HOY PUEDE SER UN GRAN DIA

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“Hoy puede ser un gran día” Finales a un cuento de Charlie López Escriben:

INSTITUTO N 4031 FRAY FRANCISCO DE PAULA CASTAÑEDA TALLER DE DOCENCIA I

Acosta Sánchez- Brussini – Caminos -Cassutti - CastellóFasanelli- Forti- Gauna- Gerez -Goñas Ordoñez- González L. González N. - González P. – Haesler – Machunske – Melano – Méndez – Nini – Perín – Plank – Ramirez – Retamal – SánchezSinner – Suárez - Valente


Hoy puede ser un gran día -¿Puedo contestar la semana que viene?- le dije. La directora cambió su expresión de seguridad por una de enojo, un enojo muy mal disimulado. -Sí, claro- dijo secamente-. Tómese el fin de semana y piénselo bien, mire que estas ocasiones no abundan en nuestra profesión, ¿sabe?- ese “¿sabe?” fue una especie de reproche. Su oferta no había sido rechazada, pero el no haberla aceptado en seguida le sugirió un cierto desprecio de mi parte, y en verdad no estaba tan equivocada. -Creo que todo esto sigue siendo muy nuevo para mí y tendría que estar absolutamente seguro de tomar ese reemplazo. -Sí, sí, no se haga problema, piénselo bien, tómese su tiempo, háblelo con quien tenga que hablarlomientras hablaba, la directora movía su mano derecha enérgicamente de un lado a otro mientras revisaba rápido una carpeta. Ya ni me miraba. Me levanté y me fui.

Salí de la oficina de la directora y de la escuela y dejé de ser Mister Acosta para volver a ser solo Marcelo, pero no podía dejar de pensar en la propuesta, por más que quisiera. No era fácil ese curso, no, pero ¿qué podía hacer? Si me negaba, me habría convertido en un fracaso; tanto tiempo dedicado al estudio, tanto sacrificio, tanta plata de mi viejo gastada, tanto alarde de rebelde ante la autoridad paterna, en fin, tanto nada… no podía negarme, además la directora tenía razón, es una oportunidad hermosa. Que te den un año entero de reemplazo es algo que todos los profesores nuevos buscan, anhelan, valoran; la estabilidad económica que eso da es muy beneficiosa, pero, también está lo otro, quizás lo más importante: hacerse propio el curso, hacerse propia la materia, hacer valer el título de “profesor”, saber que sos el único que está a cargo, el que decide gran parte de las cosas, tener un poco de poder o algo parecido a ello.

Caminando, pensé mucho y me vi en el mismo lugar que esos chicos: en una especie de limbo. Esos chicos también tienen dos opciones, la de estudiar y la de no hacerlo. Si eligen la primera, aprueban la materia, pasan de año y en una de esas, encima aprenden algo; pero a cambio tienen que soportar estar en un lugar que les parece una cárcel, que los encierra, que les hace hacer cosas que no quieren, leer libros que no les importan, como si fuese una tortura. Si no estudian, se llevan las materias, puede ser que repitan, que abandonen la escuela, que tengan que trabajar, que asuman responsabilidades y obligaciones que no les corresponden y demás yerbas. Así que empecé a dudar, ¿estaba bien mi desprecio por ese curso? ¿Acaso no estábamos compartiendo un mismo suplicio juntos? Me di cuenta de que, así como ellos podían aliviar el mío, yo podía aliviar el suyo. Era mi responsabilidad hacer que esos chicos por lo menos sufran menos en la escuela, aunque no la disfrutasen del todo. Y tenía miedo, pero no me quedaba otra, no quería tener “fama de hijo de puta” y después echarme a reír en la sala de profesores. No soy actor, soy docente.


Para agrandar un poco más mi malestar, decidí contárselo a mi papá. Así que fui al negocio. -¿Y lo vas a agarrar? -No… sí… pensaba hacerlo, no sé… ¿viste?- me sentí tan intimidado como si todavía tuviese ocho años. -Mirá –bajó la vista para anotar unas cosas en su libretita-, ya sabés lo que yo pienso, no hace falta que te lo repita- me miró por encima de sus lentes- ¿o sí? -No, pero… -Los profesores no son lo que eran antes, hijo, ¡los pibes no son lo que eran antes! ¡La escuela tampoco! ¡Los padres tampoco! Eso es lo que vos no entendés, ¡y no lo querés entender, carajo! Quise decir algo pero me calló con un gesto. Suspiró, con los dedos se restregó los ojos, los lentes subían y bajaban. Cerró la libretita y me miró fijo. -¿Vos estás dispuesto a aceptar la responsabilidad que vas a tener si les decís que sí? -Sssí, creo que sí. -¿Cómo que creo? -Sí, sí, estoy dispuesto. -Entonces deciles que sí, Marcelo. -Pero es un curso muy difícil. -Bueno, bienvenido a la vida real –movía la cabeza de un lado a otro con las cejas levantadas-. Esto es así. En cualquier profesión que elijas te vas a encontrar con días malos, días buenos, personas mejores, personas peores, etcétera. De eso no podés zafar –la mano plana cruzó el aire como el filo de un cuchillo. -Y entonces, ¿vos decís que lo agarre? -Marcelo, seguiste la carrera que tanto decías que te gustaba y sin mi autorización, la seguiste igual. Te la pasaste estudiando todos estos años, pasando noches enteras pegando la jeta en esos libros, hablando solo como un loco ¡y encima en inglés! Sacrificaste fiestas, reuniones, cumpleaños, juntadas con amigos para estudiar. En épocas de examen te levantaste temprano todos los días y te acostaste tarde todas las noches. Seguro no pensabas que yo sabía todo eso, pero yo me levantaba de noche y te espiaba, ¡parecía una vieja chusma, metiéndome sigilosamente para verte estudiar! Yo sé el empeño que pusiste en todo esto, no lo tirés todo a la mierda ahora por unos pibes que son así porque no tienen idea, no tienen a nadie que les diga que hay que estudiar. Me sorprendió un poco que me haya dicho todo eso. Finalmente se había dado cuenta de que yo no quería ser más que docente, y creo que lo sabía mejor que yo. Sus palabras no me quitaron el miedo, no, eso


hubiera sido terrible; en cambio, hicieron algo mejor: me dieron las ganas de vencerlo. Tenía razón, no podía claudicar simplemente porque había gente que no me gustaba, él lo sabía perfecto porque en un negocio se traba relación con una enorme cantidad de gente, y gente muy distinta. -¿Cuándo tenés que contestarles? -Les dije que la semana que viene. -Este fin de semana descansá bien, despejate la cabeza, distraete y el lunes andá y deciles que aceptás -levantó las cejas de nuevo-. ¡A vos no te van a ganar unos cuantos mocosos, nene! Nos reímos. -Sí, tenés razón. Nos quedamos en silencio unos segundos. -Yo también fui adolescente y sé lo que es, y debería entenderlos. Pero es tan distinto ser alumno y mirar a tus profesores que ser profesor y mirar a tus alumnos, son dos mundos completamente diferentes que conviven tanto y tan mal. Por lo menos, en casos como este. Y uno le mete y le mete ganas y se inmola para que ellos aprendan, para que aunque sea tengan un mínimo interés, que todo tenga sentido, que todo ande, que hagan algo, que sé yo… y es tan frustrante que nada salga bien. Me siento un inútil por momentos y después tengo esperanzas de cambiar las cosas, pero no me dura eso… llegar al aula y escuchar el ruido y que nadie me dé bola y que nadie me escuche y toda esa tortura. -Eso es así, hijo. Es así. Su voz cambió, se puso más tierna, más… paternal. -Yo sé que vos podés. Más allá de todo lo que siempre te dije, siempre tuve la seguridad de que podés hacer lo que quieras. Hay que intentar, y, si no sale, intentar con más esfuerzo, no queda otra. Se me pusieron los ojos vidriosos. A él también. No abrazamos fuerte y durante unos largos minutos. -Chau, pá. Gracias… de verdad. Me saludó con la mano. Volví a casa, me di un baño y me fui a acostar un rato. Encendí la radio y entonces escuché la canción, casualmente aquella canción. Y estaba seguro de que sí, de que ese había sido un gran día, un día decisivo. Había resuelto afrontar las adversidades que se me presentaban y que todavía podrían presentárseme; había decidido enseñar, enseñar por sobre todas las cosas y a pesar de todo; seguir mi vocación. En fin, había empezado a ser docente.

SANTIAGO VALENTE


Hoy puede ser un gran día

M

e pasé toda una semana pensando si debía aceptar tal oferta de trabajo. Sinceramente si la aceptaba tenía la posibilidad de amargarme la vida o volverme loco, y si la rechazaba estaba desperdiciando una gran oportunidad. Por un momento reflexioné: ¿Qué estoy haciendo? Toda mi vida soñé con ser profesor, estoy seguro de que mi profesión es esta, un grupo de cuarto año no me va a poder tirar abajo tan fácilmente, no me puedo rendir, hay que saberle poner el pecho a la bala, diría mi abuela. Mi abuela fue docente toda su vida, siempre la admiré, fue un ejemplo a seguir para mi, tenía conocimiento de casi todo lo que se le preguntaba y si no lo sabía me hacía buscar en libros. Recuerdo que tenía una pieza llena de libros, libros de historia, libros de matemática, libros de literatura, libros de gramática, libros de lo que busques ella los tenía. Era un placer ir a la casa de ella, el mejor regalo que me pudo hacer cuando ella ya no estuvo más, fueron todos esos libros, además de su fiel compañero Gipsy. A veces pienso de que si ella aún estuviera con vida, me podría ayudar muy bien en mi carrera de profesor, hasta me podría saber dar consejos pedagógicos, realmente sería magnífico tenerla acá conmigo. Pero tengo que aceptar la realidad, y sé muy bien que ella quería y le había gustado mucho la idea de que yo fuese profesor, creo que fue la única persona en mi familia que se alegró cuando elegí mi carrera. Me sentiría un verdadero fracaso si no llegó aceptar tal oferta de trabajo, sería un cobarde y desagradecido, habiendo demasiadas personas que desean trabajar de lo que a uno le gusta y se tienen que conformar con lo que tienen, y yo tengo todo al alcance de mis manos. Es obvio que va haber piedras en el camino y situaciones que me impidan seguir con lo que más deseo, nadie me dijo que sería fácil, lo que vale es cómo tomo y manejo la situación. Con tal pensamiento me acosté ese domingo a la noche, sabiendo que mañana le tenía que dar el SÍ a la Directora.

Sonó el despertador 7.00 de la mañana, me levanté, me bañé, desayuné, tomé coraje y me dirigí hacia la escuela. Al llegar fui directamente a dirección, estaba decidido ya no había vuelta atrás, allí me recibió Rita, la directora, con una gran sonrisa. -Tome asiento Marcelo- me dijo. -¿Quiere café?- Agregó. – Si- le contesté. –Bien ¿qué me dice de su oferta de trabajo? ¿lo pensó? – me preguntó con mucha ansiedad. –Miré yo se que el cuarto año es un desastre- siguió hablando- tengo quejas de parte de todos los profesores que pasaron por ahí, algunos la saben llevar, otros simplemente dan media vuelta y se van. Y no sabe lo importante que es, creo que ya se lo dije pero no pierdo nada con repetírselo, tener un egresado de nuestro establecimiento como profesor. Y también tengo en cuenta que usted recién está poniendo en práctica todo este mundo de la docencia, no se tire abajo, dese otra oportunidad y tome esto como una experiencia. Así que ¿Qué me dice?- concluyó esperando una respuesta positiva.


Con todo lo que logro decirme me termino convenciendo más de lo que estaba. Y con el último sorbo de café, le dije: -Si Rita, voy a aceptar tu propuesta-. -¡¡¡Excelente Marcelo!!! No sabe lo feliz que me pone saber esto de usted, le tengo mucha fe- me dijo con absoluta confianza. -¡Muchas gracias Rita!- le dije y me retiré.

Faltaban 40 minutos para entrar a clases, tenía tiempo para ir a la sala de profesores, por otro café, lo necesitaba. Entré y no había nadie, un ambiente perfecto para poder pensar en cómo iba a llevar la situación de profesor adelante, ya que un largo año me tocaba. Mientras estaba concentrado tomando mi café, escuche que abrieron la puerta, levanté la mirada y allí estaba: un hombre canoso, con camisa, pantalón de jeans y zapatos náuticos, con un maletín y unos libros de álgebra en la mano. Mi profesor de matemáticas, recuerdo que lo tuve en cuarto y quinto año del secundario, sinceramente era inolvidable, su manera de dar clase, de explicar los temas, y eso que matemáticas nunca me gustó, era increíble de qué manera disfrutaba sus clases, quise disimular mi emoción le dije: -¡Profesor Cristian, tanto tiempo!Me miro sorprendido, y con una sonrisa me preguntó: -¿Acosta?-¡El mismo!- le dije Y con un abrazo y un palmeo de espalda me saludó, nunca me hubiera imaginado que saludaría así a mi profesor, no veía la hora de contárselo a mis ex compañeros, era algo increíble. -¿Pero qué estás haciendo acá? ¡Así vestido!- me dijo realmente sorprendido. Con una sonrisa constante le contesté: -Estoy ejerciendo un reemplazo, haciendo mis últimos años en la carrera de profesorado de inglés y realizando mis prácticas-¡¡Qué magnífico!! ¿Y cómo te esta yendo?- me preguntó -Y… no tan bien- le contesté con tono decepcionante. -Pero ¿por qué?- me preguntó preocupado. -Y mire… los chicos son… medios difíciles de llevar- le respondí. Me miro, se sonrió y me dijo: -Mira Marcelo, recién comenzás y no va hacer el último curso que te va a tocar así, cada cual tiene lo suyo. Pero dale para delante, intentá poner lo mejor de vos, y saber manejar cada situación que se te presenté. Sos un gran chico, inteligente, carismático, que se esfuerza con lo que hace. ¿Te acordás cuándo te costaban los problemas de matemáticas y ponías lo mejor de vos, tu tiempo y todo lo que tenías? Y te iba excelente, sabiendo que te costaban mucho las matemáticas. Bueno así tenés que tomar esta situación, es verdad no es lo mismo, soy


realista, pero no te tenés que dar por vencido Acosta, y demás está decirte que voy a estar en la escuela para lo que necesites- me decía con tono de comprensión. -Sinceramente no sé qué decirle, me alegra saber que cuento con usted, ¡¡Muchas Gracias Cristian!!- le contesté con mucha emoción. -Bueno ahora sí te dejó, porque llegó tarde a dar clases, así que no te olvides de lo que te dije, toma coraje y dale para delante- me volvió a recordar. Se lo volví a agradecer y se retiró. Me senté y me quedé pensando, sus palabras y las de la directora retumbaban en mi cabeza y admito que tenían razón. Después de todo los alumnos son personas como nosotros, y cada uno de ellos tendrán sus preocupaciones, sus problemas y cosas que les complica su vida adolescente, creo que llego la hora de tomar el toro por las astas, diría mi abuela.

Tocó el timbre y llegó mi hora, me dirigí con nervios al cuarto año, entré los saludé y me saludaron, todo estaba tranquilo, pude dar mi clase con calma, pero esa tranquilidad sólo duró unos 20 minutos. Verónica rompió el silencio del curso gritando: -¡¡Profesor, Pablo me tiro la mochila por la ventana! Miré a Verónica y le dije: -¡Anda a buscarla!Lo miré a D’Ambrosio muy seriamente, hice como si nada y volví a dar mi clase. Por fin la pude terminar. Antes de que toque el timbre del segundo recreo dije: -¡Chicos se pueden retirar ya terminamos!Todos se encontraban muy contentos, nadie los dejaba retirar 10 minutos antes. -Pero Pablo, vos quedate, necesito tener una charla con vos- le dije con un tono serio. Todos se quedaron en silencio, la felicidad que tenían se rompió en segundos, lo miraron y se fueron al recreo. Pablo se quedo sentado en su silla y le dije: -Vení acá delanteSe levantó y se sentó en el lugar de Sandra, me quedó mirando y me dijo: -¿Qué pasa?-Mira mi intención siempre fue llevarme bien con ustedes, fui alumno, estuve en su lugar, sé muy bien lo que sienten y yo lo único que quiero es hacerles entender que no soy ningún enemigo, ni les quiero joder la vida. Todo lo contrario, los quiero ayudar, enseñar, ser un amigo de ustedes, no ponerme a la altura de sus travesuras, porque eso sería algo ilógico, pero si ser un guía, un referente, me gustaría ganar su confianza, así como ustedes la mía ¿por qué no?- le dije Pablo me quedó mirando y me dijo: -¿Y por qué no habla con todo el curso? Yo sólo no estoy en cuarto- me dijo.


- Ya lo sé Pablo, ya lo sé. Pero en este poco tiempo me di cuenta que vos sos el líder del grupo y sé que todos te siguen a vos, todos se prenden en tu bromas, y es más me atrevo a decir que te tienen más respeto que a mí. Por eso me interesaba tener una charla con vos, después hablaré con los demás. Yo no sé cuál es tu problema, si lo haces para llamar la atención o simplemente por divertirte, pero intenta pensar que te estás perjudicando vos mismo y además perjudicas tus compañeros. El reemplazo se alarga y el año que viene me van a volver a tener y no quiero pasar todo un año lidiando con vos, por eso era necesario esta charla. Si no lo entendés ahora, algún día lo vas a entender, te voy y les voy a dar el tiempo necesario. D’Ambrosio me miró fijamente y me dijo: -Bueno profesor, tampoco pensé que era para tanto. Ningún profesor me vino hablar de tal forma, todos siempre amenazando con las notas, las amonestaciones, siempre a los gritos, siempre importándoles su vida, como que si ellos sólo tienen problemas, y la vida de sus alumnos ¿no cuenta?

Sí señores, este era el mismo Pablo D’Ambrosio hablándome de tal manera. Todo como un hombre preocupado por sus compañeros, todo como un adolescente maduro. Mi emoción y sorpresa fue muy grande y le dije con tal comprensión: -Pero Pablo yo no soy así, mi intención era distinta-Ya me di cuenta profesor- me dijo entendiendo la situación. -Bueno entonces me alegro el saber que lo hayas entendido, ahora sí, anda al recreo, luego hablaré con tus compañeros- le dije Me sonrío y se fue.

Estaba convencido que podíamos entablar una buena relación, si bien me faltaba hablar con el resto del grupo, creo que lo más importante ya lo hice. No pretendía que sean los alumnos perfectos, algo que nunca iba a pasar, pero sí que aunque sea sepan comportarse y me dejen conocerlos y que me conozcan un poco más.

La próxima clase me esperaba, tenía plena confianza de que Dios me iba ayudar, me sentía tranquilo. Esperaba ese día ansiosamente, para por fin poder decir ¡HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA!

SOFIA FASANELLI


Hoy puede ser un gran día

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ntonces, noté un cambio en su expresión, comenzó a explicarme acerca de cuestiones administrativas, mencionaba lo práctico y ventajoso que sería para ambos continuar con el reemplazo por un año más, a lo cual yo no podía responder absolutamente nada, ya que en mí se contraponían estos sentimientos encontrados que no podía resolver tan sencillamente de un momento a otro. − Esperaré su respuesta unos días más pero, como le decía, por esas cuestiones administrativas que le mencioné necesitaría que sea cuanto antes, para el lunes a más tardar. −

De acuerdo – le respondí, desconcertado aún por mi sorpresa ante esta propuesta.

Desde ese que salí de su oficina no lograba concentrarme ni borrar por un momento el gran interrogante: - ¿que hacer? Una sola pregunta pero que llevaba en sí misma, muchas otras: ¿Realmente voy a renunciar a mi vocación? ¿Al sueño de enseñar? A todas esas expectativas e ilusiones de poder mejorar enseñanza que yo había recibido. ¿Verdaderamente yo no sirvo para esto? ¿O será acaso que debía enfrentarme con esta realidad para aprender con la experiencia que ella implica? ¿Acaso soy un iluso que pensaba que solamente bastaba con mi buena voluntad y con mi formación para que mis clases sean perfectas? ¿Es que eso no sirve de nada o es que me olvide de considerar que todas estas cosas podían pasar? La decisión se hizo muy difícil pero finalmente llegado el lunes pesó mucho más mis ganas de enseñar, sentí que a pesar de los meses terribles que pasé intentándolo en el “4º A”, por algo se me presentó esta posibilidad de continuar un año más, sentí que debía tomar esto como un desafío, que no podía permitirme bajar los brazos y resignar mi carrera a la que tantos esfuerzos dedicaba por esta mala experiencia que se me presentó en mi primer acercamiento a la realidad escolar. Así ese lunes tomé coraje y a pesar de mis inseguridades y mi temor de no llegar a tolerar todo un año como fueron esos tres meses vividos, hablé con la directora y acepté el reemplazo. − El próximo año será para mí una posibilidad de reivindicarme – me decía a mi mismo para evadir esos pensamientos cargados de temores bien fundados. Con el comienzo de las vacaciones empecé a analizar, ya sin la presión de tener que enfrentar a una clase que me desbordaba, todo lo que había ocurrido en esos tres meses. Venían a mi mente las palabras de la profesora Felisa: “- Hacete fama de hijo de puta y no vas a tener más problemas”; también esas reflexiones mías acerca de lo diferente que eran los profesores fuera del aula, como lo había comprobado en mi época de estudiante al verlos en la sala de profesores. Entendí que un modo para ganarse el respeto de los alumnos era plantarse con dureza ante ellos. Que en algunos casos el mostrarse tan cercano, como su par no era tan conveniente. Sin embargo, seguía firme en mi convicción de no querer repetir lo que había recibido de mis profesores. Resolví finalmente que en el año próximo comenzaría desde cero, buscaría encontrar un equilibrio entre poner límites a la clase y de ser necesario a D’Ambrosio para poder trabajar en las horas de clase y al mismo tiempo


desarrollar las estrategias necesarias para captar la atención de los alumnos, de esta manera fui armando mi lista de objetivos, con metas a corto y a largo plazo. Descubrí que si bien mis intentos anteriores de solicitar consejos a los demás no me habían resultado, debía al menos intentar una vez más siendo más explícito y pidiendo detalladamente lo que necesitaba saber a profesores y directivos. Durante el período de vacaciones de los alumnos, me esforcé por instruirme acerca de nuevas estrategias didácticas, pero también por conocer más acerca de los alumnos, especialmente acerca de D’Ambrosio. Comencé a analizar los legajos, a indagar a los demás profesores sobre los métodos que usaban ellos y a los directivos para que me comenten cualquier dato sobre sus vidas, sus situaciones familiares, etc. Basándome en todo esto preparé nuevamente mis clases, esta vez no en abstracto, sino pensando en cada uno de mis alumnos, en sus necesidades, en sus intereses, teniendo en cuenta los contenidos que debían adquirir ese año pero adecuándolos a su ritmo de trabajo, sin ambiciones ya que podía resultar como en los tres meses que la mayoría no llegue a adquirirlos. Me pasaba los días repasando mentalmente cómo me dirigiría a la clase, cómo retomaría después de este período de vacaciones para poder alcanzar mis objetivos. Finalmente llegó el día tan esperado, me levanté y luego de prepararme para salir, desayuné con una gran taza de café, ya que la ansiedad no me dejó dormir bien durante la noche. Llegué a la escuela, me dirigí a la sala de profesores, y una vez allí pensaba: esta vez la sensación es diferente a la de aquel primer día en que empecé con el reemplazo, ahora sabía muy bien a donde me dirigía y con qué realidad me iba a encontrar. Ingresé al aula y como de costumbre en su mayoría estaban parados, algunos gritando y los del fondo entonaban un rap liderados por D’Ambrosio.  Good morning students – Saludé con tono lo suficientemente elevado para que puedan escucharme en semejante bullicio. 

Good morning teacher – recibí la respuesta de dos o tres estudiantes.

 Por este año nuevamente seré su profesor así que comiencen a acomodarse en sus bancos – les sugerí con tono pacífico pero potente a su vez. Como era de esperarse Pablo y el grupo del fondo ignoraban mis sugerencias por lo que decidí acercarme a ellos que seguían rapeando, ahora específicamente acerca de mi persona. 

Debo ser paciente y seguir con mis objetivos -- me decía a mi mismo.

 Los veo muy entusiasmados con este genero musical – comencé a decirles tratando de no perder el tono amistoso pero de manera que puedan escucharme bien—es por eso que les traje algunos datos y curiosidades relacionadas con su surgimiento y también con su historia. Así logré captar la atención de todos ellos, sin embargo D’Ambrosio tomó esto para continuar con su rap: 

“Solo queremos rapear” “Solo queremos rapear” “no nos vengan con boludeces solo queremos rapear”

Aproveche la atención de los demás e insistí: -- Tomen asiento muchachos así les cuento bien el trabajo que vamos a realizar y les reparto el material inédito que conseguí.


Inexplicablemente para mí ocurrió lo soñado: ellos se sentaron y esperaban que les reparta las copias. Por supuesto, como también era de suponer no fue tan fácil convencer a Pablo por lo cual procedí a continuar con mi proyecto. Me acerqué más a él y le dije: -- Pablo, pude ver el año pasado que tus compañeros te respetan mucho y como tengo preparadas varias cosas interesantes para dar en las clases, como lo del rap, no nos conviene perder mucho tiempo por eso quería proponerte ser una especie de delegado en el curso. Podrías colaborar con la clase tomando la asistencia y algunas tareitas más que yo estuve pensando para que todos trabajemos mejor. – hice una pausa y podía observar en él una expresión que nunca antes había visto y mientras yo me preguntaba si eso develaría su interés; el me contesto: -- Permiso profesor yo me encargo entonces de tomar rápido la asistencia – y se dirigió al frente de la clase para poder cumplir con mi pedido, pasaba la lista y mientras iba pidiendo orden al curso. –mientras yo pensaba que luego utilizaría nuevas estrategias como designarlo encargado de buscar los diccionarios en la biblioteca, para que pueda canalizar esas inquietudes que lo hacían deambular por el aula. Por mi parte, no salía de mi asombro, las cosas estaban saliendo bien, por un lado no dejaban de estar presentes los miedos de que en cualquier momento todo se desmorone y vuelva a convertirse en una pesadilla pero, por lo pronto, aproveche y repartí el material a cada uno. Podía notar como hacían un esfuerzo por entender lo que leían. − Como verán chicos estos son artículos muy actuales, pero también son accesibles para que los podamos trabajar en clases, no se preocupen que entre todos vamos a traducirlos y a trabajar luego con ellos mediante diferentes actividades, para los que les gusta la música podrán presentar un nuevo rap pero esta ves en inglés y aplicando lo aprendido; también prepararemos una presentación para los demás cursos sobre lo investigado y tendrán la libertad de elegir como presentarlo. Todo por supuesto bajo mi guía. −

Pero profesor—me interrumpió Leticia -- A algunos no nos gusta el rap!

− Lo sé y lo tuve en cuenta – conteste rápidamente – iremos desarrollando diferentes opciones y temas de su interés y en este caso no solo incluye la música sino también otras cuestiones interesantes de la sociedad y de jóvenes como uds. De un momento a otro nos pusimos manos a la obra, yo trataba de esforzarme por no sobreexponer la inmensa alegría que sentía al ver como la mayoría había comenzado a trabajar, los del fondo seguían revoltosos por momentos, pero era un gran logro el hecho de haber captado su atención de a ratos. Mientras regresaba a casa revivía en mi mente todo lo que había pasado en la clase, trataba de recordar sus expresiones, sus dudas, las cosas que más los motivaron. Por momentos volvían mis miedos sobre si podría ser capaz de mantener este ritmo durante todo el año, si podría ser el profesor que los chicos necesitaban, si alcanzaría mis objetivos o si todo volvería pronto a la normalidad de aquellos tres meses que padecí el año anterior. A pesar de todos estos pensamientos, tomé una decisión: -- Ya no voy a perder el tiempo preocupándome o dejándome llevar por mis temores, a partir de hoy dedicaré todos mis esfuerzos a que las clases sean como la de hoy, seguiré formándome, interiorizándome en los alumnos y equilibrando mi rol de profesor para no convertirme en un autoritario pero tampoco aquel que no puede poner limites. Definitivamente a partir de ahora cada mañana mi pensamiento no será otro que: ¡Hoy puede ser un gran día! Y yo voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que así sea.-

JESICA FORTI


Hoy puede ser un gran día

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espués de una semana que pareció ser la más larga de mi vida se acercaba el momento crucial de dar la respuesta. Había logrado evitar esa situación escondiéndome de la directora y de mis colegas durante varios días. Aquella noche supe que ya no podía seguir ocultándome de un destino que yo mismo había forjado contra viento y marea. Sin lograr conciliar el sueño, atormentado por las pesadillas, regresé al colegio con una decisión tomada: Iba a aceptar el cargo. No podía renunciar a mi sueño tan fácilmente, me negaba a dar el brazo a torcer a causa de un grupo de chicos que mañana ni se iban a acordar por qué me molestaban. Decidí que esta vez sería diferente. Pero ¿cómo? ¿Debía hacerle caso a Felisa? ¿Hacerme fama de hijo de puta era la única forma de conseguir orden en el aula? La premisa iba en contra de todo lo que siempre había creído y lo que me había llevado a querer ser profesor. Pero de sólo pensar en los últimos tres meses me daban unos retorcijones en el estómago y me bajaba la presión. La primera vez me había creído omnipotente, me había lanzado a la pileta sin constatar si tenía agua y la realidad había azotado mi cara con toda la fuerza de la frustración y el desaliento. Ya no podía apelar al método de darle clases a mi perro Gipsy. La enseñanza era mucho más que un adiestramiento. El primer día de clases no llegué mucho tiempo antes del horario de entrada como lo había hecho el año anterior sino justo para el toque del timbre. Pasé apresurado por la puerta de la sala de profesores y oí las estrepitosas risotadas de la profesora de Contabilidad pero no me detuve, quería evitar los mensajes apocalípticos acerca de algún nuevo D’ Ambrosio. Lo que menos necesitaba era llenar mi alma de presagios funestos, de alumnos insalvables que no merecían ni el mínimo gesto de piedad. Me detuve unos metros antes de la puerta del aula, respiré profundo y entré con paso firme e inquebrantable. Saludé a la clase que cuchichiaba y recitaba entre dientes el suceso que había comenzado a forjar mi historia: “El rap del pomel”. Sin más preámbulos les dije: -Quiero informarles que a partir de hoy todos comenzaran el año académico con 10 pero antes deberán aceptar un juego extremo. Vamos a jugar a algo llamado “scrabble” que les gusta mucho a los norteamericanos. Así cada uno deberá defender su nota entablando un duelo conmigo. ¿Están de acuerdo? Pregunte con tono enérgico y desafiante. Los chicos parecían escépticos. Las risas desaparecieron abruptamente. Seguramente pensaron: “Esta debe ser una nueva treta del profe pomel…”En el fondo del aula algunos comenzaban a impacientarse. Con tono entre canchero e irreverente un pibe bajito de cabellera desteñida por el sol y algo desgreñado se paró intempestivamente junto al pupitre y afirmó: - ¡Esto es una joda! Siempre vienen los profes cancheros que quieren hacerse los buenitos con nosotros pero al final siempre nos terminan cagando… o no? Hablen, che! Yo respondí inmediatamente: -Yo no dije que soy buenito… Justamente estoy acá para eso… para demostrarles que soy un jodido de mierda pero que en la vida se van a topar con muchos otros hijos de puta mucho peores que yo y van a tener que


aprender a defenderse… y no sólo a las trompadas… porque eso ya lo saben hacer muy bien… o no? Lo que importa acá no es la nota sino que ustedes logren ganarme a mí para mantenerla… Luego los volví a increpar: -Y… ¿Quieren saber o no de qué se trata? Nuevamente fue el petiso desgreñado, que más adelante supe que se llamaba Diego Campos,el que tomó la palabra en representación de todos sus compañeros. -Está bien- dijo ¿Cómo se juega? Les conté que el juego consistía en formar palabras con letras desordenadas. Cada letra constaba de un puntaje predeterminado. Con lo cual, entre más largas y más complejas eran las palabras que lograban forman mayor sería el puntaje que alcanzarían. Toda la clase debía enfrentarse conmigo. Cada vez que no lograran ganarme perderían un punto del promedio general de toda la clase y además llevarían una tarea especial para hacer en casa. Y si ganaban tres partidos consecutivos no sólo lograrían mantener el 10 sino que recibirían un premio sorpresa. De esta forma no sólo aprenderían a defenderse y a descargar la ira y la frustración que les producía la figura omnipotente del profesor sino que aprenderían a trabajar en grupo, a cooperar. Aunque algo extrañados y con cierta desconfianza acordaron aceptar la propuesta, arengados, por supuesto, por Campos, quien no podía desoír un desafío. En las primeras semanas de clase mi triunfo fue demoledor pero esto, en contra de todo pronóstico, no logró desmoralizarlos sino todo lo contrario. Estaban furiosos y utilizaban con avidez el diccionario mejorando y ampliando cada vez más su vocabulario y demás herramientas de defensa. Muy pronto comenzaron a ganarme con gran ingenio y cuando por fin lograron vencerme tres veces consecutivas no tuve más remedio que develar el premio sorpresa. -Equipo- les dije. La próxima semana viajaremos a Buenos Aires a presenciar el festival de Cine Inglés. A lo que Campos sorpresivamente respondió: -Pero profe… esas pelis no tienen subtítulos… -Exactamente- afirmé con una sonrisa. Y continué diciendo, con cierto tono irónico. –Me parece que van a tener que ponerse a full con el diccionario y los apuntes de clase… La clase estalló en una risa estrepitosa. Finalmente, el viaje se realizó con gran éxito y a partir de aquel “gran año” el profe pomel dejó de ser uno más de los integrantes de la planta permanente del colegio que deambulaban por los pasillos con grandes sobredosis de café. Había dejado de ser invisible y habían compuesto un rap en mi honor.

JIMENA GAUNA


Hoy puede ser un gran día “…No supe qué contestar. Si aceptaba, me comprometía a un calvario, a una tortura anual que no podía soportar. Por otro lado, era consciente de que me estaba yendo por la puerta chica, por la de atrás, por la que salen los fracasados, los perdedores, los que quieren y no pueden. Estaba seguro, además, de que ese gran fiasco tendría efectos perennes sobre mi futuro profesional y laboral. En otras palabras, no me olvidaría nunca. -¿Puedo contestar la semana que viene?-le dije.”…Y disimuladamente me retiré de la escuela tratando de que no notara lo desesperado y espantado que estaba con semejante propuesta. *** Caminé sin rumbo…No sabía qué hacer…Ni a quién recurrir…A Graciela, a quien reemplacé no podía molestarla porque su depresión no me ayudaría a solucionar la mía. Con Felisa no quería hablar porque su estilo de “controlar” el curso estaba en contra de mis más “cuestionados” (por mí en ese momento) principios…A Delia la vicedirectora ya la había cruzado muchas veces e intentado hablar pero sin éxito alguno. Natalia, sólo me deseaba suerte cada vez que me veía. Pensé en hablar con mi ex profesora de Historia de 1º, la cual mostró recordarme como buen alumno, ¡pues hasta recordaba la clase que di con mi compañero Pontoni sobre el Imperio Romano! Así que decidí al día siguiente pedirle ayuda, y esta vez sería sincero con ella. Le mostraría mi verdadera desesperación y desilusión. *** -¿Profesora?-pregunté al verla en el pasillo. –Puedo hacerle una pregunta? –le expresé mientras esperaba que me ayudara a resolver en algo mi dilema. -¿Qué le ocurre profesor Acosta? Vamos para la Sala de profesores y nos tomamos un cafecito -dijo sonriendo. Caminamos juntos, yo sin emitir sonido alguno. Ella preocupada por encontrar en su maletín las evaluaciones que debía entregar a la vicedirectora para que pasaran las notas a la libreta. Al entrar a la Sala de profesores, vi con alivio que estaba vacía. -Sí, decime Marcelo, cuál es tu pregunta. Dudé por un instante en abrir la boca, pero estaba desesperado…-Es usted feliz siendo profesora?-le pregunté con la voz quebrada. -A qué viene esa pregunta?-dijo luego de una breve carcajada. Noté que no quería burlarse de mí, pero mi pregunta la desconcertó. Sobre todo teniendo en cuenta a la altura del año que estábamos. -Mirá, yo hace muchos años que soy profesora. He pasado por muchas situaciones difíciles y críticas. Vos recién llevás casi tres meses…Ya te vas a foguear. Le vas a tomar la mano, como te dije la otra vez que me contaste el incidente de la carpeta. Pero sabés qué? Lo más importante es que vos sepas si querés o no estar acá? -No sé si quiero. Estoy confundido-respondí con vergüenza. -Muchos de nosotros vinimos a la escuela con ganas de transformar el sistema educativo mágicamente-dijo con nostalgia -Pero la realidad se te enfrenta día a día. Cada curso y cada alumno es un desafío sabés?-Cada uno


trae consigo una historia personal sin poder dejar de lado también su historia familiar, escolar, económica y demás. -Entiendo, pero ¿cómo lograr dar clases cuando no quieren aprender?-pregunté. -Al deseo de aprender hay que “despertarlo”!!! Vos como su profesor sos el responsable de que emerja ese deseo que está oculto en cada uno de los chicos-me explicaba pacientemente. -Pero ¿cómo lo hago?- pregunté nuevamente desesperado- ¡No puedo controlar a 4º A y menos con D’Ambrosio dentro!-dije casi en voz muy baja. -Primero-dijo ya apurada terminando su café y pronta para ir a dirección-te tenés que controlar a vos mismo. No podés mostrar a tus alumnos tus sentimientos de descontrol y decepción. Tenés que mostrar seguridad y pasión de lo que transmitís. Siempre desde tu disciplina. Sé creativo. Vos podés, siempre fuiste muy buen alumno y podés aprender a ser buen profesor también.Todo se aprende si hay buena voluntad. ¿Querés aprender? -Mmm sí -dije tímidamente. -Entonces andá leyendo primero. Ahí en el armario del fondo, en mi casillero tengo unos libros que te pueden ayudar en las vacaciones. Tomá la llave, se la dejás a la directora -dijo amablemente y mientras caminaba hacia la puerta me miró y sonriendo nuevamente me miró y me dijo-Sí, soy feliz siendo profesora, -y se retiró. Abrí cuidadosamente su casillero, y encontré varios libros nuevos y viejos pero sorprendentemente no todos eran de Historia. Había cuentos, novelas, libros de didáctica de Víctor Frankl y varios libros de Philippe Meirieu. Me gustó uno por su título, “Frankenstein educador” y me lo llevé. Pasé por dirección, y tímidamente sin saber si daba una buena respuesta, le dije a la directora que sí continuaría el año siguiente con el reemplazo. Dejé la llave y me retiré. *** Durante los días siguientes y antes de que comenzaran las fiestas de fin de año, lo único que hacía era leer. Como si quisiera devorarme todas esas palabras para que me ayudaran a ver una luz. Necesitaba saber si el profesorado de inglés era mi vocación o no. Por supuesto que resonaban en mi cabeza las palabras aquellas de mi padre…-Eso no es una carrera. ¡Es una mier… y te vas a arrepentir! En realidad no quería arrepentirme, quería encontrar la manera de amar lo que hacía, o mejor, quería hacer realmente mejor lo que amaba que era enseñar inglés. Y así recordé también el profesor Ricardo por el cual me sentí atraído de aprender el idioma (Mr Richard según recuerdo). Fue mi profesor de Inglés de 4º y 5º. Y recordé tener su número telefónico y le hablé con el pretexto de felicitarlo por las fiestas. Le pedí su dirección para ir a saludarlo y accedió. Era un hombre muy amable aunque un poco serio para mi gusto. Ya en su casa, me atendió en un living lleno de armarios al estilo bibliotecas. Muchos libros ordenados por tamaño y por tema. Era impresionante ver cuantos libros cabían en ese lugar relativamente tan pequeño. Nos sentamos junto a una antigua mesa, me esperaba con unos mates. Yo le había llevado unos bizcochos y galletas. Entre mate y mate me mostraba orgulloso fotos ya amarillentas de su época de egresado y algunas de la escuela, donde se la veía como nueva. En una de las paredes ya descascaradas de la habitación, colgaba su diploma y varias menciones de cursos de distintas fechas. Y una frase que me llamó la atención escrita a mano con pluma que decía:


“Es responsabilidad del educador provocar el deseo de aprender”… “No nos podemos contentar con dar de beber a quienes ya tienen sed. También hay que dar sed a quienes no quieren beber”. Philippe Meirieu Al leer dicha frase y ver el nombre del autor recordé el libro que había estado leyendo y comencé a pensar. Pensé ideas nuevas de cómo dar las clases, para intentar atraer a mis tan complicados alumnos. Y quise aprovechar la charla con mi profesor sobre dichas ideas. Él me aclaró que no basta con enseñar. No basta con dar respuestas. Hay que provocar en los alumnos el deseo de aprender y de formularse preguntas. Y hacerlo codo con codo, acompañándolos a lo largo de toda la escolaridad y ayudándolos a encontrar tiempos de reflexión y concentración en una época en la que están “sobre informados” y “sobreexcitados”. Pero que siempre es una relación asimétrica, donde el docente es el que guía, y para que pueda hacerlo debe proyectarse y tener objetivos claros y viables. Y lo que más me emocionó fue cuando me decía que si tuviera que volver a elegir una carrera o profesión, la volvería a elegir…Con los ojos llenos de lágrimas me fue contando tantas situaciones que recordaba de cómo alumnos difíciles habían salido adelante con esfuerzo personal y dedicación. Y de que al pasar los años le sorprendía que la cruzarlos por la calle le reconocían y saludaban con verdadero cariño. No todos, pero con algunos basta-me decía. Yo también lloré pero esta vez de emoción. Me despedí con un gran abrazo y agradeciéndole sinceramente por dedicarme su tiempo. Lo ví contento por mi visita y eso también me emocionó. Salí sonriente. Ya no sentía la impotencia y la bronca con la terminé el cursado con el nefasto reemplazo en 4ºA. Me sentía ya más esperanzado, aún sabiendo que me esperaba un largo año por delante. Con diarios desafíos. Pero yo estaba distinto. Algo en mí había cambiado. Ahora sí sentía la necesidad de actualizarme, de formarme, de aprender de la realidad, de investigar alguna adaptación curricular, de capacitarme para atender “a la diversidad” como decía el libro… Y otra vez en la calle, me fui a comprar el saco nuevo y un pantalón de vestir que no me había comprado con mi primer sueldo como me lo había propuesto, para estrenar en mi próximo primer día de clases. Y además me compré el CD de Serrat con la canción “Hoy puede ser un gran día” para escucharle bien su letra…La cual repetí de forma cantada mientras veía el sol entrar por mi ventana…Y agradecí a Dios por este día… “Hoy puede ser un gran día. Plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti. Dale el día libre a la experiencia para comenzar, y recíbelo como si fuera fiesta de guardar. No consientas que se esfume, asómate y consume la vida a granel. Hoy puede ser un gran día, duro con él. Hoy puede ser un gran día donde todo está por descubrir, si lo empleas como el último que te toca vivir. Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol y no dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos. Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad. Hoy puede ser un gran día date una oportunidad. Hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti. No lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también.” Juan Manuel Serrat. Canción “HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA”.-

MARÍA CAROLINA CASTELLÓ

Hoy puede ser un gran día


M

e dispuse todo el fin de semana a pensar la propuesta de la directora. Y luego de pensarlo mucho y meditar qué hacer tome mi decisión, aceptaría la propuesta de la directora.

E l lunes temprano decidí llamar a la directora y avisarle de mi decisión, la que había meditado y evaluado todo el fin de semana. -Hola Sr Acosta, me alegra su llamado, ¿ha pensado la propuesta que le realice?- me dijo sin dudarlo. -Sí, Sra. Lo pensé mucho y me respuesta es un sí. Me haré cargo de la cátedra- le dije esperando no arrepentirme de la decisión tomada. - Me alegro mucho que haya aceptado el cargo, entonces nos veremos pronto –me dijo y apresuradamente le dije adiós. Antes de la propuesta de la directora había decidido aprobar a todos los chicos, aunque muchos de los ellos merecían haber reprobado la materia. Durante todas mis vacaciones decidí pensar que métodos desarrollar en ese curso, ese que me había causado tantas dudas, y en especial que medidas iba a tomar con D’Ambrosio. Las pensé y las pensé y no pude llegar a tomar ninguna medida. El año lectivo ya estaba a punto de empezar. Y yo seguía con mis dudas, y sin encontrar respuestas, y en eso decide dejarlo así y que todo fluya con el paso del tiempo. El primer día de clases había llegado, y yo estaba tan ansioso como el primer día que me presente en ese curso. La noche anterior no pude pegar un ojo, de tanto pensar si ese curso había cambiado durante las vacaciones. Los chicos habían pasado a 5º y como todo ultimo año se ponen muy “revoltosos”, y si ese curso el año anterior fue terrible, no me imaginaba lo que me podía esperar. Mi primera clase en ese curso había llegado, era la hora de ver si había cambios, y ver la reacción de ellos al verme a mí y no a Graciela. Antes de entrar en el curso me dispuse a respirar hondo, y pensar que todo saldría bien, sin importar lo que ocurriera dentro del aula. Tomé impulso y entré, y cuando entré todo estaba como el año pasado. Estaban sentados casi como el año pasado, D’Ambrosio y sus amigos estaban sentados en el fondo contra la pared, el resto del curso disperso por el resto del aula. Me llamó mucho la atención que la misma alumna que me había recibido la primera vez dentro del curso, me dio una grata bienvenida que no me la esperaba. Les dí la bienvenida a este nuevo año y me propuse hacer lo que tenía planeado hace la primer clase. Me dispuse a tratar de empezar con el pie derecho. Entonces para entablar una buena relación les pregunté que habían hecho durante sus vacaciones.


-Yo pasé muy bien mis vacaciones, lo pase con mis primos en la costa -me respondió una de las alumnas del fondo. -Yo me fui a Punta del Este un mes, con mi familia - me comentó una alumna de la primera fila. Y luego de escuchar varias vivencias de las vacaciones de mis alumnos, y de soportar la burla de D’Ambrosio, decidí preguntar cómo le había ido a él. - ¿Y a usted señor D’Ambrosio como le fue en las vacaciones?-le dije. Con una risa burlona me dijo que había hecho lo mismo que siempre, no hizo nada. Deje pasar su comentario, y decidí comenzar a dar mi clase tal como lo había planificado. Dí mi clase con muchas interrupciones de parte de ese chico que parecía que nunca cambiaria, a las cuales les di poca importancia. Esperaba con muchas ansias que tocara ese timbre que me haría terminar con mi primera clase. Ese ruido llegó, ese timbre que me indicaba que mi día había terminaba con ese curso. Solamente esperaba que los días posteriores no sean igual a ese, sabía que lo peor estaba por venir. Las clases pasaban sin mayores problemas, pero un día llegó el día en que la buena relación que tenia con D’Ambrosio se rompió. Estaba enseñándoles el Get cuando el de pronto interrumpió mi clase con una broma muy fea. Simulando que le salía sangre de la nariz me pidió permiso para salir de clases y yo lo di, creyendo que era de buena fe. Pero en eso lo veo del otro lado de la ventana haciéndoles caras a sus compañeros que estaban adentro. ---- ¡Señor D’Ambrosio podría volver a la clase!- le pedí amablemente, pero en eso recibí una respuesta que nunca esperaba. ---- ¡Nunca, sus clases me aburren mucho, NO ME INTERESA!- respondió con mucha franqueza En ese momento me llamó mucho la atención el poco interés que tenía por aprender, y el respeto así los demás. Le volví a insistir, y entró a clases. Donde sus compañeros de travesuras del fondo lo esperaban de pie, riéndose y aplaudiéndolo por lo realizado. Esto continuó un rato largo a lo cual se le sumaron los gritos. En eso aparece la directora pidiendo explicaciones de lo que estaba pasando. Cuando me dignaba a explicarle, me interrumpe D’Ambrosio diciendo que yo le estaba pegando, y sus compañeros de andanzas apoyan sus comentarios. La directora no me creyó capaz de realizar tal cosa, lo dejó pasar, y pidió que se volviera a la normalidad de las clases.


Las bromas cada día empeoraban, desde fingir desmayos, cambiarse de lugar, molestar a sus compañeros, no entrar a clases, hasta que un día todo explotó. Todo empezó con una sonada de un celular, la cual deje pasar; al rato otra vez, y otra vez lo dejé pasar, pero cuando sonó por tercera vez le pedí que me diera el celular. El se rehusó a dármelo, con el cual me vi obligado a llamar a la directora. Cuando la directora se hizo presente, le explique la situación, y delante de todos sus compañeros le pedí a la directora que lo amonestara por su desafío. Pegando el grito en el cielo, se rehusó a firmar la sanción pedida por mi parte subiendo cada vez más el desafío. Sin dudarlo pedí por favor a la directora que le aplicara la sanción, pensando que de esa forma aprendería que conmigo ya no podía jugar más. El tiempo pasaba y las bromas disminuyeron, parecía que había entendido que conmigo ya no podía contar más para sus juegos pesados. Todos en la sala de profesores me felicitaban por mi actitud, parecía que nunca habían podido controlar a ese grupo de alumnos. Todos los alumnos habían cambiando su actitud con todas las materias a causa de mi castigo a D’Ambrosio. Cuando me di cuenta ya estaba preparando los últimos exámenes del año. Nunca me había transcurrido tan rápido un año. En una de mis últimas clases de la materia, me vi obligado ha cederles mis horas para que organizaran su entrega de medallas. Sin darle mucha importancia al sorteo que estaban realizando para ver qué profesor le entregaba a cada alumno su medalla, se escucha una fuerte queja. No lo podía creer, era D’Ambrosio quejándose. - ¿Qué pasa D’Ambrosio?- le pregunté. -Adivine profesor. No sabe quién me tiene que dar la medalla. Usted!!! -No, en serio, qué bueno- Parecía broma, tantos problemas con el que justo a mi me toca dar la medalla, hubiera preferido a cualquier otro alumno, pero parecía que estaba destinado a ser yo quien tendría esa oportunidad. Todo ocurrió sin mayores problemas. Todo salió perfecto. Cuando me toco ponerle la medalla lo hice como si nada, hasta que le estreche las manos y de su boca salió un “GRACIAS, GRACIAS POR TODO, POR PONERME LOS PIES EN LA TIERRA Y HACERME DAR CUENTA DE MI ACTITUD” Nunca espere semejante palabra y menos de ese alumno que tantos problemas me causó. Nunca estuve tan feliz de haber aceptado ese trabajo, estaba muy orgulloso de haber hecho eso. Luego de recibir su titulo la relación con Pablo D’Ambrosio cambió mucho, nos volvimos amigos esos amigos que te marcan.


El comenzó su carrera universitaria pero ya no era ese chico que era rebelde, el que desafía a todos, ya no más. Todo hacía parecer que esa actitud que yo había tenido en esa clase en que lo sancionamos lo había hecho cambiar.

LAURA GONZALEZ


Hoy puede ser un gran día "¿Puedo contestar la semana que viene?- le dije" Durante toda esa semana estuve esquivando a la Sra. Directora, incapaz de responder a su pregunta. Por un lado me sentía un cobarde, un fracasado y por el otro sabia que tenía una oportunidad única de progreso laboral, ¿pero a qué costo?, mis nervios estaban totalmente destruidos y mi pasión por enseñar muy venida a menos. Los días siguieron y las últimas clases fueron las peores, ya ni siquiera los pocos alumnos que hasta ese momento me habían prestado atención fueron capaces de enfocarse en mis clases. De D`Ambrosio qué se puede decir, era el líder indiscutido de las clases de ingles y yo era el juguete de sus caprichos. Ya estando de vacaciones mantuve una larga conversación con la Sra. Directora, casi suplicándole que me dé mas tiempo para responderle aduciéndole que tenia serios problemas en mi vida personal lo que visto desde cierto punto no escapaba de la vida real. Por lo que seguía manteniendo mi postura de escapar al problema. En los días que siguieron me dediqué a ayudarlo a mi padre en el negocio familiar, y por las noches navegaba por Internet para despejar mis preocupaciones aunque también buscaba casi a escondidas nuevas carreras, nuevos horizontes. Mi padre siempre fue un hombre pragmático y rústico acostumbrado a los negocios de la vida diaria, pero no por eso dejaba de ser sagaz sino todo lo contrario, era muy avispado, y en estos últimos días me había acercado mucho más a él, sin darme cuenta, como pidiendo perdón por no haberle hecho caso a sus consejos del pasado. Sentía una falsa sensación de tranquilidad, y así como quien no quiere la cosa se acerca mi padre y me increpa sin el menor preámbulo como era su costumbre. ¿Y a vos se puede saber qué te esta pasando, boludo? – me dijo mirándome a los ojos. ¿Qué me pasa con qué? – dije haciéndome el desentendido. Sí, claro, qué pasa con vos, hace días que te pasas las horas acá en el negocio, ya no te veo agarrar los libritos. Yo no soy tonto y a vos algo te pasa. - Emmm….nada no me pasa nada, estoy un poco cansado nada más – aduje esquivando el tema. - Marcelo la misma cara ponías cuando de chico no querías ir los domingos a la iglesia por que te encontrabas con ese pibe que te pegaba en la escuela. Yo no se cual serán tus problemas, pero tenes que enfrentarlos, este negocio donde estás parado no se levantó sin problemas, entre tu madre y yo tuvimos que hacer muchos sacrificios, muchas cosas que aguantar, el estado y sus impuestos, la economía de este bendito país, la gente con sus estupideces…, pero igual salimos adelante y eso se logra con esfuerzo y voluntad y no con mariconeadas. - Es que vos no entendés – Le dije en vos baja saliendo del negocio. Estaba abatido y con esa maldita sensación que generaba mi padre cuando me reprendía, el muy maldito siempre se daba cuenta de todo, y lo peor es que tenía razón, tarde o temprano tendría que tomar una decisión respecto de mi vida. -

Caminé sin saber adonde me dirigía, mis pensamientos se debatían entre las palabras de mi padre, los recuerdos de las clases, la maldita cara de D´Ambrosio, y el recuerdo del esfuerzo que me generó llevar adelante esta carrera. Al final de la calle me topé con la plaza del barrio, lugar adonde solía venir a jugar a la pelota de niño, me


desplomé en el banco que esta enfrente de la fuente donde suelen reunirse las palomas y ahí quedé, quieto, como esas estatuas que suelen adornar los parques. Miraba sin enfocar y pensaba sin parar, una mujer muy anciana le daba de comer a las palomas, era un día soleado y de poco viento, de repente me toca al hombro dicha anciana y me pregunta de forma muy segura. -

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¿Acosta? Marcelo Acosta - dijo. Si, si…disculpe, ¿usted es…? – no la recordaba aunque algo en su rostro me era familiar. Marta Otolina, tu maestra de de lengua de 3º Grado – dijo sonriendo. ¡Ahora sí caigo! Sí, ya la recuerdo, ¿Cómo anda? ¿Tanto tiempo? – dije con un poco de asombro. Jubilada nene, jubilada, como voy a andar, por no decirte con los pies – y lanzó una risita, de esas que solían caracterizar su buen humor en sus días de docente – es una broma, y decime, ¿como andás?, eras un buen alumno, ¿Qué hiciste de tu vida?. Bien ahora soy…. profesor de Inglés – le dije con un poco de vergüenza, como sintiendo que en cierta forma le estaba faltando a la verdad, sentía que el titulo me quedaba un poco grande. Profesor de inglés, mira vos, Marcelito Acosta profesor de Inglés – me respondió, y temí que profundizara sus preguntas, sobre todo porque era una persona a la que admiraba por ser tan dúctil a la hora de enseñar, y que lo había hecho tan bien. Si, si estoy en eso, por ahora – y debo decir que en ese momento le escupí la respuesta. Eras un buen alumno, un poco inseguro, fácil de unirte a los revoltosos, pero con mucha capacidad, solo que siempre necesitaste que te den un empujoncito – dijo haciendo poco caso a lo que yo le había dicho. Si, la verdad que recuerdo poco de los primeros años de la escuela – dije dubitativamente sin ganas de seguir la conversación. Ah, yo me acuerdo muy bien, de todos y cada uno de los años de mi vida docente, y de la mayoría de los alumnos, lo que pasa es que ser profesor es un estilo de vida – me contestó, y en su cara pude ver que rememoraba muchos recuerdo, hasta creí ver una leve sonrisa, a lo que me preguntó, ¿y dígame cómo anda esa aula profesor? Esta difícil, mas difícil de lo que pensé, y la verdad que me da vergüenza decírselo, pero siento que no puedo manejar a los alumnos, que no estoy preparado para esto, es la primera vez en mi vida que pienso que las materias pedagógicas no tienen respuestas a mis problemas. La verdad que estoy pensando elegir otra cosa para mi vida, fuera de la docencia – dije agarrándome la cabeza con las dos manos. Me lo vas a decir a mí, mas de treinta años enseñando, no es la utopía que nos hacemos en nuestras cabezas cuando estamos por recibirnos, la realidad es muy distinta, cada persona es distinta y el alumno no escapa a eso. Los conozco a todos, el revoltoso, el estudioso, el pobre, el pudiente, el líder, el sumiso, pero hay algo que tenes que entender nadie nace sabiendo nada, los docentes nos hacemos enseñando y es en el aula donde forjamos el temple necesario, tenés que estar seguro de lo que querés, ellos son niños pero se dan cuenta cuando el maestro esta inseguro y ahí sí que perdiste la batalla antes de comenzarla, tenes que saber cuál es tu meta y cuál es nuestra función, ¿sabés cuál es nuestra función? – me preguntó de forma muy tranquila. Enseñar, lograr un cambio en el alumno, lograr que asimilen los contenidos dados – lo dije tan deprisa y sin querer olvidarme de nada, no quería pasar vergüenza. Nuestra función como la de muchas otras es hacer del mundo un lugar mejor, y cuando entiendes que tienes semejante honor entre tus manos, cualquier problema te parece pequeño, parte de nosotros vivirá en esos alumnos y es por eso que el esfuerzo que pongas siempre valdrá la pena, aunque sientas que no aprenden, siempre algo quedará, la única receta es perseverar y no apartarte de tus objetivos, y el tiempo te recompensará. Sí, puede ser, no lo había pensado así, muchas gracias por sus consejos – dije un poco más renovado de ánimos. Y ahora si me permitís querido te tengo que dejar, estoy viejita y me están empezando a doler las piernas.


Las palabras de mi vieja profesora siguieron resonando por varios días, y decidí hablar con la directora y confirmarle que seguiría con el grado de D´Ambrosio, era un reto de ahora en más y por Dios que lo conseguiría. Sea como sea aun cuando eso significara que lo tuviera que atar al muy maldito. Los días pasaron y por fin comenzaron nuevamente las clases, esta vez corría con la ventaja de conocer el ambiente, me dije a mi mismo tratando de alentarme. Ya sabia qué clase de ayuda podría recibir de las autoridades, por eso con el único que podía contar era conmigo mismo. El aula seguía igual, el grupo de los revoltosos estaba en el fondo atrincherado y los más estudiosos adelante, siguieron con sus bromas y yo con mi empeño de enseñar. Empecé a usar tácticas con D´Ambrosio pues sabía que de una forma u otra tenia que sacarle la autoridad que tenía sobre los demás alumnos. Cada vez que daba un tema en el que quería que participen todos el me interrumpía con sus cantos e insultos, por lo que apelé a pedirle de la manera mas amable que me fuera a buscar tizas o el borrador a la portería, sabia que el muy desgraciado se tardaría en volver, tiempo en el que aprovechaba a enseñar y a llamar la atención aun de los más revoltosos. El tiempo pasó y aunque parezca mentira las clases se hicieron mas llevaderas, D´Ambrosio se dio cuenta que era el único que no estaba aprendiendo, por lo que le solicite que empezara a quedarse después de clases, cosa que al principio le molestó, pero no tardamos a en limar asperezas, el mismo empezó a mostrar entusiasmo y a demostrar que sabía frente a los demás alumnos. Con el tiempo supe de boca de D´Ambrosio que llevaba una vida muy difícil en un barrio muy complicado de la periferia de la ciudad, que tenía dificultades económicas y que sus padres estaban separados, entonces ahí comprendí que lo que yo llamaba problemas eran solo pequeñeces y que mi vieja maestra de primaria tenia razón en decir que nustra función es cambiar el mundo, aunque ese cambio sea muy pequeño, y sé que el gran amor de mi vida es y será la docencia.

LEONARDO CASSUTTI


Hoy puede ser un gran día -¿Puedo contestar la semana que viene? - le dije *** No sabía qué le respondería a la directora. Ese día regrese a casa y me sentí mal, porque me dieron una oportunidad para intentarlo de nuevo, mas allá de la situación que había pasado con el cuarto año. Luego me fui a dormir. Y al día siguiente me desperté, me puse a pensar sobre la propuesta. Esto me llevó a reflexionar y analizar ya que ahora estaba más tranquilo. Bueno, puse en mi cabeza todo, terminar la carrera, enfrentar el nuevo curso, trabajar con papá, la situación en el curso anterior. Luego de esto creí que era conveniente comenzar por la situación del curso que me tocó, pensé en lo que me habían enseñado, creo que puse más empeño en el contenido que les tenía que dar que en presentar todas las propuestas y objetivos que tenía, no hice un trato o una negociación con los chicos. -Desde el principio tuve errores, cómo no me di cuenta antes -dije preocupado. Luego de esto planteé el problema a una compañera. Ella me sugirió que me presente a las materias que me faltaban, que no sea tonto, que por un error no tenía que bajar los brazos. -Marce, no seas tonto. -Pero… -se hizo un silencio y luego continué. No, no puedo, siento que mi esfuerzo fue en vano. - ¡Inténtalo, vos podes! -dijo alentando a su amigo. Tomé esto como un gran consejo y me parece que no quise ni pensar en la opción de trabajar con mi padre, eso no lo quería. Sentí que todo mi esfuerzo, todo que había logrado en tanto tiempo de estudio me daba la oportunidad de no estar detrás de un mostrador todos los días. *** A la semana siguiente hablé con la directora. -Señora directora. -Sí, profesor Acosta. -Acepto el trabajo. Estaba en duda de tomar las horas, pero me di cuenta que un error no es todo y que ningún curso es igual al otro La directora no le dio mucha importancia a mis palabras. -Bueno profesor. Adiós. Me despidió y continuó con su labor.

***


Al empezar el año mi padre me dijo que no valía la pena seguir intentando. -No podés continuar con eso. No te sirve de nada. Vas a estar enterrado en la misma mierda hasta el resto de tu vida.No te mereces eso, quiero que seas empresario. Mi padre alterado no supo más que decir, pero yo lo escuché. Y cuando terminé, hablé. -Terminaste. -Si -Bueno ahora hablo yo.Siento que esto es lo que me llena, lo que realmente necesito para mi vida. Y disculpame si te ofendo, pero pretendo quedarme enterrado en la misma mierda, pero es lo que quiero. Y quiero decir algo más que leí en un libro. NO POR MIEDO A ERRAR VAS A DEJAR DE JUGAR.

BELÉN IVANA SINNER.


El gran desafío de ser profesor

C

uando llegué a casa, papá estaba mirando su programa favorito, quería contarle sobre la oferta de la directora de tomar esas horas de clase de la profesora Carrillo, para reemplazarla todo el año siguiente, porque ella no estaba bien de salud. Preferí no interrumpir el programa de papá y seguí de largo hasta

la habitación, me acosté un rato en la cama, pensando sobre la oferta de la directora. Luego de estar acostado, me levanté de la cama y me senté en la silla que estaba al alcance de la cama y de repente aparece mi perro Gipsy, mi único alumno que me escucha y me obedece, mejor que mis otros alumnos que tuve en el colegio hace poco días. -Te cuento algo, Gipsy, sobre la oferta de la directora, ésta es mi gran oportunidad de poder trabajar en mi propio colegio - le decía a mi perro Gipsy; él movía la cola me parecía que estaba de acuerdo conmigo- Si acepto esta oferta de trabajo es un compromiso grande para mí, porque ya tuve una experiencia de reemplazar a la profesora Carrillo, esos tres meses que estuve, casi me vuelvo loco con los alumnos. Este es el trabajo de los profesores, enfrentarse todos los días con sus alumnos, llevarse bien y tratar de que haya una tranquilidad en el aula para poder enseñar. Para no retroceder como los perdedores que huyen por las puertas pequeñas, decidí ir al colegio para hablar con la directora sobre la oferta del trabajo. Llegó el lunes... Me levanté como nunca, muy temprano... Como ya estaba listo mi traje desde la noche, me lo puse, es el mismo del día cuando fui por primera vez a reemplazar a la profesora Carrillo. Todavía no tenía el otro traje comprado y salí de mi habitación para ir a desayunar, - Hola- me dice papá desde la mesa; él ya estaba desayunado -Hola- le digo yo también -¿Adónde vas tan elegante este día?, ya encontraste un trabajo mejor –dice papá -En realidad es un buen trabajo–le digo yo medio sonriendo...Bueno te voy a contar, ya que el día viernes no te conté nada porque estabas ocupado mirando tu programa favorito y no quise interrumpirte. Se trata de una oferta de trabajo en el colegio. -¿Qué dices? -respondió papá. -Lo que has escuchado––dije yo– es para reemplazarla a la profesora Carrillo porque ella no se encuentra bien de salud y ha pedido licencia todo un año.


-Yo pensaba-dice papá-que era un trabajo mejor, como ser un contador donde realmente vaya ganar más plata, en lugar de ese maldito colegio, que no te va a dar nada, sólo hambre al igual que tu prima que está de un lado para otro en busca de trabajo. -Es que vos no entiendes nada papá de los profesores, porque para mí es muy importante, es un honor poder enseñar a estos alumnos en este año que viene, voy a demostrar que soy un buen profesor y me escucharán los alumnos, de seguro que sí. -Eso es lo que tú dices, hijo–dijo papá––espero que no te aburras y salgas llorando, como un perro que esconde su rabo entre las piernas. Estaba enojado. ¡Carajo!- dijo papá te has vuelto loco últimamente. –por unos instantes me quedé callado. Ya no quise escucharlo ni contarle nada a papá. Ni desayuné nada, adiós le dije y salí de la casa para ir al colegio. Seguro me estaría esperando la directora, durante una hora de viaje en colectivo llegué a mi colegio, toqué el timbre y me atendió el portero: -Hola- me dice -Hola- le digo. Le pregunte si esta la directora del secundario. -Es que quiero hablar con ella -Bueno- dijo el portero- ahora la llamo. Le dije al portero: -De parte de Marcelo Acosta ¡gracias! Luego de unos segundos vino el portero. - Dice que pase, lo estaba esperando. - Gracias de nuevo- le dije. - Por acá, siga derecho y doble a la izquierda justo ahí está la dirección del secundario, ahí está ella. Comencé a caminar mirando a todos lados y a mi derecha había cursos que estaban pasando clase y me detuve unos segundos para observar a la maestra del segundo grado, que estaba explicando los ejercicios de matemática a sus alumnos. “Excelente nivel”, dije yo porque estaban todos callados, luego seguí caminando hacia la dirección, doblé a la izquierda como me dijo el portero, casi llegando, salió una profesora de la dirección, se me puso la piel como gallina, “me parece que viene a reemplazar a otra profesora o le han ofrecido las horas de la profesora Carrillo”- me dije. “¡Ya me ganaron mi oferta de trabajo! He llegado tarde, maldita sea”: Toqué la puerta y me atendió la directora. -Eres vos, Marcelo Acosta, el reemplazante de la profesora Carrillo. –Sí -le contesté rápidamente.


- Pasa y siéntate acá por favor en esta silla. -Gracias. - Pensaba que ya no venía- dice ella. - ¿Cómo va a pensar eso directora?- le dije yo- Esta es mi gran oportunidad. He soñado mucho tiempo para enseñar en un colegio tan hermosa como éste. -Qué bueno- dice la directora– Esto significa entonces que aceptas. Estoy muy contenta- y me entregó la hoja de contrato. -¡Qué desafío!- me dije a mí mismo- Esto es ser un valiente, no dejarse ganar por el miedo a los alumnos y seguir adelante como un buen profesor.

MAURICIO SUÁREZ


Hoy puede ser un gran día -¿Puedo contestar la semana que viene?- le dije. -Estoy segura de que los chicos se van a contentar con la noticia, es inminente renovar el personal -insistía a pesar de mi respuesta- Se necesita gente joven y activa como usted. Me entenderá… ¿no? Estos alumnos significan un gran desafío del cual le aseguro que usted está más que preparado para afrontar... Evidentemente ella estaba más convencida que yo sobre mi futuro en la institución y para esas horas ya no tenía ánimos para discutir. Así que sonreí como pude –a fuerza- hasta que terminó su monólogo, la saludé cordialmente con la excusa de que me esperaban para almorzar y me retiré… huí… como un perro huye de los ruidos estruendosos en las fiestas de fin de año. Sin rumbo aparente, aunque sabía que iba a mi casa. Decidí llamar a mi padre y decirle que estaba invitado a comer de Susan, antigua compañera de inglés. Debía mentir para poder tener un momento de tranquilidad, lejos de los problemas que generaban los chicos, sobre todo D’ Ambrosio y sobre los prejuicios de mi padre. Necesitaba discernir… hace unas horas lo único que quería era desaparecer de la institución que en mi adolescencia todos mis ideales empezaban a formarse. Me refugié en el bar que quedaba en la esquina del colegio, al cual acudía desesperado en los recreos con la excusa de que se había terminado el café, cuando en realidad era el ruido avasallante el que me obligaba a escabullirme de esa manera. Con un poco más de sosiego, preferí volver a casa a pie, me parecía el modo más factible de relajar mi abrumado raciocinio. Por un lado era notorio que estaba siendo bendecido con otra oportunidad para revertir las cosas que había estado haciendo mal, porque podrían haberme pedido no continuar dado a que no podía mantener el orden en el curso, o por el escritorio roto en mi hora, o la cantidad de amonestaciones que ponía por semana…pero no. Me estaban impulsando a continuar. Además aceptar sería conveniente para demostrarle a mi padre y a mi mismo que el docente debe ser incuestionable en la sociedad. Y que posible enseñar sabiendo lo que los alumnos necesitan, con estrategias divertidas y estimulantes. El futuro son ellos, mis alumnos… “míos”… y el sentido de pertenencia iba creciendo ¡si sí! Eran mis alumnos ahora, (si aceptaba, claro) ya no iban a tenerme como reemplazante, sino como “su profe de inglés”… esto empezaba a tomar color…por primera vez en tres largos meses. Me tomé el tiempo necesario para distenderme, muchas ideas cruzaban por mi mente. Cuando por fin llegué a casa, había vuelto mi sonrisa a mi rostro, mi padre no pudo evitar preguntar el motivo de mi entusiasmo, y en ese momento resurgí, mis ideales, mis pensamientos, todo volvía a mí. El amor que me había llevado hasta donde hoy estaba, había vuelto, tal vez no les dí la oportunidad de amar la materia, tal vez necesitaban ese algo más que yo tenía para darles… - ¿Y? ¿Qué es lo que te tiene motivado de esa manera? Parecía que estabas hablando solo cuando te vi cruzar la vereda…-dijo mi padre-


- Me pidieron que continúe dando clases durante todo el año que viene. – dije entre sonrisas- Carrillo se tomará el año entero de licencia por cuestiones de salud. - Ah… mira vos, sueldo por un año. Bueno… vas a tener que aprovechar para ahorrar, empezar a pensar en tener tu propia casa o al menos un automóvil, si es que te alcanzaría para algo ese miserable sueldo… -¿Vas a empezar otra vez?- dije a secas – - Solo digo, vos sabes que en el negocio tenés las puertas abiertas… Y pensar que por poco le digo que me de un lugar aquí, por cobarde y por no querer afrontar mi futuro, el que yo había elegido…“la docencia”…Lo interrumpí para que no empiece otra vez a descalificar mi elección, y retomando mi tranquilidad lograda luego de mucho tiempo, con amabilidad y sabiendo que mi padre quería lo mejor para mí le respondí. – Ya sé, gracias y lo aprecio mucho. – continué - Pero en la vida cada uno elige los desafíos que va a vivir. Vos siempre hiciste lo que te pareció mejor para el bienestar económico de la familia, yo todavía no tengo mi propia familia, y por el momento elijo lo mejor para mí y para muchos de mis alumnos. Defraudarlos sería defraudarme. -me sentía conmovido de volver a escucharme hablar así, tan decidido. La seguridad de que puedo cambiar aunque sea a un solo alumno me hacía volver a amar mi profesión. Mi vocación.- Sabes hijo que todavía no entiendo que quieras más a un grupo de pibes insolentes, sin futuro, que a tener un buen pasar económico, seguro y estable. Sin tener que hacer malabares para llegar a fin de mes. Teniendo el ejemplo de tu prima que se muere de hambre, corriendo de un colegio a otro… ¡¡parece que no querés entender!! Pero para eso estamos los padres, para que tengan sostén económico hasta que puedan mantenerse solos… ¡¡Una carrera como la gente te pido!! ¡¡¿¿Cuándo vas a reaccionar??!! - ¡¿Vas a volver a insistirme otra vez a que haga la carrera de Ciencias Económicas?! …¡¿Acaso no ves que estoy crecido?! – dije exasperado- Lo que veo es que seguís siendo mantenido por este viejo que te dio la vida y te dejó estudiar inglés para que te superes y te puedas dar un lugar importante en el mundo de los negocios. ¡¡No para dedicarte a enseñar!! - Estas muy equivocado. Veo que no vas a aceptar mi decisión, y es muy triste para mí no tener tu apoyo – me marché sin más palabrerío.Pasaron los días y mi padre seguía sin dar el brazo a torcer, había optado no hablarme más después de la discusión del jueves a la noche. En todos estos días estuve repasando mis ideales, todo lo que quería enseñarles a “mi curso” debía ganarme ese lugar, debía demostrarle a todos que merecía ser su Teacher Mr. Acosta. Y llegó el día jueves, ya había pasado una semana donde mi energía había sido renovada y estaba apostando mejorarme día a día para poder afrontar mi propósito. Sin hacerme esperar, fui puntual como siempre. Me dirigí al colegio y fui directo a ver a la directora. Mi vida había empezado a cambiar, mis desafíos eran muy distintos a los que había estudiado pero esa era mi nueva pasión.

ROCIO GUILLERMINA SÁNCHEZ


Un equilibrio para todo

L

a directora me miró de una forma extraña como si se diera cuenta de la situación que estaba pasando en el aula de cuarto año, pero aceptó mi propuesta diciéndome:

- Está bien profesor Acosta, ¡pensalo! y ¡avisame!, de lo contrario, buscaré otro profesor. - ¡Bueno!, el lunes le doy la respuesta - le dije amablemente. Salí a la calle sin saludar al portero. Tomé el autobús y me senté cerca de una pareja que discutían los problemas de casa y de sus hijos. Me parecía que estaba viendo a esos alumnos malcriados de cuarto año, sin embargo, en un momento dado se pusieron a hablar amablemente haciéndose caricias. Eran una pareja de esposos. Estaba convencido que ya no podría más soportar a esos alumnos mal educados , era realmente un grupo que solo iba a la escuela para calentar los asientos, se entretenían entre ellos mismos sin importarles nada de mi clases. Ya había fracasado con las preguntas que me hizo Leticia en cuanto al diccionario de Inglés. D’ Ambrosio seguía yendo y viniendo por los pasillos del aula, no lo decía nada, ya que de vez en cuando hacía callar al grupo solo con decir “silencio carajo”. Para colmo, muchos se ponían a pintar las sillas y mesas haciendo dibujos eróticos y escritos que tenían pinta de delincuentes. Cartitas con dibujos de corazones enflechados volaban por los aires del aula y aterrizaban en los pupitres de las chicas rubias, por lo que ellas después de leerlas sonreían haciendo ver sus dientes que tenían ortodoncias. Era el caos total. Estaba convencido también que si me ponía riguroso dándole la razón a Felisa, no sería lo correcto, ya que en el Instituto donde estudio la carrera de la docencia me enseñaron que a los alumnos nunca hay que gritarles, sino tratarles con cariño y amor. Me enseñaron que si uno amenaza a un alumno por una simple cosa se los puede quitar su autonomía y eso es muy peligroso, hay que tener mucho cuidado. Entonces ¿Qué hacer?, ¿a que recurrir? ¿Quién me puede ayudar, ya que los miembros de la escuela solo viven en papeles y trámites de alumnos, de política hegemónica y no tienen tiempo para reunirse y ver los problemas de los alumnos? -No soy un cobarde- Me decía por mis adentros mientras el autobús estaba detenido en un semáforo rojo hasta que arrancó el motor. - Tampoco soy un fracasado pero debe de haber alguna solución y quizás me falta prepararme más- Es ese momento paró el autobús y la pareja de esposos se bajaron agarrados de la mano. Cuando llegué a mi casa ahí estaba mi padre como siempre, concentrado en su negocio. Cuando me vio, notó que estaba muy preocupado. Quise hablar con él para darle la razón que me había dicho anteriormente y pedirle perdón por estar en la mierda. Pero, no lo hice, ya que en ese instante llego mi perro saltando y moviendo su cola para saludarme alegremente. Entré a la cocina, y ¡vaya!, que curiosidad, en la mesa estaba servida mi comida favorita. Era chuletas con papas fritas y una Sprite mediana. Así como un águila devora su presa, yo también me lancé a comer por lo hambriento que estaba. Ya estaba a punto de terminar cuando comencé a recordar nuevamente el huracán de esos alumnos de cuarto año, y en cuestión de segundos se me vino a la mente de abandonar todo, ya que mejor sería trabajar en la tienda de mi padre para comer bien, que sufrir de hambre por culpa de esos bochornosos alumnos desobedientes. Salí corriendo para ir a hablar con mi padre cuando de repente me crucé con él en plena puerta de la cocina. Él estaba sonriendo y con cariño me dijo:


-¡Buen provecho hijo! -Gracias papá – le dije, regresando a la mesa porque pensaba que quería hablar conmigo. Hubo un profundo silencio, ni una palabra, ni una mirada. Pasaron cinco minutos y mi viejo seguía sentado sin decir nada. Gipsy empezó a ladrar reclamando la sobra de chuletas ,por lo que solamente le di una cuantas palmadas en la panza de mi perrito. Al menos él me escuchaba mejor que los alumnos, obedecía y entendía todo los gestos que le hacía . Me levanté a lavar los platos. Cuando abrí la canilla, para colmo y mala suerte salió agua hirviendo por lo que me quemé y di un grito como militar: _ Ayayay… Pero papá; por qué miércoles dejaste la canilla con el agua caliente. Juzgué a mi padre sin querer, luego me di cuenta que le falté el respeto. Pero no, mi padre ahora estaba con cara de reflexión. Sin decir palabra, empezó a graduar la canilla mientras yo me soplaba las manos sentado en la silla. Luego mi padre comenzó a explicarme una cosa extraña que me sería muy útil: - Con agua muy caliente, no se puede lavar- dijo mirándome serio ahora - y con agua muy fría no sale la grasa de los platos. Tiene que ser mitad caliente y mitad fría y la cosa funciona y queda limpio - dijo mientras enjuagaba y secaba dando el ejemplo. Luego, se sentó a mi lado como un padre que no abandona nunca a sus hijos. Me tocó en el hombro y con tono de amor filial me dijo: - Acosta, sé lo que estás pasando en la escuela y que no te va bien- En ese instante desapareció el dolor de la quemadura y quise averiguar cómo lo sabía, pero prosiguió: - Me ha llamado por teléfono la profesora Graciela, la que reemplazás y me contó cómo son esos caprichosos de alumnos. Graciela les conoce muy bien y se ha enfermado por eso, ya que no soporta a los alumnos, aparte de otros problemas que tiene con su familia. Ella es mi amiga y la conozco desde que somos jóvenes porque juntos estudiamos en el secundario. Ella al terminar postuló a la universidad y yo, en cambio me dediqué a formar el negocio. -¡Papá!, pero ¿por qué no me lo dijiste? _Porque vos estás muy ensimismado hijo, no quieres que te explique las cosas. Además quiero que sepas que yo soy el que le dije a la profesora Graciela para que te de el trabajo como reemplazante el colegio donde culminaste tus estudios secundarios. Yo te entiendo, que no te va bien pero sé que elegiste esa carrera porque quisiste. Sé que te gusta la carrera y no lo haces tanto por dinero, sino porque quieres enseñar, y eso está muy bien. -¿ Y por qué en vez de ayudarme me retaste cuando te compartí mis metas? -Perdóname hijo, por decirte eso, pero quiero que sepas que soy tu padre y te quiero mucho y como padre que soy también me he preocupado por ti secretamente, o sea, no es que no me interesaba que estudies, al contrario, sin decirte nada estuve orgulloso de ti cuando ibas a dar clases particulares en la escuela religiosa, y algunas familias que conozco me han felicitado y me han dicho que eres amable con los niños, las familias están contentas - me dijo con voz suave, y como un buen padre.


Le conté todo lo que me estaba pasando y le pedí su consejo, qué es lo que debería hacer con esos alumnos al menos para que me escuchen y aprendan. -Tienes que ser equilibrado – me dijo como un sabio chino o como un Aristóteles que le aconseja a su discípulo Alejandro Magno. No podía creer. ¿Cómo es que ahora mi propio padre me está enseñando más que mis profesores? Es cierto que los profesores dan las pistas pedagógicas, al igual que muchos consejos para desenvolverse bien ante los alumnos. Pero, el hecho de que mi propio padre me estuviera diciendo eso de equilibrado, me parecía extraño. Obviamente, sí me han enseñado en el instituto pero quizás estaban dormidas en mi mente. Mi padre entonces me despertó. Muy conmovido le dije con típica pregunta: -¿Cómo? -Tienes que ser mitad y mitad- me dijo encaminándose nuevamente a la canilla para darme el ejemplo clave y luego continuó: - Ni muy caliente y ni muy frío. Ni muy caliente, significa que no debes ser tan riguroso o maltratar verbalmente o moralmente a los alumnos, ya que te pueden ver mal y terminarás siendo expulsado del colegio. Ni muy frío, significa que no tienes que ser tan cariñoso o amble con ellos ya que te pueden venir encima y te dejan empernado, sin salida cuando se proponen a realizar algo. Me pareces que sos algo frío, por eso es que los alumnos no te hacen caso - se paró dándome dos palmadas suaves en el hombro y antes de encaminarse a su debatida tienda, me dijo: - Debes de seguir esforzándote para terminar tu carrera. No te des por vencido. Sigue adelante muchacho. No pienses abandonar lo que has elegido. Y recuerda ni muy frío y ni muy caliente con los chicos. Mantén el equilibro y todo te irá para adelante - le miré asintiendo con mi cabeza y le pedí perdón por ser orgulloso de mí mismo y le di un abrazo como agradecimiento. - Gracias mi viejo- me atreví a decirle y un alivio extraño recorrió mi cuerpo. Ya Gipsy estaba ladrando a los clientes que llamaban en la tienda. *** Estaba más feliz que nunca, no solo porque tenía a mi propio padre como maestro y admirador en mi carrera a pesar de que mis alumnos eran realmente un par de pelotudos, sino porque me propuse a prepararme en estudiar más y terminar mi carrera. De esa manera, no ser objeto de burla por parte de los alumnos, sobre todo con esa chica que se sienta adelante y planea estrategias para derribarme. Aparte de eso, me sentía admirado por la sabiduría de mi padre. Cierto era, que mi padre era un buen católico, iba a misa todos los domingos y la relación que tenía era muy filial. Lo que pasa es que en un momento dado, yo no escuchaba sus consejos. Pero él, con su silencio me tenía paciencia. Es cierto, que a veces me retaba y me hacía jodas, pero quizás lo hacía para probar mi paciencia de futuro profesor. Mejor dicho, me daba libertad hasta que la vida me diera un golpe fuerte. Él se había dado cuenta de todo, y por eso planeó la estrategia simple del agua de la canilla. Muy sabido mi padre, pero a la vez significativo. Casi coincidía con la idea de Felisa, aunque no era lo correcto tratar de esa manera a los alumnos. A final de cuentas, estaba de acuerdo con mi padre, mitad caliente y mitad frío. Mantener un equilibrio dentro del aula. Me decidí entonces a continuar trabajando con los alumnos;


desde ahora no los tendría que tratar como malos, sino mirarlos de otra manera: con amor, cariño, futuros profesionales, futuros comerciantes, futuros padres de familia, futuros deportistas. Pero, también les aplicaría mi carácter con disciplina para que me puedan escuchar, pero siempre manteniendo el equilibro y sin que se sientan ofendidos tal como me dijo mi padre. *** Firmé el contrato con la directora para continuar hasta el año próximo. Ese día estaba transformado, sin duda fue alguien que vive conmigo en mi casa que me cambió todo: mi padre. Ya el viernes por la tarde, el sábado y el domingo, solo me dediqué a estudiar y a preparar el tema de la clase más que nunca, porque no era justo que una piba me esté ganando con sus trampas. Hice penitencia con las diversiones de fin de semana. Al subir la escalera ya escuchaba la bulla desordenada de los prontuarios buenos alumnos. Entré en el aula. No recibí ni un saludo. Comencé a observarlos y a quedarme callado mientras que unas chicas de atrás conversaban alegremente de sus novios que pasaron muy lindo en la playa de la costa de Buenos Aires. Otros hablaban del partido de futbol. Una alumna que tenía ademán de buena educación me miró cabizbaja moviendo negativamente tu cabeza. Leticia en cambio chismeaba con sus amigas de mi fracaso en cuanto a sus preguntas. Pero ya tenía un plan para comenzar a llamarles la atención. Era meterme en la realidad de ellos y para eso aplicaría una llamada de atención verbal. El equilibrio que tenía que poner, no era simplemente en cuanto a la disciplina, sino también en cuanto a la materia. Tendría que dar mitad Ingles y mitad de casos de la vida real en cada hora cátedra que me tocaba. Agarré una tiza y escribí en la pizarra: “LA DOCENTE GRACIELA SIGUE MAL, Y YO ESTARÉ CON USTEDES HASTA EL FIN DEL AÑO QUE VIENE”. Silencio total. Miraban de reojo a la pizarra. En ese instante llegó la directora del colegio y con tono de autoridad les dijo a todos: -¡Buenos días! -¡Buenos días! - dijeron todos a coro. -Solo quiero informarles que el profesor Acosta se quedará con ustedes hasta el fin del año que viene debido a que la titular se encuentra ausente por motivos salud. Les ruego que haya respeto y que tengan un buen aprendizaje. -¿Alguna pregunta?- hubo un silencio como si estuvieran en un claustro orando. No tenían derecho a reclamar sobre mi caso, ya que ellos eran conscientes que se portaban mal y hacían lo que querían. - Muy bien, les dejo entonces y que tengan un buen día Apenas ella salió, a unos minutos el espíritu del griterío retornó nuevamente. Esperaba que alguien les hiciera callar, pero no estaba D’ Ambrosio, el más fatal de todos. Me sentí un poco aliviado al notar su ausencia pero también me puse a pensar en que algo debía de haber sucedido. Entonces no tenía otro remedio que levantar por primera vez la voz fuerte como un búfalo que muge y se lo escucha bien de lejos. Pero primero empecé suave: -¡Silencio por favor!- sin respuesta y seguía el griterío. - ¡Jóvenes, silencio! - Ahora un poco más fuerte. Se callaron casi la mitad, pero seguía la bullanguera.


-¡He dicho que hagan silencio! ¿No me escucharon?- Les dije con toda furia y tenía la cara peor que guardia, mi cara estaba rojo como tomate y a la vez sudaba frío. Ya mi voz sonó y resonó por toda el aula. Todos se callaron. Como 30 miradas se clavaron en mí de golpe. -¡Jóvenes! – les dije ahora con tono casi calmado - Acá se viene a estudiar. No se viene a calentar los asientos y a perder el tiempo. ¿No se dan cuenta que sus padres se sacrifican trabajando para que ustedes tengan buen término en la secundaria? ¡Tenemos que devolverle el sacrificio que ellos hacen con el esfuerzo del estudio! Y ¿Ustedes saben cómo se estudia? ¡Respóndanme! -Leyendo- dijo una chica que supuestamente era la que leía cuentos. - No - respondí con tono de broma - ¡Se estudia con dos codos en la mesa y el trasero en la silla!- Agarré una silla y una mesa y me senté cómodo como explicándoles mejor. Curiosamente todos hicieron lo mismo. Algunas chicas se acomodaron la falda poniendo sus codos en el banco a igual que los varones. Hubo rizas sanas. Si, había logrado al menos mantener ya un equilibro en cuanto a la disciplina del orden. -¡Así tenemos que sentarnos jóvenes para poder entender la clase! Yo a ustedes los entiendo, porque ya son jóvenes. Es cierto que no vamos a estar así todo el tiempo porque nos cansa. Trataremos de hacer algo. Sobre todo que ustedes aprendan la materia de inglés, pero es bueno que este ejemplo que les hago, les sirva, ya que algún día van a tener sus hijos y les tienen que enseñar esto - les dije ahora en tono de cariño, que les agradó y pude ver sonrisas y asentimientos con la cabeza. - Muy bien, ahora guarden todos sus libros y tenemos una evaluación- les dije nuevamente serio por lo que todos me miraron con la cara larga. Saqué de mi maletín más de 30 papeles que eran unos exámenes de las clases dadas anteriormente. Nadie me reclamó, porque eran conscientes de lo mal que se habían portado conmigo. – Solo tienen 20 minutos para responder – les dije mientras pasaba los exámenes. En realidad no era un examen parcial, sólo era para hacerles llamar la atención y saber en qué nivel estaban en el aprendizaje, ya que a final de cuentas quería que mis alumnos aprendan bien. Después de los 20 minutos, le dije: -Bueno ahora pásense los exámenes de atrás hacia adelante sin levantarse, solamente sentados ¡Rápido! ¡Vamos!, ¡vamos! - en cuestión de 10 segundos todos los exámenes estaban en mis manos. Luego, comencé nuevamente a entregar los exámenes respondidos de manera que todos tuvieran en sus manos un examen con diferente respuesta. La idea era que el alumno corrija el examen de su compañero comparando la respuesta que escribí en el pizarrón. Todo salió bien, se divirtieron mucho. Había rizas sanas y se gesticulaban con las manos mirándose mutuamente. Después que terminamos les dije que pusieran la nota al examen y la devuelvan a su compañero, y si alguien se equivocó en la evaluación, lo arreglaríamos para mañana. Fue entonces donde comenzó un diálogo sano, ya que, todos comentaban de las notas, algunos se miraban entre sí, otros se decían que aprobaron y desaprobaron, otros se abrazaban con cariño hasta que tocó el timbre y antes de salir les dije: - ¡Chicos! No se asusten del examen, sólo era un examen para trabajarlo entre todos. Hasta mañana, y que anden bien.


- Gracias - dijeron todos. Había logrado algo. *** Así transcurrieron los meses. Mientras tanto, había rendido mis exámenes finales. Obvio, que me había preparado muy bien. Durante ese periodo aprendí un valor más, el de ser sincero conmigo mismo y con los alumnos. Mi rival, la chica Leticia, la que me tumbó con sus preguntas en los primeros días de mi clase, también armó otra que no podía contestar por lo que tuve que decirle: -Respeto tu pregunta, pero no puedo contestarte bien, para la próxima te traigo la respuesta. Ella asentía y me sentía aliviado por ser sincero. Es cierto, en el aula sucede todo, y hay que ser sinceros y drásticos con la respuesta, no un sabelotodo y creído para vanagloriarse ante los inocentes alumnos. ¿Qué había pasado con D´Ambrosio? Ya había pasado como 3 días y no figuraba en mi lista de asistencia. Cuando fui a la dirección tampoco sabían nada. Pregunté a los compañeros y tampoco sabían nada. Estaba preocupado, pedí en la dirección los datos y llamé a su casa y una voz femenina me contestó diciendo que estaba mal con fiebre, en cama y no tenían plata para llevarlo al hospital. Yo había cobrado mis primeros sueldos que me pagaba el colegio como profesor reemplazante. Una tarde fui a su casa y me abrió la puerta su tía. Era una señora alta y blanca que tenía 7 hijos y su marido trabajaba como conductor de autobús en la Ciudad de Buenos Aires. Pasé a ver a mi alumno que era mi enemigo y que ahora me dió un profunda conmoción por verle con 45 grados de fiebre. Entonces coléricamente le dije a su tía, Eusebia se llamaba: -Señora, hay que llevarlo al hospital, esta grave el muchacho, ¿donde están sus padres? - Se han ido de viaje a La Rioja, porque tenían que hacer negocio con un terreno. Les he llamado y me dijeron que regresan mañana jueves por la noche - así me contestó la señora Eusebia, tía de D´Ambrosio. Luego su tía me comentó: su sobrino se había ido al boliche en viernes por la noche aprovechando que no están sus padres y había vuelto mareado como las 5 de la madrugada del día sábado. Cuando se levantó como a las 11 de la mañana entró la cocina y sacó del refrigerador una Coca Cola bien helada debido a que tenía tanta sed, tomó como pudo y se puso pálido durante el almuerzo. Al día siguiente ya estaba mal y por eso no se fue a la escuela. Agarré el teléfono de la señora Eusebia y llamé a una ambulancia. Cuando llegó la ambulancia, llevaron a mi alumno al hospital, estaba seguro que lo que hacía era un gesto de caridad como el buen samaritano. Era cierto que la situación familiar de D´ Ambrosio era una miseria ya que sus padres vivían haciendo negocio con terrenos por lo que a veces les iba mal, y más la tía que tenía que alimentar a siete bocas, era imposible darle una mano al pobre muchacho mi alumno. Ahora yo tenía que ser padre y madre para él. Así demostraba mi profesionalidad como buen profesor a diferencia de otros, que solo se preocupaban por ahorrar y hacer lujo su casa. Cierto, era un católico aunque iba a misa de vez en cuando. Los médicos me dijeron que estaba grave. Pero que harían todo lo posible para alejarle la fiebre extraña que se había plasmado por culpa de su libertinaje. Cuando regresé al colegio y estuve con los alumnos hubo conmoción cuando les conté lo sucedido. Algunos empezaron a llorar, ya que D´Ambrosio a pesar de su hombrería, era un personaje que hacía reír y divertir la clase. Ese día me dediqué a hablar del libertinaje de los


jóvenes. Les di consejos como un padre para que cese el exceso de los boliches ya que trae problemas y hasta puede generar muerte. Di el informe a la Dirección sobre el caso de D´Ambrosio, y la directora me felicitó por ser un maestro ejemplar que ayuda a los demás. Dos día después, regresé al hospital para saber cómo estaba y qué sorpresa, estaban los padres alrededor de su lecho, la mamá le acariciaba la cara y el padre le tocaba su brazo. Apenas me vio, D´Ambrosio me reconoció y con mucha emoción me dijo: _ ¡Profesor Acosta!- me dijo mientras los padres se pusieron de pie y me saludaron con profundo respeto y reverencia - ¡Gracias por todo!, si no fuese por usted ya estuviese muerto – la madre comenzó a llorar como si se echara la culpa y el padre lo consolaba apretándole la cabeza en su pecho - ¿Y por qué lo hizo profesor, si yo soy su peor alumno? -D´Ambrosio - le dije tocándole en el pecho como un padre- me alegra que ya estés mejor y pronto regresarás al colegio. _ ¿Y qué debo de hacer por usted?- me dijo como si tuviera una deuda grande conmigo. - Solo pórtate bien muchacho y ayúdame hacerles callar a tus compañeros cuando se porten mal, pero no hablando lisuras eh? - solté una risa para vacilarle un poco a lo que el también hizo lo mismo. - Es realmente un buen profesor- me dijo pidiéndome disculpas y prometiéndome a que se portaría bien y luego me agregó algo que nunca me voy a olvidar – Si todos los profesores fueran como usted, cambiaría el mundo. Me emocioné mucho y unas lágrimas salieron de mis ojos por lo que me retiré sin decir palabra. Estaba saliendo cuando los padres me llamaron y me agradecieron profundamente y prometieron devolverme el dinero gastado por los papeleos del hospital en cuanto la conseguían. Les dije que no se preocuparan.

Cuando D´Ambrosio regresó al aula, ya todo era diferente. Ya no era como antes. Su enfermedad lo había transformado en un hombre responsable, es cierto, había sido un momento donde se dejó escuchar por sus padres que les brindaban sus consejos. Era atento en mis clases y me ayudaba a controlar a los alumnos, pero ya no hablando lisuras, sino con respeto: -Chicos por favor, ¡Silencio! - decía y se callaban. En otras palabras, era mi amigo. Así pasaron los meses y los alumnos lograron aprender y aprobar los exámenes finales. Fue bueno el consejo que me dio mi padre en cuanto a mitad caliente y mitad frío. No siempre les complicaba la vida con pura clase de inglés. Había reciprocidad en el respeto. Había momentos que me molestaba con ellos y había momentos que les daba cariño y les hacía reír para que funcione el famoso equilibrio en la educación que me despertó mi padre. Les ponía equilibro en todo: en la disciplina, en el curso, en la confianza, en las notas, en el saludo cordial. Así funcionó mi enseñanza y así resultó el aprendizaje por parte de mis alumnos. El drama de


que un profesor salvó a su alumno, se había difundido, por lo que todos me saludaban, me respetaban. En la hora del recreo, los alumnos me rodeaban para contarles chistes antes de entrar al aula, ya que, en ella, era otra cosa y ellos y lo sabían muy bien.

Qué lindo es ser profesor. No es solamente para ganar dinero y estar bien. Sino es darse a los alumnos, meterse en su realidad, comprenderles su estado de nivel intelectual, enseñarles con amor, y manteniendo el equilibrio en todo, es decir buscar el “Justo medio” de las cosas que se nos presenten en la realidad cotidiana…

JIMMY GOÑAS ORDOÑEZ


Hoy puede ser un gran día

E

se día traté de no pensar en la propuesta que me habían ofrecido. Trate de relajarme y enfocar mi cabeza para otro lado. No tenía definido qué quería ser, pero de lo que estaba seguro era que no quería regresar más a esa aula.

Luego de pensar y reflexionar acerca de lo que podía llegar a hacer en el futuro decidí preparar las últimas dos materias, total no perdía nada y si me ponía a pensar en el curriculum, tener una carrera terminada podría llegar a pesar en un posible nuevo trabajo. Me acerqué hasta la facultad para fijarme las fechas de examen y me encontré con una compañera de estudio. -Hola María ¿Cómo andas? - Bien, muy bien. ¿Vos como andas? me enteré que estas ejerciendo. (Dudé en responder). - SÍ… - No te veo muy convencido. (Respondió casi sabiendo la experiencia por la que había pasado). -Y no te equivocas. Digamos que no fue la mejor experiencia que tuve. -Bueno, pero fue la única. ¿O me equivoco? -No. Pero lo suficientemente mala, como para pensar en no venir a rendir. - Bueno creo que está muy convencido en no ejercer. -SÍ. Eso pienso, al final no quiero pero le voy a tener que dar la razón a mi padre. -Creo que tengo una posible solución para tu problema. - ¿Qué? (Pregunté asombrado). -Hay una beca para ir a estudiar afuera, para un doctorado, eso te sirve mucho y en una de esas volvés acá y conseguís algo más importante, y no tenés que estar en el aula o volvés con más experiencia para estar frente del aula. Pensalo… María me había dejado pensando sobre la propuesta. Volví a mi casa con la hoja de las fechas de examen en la mano, me senté en la cama y Gipsy me miraba como si supiera lo que yo estaba pensado. No tenía claro lo que quería hacer, y pensándolo bien irme a estudiar a afuera me iba a servir iba a enriquecer mi vocabulario y no tendría que volver a pasar por el papelón del “rap del pomelo”. Por lo que me serví un vaso de jugo, miré mi teléfono ya decidido y pensando en lo mejor marqué:


(Se escuchó la voz de una mujer). -Hola. -Sí… María… soy Marcelo, te acordás de mí. -Sí, Marcelo. ¿Qué necesitas? (respondió con su voz suave). -Quería preguntarte acerca de la propuesta que me hiciste hoy. Si puede ser. Recuerdo que hablamos un rato tendido, yo preguntaba y ella respondía, casi de la misma manera con la que practicaba frente a Gipsy las horas antes de ir a la escuela. Me levanté muy temprano y como si el destino quisiera marcar algo, en la radio sonaba una tema de Serrat, no quise tomarlo como una predicción ni nada por el estilo, porque si no tendría que estar replanteándome la decisión que había tomado, más que decisión ya todo una realidad y si el destino sería el mismo que el anterior, no quisiera pensar en lo que me espera. El vuelo con destino EE.UU, está siendo nombrado por los parlantes del aeropuerto, tomé mi bolso de mano, salude a mi familia y partí hacía algo distinto tal vez mejor no lo sé, pero no podía volver a soportar un año de ese modo. Ya pasaron varios, varios años de aquella decisión, hoy pienso todo lo que ocurrió y aún no lo puedo creer. (Una voz sólida anunció). -Marcelo Acosta. -SÍ. (Respondí con timidez). - ¿No te acordás de mÍ? Levanté la mirada, y era un hombre, pelo corto, vestido con saco, camisa y zapatos bien lustrados. Su cara no me resultaba conocida pero su forma de expresarse me decía que lo conocía de algún lado. - Perdón… -respondí- ¿Lo conozco? -D’ Ambrosio, fuí un alumno suyo en 4º año. -D’ Ambrosio… (Volvía a nombrar…). - ¡Claro! con tantos alumnos que tuvo ni se debe acordar me imagino. (Se sonrió dando por hecho lo que había dicho). -No me dedique más a la docencia. (Respondí firme y sin temblar). La cara de D’ Ambrosio cambió totalmente, como si el supiera que mi frustración frente a ello sería la causa de no ejerce más la profesión que tanto anhelé y luché.


-Ah... (Fue lo único que dijo). -Sí… una pena. (Respondí). - Usted…tenía una pinta de profesor bueno… esos de que enseñan y enseñan… y disfruta de lo que hace… ya sabe a lo que me refiero. -Sí… seguro… ¿Y qué estás estudiando D’ Ambrosio? Si se puede saber. -Sí, como no. Profesor de matemática, las materias duras siempre fueron mi fuerte. - ¿¡PROFESOR!?... (Respondí casi saltando del banco dónde estaba sentado). -Sí… (Respondió con cara de miedo). -Perdón por mi exclamación, es que el alumno que es capaz de destrozar el autoestima de un profesor hoy está del otro lado. ¡Qué bárbaro como son las vueltas de la vida! - ¿Me permite sentarme a tu lado? - Sí… - No me creo capaz de darle cátedra a nadie, ni nada por el estilo pero si usted tiene ese pensamiento de que una persona es capaz de frustrarlo me parece errónea.No creo que un adolescente rebelde e incomprensible, tenga la capacidad de sacarle sus ganas de enseñar, nada tiene que sacarle esas ganas, usted seguramente se esforzó por ser lo que es y nada ni nadie puede contra su vocación por la docencia, por lo que a uno le gusta se debe luchar, hasta agotar todos los recursos y no decaer en lo primero que sale mal, nadie tiene el poder de borrar sus deseo más que usted mismo. No es por nada pero tal vez ese deseo de ser docente no es tan fuerte como usted creía. Mi cara no dejaba de sorprenderse, por cada palabra que decía. -Bueno me tengo que ir… fue un gusto verlo. Que andes bien… chau. -Chau. (Fue lo único que pude decir). Al final terminé recibiendo, una charla acerca de mí mismo nada más y ni nada menos que por D’ Ambrosio.

MARGARITA MACHUNSKE


Hoy puede ser un gran día

C

uando ese viernes salí de la escuela, ahora en calidad de Docente, sentí que mi delgado maletín en donde llevaba apenas unas hojas que constituían mi clase diaria, pesaba más de cinco kilos.

_Hasta el lunes. Algunos me saludaron. Demoré en contestar el saludo, caminé pesadamente la única cuadra que me separaba de mi desvencijado auto. Pensaba tener un fin de semana tranquilo, hacía tiempo que necesitaba un momento de relax, estos dos meses y medio al frente de las clases habían comenzado a agotarme. No tanto físicamente, tampoco en lo psicológico, simplemente había notado que la felicidad se había instalado en una vereda cercana donde la podía alcanzar fácilmente.Simplemente debía apartarme de esas clases tremendas, más bien se trataba de una clase que me quitaba el sueño y estaba cerca de lograrlo. Pero el espejismo se había desvanecido, el ofrecimiento que recibí por parte de la directora me invitaba a ponerme la soga al cuello yo solito, a aguantar a D´Ambrosio por un año más y a aguantar a los próximos D´ Ambrosios que no tardarían en llegar con el correr de los tiempos. Me tomaría el fin de semana para pensar en qué decidir al respecto. También estaba el tema de los finales que me faltaban para tener mi ansiado título de profesor. Ese sueño estaba tan cerca y la experiencia que había tenido en el último tiempo en la Docencia me había hecho seriamente recapacitar sobre mi vocación. Cené en silencio con mis padres, mi padre se quedó mirando un enervante programa de televisión de concursos de canto y talentos. Soporté media hora la muestra de poco talento de una decena de personas. Cuando no pude tolerar ya tanto mal gusto me despedí de mis padres y me acosté, unas buenas horas de sueño me ayudarían a encontrar una buena respuesta que darle a la directora el lunes. El sábado me desperté temprano. Aún la claridad no invadía mi habitación y me dirigí hacia la zona del lago a caminar . Una buena caminata me haría bien, despejaría mi mente y me ayudaría a resolver todas mis cuestiones pendientes. En verdad hacia una mañana radiante. Se acercaba el fin de año pero el calor aún nos daba un respiro, recorrí toda la calle que rodeaba la orilla del lago que daba a la ciudad. Muchas personas aprovecharon el clima benigno para salir a caminar por el lago , familias con niños , algunas personas solas .Todos parecían felices. “Seguro ninguno es Docente”- me dije. Un viejo puente de madera cruzaba el lago hacia la otra orilla. Recuerdo cuando de niño con mi padre veníamos a pescar a este mismo lugar. Un padre con su pequeño hijo intentaban pescar algo, el niño manipulaba una colorida caña de pescar con todos los accesorios que hoy en día tienen. Si vieran las cañas de tacuara que usábamos en aquellos días con mi padre… Cómo nos divertíamos…


De pronto los gritos de júbilo del niño me quitaron de mis meditaciones . Ayudado por su padre sacaron del agua enganchado del anzuelo un pez de respetables dimensiones .El niño se estremecía de felicidad saltaba y gritaba intentaba agarrar el animal pero este se sacudía violentamente El padre le asestó un certero golpe en la cabeza y el pez se quedó inmóvil. Siguió una larga charla entre el padre y el hijo; seguramente el niño no dejaría en paz a su madre hasta ver a su presa en la sartén cocinéndose para la cena. Ese instante tal vez trivial seria recordado por el niño y tal vez por el padre por siempre. En ese momento compartían uno de esos momentos de felicidad que a veces tenemos en los actos más triviales. Luego de ese momento de ver cómo transcurren las vidas de otras personas, decidí enfocarme en mi propia vida. Rápidamente decidí que me presentaría a los dos exámenes que me faltaban para culminar mi profesorado, no tenía sentido abandonar en este punto con la victoria al alcance de la mano. Pero el desaliento me ataco otra vez. Las imágenes del rebelde curso volvieron a mí. Si aceptaba el dichoso reemplazo por el año que viene tendría que tolerar a los malos elementos que me habían hecho la vida imposible hasta ahora. Volví a cruzar el puente de vuelta a casa aún tenia la tarde del sábado y el domingo para estudiar todos los pros y contra de dicho reemplazo pero la hora de la definición estaba más cerca delo que me gustaría admitir. De pronto una voz estridente de mujer me saco de mis meditaciones . _Marcelo _¡Profesor Marcelo! Una mujer de mediana edad se me acercaba a paso rápido. Dios mío, pensé, ¡espero que no sea una madre enojada del curso , por piedad es el fin de semana! _ ¡Profesor Marcelo? -me preguntó cuando llegó a dos pasos de mí. Vestía jogging, lentes de sol y una visera de dudoso gusto, no percibí agresividad en ella y me calmé. _Disculpe , pero ¿con quien tengo el gusto? _Disculpame que me presente asi, soy Felisa Carrillo De pronto la recordé, pero por su nombre. Era la Docente que estaba reemplazando y que tal vez seguiría reemplazando. Una joven que caminaba tras ella se acercó sin mirarme, le dijo unas palabras al oído y se alejó como cincuenta metros a contemplar el agua del lago. Me comentó que me había conocido una vez que fue a la Escuela por cierto tramite, yo me dirigía al curso a dar mi clase y no le pareció correcto interrumpirme en aquel momento. Pero ahora interrumpía mi relax , no sé qué hubiera sido mejor. _Es Daniela mi hija después te cuento. Pero decime, ¿cómo va todo? ¿cómo van mis chicos?


Tuve la tentación de decirle que sus niños eran unos completos inadaptados que me habían arrojado cosas, que habían aserrado una mesa, en fin, cositas sin importancia , pero en lugar de ello nos enfrascamos en los aspectos pedagógicos de la cuestion sin entrar en nada profundo. Hablamos algo de su vida personal, su marido había fallecido ese año luego de una larga enfermedad, ella había estado a su lado todo el tiempo, el cansancio de tantos años de trabajo se juntó con la pérdida de su esposo, y había decidido hacer un alto en su carrera. _Treinta años frente al aula, Marcelo, ya es hora de tomarse un descanso. Luego sin que lo preguntara comenzó a hablarme de su hija. Algo me habían dicho en la escuela. Pronta a casarse descubrió la clase de persona que era su futuro esposo y tomó la decisión de comenzar otra vez. _Un verdadero cretino, Marcelo, pero te aseguro que mi hija está mejor sin ese canalla . _Cuidámelo a D´Ambrosio, es un bebé grande, necesita que lo escuchen que le den atención. Me mordí la lengua para no decirle lo que pensaba de su bebé, que le esperaba la cárcel probablemente en el futuro. Pero me limité a despedirme en cuanto la hija se acercó con cara de pocos amigos.Al marcharse me dirigió una breve mirada . El domingo hice una rutina similar a la del sábado. Otro paseo por el lago; esta vez estaba en verdad repleto de gente. Entre la multitud me crucé a Felisa con su hija, esta vez se limitó a saludarme desde lejos y hasta juraría que la hija me hizo una sumamente breve sonrisa. Bien, un progreso. El lunes me desperté con apetito.Me preparé como el primer día de clases, bien afeitado y cambiado para una nueva semana frente al aula .Mientras manejaba hacia la escuela reflexioné seriamente acerca de la respuesta que debía dar a la directora. Al entrar a la sala de Profesores se hizo un silencio, la Directora encabezaba la mesa de la Sala, a su lado la Secretaria y la Vice . _Y bien Marcelo ¿qué decidiste ? - me disparó sin siquiera saludar. _Esta bien, acepto el cargo. Puedo jurar que las note como si se relajaran en la silla, como si se sacaron un peso de los hombros. Me dirigí al aula y comencé una de las ultimas semanas de clases del año, luego de hacer los saludos habituales me enfoqué de lleno en la clase . Noté algo más de atención que en otras clases. Pero D ´Ambrosio y su séquito seguían de tertulia en el fondo. Decidí ignorarlos toda la clase, que algunos se interesaran en la clase ya era para mí motivo de orgullo, de dicha, de que estaba en la senda correcta. Pasaron algunas clases más con algunos incidentes de disciplina que fueron disminuyendo con el correr de los días . Un día, ya cansado, tal vez el calor, decidí hacer algo distinto.


_Silencio !!!- ordené _Silencio !!- repetí _El Profe ordeno Silencio !!- bramó D Ambrosio _A vos no te pedí colaboración, vos te callas también!! El muchachón me dirigió una mirada amenazante ya me lo imaginaba cruzando por toda el aula con una silla en la mano y con la clara intención de partírmela en la cabeza. Pero hubo algo que le hizo cambiar su actitud. Esta vez dirigió la mirada hacia afuera, tal vez cansado de ser el joven rebelde , tal vez su ser comenzó a desear un cambio. _Escuchen y esto va para todo el curso ! Se hizo un silencio total. _El estudio es lo único que les va a dar una vida mejor, todos hemos pensado que lo que se nos enseña es aburrido , que nunca lo vamos a ocupar en la vida , que todo es una pérdida de tiempo. Pero saben qué? – continué - El estudio es lo único que nos ayuda a tener una vida mejor, cada enseñanza que nos da el Docente es un boleto a una mejor vida para nosotros nuestras familias la comunidad... Me extendí más de cuarenta minutos hablando sobre las bondades de una buena educación. Nadie se atrevió a abrir la boca en ese tiempo . Intenté inspiralos. Hacía tiempo que quería dar uno de esos discursos inspiradores que a veces son necesarios. Hasta que tocó el timbre el aula fue silencio total. _Ya pueden marcharse . El pizarrón estaba lleno de oraciones en Ingles. Pienso que casi ninguno las había copiado hasta que comencé mi discurso. _Hacemos eso de tarea para la próxima? una de las mejorcitas alumnas me preguntó. _No, para la próxima la tarea es pensar en lo que les dije. El curso se retiró hablando en voz baja, D´Ambrosio me cruzó una mirada antes de partir , decidí no demostarle temor . Simplemente se fue. Las clases continuaron, no diría que hubo un cambio radical, tuve días excepcionales con todos enganchados, otros no tanto , los del fondo dieron algunos inconvenientes más ,pero nada amenazante. Decidí no regalar un céntimo de puntuación en los exámenes. La mayoría aprobó : la pandilla, ninguno. Todos a marzo, como lo hicieron en varias materias según me enteré hablando con los otros docentes .


Ya en marzo D´ Ambrosio decidió estudiar y aprobar con lo justo a diferencia de Leticia Sandra (las del diccionario ) y otro que ni siquiera se presentaron. Felizmente aprobé mis dos últimas materias en el Profesorado. Mi padre estaba henchido de orgullo en la ceremonia y se deshizo en lágrimas luego. Después de todo tenía un hijo Profesor que no era poca cosa. Nos despedimos para luego encontrarnos en la casa de los viejos con mis hermanos para hacer una pequeña celebración. Cuando me dirigía hacia mi auto siento que alguien me toca el hombro; era Daniela, la hija de Graciela _Lo felicito Profesor - me dijo dándome un beso en la mejilla. _Gracias ¿que te trae por aquí?- le pregunté _Una amiga se recibía en Historia y vine a acompañarla - Mientras me acompañaba hasta el auto de ella de comentó que tenía una gran noticia para darme y su madre la había escogido a ella especialmente- Mamá se jubila definitivamente, ya no volverá a trabajar ya tiene los años, piensa que ya hizo suficiente. Le dije que estaba bien, que era una decisión acertada, pero se me estaba escapando algo en la cuestión. _Ya se informó, la escuela la autorizó a decirte que te daría el cargo que ella dejaba en forma permanente. Me quedé de una pieza, helado, el mismo día de mi graduación ya tenía trabajo estable. La vida me estaba dando demasiado, pensé. Pero a la vez pensé que había luchado por ello. _¿Y esta vez lo tenés que pensar? -me preguntó en forma maliciosa. _Para nada, acepto totalmente. Lamenté que su madre no estuviera personalmente para agradecerle , su respuesta fue rápida: _No te preocupes, te esperamos a cenar el viernes y ahí le agradecés . Se subió al auto y se marchó esta vez sin darme un beso. Con lo que cobré de mi reemplazo me compre un saco nuevo, un pantalón y de estreno me dirigí a la casa de Graciela luego de pasar por la florería y comprar dos ramos de flores. Al llegar a la casa toque el timbre y me atendió Daniela, estaba radiante. Los D´ Ambrosio siempre han existido y siempre existirán. Aunque no nos guste, a ellos también debemos educarlos , nuestra formación nos brinda los elementos para traer a los rebeldes al terreno del conocimiento . Solo debemos utilizar lo que hemos aprendido.

FABIÁN MELANO


Hoy puede ser un gran día

P

or la noche, antes de acostarme, tomé una hoja cualquiera que tuve a mano con el propósito de poner en dos columnas los pro y los contra de aceptar la propuesta. Método tonto que una vez oí en la radio de parte de una profesional no sé de qué método de autoayuda; de esos que pululan hoy día por doquier.

No alcancé a escribir dos palabras, no podía rendirme tan fácilmente, era la contracara del optimismo con que había abordado esta carrera de docencia. Tenía que haber un equilibrio. Algo debía hacer. Ese fin de semana no decidí planear las clases. Esta vez trataría de ahorrar palabras y proyectarles una película, como hacían otros docentes cuando yo era alumno. –¿Es de guerra? –¡La última de “American Pie”! Respondí: –No, es en blanco y negro y tiene más de 80 años. –no demoraron las burlas y risas, el caos ahora hizo presencia en la nueva sala de la escuela donde se encontraba el proyector. Las luces se apagaron y varios proyectiles volaron. El arsenal de pelotitas de papel parecía no tener fin. Pero la función comenzó, en medio de ruidos que se fueron aplacando con los minutos. Las risas ya no eran en respuesta a la presencia mía, sino a los situaciones chistosas presentes en la película. A los 8 minutos las risas no habían cesado y la atención plena era para la tela receptora de unas imágenes añejas que parecían haber sobrevivido para salvarme la clase de este lunes. El rostro de la vicedirectora se asomó por la puerta. –Usted sabrá explicarme cómo una película muda sirve como disparador de una clase de inglés. –Vea usted cómo se encuentran los alumnos. Al menos no fue una mala idea. –Hablaremos después. –respondí. Acto seguido, tomé la palabra y la tiza. La idea era que pasen al pequeño pizarrón de la sala para escribir palabras relacionadas con la película. El resultado fue halagador. Esa docena y media de respuestas merecía una celebración. Pero había que volver a la realidad, no todo había terminado. Las clases en la semana no presentaron grandes cambios, todo se alternaba: el rap del momento, burlas, paseos entre los bancos y demás yerbas. Pero hubo momentos donde parecían prestar oído a la lección, donde sus ojos miraban al actor que trataba de llamarles la atención diciéndoles algo que nada podían entender, pero al menos se esforzaban. Mal actor de mi parte, porque el miedo seguía siendo parte del elenco. –D’Ambrosio, ¿sucede algo? –¿Por? –No has salido al recreo. –Repaso un poco. Ya que me lo recuerda me voy. Tomó rumbo al exterior de este contenedor de buenas intenciones, cruzó la puerta y el aula quedó vacía. –¿Cómo va la doma? –me preguntó Felisa.


–Me salvó la campana –le dije con una sonrisa. Llegaba a casa cansado, pero el sabor que me dejaba la labor de la jornada ya no era tan desagradable. Nunca podría dominar ni controlar totalmente a ese grupo de jovencitos, porque recordé que ésa no era mi tarea. No valía la pena empeñarme en ello. Hice el propósito de enfrentar mis miedos y hacer lo que debía: ENSEÑAR. Acepté esa realidad para nada fácil ni agradable, ellos son conmigo como con el resto de los profesores, por eso todos opinaban desfavorablemente sobre la situación de ese curso. –Ahora se dedica al humor, teacher. –Creo que es la mejor forma de sobrevivir a la escuela, –mientras colgaba dos láminas con la ayuda de D’Ambrosio… Sí, D’Ambrosio me ayudaba, leíste bien. Amplié unas caricaturas que encontré con la ayuda de Mr. Google. –El flacucho ese es parecido a profe –se escuchó desde el fondo. La respuesta de risas unidas no se hizo esperar, con la diferencia que yo también me uní al coro. –Así creo voy a quedar a fin de año si siguen dándome problemas. –¿Problemas? Todavía no se los dimos. El que avisa no traiciona, man. No supe cómo reaccionar ante lo dicho. Por un minuto dudé qué debía hacer. Hasta que me acordé: ENSEÑAR. Y la clase tomó su rumbo. No sé si había perdido los temores o me acostumbré al desorden, pero la clase parecía ir sobre ruedas, con algunos desvíos y muchas sorpresas: los que tomaban clases fuera de la escuela participaban más que antes, y el grupo rapero del fondo a veces me daba cada susto con sus participaciones. Si se desbordaban, miraban a D’Ambrosio. Una mañana caí con esta propuesta: –Veo que aquí hay variedad de gustos, según lo poco que pude ver, algunos simpatizan mucho por la música, otros por el tiro al blanco. Les invito que involucren esos hobbys a la clase: los raperos que rapeen en inglés; los francotiradores podrían hablarnos de algún juego de consola que saben jugar; las chicas elijan algún actor favorito, quizás sea de la serie “Crepúsculo” o de lo que les parezca; aquellos que están más adelantado podrían exponer algo sobre un cuento corto. Sólo les pido que se esfuercen y elijan un tema que les agrade. Voy a tener en cuenta la realización de la tarea, lo que falte o salga mal lo reforzaremos luego en las clases. Que tengan buen fin de semana. Hubo comentarios a favor, sonrisas y caras de sorpresa. Algunos se enfadaron, aunque quizás no saben hacer otra cosa que tomar a mal toda propuesta del profesor. El buen ánimo de algunos seguro debe afectar a los demás. Hoy estoy optimista. Durante dos semanas desfilaron por mi escritorio revistas, fotos, dibujos, letras de canciones, y todo tipo de material relacionado con el trabajo que debían realizar. Natalia miraba desde la puerta. Yo en silencio le decía –No te equivocaste de curso. Los ruidos fueron cambiando, y me fueron cambiando a mí. El jolgorio ya no era tal, lo que sucedía era parte de ese grupo, como su identidad. Lo que había que hacer no era exorcizarlo, sino darle cauce de forma razonable. Para ellos fue como negociar la clase, para mí fue una forma de entenderme con ellos, de conocerles. –Yo tengo ganas de hacer una receta, profesor.


–Muy interesante. ¿De qué se trata? –De una tarta típica de una región de Estados Unidos. –¿La de manzana? –No, la de pomel. No debo explicar la consecuencia de este diálogo. Llegó la semana. Las caras de preocupación de algunos desentonaba con la de ánimos de otros. De uno fueron exponiendo ante la clase lo poco o mucho que pudieron hacer con empeño, a veces con mucho esfuerzo, y otras con gran colaboración del docente. Desde cierto juego llamado “Black”, a uno “Medal de Honor”, hasta el último chusmerío del elenco de “Harry Potter” y “Crepúsculo”, pasando por un par de rap, uno titulado: “Those inmigrants”. El broche de oro fue muy rico, porque resulta que aquella tarta de pomel existía –o la inventaron para la ocasión– y pudimos degustarla… algunos, ya que la mayoría dudó en probarla. Mención aparte merece una breve reseña de un cuento de Peter Pan, llevado a cabo por un alumno a quién le exigí más al ver que con gusto aceptaba el desafío. Sus clases en cierto instituto privado desde hace varios años lo diferenciaba del resto, al igual que a dos alumnos más. Desde entonces la situación del curso de cuarto año fue cambiando. No hubo un milagro, sino un gran susto desde el cual todo comenzó a revertirse. Todo es una forma de decir, porque la algarabía escolar siguió. No fueron las recetas estudiadas en la carrera, sino el decidirme aceptar el desafío y ver qué podía hacer con todo el bagaje de conocimientos que traía de Instituto donde me formé. “Hoy puede ser un gran día”, y no lo fue en ese momento. Pero la posibilidad siempre existió. Había que descubrirla y aprovecharla. No se asusten, porque el final fue un gran año.

MAXIMILIANO RAMIREZ


Hoy puede ser un gran día _ ¿Puedo contestar la semana que viene? _ le dije. _ Sí, pero el lunes me tiene que confirmar sin falta Marcelo. Son cuestiones de organización_ me lo dijo de forma determinante. Y tenía razón, cómo yo iba a dudar ante tal propuesta que venía persiguiendo desde hacía mucho tiempo. El solo hecho de irme por la puerta chica hacia crujir mis entrañas y tocaba a mi propio ego de educador. También era una oportunidad de ir sumando puntos y experiencia para establecerme laboralmente en un mundo tan competitivo y abrumado por el desempleo. Era la gran posibilidad y no iba a tirarla a la mierda, por el solo hecho de que un pendejo mal llevado enturbie mi armonía personal… ¿Ahora bien, tenía en ese momento armonía personal? Ese último jueves a la noche tenía la clásica peña con mis amigos de siempre… Solo faltaba Marcos, pregunte por él, y, Daniel con sus salidas de siempre me contestó: _ No sé qué le pasa, la morocha lo tiene cortito, de a poco le puso el bozal, je. Una sonrisa forzada se dibujó en mi boca y contesté: _ Bueno, está enamorado el machito. Matías siguiendo a Daniel dijo: _ Muchachos, a cada chancho le llega su San Martín. Ale nada dijo, sólo levantó la copa e invitó a brindar por el encuentro: _ ¡Y que los jueves sean nuestros che! Juan, que habla poco, en un momento pasada la cena (que diera paso a la bebida espiritual por excelencia: “el whisky”) levantó la copa y ante nuestro asombro dijo: _ Escuchen mal pensados, les voy a contar lo que pasa con Marcos…Marcos está depresivo, necesita de nuestra ayuda. Daniel saltó como rana en la sartén: _ ¿Qué le pasa?, es ingeniero, gana la guita loca, no le falta nada. Juan contesto: _ Lo que pasa que la empresa donde trabaja es sociedad del estado, y un pendejo incapaz que milita en la política, le sacó el puesto sólo para firmar, él debe hacer todo. Matías lanzó su dicho de siempre: _ “siempre la misma mierda en este país”. La velada pasó no tan alegre como de costumbre, pero sobrellevamos la situación.


Llegué a casa, me acosté y no podía conciliar el sueño, mil pensamientos pasaban por mi mente donde sobresalían el caso Marcos y D’Ambrosio. Prendí la tele, y al azar dejé una película oriental (son unas de mis preferidas), allí mostraban el dominio y control de la conducta y de las emociones, en cómo superar las dificultades y el traspaso indescriptible e inefable de transmitir lo que uno siente. Me quedó grabado una reflexión china: “Si te traen un regalo y no te gusta,… ¿De quién es el regalo? Del que te lo trajo. D’Ambrosio apareció en mi mente e instantáneamente decidí aceptar la propuesta de reemplazar a la Profe Carrillo, e incluso tomar los exámenes finales. En los exámenes como siempre, con caras nada alegres, estaban los que formaban la comparsa de D’Ambrosio. Era mi debut, ahora yo jugaba de local, mi mente se debatía en el consejo sabio de Felisa: _ Hacete fama de “hijo de puta”, y no vas a tener problemas. O seguir dependiendo de mis ideales de educador democrático. Resolví ser ecuánime, y, así lo hice. Los que habían dedicado tiempo de estudio, o se habían preparado de forma particular pasaron, otros no. Entre ellos, estaba D’Ambrosio, Sandra y Leticia, que ya fracasados en otras materias no rapeaban bulliciosamente: _ I have a pomel, a pomel, a pomel… Estaba casi conforme, no feliz. Yo también había tenido mis desbordes estudiantiles, hasta que perdí a mi madre y todo cambió. Quería romper las estructuras y sacar a luz al genuino educador, para luego lanzarme a la batalla. Visité a D’Ambrosio, a Sandra, a Leticia, a Camila y Alberto, quienes aceptaron una reunión en el colegio. En el día señalado, apareció primero D’Ambrosio…y en tono jodón me dijo: _ Profe, qué deportivo que está hoy. ¿Vamos a hacer un fulbito? _ No - le dije- por el momento no…pero si se ponen de acuerdo puede ser. Vine así por que estoy más cómodo, no como cuando debo llevar el uniforme que disponen los reglamentos. _ Ah, mira qué notable, pero yo casi seguro que no lo voy a ver más. Si me bochan mañana, y en otras dos materias, repito el año y ya me dijo mi viejo: _ Si repetís… “a poner el lomo”. _ Escúchame, yo le ofrezco a ustedes prepararlos en Inglés y ayudarlos en las otras materias para que zafen. En ese momento llegan Sandra y Leticia, luego Camila y Alberto… y volví a repetir el ofrecimiento. Casi con asombro en coro dijeron: _ Profe, nosotros le hicimos la vida imposible, y usted se ofrece a ayudarnos. _ Si, respondí… quiero ayudarlos sinceramente, porque lo siento como educador, porque creo en el potencial de ustedes, sé que pueden dar mucho más de lo que dan, y, porque cada trabajo por más humilde que sea debe hacerse con pasión y con amor. _ ¡No! dijo Leticia. No somos merecedores. _ Tiene razón -dijo D`Ambrosio, y asintieron los demás. _ Todos merecemos del otro. Y agregué: _ ustedes son el porvenir de mi patria, de nuestra sociedad y yo, no solo deseo que aprendan lo básico del Inglés, sino lo más importante es que sean buenas personas.


_ Profe, usted se pasa -dijo D’Ambrosio. _ El año que viene vamos a estar con usted en quinto año, exclamó Alberto. Como para romper la formalidad les dije: _ quisiera escucharlos rapear el famoso hitazo “I have a pomel”… Todos se largaron a reír y me abrazaron de corazón. Se comprometieron a venir a prepararse y cumplieron. Ya la confianza llenaba mi alma de educador. Había ganado una batalla, no la guerra.

PABLO GONZALEZ


Hoy puede ser un gran día -Mientras no pase de la semana que viene no hay problema- me respondió. Volví a mi casa consternado, sin saber para donde “disparar”, decidí tranquilizarme y tomarlo con calma, lo que me ofrecía no era el fin del mundo pero si representaba un desafío muy grande: por un lado tratar de que mis alumnos puedan aprender algo en un contexto aceptable y agradable para todos y por otro vencer el miedo recurrente- hasta en mis sueños- de que aparezca otro D´Ambrosio en mi nuevo grupo del año entrante que sea amo y señor de mis horas cátedra. Todo era posible, que pase lo peor o que por algún motivo milagroso el aula sea un lugar donde se pueda vivir felizmente sin necesidad de ser ese hijo de puta que me aconsejaron que sea, pero algo en mi debía cambiar. El fin de semana logré relajarme, traté de tomarme las cosas con calma, caminé bastante y logré distenderme lo necesario para tomar mi decisión. -¿Lo pensaste? ¿Vas a tomar las horas? Cerré los ojos, todavía no podía creerlo, ya era lunes y me encontraba ante la respuesta, ya la había masticado bastante y dije… -Sí, lo pensé. Tomo las horas. “Ya pasó”, me dije. Estás jugado. No era nada malo, ¿o sí? Los cursos son diferentes, no hay de qué preocuparse, ¿o me estoy tratando de autoconvencer de lo imposible? No, ¡BASTA! Tranquilidad, paciencia, todo es posible, yo puedo. Saludé y me fui caminando lo más despacio posible para que no se notara mi nerviosismo que connotaría mi inexperiencia a tratar con los chicos. Transcurrió mi última semana del año, la más feliz de ese año por ser la última, obviamente. Ahora tendría tiempo para pensar y repensar mi actuar en el aula, para hacer que el curso que me tocaría el año entrante no se descontrolara como me había pasado, no quería pegarle a nadie y quería poder enseñar de manera que me entiendan pero sin hacer de mi clase una estadía en un reformatorio, no era esa mi intención, estaba convencido de que no debía ser así. Algo había averiguado antes de comenzar con mis vacaciones sobre el curso que pasaba a 4to año, era un grupo un tanto heterogéneo pero que con sus dosis necesarias de rigor y de paciencia se podía llevar a adelante según me habían dicho. Casi todos los profesores coincidían en lo mismo. Pero, ¿yo riguroso? ¿Cómo hacer para mostrar un poco de cara de perro si en realidad era lo último que yo quería? Además no quería parecerme a mi padre que se la pasaba gruñéndome detrás del mostrador del negocio.


Pero sabía que debía reinar cierto orden, tal vez con hacerme entenderme bastaría, sin necesidad de ponerme a ladrar en frente del curso, amenazar con planillas de sanciones o con la sentencia a perpetua de que la materia quedaría pendiente por el resto de la eternidad a aquel que me desafiase y no me dejase dar la clase armoniosamente. Las vacaciones pasaron entre mateadas con amigos, encuentros espontáneos en paseos con otros colegas y alguna que otra cervecita para calmar la sed del bendito calor de la zona. No faltaron obviamente las planificaciones que terminé sobre la última semana y el repaso de los primeros temas que debía dar en ese bendito curso que el año anterior me había costado sudor, lagrimas y hasta la perdida de alguno de mis cabellos y seguramente la aparición un par de canas. Pero hay una gran diferencia, ahora D´Ambrosio pasaría a 5to año y yo tendría un curso nuevo. Como acostumbraba, me levanté temprano para poder afeitarme y bañarme, era el primer día, y estaba muy ansioso por conocer el curso nuevo. Cuando llegué a la escuela me recibió el portero con una sonrisa y me saludó como si me conociera de toda la vida, me sentía muy a gusto, me sentía en casa, aunque el miedo todavía estaba, no quería encontrarme ahora algo que pueda desbordarme como la vez anterior. Caminé por el pasillo hasta la sala de profesores y volví a hacer algunas averiguaciones sobre el curso. -Son medios mal criados, pero en general andan bien, a mi no me dan mucho trabajo, me gusta cuando trabajan, cuando quieren hacerlo, obviamente…-me dijo la de historia terminando la frase con una sonrisa que mas que tranquilizarme me llenó de preguntas y me tensó hasta los músculos de la oreja, que por cierto no los tiene. Felisa obviamente me volvió a aconsejar que me presente como el hijo de puta del profesor de Inglés que le encanta venir en vacaciones. Esa mujer no tiene arreglo. Terminé mi café al cual le había puesto 3 cucharadas de azúcar para evitar algún tipo de desmayo, me levanté de la silla y salí de la sala de profesores. Mientras caminaba por el patio hacia el aula me vinieron muchas cosas a la mente, imágenes, recuerdos: mi padre diciéndome que estudie algo como la gente, mis años de estudio para el profesorado, algunos de mis alumnos que asistían a clases particulares, y por último a D´Ambrosio, era casi como recordar que existía el demonio. También me vino a la mente el rap del pomel y las batallas campales cual Guerra de la Independencia. Todo me paralizó frente a la puerta de 4to año, cerrada. El picaporte estaba frio, me estremecí, suspiré y me dije a mi mismo: ¡ANIMO, HOY PUEDE SER UN GRAN DIA!

JUAN AGUSTÍN PERIN


Hoy puede ser un gran día

E

sa misma mañana volví a mi casa. Sabía que en una semana tendría que dar una respuesta a la directora. El fin de semana fue tan extenso casi como lo fueron los tres meses que duró mi primer paso por la escuela secundaria. Después de seis largos años de estudio debía reconocer que eso que había vivido en esas horas no era lo que esperaba ni mucho menos imaginaba. Había sufrido mucho, mis sueños y metas se habían derrumbado en un santiamén. Pero aunque por momentos creía que mi padre no estaba nada errado al decirme que me iba a arrepentir de lo hecho, yo seguía con mi convicción de que quería ser docente, de transmitir y dar lo mejor de mí para que mis alumnos aprendan diversos conocimientos que los ayudarían a comprender y enfrentar, dentro de lo posible, el mundo que los rodea. Es por eso, que sabía que no podía irme por la puerta chica, eso nunca. Eso era abandonar tantos años de sueños y de espera para lograr estar en una institución escolar y poder desenvolverme en lo que en verdad me gustaba: enseñar. Es por eso, que luego de tantas idas y vueltas, de repensar la propuesta hecha por la institución, el lunes por la mañana, muy temprano, fui en dirección a la escuela, mientras seguía pensando que era lo más conveniente en ese momento para mí, pero la decisión ya estaba tomada. Entre al establecimiento, estaba todo muy vacío, tranquilo, silencioso, fuera de lo común: habían empezado las vacaciones. Solo por los pasillos encontré algunos alumnos que habrán estado esperando para hacer consultas con los distintos profesores para poder rendir las materias que les habían quedado inclusas. Llegué a la dirección. No sé por qué pero temblaba mucho, sabía que si no lograba mis metas el año que viene, ese año sería un verdadero calvario, pero valía la pena intentarlo. Muy amablemente y con una gran sonrisa me recibió la directora: -¿Cómo estás Marcelo? Pasa, pasa, siéntate un momento. Respondiendo cordialmente a su saludo le dije: -Buen día señora, muchas gracias. Sin más vueltas, me invitó a sentarme en su escritorio y me dijo: -¿Y?, ¿ha pensado en lo que le he propuesto? Marcela no podrá venir todo el año que viene, tú puedes ser su reemplazante, y esto será de muy gran ayuda para tus comienzos y tu formación y preparación en la docencia, ¡es una gran oportunidad Marcelo! Con gran sinceridad respondí: -Debo confesarle, que mi primer experiencia en estos tres meses de trabajo como docente en una institución, no han sido muy gratos ni menos lo esperado. Es cierto, que lo he pensado y repensado mucho, pero llegué a la conclusión de que quiero seguir adelante y darme otra oportunidad, para no bajar los brazos ante el primer inconveniente. Creo que dentro de este ámbito no soy solo yo quien debe enseñar sino que todavía tengo mucho por aprender para poder enfrentar estos problemas y formarme como docente. Observé a la directora mientras hablaba. Noté su preocupación e interés por lo que le estaba contando acerca de mi experiencia, mientras ella asentía con su cabeza. Apenas terminé de hablar ella respondió: -Mire Marcelo, no conozco algún docente que no haya pasado por situación de incertidumbre en su primer enfrentamiento en un aula. En mis comienzos, también me ha costado muchísimo, ya que muchos de nosotros al acabar nuestros estudios sentimos esa sensación de que vamos a poder cambiar la escuela, que todos nuestros alumnos se van a interesar por lo que le tenemos para decirles. Cuesta y mucho, más al empezar cuando nos damos cuenta que no todo es color de rosa como lo imaginábamos. Estando en la dirección he podido observar


muchos docentes jóvenes que no han podido seguir con sus objetivos y han abandonado esta labor. Yo desde mi lugar no le puedo garantizar nada, sí ofrecerle mi ayuda y le insisto que debe por lo menos intentarlo. Por primera vez en todos estos años, escuchaba a alguien que defendía esta profesión y me alentaba a que me esfuerce en continuar con mi carrera y formación. En este momento, era de gran necesidad escuchar lo dicho por la directora, estuve muy contento y ayudó a afianzar y sostener mi decisión. Le agradecí su consejo y le pedí con mucha amabilidad si la institución podría prestarme por una semana los legajos de los alumnos de cuarto año. No sé porqué, pero pensaba que en ellos encontraría, su pasado, las situaciones que han vivido, sus temas de interés, características de cada uno y su paso por este lugar, y de esta forma podría conocer un poco más sobre ellos para poder crear nuevas actividades que les sean de su agrado. Concedió mi pedido y me pidió muy amablemente que los devolviera lo antes posible. -Le estoy muy agradecido señora directora, muy pronto se los traeré, me serán de gran ayuda. -No hay porque profesor Marcelo, lo felicito y estoy muy contenta por la decisión que ha tomado, verá que no se va a arrepentir – respondió cordialmente. Respetuosamente me retiré de la institución, decidido a llegar lo más pronto posible a mi casa, tendría mucho por hacer. Esa semana leí muchas veces cada legajo, y prestaba atención a cada detalle que me podría aportar algo a mi búsqueda. Todos tenían características particulares, algunos procedían de lugares distintos o de otras instituciones. Estaba el callado, el inquieto, el inteligente, el que cada día se esmeraba por ayudar a su curso, el que “revolucionaba” a sus compañeros, etc. Pero había algo que se repetía muy a menudo por muchos profesores: era un grupo muy compañero, difícil de trabajar, demasiado revoltosos, pero siempre mantenían la idea del compañerismo y la ayuda que se brindaban entre ellos. Tomé datos de todos los puntos que me podrían llegar a servir y devolví rápidamente los legajos. En todas las vacaciones esperaba con ansias que llegara el primer día de clases, quería volver a intentarlo, y lo mejor: había planificado una gran estrategia. Al recordar cada canto que había escuchado con mi nombre, y el compañerismo que destacaban sus profesores, los primeros días de marzo, llegue a la escuela, y al entrar al curso di a conocer la propuesta que cree y pensé durante mis vacaciones, esperando con gran expectativa que, esta nueva actividad, pueda dar sus frutos. Mi idea fue, partiendo de canciones con letras del idioma inglés, que tuvieran distintas palabras y tipos de tiempos verbales, armar una banda musical que se presentaría en una gran fiesta que armaríamos para que ellos se puedan despedir de todos sus compañeros y la institución que tanto los acompañó durante un largo tiempo, debido a que estaban en su último año escolar: quinto año. En un comienzo me miraron desconcertados. Comenzó el murmullo nuevamente, y todo continuó igual que siempre. Pero sabía que tenía un largo camino por recorrer. A la clase siguiente noté un cierto interés por parte de algunos de los alumnos ya que comenzaron a aparecer algunas preguntas. Pablo fue el primero en hablar: - Yo hace unos años que estoy yendo a aprender a tocar la batería y acá Sofía toca muy bien la guitarra. Estaba muy contento, era solo lo que había interactuado en toda la clase y lo que conseguí de atención ese día, pero estaba convencido de que podríamos llegar a lograr algo muy bueno todos juntos. Y así fue. Después de unos meses de observar canciones que ellos mismos trajeron y se preocuparon de buscar, las trabajamos, buscamos sus significados, estudiamos los distintos tiempos verbales que encontrábamos. Mientras que en otras clases, conjuntamente con el profesor de música, buscábamos acordes y notas de canciones, las practicábamos como pronunciarlas en el idioma; al mismo tiempo que otro grupo se


ocupaba de la organización del evento, desde las publicidades, quienes serían los invitados, como controlarían la iluminación y el sonido, la ambientación y decoración, como se presentaría la banda, y otros números que aparecerían en la gran fiesta. Faltaba mucho por recorrer y organizar, pero estaba muy feliz de que algo había progresado en mi trato con ellos. Algo, por más mínimo que sea, había cambiado, llegado o movilizado de alguna forma a aquellos adolescentes. Y sabía que esto recién era el comienzo.

CECILIA BRUSSINI


Hoy puede ser un gran día

D

ebía estar seguro de lo que contestaría. Tenía que tomarme el tiempo necesario para pensar semejante propuesta. Después de esto, no pude dormir ni concentrarme en toda la semana, mis pensamientos me torturaban, me repetía una y otra vez ¿Debo darme por vencido o acepto someterme un año más a salvajes desinteresados en aprender mi materia? El fin de semana se pasó tan rápido que llegó el lunes y todavía no estaba seguro de lo que iba a contestar. Estaba desesperado, no sabía qué hacer. Tuve un impulso y llamé a mi padre; le comenté lo que sucedía, estaba muy nervioso, hasta sentía ganas de llorar. Mi voz temblaba y no podía creer que era lo que estaba escuchando del otro lado del teléfono: -Tranquilo hijo, sé que no soy el indicado para tranquilizarte, pero debo decirte algo, y más con esta llamada. Perdóname por no escucharte, por no estar cuando necesitabas que te aconseje y aliente a hacer lo que deseas para tu vida. Debes luchar por tus sueños. Creo que no es tarde, y que todavía estoy a tiempo de ayudarte en lo que necesites. Espero que puedas entenderme. Luego de escuchar esto, una sensación muy extraña recorrió mi cuerpo. Desde la punta del pelo más largo de mi cabeza hasta los dedos de mis pies. Sentí que una tonelada de peso salía de mí. Me sentí feliz. -Gracias. ¡Gracias papá!, es lo único que puedo decirte. Las palabras que acabas de decir generaron algo inexplicable en mí. Era lo que necesitaba escuchar. Gipsy estaba a mi lado, me miraba mientras hablaba. Colgué el teléfono y al ver mi expresión de felicidad, su cola comenzó a moverse muy rápido de lado a lado. No paraba de saltar y besarme. -Bueno, amigo, bueno. ¡Tranquilo! Me sentí raro tranquilizando a mi perro cuando hace unos segundos era el ser mas intranquilo del planeta. Sonreí y le dije: -¡Parece que hoy puede ser un gran día! Me alisté y emprendí el camino hacia la escuela. Al llegar, me encontré en la puerta con D’Ambrosio. Lo primero que se me vino a la cabeza fue irme inmediatamente, pero luego algo me llamó la atención. -D’Ambrosio: ¿Qué te sucede? Para mi sorpresa estaba llorando y no parecía el mismo de siempre. -Profe, ahh, emm -Parecía no saber qué contestar. -Vamos, dime. -Me he enterado que si no rindo bien las materias que desapruebo este año, pueden echarme de la escuela. ¿Sabe usted qué pasaría si llego a mi casa con semejante noticia? Me matan, eso pasará, ¡van a matarme! -Pero ¡qué estás diciendo! Todo tiene solución, tienes que estudiar lo suficiente para aprobar los exámenes finales. -Usted no entiende nada. -A ver, ¿Cuántas materias debes rendir? -Historia, Geografía, Física, Matemáticas y su adorada materia. -Vamos Pablo, debes hacer un esfuerzo y ponerte a estudiar. Si necesitas ayuda puedes pedírmela. ¡En qué estaba pensando cuándo le dije eso! ¿Yo ayudando a D’Ambrosio? Ese monstruo que por noches enteras intentaba matarme; que hacía de mis clases las peores catástrofes, y que nunca estuvo interesado ni en lo más mínimo de mi materia. ¿Yo ayudando a D’Ambrosio? No paraba de repetírmelo. Noté con su cara que él también se sorprendió. Quedamos en silencio por un momento, hasta que dije: -Bueno, debo ir a hablar con la Directora. Cualquier cosa sabes dónde encontrarme. -Gracias profe, hasta luego.


Era como si por primera vez conociera a este chico. No era el mismo de siempre, ese demonio que tanto me atormentaba. En ese momento volvió a mi cabeza la idea de que hoy no era un día como cualquier otro. Ingresé a la escuela y me dirigí directamente hacia la oficina de la Directora. Golpee la puerta y espere que me autorice a pasar. -Adelante. Se escuchó. -Buenas tardes ¿Puedo robarle un poco de su tiempo? -Pues claro Marcelo, adelante. ¿Cómo has estado? ¿Pensaste lo que te propuse la semana pasada? -Justamente de eso venia a hablarle. Lo he pensado bastante. -Pues bien, ¿Cuál es tu respuesta? -Bueno primero que nada quiero agradecerle por haber confiado en mí. Por brindarme la oportunidad de tener mí primer trabajo. En mi opinión los resultados no fueron tan buenos como los esperaba. En ese momento su rostro se transformó. -¿A qué te refieres con que los resultados no fueron tan buenos? No sabía que contestar. ¿Cómo le explicaba que de tres meses de clases que di, sólo habré podido dar un 20% del temario que debería haber enseñado? Respiré hondo y pensé. ¿Debo contarle la verdad: D’Ambrosio, “el rap del pomel”, las clases sin clases y demás inconvenientes que no valen la pena recordar en este momento? -Me refiero a que tenía en mente venir y dar clases en un curso donde hubiera un clima óptimo para enseñar; silencio, chicos ordenados, prestando atención y con ganas de aprender. Pero fue solo una ilusión, algo que en el momento de entrar al salón de 4to año se esfumó como el viento. -No entiendo a dónde quieres llegar con lo que dices Marcelo. -Cuando decidí que quería estudiar un profesorado y vivir de enseñar, tenía un concepto muy diferente al que hoy tengo de la docencia. Cuando comencé a formarme para ser lo que hoy soy, nadie me dijo qué hacer cuando un alumno no quisiera estudiar, no preste atención, o no permita dar clases por ser el comandante del curso. Sé que tuve muchos inconvenientes cuando comencé, y hace unas horas atrás no me imaginaba diciendo ninguna de estas palabras. Acepto su propuesta Directora. Quiero ser un buen docente, y para ello debo afrontar y superar cualquier inconveniente que pueda tener con mis alumnos. Quiero encontrar y despertar en ellos las ganas de aprender, de incorporar nuevas cosas, sean de mi materia o de cualquier otra. Sé que recién comienzo mi camino en la docencia y justamente no quiero que lo que me sucedió sea un impedimento para lograr lo que quiero. Voy a pelear por lo que de verdad deseo ser y hacer el resto de mi vida. -Bueno la verdad Marcelo es que estoy sorprendida con todo lo que dijiste. En mis años dentro de la escuela y de todo lo que se relaciona con ella, nunca tuve la oportunidad de escuchar algo semejante. Estoy muy orgullosa que siendo tan joven pienses como lo haces. Y me pone muy contenta que quieras lograr un cambio en estos chicos, aunque tengas que hacer un arduo trabajo. Pero veo que tienes las ganas y el corazón de hacerlo. Debo decirlo: tienes la vocación para ser docente y no tengo dudas que serás uno de los mejores. Terminamos nuestra charla y me dirigí hacia el negocio de mi padre. Nunca imaginé que alguien me diría esto, estoy completamente feliz de la decisión que tomé. Hoy estoy seguro de que puedo lograr todo lo que me proponga, aunque tenga miles de trabas, se que debo ser fuerte y luchar para conseguirlo. “No se puede tener un Arcoíris sin un poco de lluvia”

MARÍA NAIR ACOSTA SÁNCHEZ


Hoy puede ser un gran día Pasé todo el fin de semana viernes, sábado y domingo (mis días de descanso del suplicio) pensando…

-¿Qué debo hacer? ¿Tendré que lidiar un año más con esos monstruos? ¿Qué será de mí, acabarán tantos años de esfuerzo tirados a la basura por no tener el coraje que necesito para afrontar esta situación tan nueva que se me presenta? Dios, dame un señal!!! Entonces fue que justo el domingo a la noche tuve un sueño, muy lindo y nada parecido a la realidad y eso fue ¡un sueño!: un grado donde sus alumnos pedían que me preocupara por ellos, que me ofrecían un trato a cambio de escuchar mis aburridas (para ellos) clases de inglés. Su trato consistía en unos minutos donde se pudiera hablar de lo que a ellos les interesaba: de la vida cotidiana, de los problemas cotidianos, pero al momento de contestar, desperté. + + + Llegado el lunes lo único que evitaría era cruzarme con la directora ya que debía darle mi respuesta y así fue durante dos días hasta que me enteré que se había tomado dos semanas de licencia. Estos días me servirían para seguir recapacitando sobre mi decisión. Dos semanas interminables, de sentimientos encontrados, de socavar muy en lo profundo de mí buscando la respuesta a mi felicidad y al bien común. Entonces como de costumbre entré a la escuela, saludé e ingresé al infierno , 4°”A”. El inicio de la clase fue como siempre: con barullos , gritos , corridas , hasta que se enteraban que llegaba , fue cuando los miré uno por uno buscando un motivo o una razón para seguir con esta batalla y pensé: -¡Estos chicos necesitan de mi ayuda! Necesitan alguien que les preste atención a sus variadas y erradas formas de querer llamar la atención de sus mayores. + + + Dando comienzo a una nueva semana en la que volvería la directora, sucedió que mientras ingresaba y como casi nunca fue que escuché: -¡Buen día profesor! ¿Ha pensado sobre la propuesta? , ¡NO! mejor no me conteste, pasemos a mi oficina…-mis nervios me superaban ya que esta prueba era una de las primeras que me esperaban dentro de mi carrera profesional ¿Qué sucedería si ante la primera prueba caigo? Definitivamente sería un total fracasado. ¡Y todo esto pensé en el trayecto de la puerta de la escuela hasta la dirección! -Ahora si dígame, ¿cuál es su respuesta?... Ella trataba de persuadirme. En realidad no supe si a aceptar o rechazar la oferta; entonces fue que le conteste: -He decidido… -Un minuto de silencio, imágenes en mi cabeza que mostraban la tortura que había sido estar en ese curso, y sucedió conjuntamente que recordé, como me habían enseñado en el profesorado, que ser docente


implicaba dentro de tantas cosas que hay que tener en cuenta y saber poner a funcionar, EL VALOR. Valor: animarse y animar a los demás - Mi respuesta es sí A lo que rápidamente la directora contesto: -¿Está seguro de lo que dice? A lo que le conteste que sí, que la experiencia era totalmente nueva, que lo que necesitaban esos alumnos era alguien que los ayudara más allá de lo académico, algo a lo que yo estaba dispuesto. Así fue que me levanté de mi silla y me retiré totalmente convencido y satisfecho de que la respuesta que había dado era la correcta y de ahora en más mi labor era demostrarlo a los demás, pero principalmente a mí mismo. +++ Nuevamente ingresé en el aula pero con más actitud de la que me había caracterizado durante estos tres meses. Un profesor mucho más rígido y a la vez como enojado pero abierto a conocer más a fondo a sus alumnos sin dejarse manipular por ellos. Los alumnos permanecían desorientados ante esta actitud. Pero a poco fui tratando de mostrarles mi otro lado fuera de lo académico, sin querer hacer alarde sobre mi preparación ya que eso no tenía importancia si no era capaz de poner a funcionar otras virtudes.Así la clase o la cosa comenzaron a cambiar, obviamente los ruidos, barullos y las vueltas por el curso nunca desaparecieron Nada de lo que hiciera iba ser suficiente, pero en eso consistía mi esfuerzo diario, mi lucha diaria, logra para comenzar, su respeto. Desde entonces mi rol como profesor se basó en enseñar, ser parte de ellos, cómo podría explicarlo, bajar y subir, conectarme con ellos como amigos (compinches) y como docente-alumno. Así fue que fui descubriendo que no me había equivocado y de igual forma si no hubiera sido así , de igual forma sentiría el orgullo de hacer lo que realmente me gustaba y sentía como plenitud propia.

NATALIA VANINA GONZALEZ


Hoy puede ser un gran día

N

unca el regreso a casa fue tan pesado. En mi mente resonaban una y otra vez las palabras de la directora. ¡Un año más! De golpe, como en mis peores pesadillas aparecía el rostro de D´Ambrosio.

Al llegar a casa el cuadro de siempre: mi padre detrás del mostrador, esta vez no quise cruzar mi mirada con la suya. Tenía ya demasiado en que pensar. El viernes y el sábado ya no fueron tan felices, mi mente estaba tan confundida ¿qué hacer?, me asustaba la idea del fracaso y me aterraba el sufrir un año más. Era demasiada presión. Así transcurrió el fin de semana. Ya no tenía opción, creí tomar la decisión correcta: aceptar era lo mejor, no saldría por la puerta chica y además ya había sobrevivido a los tres meses con D´Ambrosio, esto me servía como prueba de fuego y además no tendría otro personaje igual en el nuevo curso. Me convencí que todo sumaba experiencia. Llegaron al fin las ansiadas vacaciones. Sólo pensaba en un nuevo comienzo, lejos de D´Ambrosio y su tropa. Si bien no podía alejarlos de mi mente, la idea era tomar esos meses en el colegio como experiencia, una experiencia aterradora… pero experiencia al fin. Y así, en medio de proyectos nuevos y decisiones asumidas con “madurez docente”, desperté con la obligación de ponerme nuevamente el saco y la corbata, dirigiéndome a la escuela para tomar posesión de mi nuevo curso. No podía disimular la alegría al entrar al Colegio. Esto era un nuevo reto. -

Buenos días profesor- interrumpió el portero, sacándome de mi estado de delirio.

Casi sin mediar palabras me dirigí hacia la sala de profesores esperando que la directora me convocara para ver mi nuevo desafío. Esta vez el 4° año sería distinto, mi relación con ellos sería otra, me conocerían desde el inicio, podríamos trabajar juntos. De repente se abrió la puerta, allí estaba la directora con una sonrisa que por un momento me congeló la sangre. -

Buenos días profesor. Pase por aquí, tenemos que hablar.

Allí mismo, en ese instante creí morir, mis sueños se transformaban en pesadillas. -

Profesor, este año le toca asumir nuevamente 4° A. Aquí tiene la lista de los alumnos, aunque a algunos usted ya los conoce. ¿Verdad?

Que era esto, una prueba del destino, una burla fatal a mis sueños: ¡D´Ambrosio reaparecía en mi vida! ¡Había repetido! El breve tiempo que separó esta conversación de mi primer día de clases frente al curso fue un suspiro. Todo comenzaba de nuevo. Ese domingo previo al inicio de clases no podía disimular mis nervios. Mi padre, aquel hombre que “sólo vivía sumido en su trabajo tras el mostrador”, no pudo dejar de notar que algo pasaba, tal vez leyó mi mente. Y por primera vez en mucho tiempo cedimos los dos y nos sentamos a hablar. Tanto que busqué ayuda y consejo en otro lado y en la sencillez de mi padre estaba el secreto. -

Si eso es lo que te gusta, seguí. Si te morís de hambre como tu prima, te la aguantás o trabajas más. Pero no dejes. Nadie te mando, pero si estás en el baile….

***


Segundo lunes de Marzo: el Calvario. Esta vez en cámara lenta salí de la sala de profesores y me dirigí a la escalera que me llevaría a mi infierno privado. Al llegar a la puerta mis piernas temblaron y con un impulso salido del estupor abrí la puerta para enfrentar mi destino. Mi mirada fue directamente hacia el fondo del aula, donde D´Ambrosio estaría desparramado sobre la mesa sediento de mi sangre. Para mi sorpresa había un banco vacío. Mi corazón se detuvo. ¡Que me esperaba ahora! Me senté, tome aire, y comencé a pasar lista. D´Ambrosio: ausente. Nada pudo aliviar más mi existir. -

Buenos días alumnos. Mi nombre es Marcelo Acosta. Soy su profesor de Inglés.

En ese mismo instante esperaba el cantito obsceno, el rap de pomel (tan famoso en la escuela), pero nada. Los alumnos, con la ansiedad propia del primer día de clases hablaban animadamente, pero nada fuera de lo común, o por lo menos nada muy alejado de lo que yo soñaba. Por primera vez pude escribir en el pizarrón sin que volaran tizas y objetos contundentes. Sentí renacer mi vocación. Todo podía mejorar. Salí ansioso. Lleno de orgullo entré airoso a la sala de profesores. Allí me enteré el por qué de la ausencia de D ´Ambrosio. Si bien para mi era un alivio no tenerlo en el curso, los profesores, aquellos que meses antes lo nombraban con pavor, comentaban lo terrible de su caso. El pobre chico había tenido un problema familiar serio y se reincorporaría más tarde. A pesar de ser el monstruo de mis peores pesadillas, esto no me resbalaba. Pasaron unas semanas, en las que a diario me preguntaba por aquel muchacho. Ese lunes no fue diferente a los demás, llegué media hora antes al colegio y me encaminé hacia la sala de profesores. De repente me detuve, una figura familiar estaba parada justo delante de la puerta de la biblioteca: D ´Ambrosio. No sabía si salir corriendo o entrar en la sala de profesores, pero no hice ninguna de las dos cosas. Decidido me encamine hacia él: -

Buen día Pablo.

De repente levantó la cabeza y me clavo la mirada. No respondió nada, solo hizo un gesto y pegó la vuelta. No podía disimular la ansiedad que me consumía. Pero al sonar el timbre tomé impulso y me dirigí hacia el curso. -

Goodmorning, students- saludé.

-

Goodmorning, Marcelo- respondieron.

D´Ambrosio estaba allí sentado, en su lugar del fondo. Esta vez no parecía el capitán de la tropa, el “nuevo” era él. Si bien no dudaba de sus dotes de revolucionario esperaba que le llevara un poco de tiempo apoderarse del curso. En las semanas siguientes, cada mañana me acercaba a Pablo para saludarlo, él actuaba con indiferencia. Pero nos dejaba trabajar en el curso y eso ya era mucho.No dejaba de pasar por su banco, su carpeta siempre en blanco era un reto. *** Un jueves al entrar al colegio Pablo me estaba esperando, se acercó rápidamente. -

¿Qué pasa Pablo?- pregunté un poco nervioso.

Para mi sorpresa, lejos del insulto (que en realidad era lo que esperaba saliera de su boca) me saludó.


-

Profe, quiero saber…..

Ya no importa cómo siguió mi historia con Pablo, ni qué me pidió esa mañana. Lo importante es que los dos aprendimos a comunicarnos. Empezamos con el pie izquierdo: tal vez por mi falta de experiencia, tal vez por la falta de apoyo de parte de las autoridades de escuela, tal vez porque las cosas debieron ser así. Lo bueno es que los dos crecimos. Aprendí que en la profesión que uno elige lo importante es perseverar.

MARÍA IVÓN CAMINOS.


Hoy puede ser un gran día

D

ecidí regresar a mi casa caminando muy despacio. Disfrutando del trayecto como si fuera un paseo, para serenar mi mente y poner orden en mis pensamientos y sentimientos, que eran casi un reflejo del caos que mis alumnos provocaban en el aula clase tras clase.

Debía evaluar mi situación. ¿Qué significaba este ofrecimiento? ¿Una nueva oportunidad? Si yo estaba decidido a no perder más tiempo con esto de la enseñanza ¿por qué no rechacé el ofrecimiento? Mi decisión de abandonar esta tarea perdió firmeza. Algo parecido a una débil ilusión fue ganado terreno en mi mente y corazón. Pero tenía que ser prudente. Comencé a recordar lo bien que me sentía cuando me llamaron para el remplazo. ¡Cuánta seguridad! ¡Cuántos planes! ¿Qué fue lo que pasó? Creo que con tanto entusiasmo por mi primer trabajo descuidé cosas importantes. Casi sin darme cuenta llegué a mi casa. Me preparé unos mates, acompañado de mi fiel amigo Gipsy; encendí la radio y escuché al pasar a un terapeuta que decía: «Encontrarás las respuestas cuando hagas las preguntas adecuadas». ¡Qué interesante! – pensé. Esto me viene muy bien para mi situación. Durante estos tres meses no hice muchas preguntas y pensándolo bien, las pocas que hice no fueron adecuadas. Para poder dar una respuesta a esta propuesta de trabajo, antes, haré muchas preguntas, a mí mismo y a otros. ¿Qué puedo decir de mi trabajo? ¿Qué no hice o en qué me equivoqué? Algo que no hice con este grupo es tratar de conocerlos personalmente, tratar de comprender el por qué de su comportamiento. Yo estaba seguro que sabía lo que ellos sentían y necesitaban, por eso pasé por alto el preguntar… Tampoco compartí con otros profesores mis puntos de vista, mis preocupaciones, las dificultades con la disciplina. ¿Qué estrategias les dan resultado a ellos? Por vergüenza e inseguridad no pregunté… Otras cosas las aprendí al equivocarme, como por ejemplo: que si algo no lo sé o no lo recuerdo, es mejor admitir mi ignorancia, (nadie lo sabe todo) y es más importante decir la verdad. Esta experiencia, aunque dolorosa, seguramente me ayudará en el futuro. La hora de la cena me sorprendió en medio de mis reflexiones. - ¡A comer!- Llamó mi mamá.


-¡Milanesas! ¡Qué bueno! – la meditación me había abierto el apetito. - ¿Cómo andan tus cosas? – me preguntó mi padre. Lo miré como si estuviera soñando. Era la primera vez en mucho tiempo que se interesaba por mí. - Bien, bien. –contesté sin mucha convicción. - No parece. Estás muy pensativo. –agregó mi padre. No respondí enseguida. Luego ensayé una excusa. - Estoy cansado. – en realidad no sabía si compartir con ellos todo lo que me estaba pasando. Creía saber de ante mano su respuesta. Quizás estaba equivocado… Continué después de cenar mi lista mental de situaciones positivas y negativas que pudieran ayudarme a dar una respuesta. Recordé la razón que me impulsó a elegir esta carrera, mis deseos de acompañar ese proceso maravilloso de aprender, cuando las cosas que son difíciles se transforman en sencillas. De pronto experimenté una gran serenidad. Creo que las cosas pueden mejorar. –me dijeAlgo parecido a la esperanza se instaló en mi corazón. _Me parece que tienes que aceptar…- una voz secreta me susurró antes de que me venciera el sueño…

ANGÉLICA HAESLER


Hoy puede ser un gran día

A

l día siguiente me desperté temprano por no haber dormido al igual que la noche anterior. Estuve casi toda la noche pensando y dándome vuelta por la cabeza si aceptar o irme como un fracasado. Pero a la vez se me presentaba la imagen de mi padre riéndose diciéndome: - Viste que yo tenía razón, que esa

carrera no servia para nada. Hubieras estudiado una carrea como la gente. Entonces por no poder dormir me levanté de un salto de la cama, me duché y luego me preparé el desayuno mientras todos dormían aún. Mientras tomaba mi desayuno continúe pensando la decisión que debía tomar, sabiendo que esto me marcaría para el resto de mi vida. Decidí pensarlo con toda la calma que podía, entonces por mi mente comenzaron a pasar como una película todo el esfuerzo que había realizado en todos estos años y que solo me quedaba poco para recibirme de profesor de Inglés. Que no era el momento de rendirme, solo tenía que prepararme un poco más a nivel académico e ir adquiriendo experiencia ante los alumnos en el aula. Después de todo, pensándolo bien, no había recibido ninguna queja de los directivos, asi que tan mal no estuve. Inmediatamente agarré las carpetas de los exámenes finales (que antes no pensaba dar) y comencé a revisarlas, para intentar organizarme y rendirlas, pero al instante pensé: “no voy a decir que si tan rápido esperare hasta la semana que viene y que pasen unos días.” *** Llego el día de ir a la escuela y darle mi respuesta a la directora. Debo decir que sentía todavía un poco de miedo e inseguridad. Al llegar a la escuela apenas entré por la puerta vi a la directora, que enseguida me miro, sonrió y vino hacia mí. -Profesor Acosta ¿vino para darme su respuesta? Si -dije yo con un poco de miedo-. -Acompáñeme - dijo ella – y me llevó a la dirección- Tome asiento - luego dijo. Me senté tímidamente, mientras observaba que ella me miraba con mucha atención, con cara de que estaba esperando que yo le diera mi respuesta. Mientras la miraba, se me cruzó por la cabeza decirle “vine a decirle que no” pero al instante pensé no, no puedo decir que no. y si me pregunta por qué que le digo, la realidad, ella me dirá que es porque no tengo experiencia o miento. Pero al instante me dije: “basta, dile lo que has decidido y punto.”


Voy a tomar esas horas – contesté yo, mientas me decía a mi mismo vas vos vas a poder lograrlo el próximo año. La directora efusivamente me dijo – Sabias que me dirías que si, eres un gran profesor, por eso te queremos en esta escuela-Gracias –conteste yo tímidamente . -Comienza a asistir a la escuela luego del receso de verano- me dijo ella despidiéndome con un fuerte abrazoMe retire de la dirección, Salí a la calle y pensé “en que lio me metí” y me fui caminando hacia mi casa imbuido en esa sensación, de no saber qué hacer de ahora en adelante. Llegué a mi casa tome las carpetas y me comencé a preparar con el poco entusiasmo que tenía en ese momento, sabiendo que no me quedaba otra cosa que hacer ya. *** Termino el receso y era hora de enfrentarme a la escuela, por suerte todavía sin alumnos. Pero con gran alegría de haber rendido bien los exámenes. Entre con mi ropa nueva a la sala de profesores y todos me saludaron con gran alegría. Este mes fue muy tranquilo y yo me sentía súper alegre. Sonó el despertador, eran las seis de la mañana, quería seguir durmiendo. Pero bueno me levanté, me duché, desayuné, tomé la carpeta y me fui a la escuela tratando de concientizarme de que esta vez será todo distinto pensando que tendría otro curso, 4º A otra vez, pero serian otros alumnos. Entre como era de rutina a la sala de profesores y comencé a charlar con los demás profesores, ya los había conocido bastante y tenía una buena relación. Estaba terminado mi café con una sonrisa y sonó el timbre, tenía a media en ese momento mis ilusiones, no era como aquel primer día del año anterior. Me dispongo a salir de la sala cuando la directora me dice: - Profesor Acosta, espere un momento- al instante me quedé en mi lugar, ella se hacer me entrega la asistencia y me dice: - tendrá este año a 5º AYo la mire, agarré el libro de asistencias y en ese mismo instante las pocas ilusiones que tenía se cayeron al piso. Comencé a caminar derecho a 5º A sin ilusiones ya, pasando por mi cabeza las imágenes de mi tortura del año anterior. Ni bien cruce la puerta era todo igual al año anterior. Dije a pesar de los gritos- Buenos días - todos me contestaron.


- Buenos días- entre risas, festejando que la profesora Carrillo no había vuelto este año. Seguro que ya estaban imaginando y planeando que hacerme este año. Con el coraje que pude les dije que iba a estar todo el año con ellos y les comenté todas las pautas que este año íbamos a tener para las clases. Fue muy sorprendente en los últimos instantes de mi explicación, se hizo mucho silencio y me prestaron atención a lo que dije. Empecé a realizar un repaso del año anterior y sucedió algo más sorprendente aun. D’ Ambrosio me dijo: - Disculpe profesor: sabemos que el año pasado nos portamos muy mal con usted y que al final nos dimos cuenta que usted no quería ser como los demás profesores. - No sabemos nada, nos puede explicar prometemos que ete año era diferenteLos demás alumnos contestaron- ¡SIIIII!Yo expliqué lo que no entendían y luego continúe con mi clase y todo fue maravilloso, todos participaban, preguntaban y se mostraban interesados por lo que yo decía. Sonó el timbre y por primera vez pude dar una clase entera que había planificado. Me fui a la sala de profesores un poco satisfecho, pero debo decir que desconfiado de la situación y me marché a mi casa. Llego el otro día y comenzó la rutina diaria, llegue a la escuela y todo como siempre, yo esperaba que todo sea como siempre un verdadero desastre pero para mi sorpresa todo fue distinto. Pude dar clases por segunda vez tal cual al día de ayer. Sonó el timbre y ellos me saludaron muy afectuosos. Salí del aula y de la escuela al cruzar la puerta m e dije ¡hoy pudo ser el gran día!, ese que estuve esperando desde el año anterior y me fui feliz a mi casa. De allí en más todo siguió con normalidad, solo algunos gritos hubo, propios de la edad de los chicos. Soy feliz de verdad!!!!.

MARÍA BELÉN MÉNDEZ


Hoy puede ser un gran día

E

l lunes sorprendí a todos y a mí también. Finalmente acepté la propuesta. Retomé el yoga para relajarme y lo pensé desde otro lado. Un puñado de zoquetes no iba a arruinar mis sueños.

También pensé, si manejo este grupo, podré con cualquiera en el futuro. Sábado fue yoga y decisión. El domingo pensé mis estrategias posibles. Tenía problemas con unos chicos y con el curso. Encaré estrategias personales y por otro lado la dinámica grupal. Sin desesperarme. Hice plan A, B y C. Al final salieron mezclados. Las bromas las fui tomando con humor o indiferencia. Viendo que no hacían mella en mí, acabaron por ir abandonándolas otorgándome un poquito más de atención .Además había cambiado los temas y sonaba mejor que la habitual lectura del manual. D’Ambrosio era malo en gramática, pero bueno en pronunciación. Le di un cargo de ayudante en el tema. Mantuvo la atención del grupo, pero ya no era el dueño del salón. Trabajaba para mí (y para él) positivamente, echándole una mano a los compañeros. Entablamos otra relación y hasta nos fuimos cayendo simpáticos, hablando de futbol. (Gracias a Dios era sabalero) Archivé por unas semanas el eterno Libro –Método y empezamos a desarrollar un proyecto de traducción de canciones del inglés. Con teatro y juegos. La cultura de los chicos es atravesada por el inglés y la cultura anglosajona. Ellos saben de qué se trata. Vimos letras de canciones de Bob Marley, de Pink Floyd y de Justin Bieber, a pedido de un sector femenino. Con la profesora de historia trabajamos Historia e Inglés simultáneamente mediante un trabajito sobre Jamaica, como ejemplo de Colonización. - ¡Acosta! En la sala de profesores me saluda el profesor Jirafa. (Me fui aprendiendo los apodos con que nos rebautizaban los D’Ambrosios) -Como estás, ¡te felicito por haber renovado! Me pareció sincero, ya sin manifestar piedad por mi. -Gracias Ernesto. Ya sabes, la lucha que se pierde es la que se abandona… -Ya no siento tanto griterío cuando paso por cuarto .Y el otro día lo vi a D’Ambrosio chamuyándole en ingles en los pasillos a las pibas. -Si, es un buen pibe. Me lo fui ganando cuando vio que conseguía más no haciéndose el boludo y acercándose a mí de otra manera. Pasaban las semanas y poco a poco ya no me sentí tan abandonado por mis colegas. Hasta la vice empezó a buscarse un rato para tomar un te conmigo y tratar de encajarme su hija maestra. Cierto día, -¿Cómo le va Acosta? Felisa, la profe ronca por el deber sagrado, me saluda. Yo sentí que me miraba ya de otra manera. Casi como colegas.


-Le estas tomando la mano al 4º.Al final me terminaras dando consejos a mi, parece. -No Felisa, me ayudaste mucho en todo. -Vi a Leticia escribiendo una canción de Justin Bieber en el recreo. Los aterrorizaste con la música de baja estopa. ¿Es un castigo? -No, es lo que a ella le gusta, y a mi me sirve para pronunciación y vocabulario. Se sacó 6 viniendo de dos aplazos. Le puse 7, claro. -SOS un tapado. Después contame del Yoga, ok? ¡Además de salvar algún zoquete, por ahí rescataba un colega quemado! No está mal –pensé. Rápido para mí, pero lento para los demás, llegó fin de año. En la sala de profesores hablaban de viajes al caribe, refaccionar la casa y cambiar el auto .Eso si, todos opositores al Gobierno. Me fui a un rincón con mi cafecito. -Hola Marcelo, llegamos vivos, jajá. Desde que Natalia había vuelto con su pareja era otra chica. -Con Bichi vamos a ir a Buzios ¿ y vos? -Tengo que terminar materias del Instituto. - ¿Sabes qué me conto la vice? Que vuelve Godoy el año que viene, ¡Después de lo que nos hizo parir en tercero! - ¿Quién es Godoy? -Es el primo de D’Ambrosio. ¡Es D´Ambrosio por tres! Imaginé un instante lo que me esperaba el año que viene.

ADRIAN PLANK


Son solo pruebas, posibles de superar.

M

e retiré de la escuela con la cabeza al revés, todo me daba vueltas, por un lado estaba convencido de que no volvería allí nunca más, de que no aguantaría las burlas, gritos y agravios de aquellos niños. En tan solo unos meses colmaron mi paciencia e hicieron que deteste lo que con cuanto esfuerzo había logrado. Pero por el otro, no quería rendirme ni bajar los brazos, quería demostrarles a todos que era posible educar y formar a los alumnos sin ser un “hijo de puta” como expreso la profesora Felisa en aquella breve charla de pasillos. ¿Pero cómo? ¿Cómo lograrlo con un grupo de alumno tan difícil? Caminé y caminé durante un largo tiempo sin rumbo alguno, solo pensando que debía hacer, que era lo correcto. Mientras caminaba di con un pequeño pero muy bonito parque, el día estaba bastante, gris razón por la que no había demasiada gente, solo un par de niños con sus madres y dos ancianas a las cuales noté muy contentas e interesadas en su charla. Me senté en un banco, mi cara de preocupación mezclada con tristeza por no saber cuál era la decisión correcta, estaba a la vista, sentía que solo no podría solucionarlo, entonces pensé en llamar a mi padre para que me aconsejara, desistí de la idea rápidamente, pues ya sabía de memoria y palabra por palabra lo que iba a decirme. -Mejor llamaré a mi prima Leticia – exprese en voz alta sin darme cuenta, ella es hija de mi tío Mario, hermano de mi difunta madre y siempre nos llevamos muy bien, es casi una hermana para mí. -Hola ¿Marcelo? – dijo sorprendida. -Hola, si Leti el mismo – contesté. -¿Cómo estás? ¿Qué tal tu última semana de clases? – me preguntó. -Igual que siempre, un horror – yo ya había hablado con ella antes y le había contado sobre mi situación, que no la estaba pasando bien. -Huu primo, tranquilo, lo bueno es que ya terminó – me dijo- y ahora podrán descansar, ánimo es solo tu primera experiencia – me dijo como para aliviarme pero no lo consiguió. -¿Y qué piensas hacer a partir de ahora? – me preguntó preocupada. -No lo sé, por eso te llame. Me ofrecieron seguir reemplazando durante todo el año que viene en el mismo curso ¡todo el año!- le dije atemorizado de solo pensarlo. -¡Esa es una muy buena propuesta!- dijo encantada con la idea. -¿Te parece que es una buena propuesta? – le conteste un poco enojado, ella sólo pensaba en lo laboral, no veía como algo importante el mal que me ocasionaban esos niños y sus travesuras. -Claro que lo es, debes dejar de lado el miedo. Mi consejo es que hagas lo posible por ser un profesor democrático y comprensivo pero si ves que todo sigue igual, que ellos no cooperan no vas a tener otra alternativa que ponerle los puntos a esos niños – dijo convencida.


En parte tenía algo de razón, traté de hacer todo lo posible por que ellos aprendan en un ambiente cálido y sin demasiadas exigencias pero si siguen en esa postura no me quedará más remedio que marcar ciertas pautas de conducta. -No lo sé, debo pensarlo un poco más, muchas gracias por tus consejos Leti, los tendré en cuanta. -De nada primo, ya sabes que estoy para lo que necesites y que lo que te digo es por tu bien, no es justo que tires por la borda tantos años de estudios y sacrificios por un grupo de niños que solo te toman el pelo. Espero entres en razón, besos, te quiero – dijo muy afectuosamente. -También te quiero – le respondí y corté. Todo el fin de semana me lo pasé pensando en eso, qué era lo que debía hacer, finalmente y sin mayor remedio llegó el lunes, debía darle una respuesta a la directora, que por cierto apenas entré a la escuela se percató de mi presencia, ella no dijo nada, sólo me miro desde lejos. Tome coraje y fui hacia ella. -Buenos días directora- dije amablemente. -Buenos días profesor ¿Cómo estuvo su fin de semana?- me preguntó. -Bien, gracias_ respondí dubitativo. -Me alegro. Entonces ¿ puede decirme qué ha decidido?- pregunto expectante pero muy confiada de mi respuesta. Fue en ese momento cuando vino a mi mente aquella charla que tuve con Leti- He decidido aceptar el reemplazo, considero que es una excelente propuesta para mi- le dije muy seguro aunque por dentro no sabía si era lo correcto. -¡Me alegro por usted, sabía que aceptaría!- dijo mientras sonreía. -Debo confesarle que no fue fácil para mí tomar esta decisión, ya que se trata de un grupo de alumnos bastante difícil y, al ser yo un principiante e inexperto me resulta muy difícil controlarlos- le respondí con toda sinceridad. -Sí, lo sé. Me imaginé que no sería nada fácil para usted, pero le aconsejo que se arme de paciencia y luche por hacer lo posible para el próximo año todo sea diferente, no se deje abatir. Esto es sólo cuestión de tiempo, ya lo verá- sentí muy sinceras sus palabras, eso me impulsó a seguir adelante. -Muchas gracias, hare todo lo posible porque así sea- conteste. Fue así que los meses pasaron y comenzaron nuevamente las clases. Me presente ante ellos con toda amabilidad y como era de costumbre me costó muchísimo lograr que se calmen y se sienten cada uno en sus pupitres, nada en su actitud había cambiado, entonces me propuse ser yo el que marcara lo que se podía y lo que no se podía hacer. No fue fácil, pero con paciencia y poco a poco lo logré. Los chicos llegaron al final del ciclo con todos los contenidos básicos de la materia aprendidos. Hasta D´ambrosio me sorprendió con sus avances, algo increíble pero cierto. Posteriormente hice muchos reemplazos hasta quedar fijos en algunas horas cátedra, lo cierto es que a pesar de todo fue una buena experiencia y me sirvió para mis futuras experiencias.

NAZARENA NINI



Hoy puede ser un gran día Ella me miró con cierta duda sobre mi respuesta.

- Bueno, espero tu respuesta - dijo. Llegué a mi casa y me puse a pensar. Recordaba cada una de las malditas travesuras que me habían hecho durante todo el reemplazo, cada vez que me acordaba mi almohada recibía varios golpes de impotencia, como si ella tuviera la culpa de un par de malcriados. Me levanté a la mañana reflexionando si debía continuar con la docencia, si todavía tenía esa chispa para ser docente. No pude responderme. Estando en el negocio de mi padre lo miraba, él en su trabajo feliz aunque no era lo que quería, tal vez su sueño era haber sido otra cosa, pero era feliz haciendo lo que hacia y yo con lo que había anhelado toda mi vida e incapaz de sentirme contento. Mi padre me miró y sabía que algo me pasaba. - Hijo, que te pasa –me dijo. - Nada pa, solo pienso –tristemente respondí. - ¿Es sobre el reemplazo, sobre lo que es ser maestro? –me preguntó. - Si, siento que perdí la esencia de ser maestro, de enseñar, pensé que era una cosa y resultó… –ya una lágrima caía de mis ojos. - Hijo no siempre las cosas son lo que uno piensa, no siempre lo que hacemos nos van a salir como uno quiere, tenemos que luchar para que nos logre salir. ¿Cuál es el problema? –me preguntó. - Nada, son un par de adolescente caprichoso, una maquina de hacer maldades, no se quedan quietos, no me escuchan, yo les quiero enseñar pero no quieren, y eso no me deja conforme, a veces pienso que el que tiene la culpa soy yo, porque no entiendo sus bromas, la inmadurez de su edad, no se qué hacer. - Hijo ¿Cómo eras en la escuela? - Buen alumno, me sumaba a las travesuras como todos. –dije. - Claro que eras buen alumno, y como todos te sumabas a cada travesuras que hacían tus compañeros, pero también no te acordas de aquellos profesores que aunque les hacían esas travesuras siempre sabían como llevar adelante ese curso, yo me acuerdo como nos castigaban en cada charla en las reuniones de padres diciéndonos que hijos teníamos, y nos enseñaban a ser mejores padres y cómo debíamos ayudarlos a aprender ¿te acordas? - Si, me acuerdo –le respondí - Bueno, yo me recuerdo aquella profesora a que le pegaron un chicle en el pantalón ¿la profesora..? - De matemáticas. La señora Montenegro –le dije. - ¡Esa! – Soltó una risa –Esa profesora los tendría que haber expulsado, pero ella sacó su esencia de ser docente y a ustedes los educó, no renunció a hacerlos unos buenos alumnos y mirá lo que logro con vos, que seas un


docente. Entonces hijo no renuncies a seguir, una mala experiencia no significa que tenes que dejar, dale para adelante porque es lo que te gusta. - Gracias papá –fueron mis únicas palabras, mi padre quien nunca me había alentado, me enseñó en simples palabras lo que había perdido. Hablé con la directora. Le dije que sí aceptaba el reemplazo, era una nueva oportunidad para demostrar por qué elegí ser docente. Empezaba el año y comenzaban las clases, mi hora había llegado, entré al curso, chicos revoltosos y entusiasmados por las clases, tranquilamente me senté en mi escritorio y empecé a tomar asistencia, durante las vacaciones me propuse a cambiar mis habilidades para poder atraparlos y ninguno quiere tener la inasistencia. Me presente y comencé a dar clase, les dije cómo iba a ser el año y cómo íbamos a trabajar y que lo que quería de ellos era que sean buenos alumnos, ninguno respondió, sólo empezaron a escucharme y eso me sorprendió. Al final solo fue una mala experiencia. No siempre las cosas van a salir lo que uno quiere, si no salen uno tiene que buscarle la forma para que aquello que nos hace feliz, nos haga aún más feliz.

MAURO RETAMAL


Hoy puede ser un gran día Obligado a pensar y repensar la propuesta que me había hecho la directora. Unos segundos después me contestó: -¡Como no profesor, piénselo tranquilo!Y se fue con una cara de preocupación que me incomodó. Regresé a mi casa y entré apurado, como escapándome de cruzarme con mi papá, sabía que no podría mirarlo a los ojos, porque entonces descubriría la decepción que sentía por la vocación que había escogido, pero más era la decepción por haber amado tanto enseñar y en un par de semanas querer salir corriendo de la escuela para no volver nunca más. Cuando mi papá cerró el quiosco y entró a casa me preguntó: -¿Y? ¿Cómo te va con nuevo trabajo, profesor?- como burlándose -Muy bien- Le contesté. –Cada día me va mejor. Quería esconder lo que estaba pasando, por lo menos delante de mi papá. En el fondo le estaba dando una segunda oportunidad a la vocación que había elegido y la que me estaba defraudando tan amargamente. Quizás sólo sea ese curso, pensé. El primer curso en que debutaba no podía destruir lo que me había costado tanto y lo que me había apasionado toda mi vida. Pero en el fondo, en todo curso existe siempre un D´Ambrosio. Al día siguiente fui mucho más calmado que de costumbre con un solo fin. Llegué a la escuela, entré al aula, apoyé mi maletín sobre el escritorio brutalmente y salí, me dirigí directamente a buscar a la directora para responderle la pregunta que me había hecho el día anterior. Por decepción no la encontré, estaba ocupada en los asuntos del acto de fin de año, el cambio de banderas, los diplomas de los egresados y demás. Regresé al aula con cara de rabia. Los alumnos comenzaron a ver mi cara cuando estaba enojado. Sin paciencia me senté, puse sobre el escritorio el libro de sanciones y el libro de inglés y me crucé de brazos. -¿Qué le pasa profe?- Se escucho una voz tímida y asustada del fondo. -Sobrepasaron mis límites- Contesté - De ahora en más como se comporten, quedará todo registrado. Por algo tengo el libro de sanciones a mi lado ¿No?Silencio frío, silencio más frío. No era como lo había pensado ni tampoco lo que quería, pero ellos me obligaban a hacerlo, no me quedaba más remedio, creo que era la única manera de que comenzaran a respetarme un poco.


-Voy a dar todos los contenidos que tengo preparado para ustedes, para los que tienen ganas de aprender, para los que no tengan ganas pueden ir desfilando a la dirección-Nosotras queremos aprender- Se escuchó por ahí. Eran Leticia y Sandra. - Yo ya hablé- Refuté con voz de autoridad y muy seguro. D´Ambrosio me miró desafiante, sabía que estaba hablando muy en serio. -Saben que si se llevan la materia, ustedes son los que tienen que rendir, y algunos parece que la quieren tener de por vida- dije con voz amenazante. Desarrollé la clase con toda normalidad, explicaba y algunos respondían, en un ambiente de absoluto silencio. Sonó el timbre, agarré mi maletín, saludé seriamente y me fui sin esperar que me respondieran, es más, si lo hicieron tampoco oí. Sentía algo extraño, tranquilidad por haber puesto los límites, aunque a destiempo, pero a la vez tristeza porque nunca pensé que tenía que llegar a lo que llegué en mis primeras clases de principiante. Tomé el control a tal semejante caos, veremos como sigue la cosa. Llegaron los exámenes finales, no tuve compasión por nadie. Por varios tuve que volver en diciembre, hasta en marzo, entre ellos, por supuesto, D ´AmbrosioCon el dinero de mi primer sueldo me compré el saco y el pantalón de vestir nuevos, y lo ayudé a mi papá en algunas cosas. Él comenzó a aceptar el destino que había escogido. -¿El año que viene seguís trabajando en la misma escuela?- Me preguntó en la cena. -Si. Quiero mostrarles a esos chicos quién es Marcelo Acosta-¿Yo qué te dije? Te ibas a arrepentir en ocuparte de un grupo de pelotudos que no les interesa nada-Yo voy a hacer que cambien, te lo aseguroCon un gesto moviendo la cabeza de un lado al otro y una sonrisa sobradora, entendí que mi papá todavía no estaba muy convencido que digamos. Pasó el tiempo, pasaron las vacaciones, y comenzó el nuevo ciclo lectivo. El curso de 4to A caótico del año pasado, ahora estaba en 5to A, el último curso del secundario. Todos los alumnos se alegraron al verme otra vez, incluyendo D´Ambrosio, algo que me sorprendió rotundamente. Las clases comenzaron con absoluta normalidad. Parecía un curso completamente diferente. Supuse que las cosas habían cambiado, no se por quéEse año las cosas no podía haber sido mejores. Hasta organizamos una obra de teatro en inglés. D´Ambrosio fue el protagonista principal. En ese momento volví a amar mi vocación, no lo dejé de hacer nunca pero creí que todo era una mierda. Una mañana fría, en la que todos los docentes estábamos reunidos en la sala de profesores, tomando café y debatiendo sobre los promedios de 5to, me felicitaron por haber logrado lo imposible, que 5to A sea un buen curso. Aprendieron a escucharse, a hablarse bien, eran ya unos adultos.


La profesora de Historia me dijo con una gran sonrisa: -Viste que era cuestión de adaptarse y de tenerlos cortitos de entrada-Si, es verdad- Contesté. –Y con otros secretos para complementar- Agregué sintiéndome parte del grupo de los docentes. Casi ya a fin de año, la profesora titular había regresado. Se había recuperado. Me agarró de sorpresa, y a los alumnos también. Ese día la directora me dijo: -¡Marcelo, vuelve la profesora!, pero si deseas podes remplazarla a la profesora de 2do que se toma licencia un tiempo por maternidad-¡Si, claro! Contesté. Para mí era todo un orgullo enseñar en la propia escuela en la que había crecido. Los chicos de 5to estaban con los preparativos de su viaje de egresados y estaban eligiendo a los dos profesores más importantes que los acompañaran. Ese día fui el hombre más feliz de mi vida, los chicos me habían elegido solamente a mí. A la salida, me habían preparado un cartel invitándome, acompañado con cánticos y abrazos. Enseguida mi respuesta fue positiva. Al otro día habiéndose enterado la directora de la noticia, también me ofreció ir al viaje con los chicos, no tan convencida que digamos, lo noté en su rostro y en el tono de su voz, y nuevamente acepté. -No sé que hiciste con estos chicos, pero lo que hayas hecho fue muy bueno y estoy muy agradecida y conforme con tu trabajo. -¡Muchísimas gracias directora!- Dije emocionado. Y así fue, el curso que me hizo pensar que había elegido la vocación equivocada, ahora, es el mismo con el que viajo a Bariloche y al que no voy a olvidar por el resto de mi vida.

ESTEFANIA GEREZ