Los cuentos del destino

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número de mujeres en las diferentes generaciones; mientras que en la otra, la mayoría eran hombres. No se pusieron de acuerdo. El número tres es esencialmente femenino, mientras que el cuatro, masculino. Cada una de las líneas estaba defendiendo su integridad. El número sagrado debería haber sido muy diferente y en efecto lo es, pero por aquel entonces, a principios del siglo XX ninguno de los implicados se dio cuenta. Simplemente porque no conocían a todos y cada uno de los integrantes de cada familia ni de cada línea –una línea son ocho o diez generaciones completas de una misma familia, depende de cada caso–. Todos los oráculos señalaban la tarea del abuelo. Él puso toda su fuerza en llevarla a cabo. Sus compañeros pertenecían finalmente uno a las Esmeraldas Rojas y el otro, a las Picas Negras. Así debía ser por la ausencia de los Diamantes, para equilibrar las fuerzas. Bien es sabido que una Pica Negra es un Diamante en bruto. Debían partir al desierto, muy lejos. La abuela y las niñas se quedaron solas en la vieja casona familiar y no volvieron a saber del abuelo hasta quince años más tarde a través de una carta. El Mago de un pequeño pueblo de la selva amazónica escribió para referirle la muerte de nuestro abuelo. Nunca había llegado al desierto, puesto que el representante de las Picas Negras había engañado a sus compañeros. El abuelo no se atrevió a volver para no deshonrar la tarea y se retiró a un pueblo perdido en la selva. Él, que era un Gran Mago, se puso al servicio del Mago del poblado y hasta el momento de su muerte no le desveló su gran secreto. Hizo el bien y fue amado por cada uno de los habitantes de aquella pequeña población y por los de toda la región, que guardaron siete días de luto y su nombre en su memoria. 70

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