Los cuentos del destino

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culino. Era, en cierta forma, como si aquel sultán que persiguiera a la Primera Maga hubiera dejado una estela de hombres ausentes. En realidad fue así, porque tal como se contaba generación tras generación, al no poder encontrarla, el monarca recurrió a todos los grandes brujos de Oriente y Occidente, a los que se habían apartado del camino del bien, para crear un conjuro que imprimiera un sello de soledad en ella y en todas sus descendientes. Estas mujeres tuvieron parejas, si no no hubiéramos nacido las demás. Pero ninguna de ellas pudo retener a sus medio cielos, tal como se llama en esoterismo al amor de vida, el complementario, la media naranja. Algunas, incluso muy a su pesar, los abandonaban, otras eran abandonadas por múltiples circunstancias, tanto personales como históricas. A veces era la guerra de turno, otras una guerra interna que una mujer furiosa emprendía. Otras veces la pareja desaparecía como tragada por una nada adversa y oscura. Cada mujer de cada generación intentaba romper el maleficio. Las posturas al respecto eran diversas, pero en general se dividían en dos bandos: uno, el de las que se pasaban la vida tratando de encontrar el antídoto al conjuro, otro, el de las que se resignaban y lo consideraban parte del destino o de la fatalidad. Sin embargo, ninguna daba con la manera de romper ese legado. La más famosa, y que casi lo consiguió, fue la tatarabuela Sofía. Como las demás, mantuvo un diario. La historia de la familia está bien documentada, pero siempre desde una versión única. Nunca he entendido muy bien cómo se ha conservado tanta documentación a lo largo de los siglos; debe de ser gracias a la labor de tantas otras mujeres de cada generación a quien han sido confiado los documentos. En la nuestra ha sido mi prima a quien le ha 112

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