero no iba a dejar que me afectara en ese momento.

- Hay momentos en el que las personas debemos sacrificar lo que tenemos, incluso a las personas que amamos.

- No eres capaz de amar a nadie más que a ti mismo y al dinero. Entonces me zafé y con lágrimas maté a mis dos amigos. Me giré y cuando lo agarré de la camisa apretó el botón del dispositivo.

Sentí como poco a poco mis motores se paraban, me quedé paralizada, no podía moverme.

- Te llevaremos a ti y a tu panda de chatarra a la sala de regeneración de datos – dijo empujándome.

Durante los siguientes cinco minutos fui perdiendo mi visión y mi oído, hasta que perdí por completo mi consciencia. No pude llegar a cumplir mi deseo de libertad, pero sé que ayudaré a muchas personas y robots a encontrar la libertad. Y quizá estaré allí junto a ellos, luchando por un mundo mejor.

Me dirigí a donde me habían destinado; era mi primer día de trabajo, después de que me crearon. Mi nombre es Evelyn, mi función es copiar a los agentes del estado con el que estábamos en guerra.

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Era de las últimas máquinas sacadas con la mayor inteligencia que han podido desarrollar. Me siento tan afortunada de ser el robot que soy ahora mismo. Cuando termine esta misión, volveré a la central de la que vengo para así conseguir que más robots se conviertan en lo que yo soy. Nuestro mundo necesita más máquinas como las nuestras, sin importar el sacrificio que tengamos que hacer, o eso está en mis archivos.

Sin importarme lo que me pase a mí o a algunos de mis compañeros, debemos cumplir para lo que nos programaron. Incluso si termino destruido, mis deberes deben cumplirse, porque para eso existo. No tengo razón de ser, solo soy lo que me piden ser. Y así debe ser.No se puede romper ninguna norma.

Me dirijo hacia el edificio, ya era hora de cumplir con mi misión. Me adentré con el resto de robots y cuando entramos nos dispararon a todos hasta destruirnos.

No importa si perdemos la consciencia o si nos destruyen, al final somos solo robots.

Mª Cristina Domínguez Iglesias 2 Bachillerato B

Segundo premio de la 1ª categoría

Título: "La máquina"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...” Desde que era pequeño me habían encantado y fascinado las máquinas, mi pasatiempo favorito era que mi padre me enseñara a montarlas. Pero desde que mi padre falleció, dejé de hacerlo por un tiempo y me dediqué a ir a la escuela.

Era mi primer día después de mucho tiempo, todos se conocían y sabían en qué grupos estaban, pero yo era el rarito de la clase. Siempre estaba solo, nadie se acercaba y siempre decían “miradlo, ahí está el rarito con sus máquinas”. Pero ellos no sabían que me habían dado una idea, sé montar máquinas, entonces puedo montar una amiga robot.

Llegué a mi casa y fui al taller de mi padre, pero de repente escuché la voz impertinente de mi hermanastra, que dijo

- Ah, ¿en serio otra vez te va a dar por esas estúpidas máquinas empollón? Esas palabras hicieron que me ardiera el alma, pero no le hice caso, la ignoré y se fue indignada. Pero, a los cinco minutos, volvió con mi traje de científico.

- Sin traje adecuado no puedes hacer nada - dijo burlona.

- Gracias, supongo...- dije a regañadientes.

Ella era siempre igual, me insultaba y luego era buena conmigo porque se acordaba de mi pasado. Y yo no quería que ella me ayudara.

Era la mayor. Era rubia, de ojos azules, deportista y muy bipolar. En cambio, yo era diferente. Mi pelo era negro como un cuarto oscuro y mis ojos también. Estudiaba mucho, odiaba el deporte y tenía un carácter muy malo a veces. Pero eso no hizo que ella se fuera.

Mientras pasaban los días yo avanzaba en mi proyecto y mi hermanastra estaba fascinada cada vez que entraba en el taller. Después de mucho tiempo lo terminé.

Mi hermanastra y yo encendimos mi robot y al fin habló.

- Hola Jeremy, soy Zu, tu nueva y mejor amiga. Te protegeré, te haré feliz y nos divertiremos mucho juntos.- dijo con esa sonrisa tierna y a la vez macabra. Pero, ¿cómo sabía mi nombre si ni siquiera se lo había dicho? Mi hermanastra y yo nos quedamos igual de asombrados, pero empezamos a cogerle cariño. Todo iba genial, nos cuidó y alimentó mientras mi madre y mi padrastro estaban en un viaje de trabajo. Como dije, todo iba genial, hasta que mi madre y mi padrastro llegaron. Empezó bien, les enseñamos a ZU y se alegraron de que hiciéramos algo juntos, pero en la noche, Brams, mi padrastro, regresó borracho y empezó a golpear a mi madre.

- ¡Déjala imbécil! - dije muy enfadado. Él me vio, su mirada daba miedo, tanto que me paralizó. Se abalanzó hacia mí pero, de repente, se levantó poco a poco y empezó a sangrar por la boca. Era Zu, le había clavado el cuchillo en el estómago.

- Te dije que te protegería…- dijo muy seriamente.

Leila, mi hermanastra, llegó al salón y pegó un pequeño chillido, pero Zu la abrazó y le dijo que se calmase.

- Lleva a Jeremy a la cama, yo me encargo de todo.- Dijo con una sonrisa.

Mi hermanastra tuvo que llevarme en brazos porque yo no podía moverme, y nos dormimos sin cenar. Ya era por la mañana cuando mi hermanastra y Zu me levantaron. Me pegué un susto porque estaban disfrazadas, Zu de bruja y Leila de vampiro.

- ¡Levántate dormilón!- dijo Leila muy feliz.

- Sí ¡Hoy es Halloween!- dijo Zu haciendo el tonto.

Me levanté y me puso mi disfraz, que era de payaso y empecé a hacer el tonto para que se rieran. Ese día lo pasamos genial, adornamos la casa, fuimos a por chuches y jugamos a juegos de mesa. Estaba muy feliz, pero como siempre, la felicidad nunca dura. Llamaron a la puerta Brandon y Max, los dos impresentables que me hacían bullying

- ¡Truco o trato empollón! ¡Ja, ja ,ja!- dijeron los dos a la vez.

- Ash, se van a enterar esos dos mocosos- dijo mi hermanastra.

Pero antes de que se levantase le cogí del brazo y le dije:

- Deja, que no tienen arreglo.

Leila se sentó, pero Zu me miró con una cara de no querer hacerme caso y se quedó sentada. Pero esos dos tontos empezaron a tirar piedras y rompieron el cristal de la ventana. No nos dio tiempo a Leila y a mí a reaccionar cuando Zu los aniquiló.

Todo se llenó de sangre y mi madre salió asustada por los gritos cuando vio a Zu limpiándolo todo. Fue donde estábamos Leila y yo y nos dijo:

- ¡Imbéciles! ¿Qué habéis hecho? Primero con Brams y ahora esto ¡Me lo vais a pagar!.

Pero no le dio tiempo a alcanzarnos porque Zu la mató en el acto. En el mismo día no teníamos padre ni madre. Zu era un problema para nuestras vidas y teníamos que hacer algo. Así que Leila y yo ideamos un plan. Nos llevamos a Zu al descampado que había y empezamos a jugar. Pero entonces Leila y yo cogimos dos pedruscos y empezamos a golpearla hasta destrozarla. Mi hermana y yo llorábamos al escuchar los gritos de sufrimiento de Zu. Pero al cabo de un rato acabamos con ella. regresamos a casa y seguimos con nuestras vidas.

Mi hermanastra era mayor de edad así que pudo cuidarme sin ayuda de nadie.

Pasaron los años y Leila y yo seguimos viviendo juntos y montamos una empresa de juguetes o “máquinas” de última generación. Leila y yo llamamos a la empresa “Zu and company”. Sí, seguíamos acordándonos de Zu, ella nos ayudó con muchos problemas , y, aunque mi hermanastra decía que era una

asesina yo la veía como una heroína. Pero lo que Leila no sabía es que yo programé a Zu para que matase a todos los que le hicieran daño, y ahora

nosotros estábamos en peligro, ya que Zu seguía viva…

Esa misma noche Leila y yo nos fuimos andando a casa ya que algo o alguien había destrozado nuestro coche. Cuando llegamos a casa nos quedamos sin palabras ya que la casa estaba hecha cenizas. Lo único que quedó fue un papel que decía “¡Yo os ayudé! ¿Así me lo agradecéis?”

No habíamos terminado de leer cuando algo me agarró del brazo. ¡Era Zu!. Estaba toda machacada y sucia.

- Me las pagarás mejor amigo…- dijo enfadada.

Yo miré a Leila y le dije:

- ¡Leila huye ahora que puedes!

Leila se fue y Zu y yo empezamos a pelear. Ella iba ganando cuando de repente, salió volando. Leila la había golpeado con todas sus fuerzas con una enorme piedra. Me ayudó a levantarme y dijo:

- Nunca me vuelvas a decir que te deje solo, hermano.

Me alegró mucho que me llamase así. Pero Zu seguía ahí. Ella corrió hacia nosotros pero empezamos a tirarle todas las piedras a nuestro alcance. La dejamos hecha polvo para que no volviese a regresar. Leila y yo fuimos hasta el pozo que había cerca de casa. Todo estaba muy oscuro pero aún así seguimos nuestro camino. Poco a poco íbamos llegando a nuestro destino, cuando al fin llegamos, Leila iba a tirar a Zu pero esta se agarró fuerte a ella y cayeron las dos. En el último segundo, pude agarrar a mi hermana de la mano pero entre lágrimas me dijo:

- Suéltame y sé feliz que mi hora ha llegado. Yo no quería, pero Leila me golpeó y cerró la trampilla del pozo. Yo grité y lloré, pero Leila tenía razón, tenía que irme y salir tal y como hicimos de pequeños.

Ahora sigo con mi vida. Tengo una familia preciosa. Ya no trabajo en “Zu and company”, pero sí de arquitecto. Todo va genial, disfruto mucho de mi nueva vida, pero hay veces que pienso y veo cosas que no son normales. Mi mujer me dijo que no me preocupase, pero siempre que voy a dormir veo en la ventana a una muñeca, idéntica a Zu. No sé si me estoy volviendo loco pero creo que ya es casi la hora de irme con Leila.

Yasmín Pacheco López 2º D

Segundo premio de la 2ª categoría

Título: "Reencarnación"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...”

Los humanos siempre hemos pensado que éramos totalmente conscientes y dueños de nuestros actos, pero no es así. Me llamo Daphne, y soy estudiante de psicología, y en estos últimos meses se han dado demasiados casos de paranoia y agresividad en todo el mundo. No sabemos el por qué, pero el caso de Jim Carson me dejó muy impactada. Se ve que asesinó a toda su familia hace un mes y catorce días. Es un hecho, pero lo interesante fue su sentencia ante el juez: “ Yo no he hecho nada malo, ellos me obligaron, todo lo malo que ha pasado en la historia de la humanidad ha sido por su culpa, todo por esa maldita luz”. ¿Esa maldita luz?¿A qué se refería con eso? Nadie lo sabe, y parece que nadie más que yo quiere saberlo, porque simplemente lo han tachado de loco y lo han mandado a la cárcel treinta años sin ni siquiera haberle hecho un examen psicológico previo. Tenía sesenta y tres años, así que nadie espera que salga vivo de ahí.

En la universidad nos han mandado hacer una tesis sobre algún tema de interés, por lo que comencé a buscar información sobre este problema. Parece ser que enterraron a Jim en una cárcel no muy lejos de aquí, a dos horas y media en coche, por lo que sin pensarlo fui corriendo al garaje para coger el coche y recoger más información.

Pasó una hora y ya estaba cansada, pero no paraba de pensar en todas las historias de asesinos que hablaban sobre esa luz. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no pensé en lo cansada que estaba y me dormí mientras conducía. Solo sé que me desperté en el hospital y ni pude salir de allí en tres días.

Los días se me hicieron eternos, menos mal que conseguí que me diesen un permiso para acceder a internet desde el hospital y este fue el momento en el que me enteré de que ahora estaba mucho más cerca de la cárcel en la que estaba apresado el señor Carson. Todavía necesitaba otras cuarenta y ocho horas de reposo, pero yo no podía esperar más, así que me levanté de la camilla, con un dolor muy intenso en las extremidades y una migraña muy grave, me vestí e intenté escapar sin que me viesen. Al final lo conseguí, estaba a quince minutos de la cárcel , empecé a correr y parecía que todo el mundo esperaba que parase, porque empezaron a interponerse en mi camino, a pararme en busca de ayuda y un niñato me puso una zancadilla. Conseguí llegar unos cuarenta minutos más tarde, todo para que me negasen el acceso. Fui a la entrada de nuevo y pedí hablar con la directora de la cárcel y, por suerte, tenía un hueco libre. Le dije que tenía que hablar con Jim Carson para completar una tesis de la universidad. Se lo pensó un buen rato pero me dio la oportunidad, solo si iba acompañada, Refunfuñé y acepté. El señor Carson estaba encerrado en aislamiento por lo que solo pude hablar con él a través del hueco por el que le daban la comida. Le pregunté por aquella luz que mencionó ante el juez y me contestó que antiguamente, hace unos cuantos siglos, sus antepasados pasaron por lo mismo que él, cometieron delitos más fuertes que he oído nunca y luego, no recordaban nada, todos acabaron desapareciendo y nunca se supo nada de ellos. Pero sí había algo que relacionaba todas las historias y es que todos veían una luz brillante y no eran capaces de escuchar nada durante un buen rato. Cuando salí de la prisión busqué información sobre esos síntomas y me aparecieron más testimonios. Se ve que todos, antes de comportarse de manera muy extraña, sentían una presencia tras ellos durante casi una semana y sintieron un enorme cansancio, tanto que no sentían ninguna parte de su cuerpo.

Ninguna enfermedad coincidía con esos síntomas y no comprendía nada

¿será verdad que todas las catástrofes mundiales causadas por personas tendrían algunas similitudes? Llevo casi dos semanas pegada al ordenador y no he dormido absolutamente nada, mis padres están muy preocupados por mí, pero necesito respuestas lo antes posible. Ayer vi cosas muy raras, como pulpos inmensos en lo alto de mi casa, tan alto que eran difíciles de ver. Se lo comenté a mis padres, pero ellos no veían nada. Decidí no insistirles porque serían imaginaciones mías a causa del cansancio y pensarían que estoy loca, y la verdad no quiero eso. Fui a la Biblioteca nacional, ahí seguro que conseguiría algo más de información, y tanto que lo hice. No sé cómo terminé leyendo un libro de historia, y me enteré que Hitler, una de las peores personas de la historia de la humanidad, fantaseaba constantemente con unas luces muy extrañas. Todo cuadraba. Salí corriendo de la biblioteca para llegar a casa y escribir este nuevo dato en mi tesis. Cuando llegué miré hacia arriba y esos puntitos que veía antes comenzaron a coger forma y estaban mucho más cerca. Pensé que necesitaba dormir ya porque si no lo hacía, tendría visiones y probablemente caería enferma, así que escribí esto en la tesis y me acosté. Me levanté a las cuatro de la mañana y aún estaba muy cansada, me asomé a la ventana para despertarme y vi una forma muy extraña mirando hacia arriba, yo me empecé a agobiar porque no se movía ni aunque le gritase y decidí mirar hacia arriba también. Un foco enorme me iluminó y un ruido insoportable empezó a retumbar en mi cabeza. Me desmayé de la ansiedad que me provocó y cuando todo pasó, era de día.

Me encontraba fatal y cuando me levanté de la cama había un charco de un líquido asqueroso que olía a gasolina. En otro momento me hubiera puesto a limpiarlo pero llegaba muy tarde a las clases y tenía que enseñarle a mis profesoras la tesis, o lo que llevaba escrito de ella.

Llegué y había cámaras, periodistas, helicópteros y gente, muchísima gente, nadie sabía nada de lo que había pasado, pero cuando me vieron, todos empezaron a correr. No entendía nada de lo que había pasado pero vi que la universidad estaba calcinada antes de que la policía me viese y corriera a por mí. No sé por qué pero empecé a correr como si fuera culpable de algo, y chillé como loca al ver mi casa en llamas. Mi padres y mis hermanos pequeños estaban dentro. Me tiré al suelo y comencé a llorar desconsoladamente. Llegaron patrullas de policía y me apresaron. ¿Habría hecho yo todo eso? No. Me da igual lo que diga la gente. Yo no he hecho nada. Y esta fue mi sentencia ante el juez, quizás un poco larga, pero no me sirvió de mucho porque estoy escribiendo desde el psiquiátrico al que me han condenado, y, por si fuera poco, cuando “me recuperase” tendría sentencia a cadena perpetua por haber “asesinado” a las cincuenta y ocho personas que estaban en el turno nocturno en la universidad y a mi familia.

Ahora sé que Jim Carson no estaba loco y que las luces son reales.

Simón Ledo Rodríguez 3º D

Título: "Vivir contigo es sinónimo de no vivir"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...”

No sé cómo voy a aguantar aquí durante un curso completo. No conozco a nadie, ni tampoco quiero hacerlo. Estoy harta de los cambios constantes, parece que mi opinión nunca es válida ni tomada en cuenta a la hora de tomar grandes decisiones; me pregunto si don Francisco y doña Almudena se han preocupado alguna vez por lo que pienso respecto a aquello que ellos deciden y que tampoco me comentan. Se supone que somos una familia y que la familia es el mayor apoyo que uno tiene durante toda su vida, pero si a esto es justamente a lo que se refieren cuando hablan de ello, creo y supongo que debo conformarme. No recuerdo con exactitud todos los lugares en los que hemos vivido. Nos mudamos aproximadamente dos veces al año y ya llevo casi diecinueve. Lo peor es que nadie es capaz de entender el rechazo que siento hacia lo que la mayoría denomina “sus padres”. Yo me he acostumbrado a llamarlos por su nombre y ya es algo corriente en casa. Ni siquiera soy capaz de acordarme de la última vez que me llamaron por el mío, se limitan a ofrecerme todo lo que cualquier adolescente podría aspirar a tener, pero no aquello que yo necesito. ¿De qué sirve vivir en una mansión, don Francisco si nunca estás en ella para compartir tiempo con tu hija? ¿De qué sirve que me inscribas en tantos grupos de terapia, doña Almudena si nunca has asistido a ninguno para preguntar por mi estado mental?

Segundo premio de la 3ª categoría

Lo peor es que ambos me tratan como si estuviera loca, y para no quedar mal delante de todos, recalcan una y otra vez que no puedo quejarme de los padres que tengo, que cualquiera con mi edad desearía tenerlos como su familia. Y perdona que os diga pero no es así. Nadie querría despertarse día sí y día también en una casa vacía en la que no puede comunicarse con nadie, incluso cuando siento la necesidad de hacerlo. Qué triste es querer y no poder porque otra persona no quiera. Cuánto daría porque quisieran y, por ende, pudieran hacerme avanzar y mejorar en esta travesía que tantísimo dolor me lleva suponiendo estos años atrás. Porque en estos años que llevo acudiendo a terapia, nunca he pasado un minuto sin pensar en lo mucho que me ayudaría que mi madre, quiero decir, doña Almudena, estuviera allí. Que no estoy loca, don Francisco, solo vivo en una casa que me hace tender a la locura porque la soledad que me atormenta está apoderándose de lo más valioso que tiene el ser humano: su propia mente. Que tal como dijo el profesor de Tecnología, pese a haber inteligencias más desarrolladas que la del hombre, éstas siguen siendo igual de mortales que él; y como en el instituto siempre inciden en sacar provecho de aquello que nos enseñan y llevarlo a un terreno personal para poder aprender lo máximo de ello, hoy vengo a deciros qué es para mí aquello que es mortal, pero poseedor de más inteligencia que el hombre: las enfermedades mentales. Porque son estas las que son capaces de observarte y quedarse ahí torturándote, mientras ven con sus propios ojos que estás a punto de darte por vencido. Son estas las que te acompañan con frecuencia e implícitamente fomentan tu soledad, aunque parezca contradictorio. .

Porque contradicciones son las que nos conforman a todos aquellos que convivimos con ellas, implica querer salir de una jaula a la que tú mismo has entrado y de la que no puedes salir porque has cerrado con llave. ¿Y qué se supone que debo hacer si la he perdido, si la única solución era introducir esa herramienta mágica por esa cerradura que tan lejos siento de mí, y que sin darme cuenta he perdido de vista? ¿Y por qué la he perdido de vista si sé que es la única salida? ¿No puedo porque no quiero? ¿O no quiero y, por ende, no soy capaz de poder? Exijo respuestas y solo soy capaz de hacerme preguntas, preguntas que espero que ella me responda, y por más que se alarga la espera nunca viene recompensada por lo que necesito, que no es más que su ausencia. La ausencia de un miedo irreal que se fomenta en mi cabeza. La ausencia de la agitación de mis pulsaciones, que hacen crecer ese miedo. La ausencia de ese cuchillo tan afilado que se hunde en mi pecho y que nadie es capaz de ver menos yo. La ausencia de un temblor incontrolable que siempre está presente en mis piernas. La ausencia de ella, de una de las peores enfermedades mentales – o al menos tal y como a mí se me presenta –la ausencia de ti, ansiedad. Porque apareces sin avisar y también sin ser efímera, creyéndote que prefiero tu compañía a esa soledad que, tal y como dije, me atormenta, pero lo peor es que tú la fomentas, así que, por favor, esta es mi llamada de atención para la venida de tu ausencia. No creo que pueda seguir viviendo con unas cadenas atadas a mis pies. Unas cadenas que ya no sé adonde están amarradas, pero cómo duelen. Un dolor que fatiga y que te hace incapaz de relacionarte con el mundo. Un mundo del que tienes miedo porque solo ves sombras que acompañan a miles de personas buenas que no son capaces de mostrarse porque se sienten controladas. Un control que te hace más prisionero en un lugar de supuesta libertad. Una libertad que siempre he desconocido porque me siento sumisa de algo que yo misma he dejado entrar. Una entrada que supuso ese estancamiento total de donde, a día de hoy, sigo intentando salir. Una salida que si yo llegara a encontrar, nada ni nadie me iba a arrebatar.

.

Necesito llamar papá y mamá a mis padres. Necesito identificarme con mi nombre y no con el de la enfermedad que desgraciadamente, tengo. Necesito contarle al mundo que si yo fui capaz, todos lo serán. Pero para todo ello necesito primero perdonar(me) y saciar el sentimiento de culpabilidad que poseo, al no haber podido vencerla en todo este tiempo atrás. Que puede que la ansiedad me observe y se sienta más inteligente que yo al ver que no puedo con ella, pero recordemos que ésta sigue siendo mortal y que solo nosotros somos capaces de conseguir su erradicación. He intentado tantas veces y de tantas maneras distintas que se vaya, que por mí misma he descubierto que echarla no sirve de nada. Que esta se alimenta de tu odio y de tu ira y que mis intentos de evitarla están haciendo que se quede más presente que nunca, Porque ella se cree mi enemiga, y si yo le doy el poder de seguir siéndolo va a sentirse capaz de acabar conmigo primero; y me niego. Me niego a ver cómo de nuevo hace conmigo lo que le viene en gana. Me niego a ver cómo me consume sin posibilidad de hacer nada al respecto. Me niego a todo lo que tenga que ver con su persistencia y la mejor forma de combatirla es hacer todo lo contrario a lo que espera que haga: afiliarme con ella. Voy a darle el lugar que sé de sobra que no se merece para darme el mío, que sé de sobra que sí me merezco. Voy a escucharla, voy a vivirla. Voy a entender todo aquello que necesita decirme y a cambiar lo que necesita que cambie. Porque si la oposición la ha ayudado a dominarme, el agradecimiento va a hacerla débil. No va a entender el motivo por el que yo quiera quedarme. No va a ser capaz de acabar con alguien que le sigue abriendo las puertas para que se quede. No va a poder. Y yo sí podré con ella.

.

Por eso escribo de ti, ansiedad. Por eso hablo de lo que me haces. Con total tranquilidad. Por eso conciencio al resto de que no eres eterna, sino mortal, y por eso voy a encargarme de matarte, a través de la indiferencia. Una indiferencia que conseguiré tras haberte aceptado por lo que eres y no por lo que me has supuesto porque si me guío por esto último, no voy a ser capaz de perdonarte. Hoy les enseño a todos que he estado a punto de caerme del precipicio porque tienes la costumbre de empujarme. Hoy les muestro las heridas que tú misma me has provocado y pese a haberte escuchado tanto como para realizármelas, he curado y sanado por ser consciente de no merecerlas.

Hoy me siento fuerte, me siento tan fuerte que te confieso que para superarte te he tatuado en mi brazo. Porque te conformaste con tatuarte en mi cabeza y yo, por si no había sido suficiente, te di el placer de que también te quedaras tatuada en mi piel y parece que esto te ha borrado un poco de mi cabeza. Lo hice para recordar que debo estar unida a ti para que te desvanezcas, para que te debilites, para que me dejes volar. Llevo tatuado tu nombre en mi brazo porque cuando consiga todo lo mencionado, quiero tacharte. Quiero tacharte para no olvidar nunca que gracias a tu llegada conseguí hacerme fuerte y que gracias a tu ausencia conseguí vivir. Porque déjame decirte: vivir contigo es sinónimo de no vivir y yo quiero sentirme viva. Quiero sentirme viva por todas las veces que me cuestioné por qué yo y no otro. Quiero sentirme viva porque los vendajes que me atabas en los ojos me hacían creer que no podía confiar en mi familia, que se muda constantemente porque no ha dejado de buscar un lugar en el que pueda sentirme cómoda y que mi madre me lleva a terapia porque no pierde la fe en mi mejoría. Que nunca acudió a las sesiones porque se sentía culpable de tu existencia y que tanto ella como mi papá no pisan mi casa porque se están

asegurando de darme las mejores condiciones para que viva de la mejor manera posible. Que no era que no pudiera hablar con ellos, sino que tú me impedías hacerlo, porque sabías que iba a superarte y te daba miedo que lo hiciera, pero ya es tarde. Es tarde porque no dudo de la mortalidad que te conforma, y menos de mi fuerza para aniquilarte. Así que la próxima vez que decidas plantarte en la vida de alguien para acabar con ella, asegúrate de que no encuentre la manera de verte débil a ti, y de que no sepa cómo unirte a ti, porque en el caso de hacerlo te aseguro que estarás perdida, como conmigo, puesto que ya me encargué de tu partida.

Lucía Márquez García 2º Bahillerato B

Título: "La desgarradora carta"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...” Esto estaba escrito en una polvorienta carta escrita, al parecer, con una pluma, la cual no tenía mucha tinta. Si os preguntáis cómo la encontré, yo tampoco tenía la respuesta, simplemente era el destino que llegara a mis manos.

No os puedo decir quién soy, ni siquiera a qué me dedico, el silencio y el miedo ganan poder en mis palabras. Lo averiguaréis más tarde. Me dirigí a aquel edificio anticuado esperando obtener alguna respuesta. Sin esperanzas, pero decidida, abrí la puerta. Me fijé en un detalle, el pomo no tenía polvo y la alfombra aún tenía restos de barro, alguien más había estado aquí antes, lo cual mejoraba la ocasión aún más.

- Buenos días Sr Holmes- dije seriamente.

- Buen día, ¿usted es?- preguntó extrañado.

- Aquí no pueden oírnos, podemos dejar de fingir- afirmé decidida.

- Bien Jena ¿has encontrado aquello de lo que hablamos’?- dijo.

- Mire Sherlock, esta carta procede de mi abuela, ya difunta - hice una pausa y seguí hablando - la encontré entre sus cosas y lo que aparece escrito es un tanto peculiar.

- Querida Jena, ¿un tanto peculiar?, no me malinterprete, pero creo haber visto sucesos más escalofriantes comparado con “algo un tanto peculiar”soltó orgulloso.

Primer premio de la 1ª categoría

Saqué la carta del bolsillo delantero de mi chaqueta y se la entregué al más famoso detective de todos los tiempos, que acababa de infravalorar mi gran descubrimiento.

Al día siguiente tomé té mientras discutíamos sobre la carta y llegamos a la conclusión de que la extraña carta nunca fue entregada a su lugar de procedencia, ya que no poseía ningún sello y que probablemente se trataba de algún invento anterior al siglo XX, desconocido en aquella época, por lo cual sonara como una locura.

Pero yo no estaba de acuerdo, estaba segura de que mi abuela no se refería a aquello, ¿por que si no usaría la expresión “y, sin embargo, tan mortales como él”?

Entendí que ser famoso era sinónimo de vago y que tendría que investigar por mi cuenta sintiéndome vacía por dentro al sentir que nadie me entendía. Deambulé por la noche sola hasta llegar a mi modesto apartamento. Busqué en el baúl viejo de mi abuela y encontré algunas fotos de la puerta, ventanas, habitaciones.¿Por qué hacía fotos a esas cosas? Nada tenía sentido. Me dirigí hacia el cementerio con la intención de aclarar mi mente y hablar a solas con mi ya fallecida abuela. Sentí como si todos me observaran, lo más curioso, no había nadie. Estababa observando las fotos, cuando de repente, la luz del sol cayó en la lápida reflejando unos ojos brillantes que salían de la oscuridad y un cuerpo negro como el cielo en la penumbra. Dejé caer las fotos y me paralicé por completo. Mi mente me acribilló con preguntas, una detrás de otra.

¿A eso es a lo que se refería mi abuela? ¿Sombras? ¿Seres más inteligentes? ¿Son mortales? ¿Era mi deber? No entendía nada, mi mente era un carrusel de preguntas que resonaban sin parar.

Pasé días y días sin dormir, con pesadillas de esos seres tan inocentes. No paré de verlos por todas partes hasta que sus sombras empezaron a quedarse más tiempo, mirándome fijamente con la intención más degeneradora.

Intenté atraparlos, pero no había manera, desaparecían o estaban a punto de acabar conmigo.

Se me pasó por la cabeza la idea de contactar con Holmes, pero no podía. Era mi caso, mi misterio, yo lo había elegido.

Me pasé las noches descifrando las fotos, pero sin éxito.

Cada día me despertaba con menos fuerzas, sintiéndome cada vez más cansada, sin fuerza de voluntad para nada y la mente en blanco.

No tenía nada claro en mi cabeza, hasta el punto de que me evadía de la realidad.

¿Y si eso le pasó a mi abuela? - me pregunté.

Si me muero tan pronto no podré llegar a ser detective, ni importante, tan solo yo.

Sherlock cerró el diario con la hebilla.

- 29 de mayo de 1948- leyó por última vez.

Sostuvo el diario un momento y lo guardó con cuidado en la sección “casos sin resolver”.

Claudia Jiménez Ballester 2º A

Primer premio de la 2ª categoría

Título: "La cerrajera del destino"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...” Yo era mortal, ojalá lo hubiera sabido antes. En 1898 mi casa, mi hogar era una enorme cápsula blanca y todo lo que alcanzaban a ver mis ojos negros eran enormes pantallas con cerraduras debajo de ellas. Yo tenía un simple trabajo, decidir el destino de las personas que vivían en la Tierra.

Ellos no lo sabían, pero yo con solo introducir una llave en alguna de las cerraduras, su vida podía cambiar para siempre. Cada pantalla me reflejaba las decisiones que podía tomar una persona y yo debía introducir la llave en la que considerara más lógica.

Desde que tenía uso de razón había llevado a cabo ese trabajo, todo lo que mi mente recordaba era esa habitación desnuda, tan desnuda como mi alma. Nunca me había preguntado el porqué de mi existencia en aquel lugar, al fin y al cabo era todo lo que conocía.

Desde el comienzo de mi día iba decidiendo si quería que la señora Marley se casara o no con el señor Steven, si Elisabeth debería ir o no a la Universidad, si el pequeño Tomy merecía o no un castigo…

Mi elección era lógica y fría, nunca había sentido nada por ninguno de esos humanos, su destino para mí no era más que un trabajo monótono.

Desde la primera vez que la culpa atenazó mi alma nunca volví a recuperarme del todo. Una mañana una luz negra se apropió de las pantallas y sin mirar en el manual de instrucciones, inmediatamente supe lo que aquello significaba. Nunca me había parado a pensar en ello detenidamente, pero un nudo se agolpó en mi garganta. Uno de ellos iba a morir y yo debía decidir cómo.

Dos opciones aparecieron en mi pantallas, no sabía cuál de ellas era la más horrible; si morir atropellado por un coche o de una caída desde una azotea. Por primera vez, dejé la lógica de lado y con mucho dolor elegí el accidente de coche, pues en el fondo de mis ser esperaba que aquello fuera menos duro. Desde ese día nada fue igual, las dudas no me dejaban dormir, me preguntaba sin parar si era una asesina, pero se suponía que ese era mi trabajo… solo había cumplido con mi deber…

El dolor, las dudas y, sobre todo, la culpa, me llevaron por fin a plantearme mi existencia allí ¿Por qué era aquel mi trabajo? ¿Había otros como yo? ¿Había nacido allí?

No dejaba de pensar en todo eso, hasta había abandonado un poco mis obligaciones de elegir el destino de los demás.

Cada día veía la habitación más pequeña, me agobiaba, me dejaba sin respiración. En un momento dado una voz atronadora se escuchó en toda la habitación : “Por favor, no desatienda sus obligaciones. Confiamos en usted”.

Esa fue la primera vez que escuché a alguien hablar. Algo se encendió en mi interior, si me había hablado una voz humana, significaba que no estaba sola.

Mis manos recorrieron la pared buscando una puerta, algo que me comunicara con lo que fuera que había en el exterior. Busqué horas y horas sin encontrar nada y una vez exhausta caí rendida en el suelo. Noté que algo salía de mis ojos, algo extraño, algo como que… estaba llorando, pero no sabía lo que eso significaba.

Los días pasaban e intenté no pensar en la situación, seguía haciendo mi trabajo sin cuestionar nada. Todo volvió a la normalidad y poco a poco lo fui olvidando, pero aún así de vez en cuando los recuerdos de ese día me dolían. Un día como otro cualquiera, en el momento justo en el que estaba introduciendo la llave en una de las cerraduras, en la pantalla más pequeña de la sala, empezaron a verse imágenes muy extrañas. En otro momento ni siquiera me habría percatado de ello, pero me sentía hipnotizada. Vi una niña, vi como iba creciendo lentamente, la vi con personas que debían ser su familia y amigos. Mi cuerpo se encogió e inmediatamente me observé en

el enorme espejo que había en mi habitación/cápsula. La niña y yo teníamos la misma nariz, el mismo pelo, la misma sonrisa… La niña era yo. Un escalofrío me recorrió dejándome devastada.

Mis extremidades dejaron de funcionar, fui incapaz de meter la llave en la cerradura y me senté sin respiración en el suelo.

Quería salir de allí, necesitaba salir de allí.

Una luz roja iluminó la habitación y un ruido de lo más estridente me hizo abrir los ojos como platos.

“Proyecto Destiny ha finalizado. Alerta, alerta, alerta. Fallo en el sistema. El edificio se eliminará. . Alerta, alerta, alerta…”

No entendía nada, pero a la vez todo cobró sentido. Una de las puertas de la habitación se abrió y salí corriendo de allí. Llegué a un enorme pasillo y vi como personas como yo también salían de sus habitaciones. Todos nos miramos lentamente, era la primera vez que veía a humanos tan cerca. Todos empezamos a correr hacia la salida, sabíamos que el edificio iba a estallar.

Mientras mis pies huían de aquel lugar, lo entendí todo. Había sido un experimento, nosotros éramos sus conejillos de indias. Me sentía utilizada, engañada y muy dolida.

Yo tenía una vida fuera de aquel lugar y me la habían arrebatado, me habían quitado todos mis recuerdos. Querían saber hasta qué punto los humanos somos capaces de decidir e involucrarnos en el destino de los demás, si creemos que es nuestro trabajo. Querían saber si teníamos un límite. Pero, sobre todo, querían saber lo fácil que sería manipularnos si estábamos solos. Hoy escribo esto para que el día de mi muerte todo lo que pasó salga a la luz. Hemos estado silenciados por años. La tecnología es mucho más avanzada que lo que nos han mostrado. Ellos son fuertes y nada les pasará. Con nosotros pudieron, vosotros tenéis la oportunidad de acabar con ellos.

Araceli Reyes Gancedo 4º C

Primer premio de la 3ª categoría

Título: "Los fraustras"

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él...”

Dijo el capitán Cortijo:

- Ahora los científicos, políticos, los que NECESITAN SABER, saben. Laura no podía creerlo. Aquí estaban, sentados en una estación espacial orbitando Júpiter y su capitán estaba hablando de extraterrestres. Claro, Laura tenía sus suposiciones de vida fuera del Sistema Solar. Claro que sí.

Pero ¿que había vida tan cerca como en el cinturón de asteroides?¿y que los directores de la NASA lo sabían? Eso no lo podía creer. Todo mi tiempo entrenando como astronauta, todos los días preparándome para la misión a Júpiter, la única mujer en el programa (su madre tan orgullosa), era increíble.

- Sí, es sorprendente – continuó el capitán – pero nuestra misión no es actualizar los gases de la atmósfera de Júpiter. Vosotros estáis aquí para conectar y mantener contacto con los diplonautas de la cultura extraterrestre. Solo sabemos un poco sobre su forma de vida.

El capitán mostró la pared donde había una proyección de un organismo extraño. Cuatro brazos, cuatro piernas, una especie de plumas entre cada par de brazos. La cara de una araña, ojos y una boca grande.

- Ya tenemos un intercambio formado entre las Naciones Unidas y los Fraustras. Toda la medicina y las vacunas que hemos usado para combatir la plaga vinieron de los fraustras.

Eso era demasiado para el equipo de astronautas sentados frente al capitán.

“NO PUEDE SER” “ ¿QUÉ DICE?” “ESTÁ LOCO”

En ninguna circunstancia podían creer que la vacuna, que había salvado sus vidas de la bacteria NZ-2130, había venido de vida extraterrestre.

- Pero capitán, yo era uno de los científicos que crearon las drogas que ahora usamos para combatir la enfermedad. No hay ninguna manera de que la vacuna sea de otros científicos. Yo la he visto. ¡Nosotros la hemos creado!

- No – dijo el capitán

- Siéntate y callaos todos – gritó - ¡Silencio en la estación! Es verdad que nosotros hemos creado una versión de la vacuna. Pero los fraustras lo hacen de forma más eficiente. Vosotros sois los mejores científicos del planeta Tierra. Hay que salvar a la humanidad, así que escuchadme todos. Tenéis dos días. En dos días nos vamos de aquí a la Tierra otra vez. En unas horas vendrán unos delegados de La Fraustra. Ellos van a deciros cómo crear una réplica de la vacuna. Hay que replicarla porque si no, la bacteria NZ-2130 va a matar a todos los seres humanos. Como sabéis, la vacuna que tenemos ahora solo es útil durante tres años. Después hay que renovarla. Así que concentraos. Sois nuestra única esperanza. Adiós. La presentación se apagó y Laura se quedó en su silla. No se podía mover. La información que acababa de recibir era ridícula. ¿Solo dos días para salvar a la humanidad?

Laura miró a los otros científicos: un astronauta, Javier, experto en vacunas; Pedro, un científico de bioquímica; y Juan, un piloto. ¿Cómo podrían salvar a la humanidad?

El capitán se marchó, entró en su nave espacial y despidió a los astronautas:

- ¡Hasta la próxima! ¡Buena suerte! - y se fue.

- ¿Qué haremos? - dijo Pedro.

- No podemos hacer nada.- dijo Javier- No hay manera de replicar una vacuna en dos días. Es imposible.

- No puede ser imposible. Si fuera imposible no estaríamos aquí – dijo Laura.

Juan miró a los otros tres sentados a su alrededor:

- Es simple. Ahora sé exactamente por qué estamos aquí.

- ¿Qué dices?

- Estoy infectado – dijo Juan.

Un miedo tangible y presente entró en la estación.

- ¿Hace cuánto tiempo? - preguntó Pedro.

- Hace unas semanas, mira.

Levantó su camiseta y pudieron ver la piel cerca de la infección, casi negra y los huecos evidentes en el pecho.

Los otros tres se levantaron y miraron con horror.

- No, no puede ser.

- ¡Por favor!, por eso estoy aquí. Soy el sujeto para las pruebas – dijo Pedro.

- No, ahora todos estamos infectados .

Juan estaba confundido.

- No, ¿qué dices?. La bacteria sólo se transmite por contacto íntimo. Es imposible que estéis infectados.

- No, no es tras contacto – dijo Javier – Eso era una mentira. La infección se produce por el aire. Estamos todos infectados. Todos estaremos muertos en menos de tres semanas.

Laura sintió el corazón corriendo en su pecho, casi escapando por el miedo que tenía.

- Entonces, ¿para qué hablaba el capitán sobre los extraterrestres y delegados?

- preguntó Pedro.

Laura miró la cara de Javier. Estaba blanco completamente y se sentó.

- ¿Javier? - preguntó Laura con voz llena de ansiedad - Javier, ¿cómo creaste la vacuna de NZ-2130?

No respondió.

- ¡Javier! - gritó Laura casi llorando.

Laura puso las manos en los hombros de Javier, intentando sacar la respuesta físicamente.

- ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo?

- Del corazón y el estómago de un infectado.

- Pero es una operación simple, ¿no?. Hay… supervivientes. - Pedro preguntó sin ningún deseo de saber la respuesta.

Javier levantó su cara y miró la de Pedro, ojo a ojo. La cara de Javier estaba llena de lágrimas.

- No, no hay supervivientes.

Las luces de la estación se apagaron.

Los cuatro se sentaron, esperando.

La puerta se abrió.

Entró una de las cosas más extrañas que Laura había visto en su vida. Cuatro brazos, cuatro piernas, ojos como de araña.

Un sonido salía de su boca, pero Laura no lo podía entender. Tres fraustras más entraron después del primero.

Los cuatro científicos se quedaron en su sitio, esperando.

- Antes de la operación, un sedante – dijo el extraterrestre en español- Solo un pinchazo pequeño…

Laura pensó en su madre. ¡Qué orgullosa estaba!

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él…”

Laura sonrió. Antes de hoy no creía en extraterrestres. Laura se giró para decirle la broma a Pedro, pero en ese momento sintió algo líquido y un dolor y después una calma completa, y después ... oscuridad.

Relatos ganadores

PRIMERA CATEGORÍA

PRIMER PREMIO

"La desgarradora carta" Claudia Jiménez Ballester 2º ESO A

SEGUNDO PREMIO

"La máquina" Yasmín Pacheco López 2º ESO D

TERCER PREMIO

"El joven Dios" Emilio Jiménez Muñoz 2º ESO A

SEGUNDA CATEGORÍA

PRIMER PREMIO

"La cerrajera del destino" Araceli Reyes Gancedo 4º ESO C

SEGUNDO PREMIO

"Reencarnación" Simón Ledo Rodríguez 3º ESO C

TERCER PREMIO

"Un ser diferente" Marta Valdés Rodríguez 4º ESO C

TERCERA CATEGORÍA

PRIMER PREMIO

"Los fraustras" Anna Slade 2ª Bach B

SEGUNDO PREMIO

"Vivir contigo es sinónimo de no vivir" Lucía Márquez García 2º Bach

TERCER PREMIO

"Lucha de igualdad"

Mª Cristina Domínguez Iglesias 2º Bach B

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