Estrellas perdidas

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Claudia Gray

Se acercó al puesto de navegación auxiliar en el pit de información y miró las cuatro pantallas que le mostraban la información y las coordenadas de los cazas TIE. Cualquier tipo de ayuda que pudiera proporcionarles iba a ser mínima, pero si podía darles una oportunidad a esos pilotos para sobrevivir, lo haría. Sus dedos se movían rápidamente para establecer la triangulación entre las naves y el Halcón Milenario, y después se colocó los audífonos que le permitirían hablar con los pilotos directamente. —O-L-Siete-Cero-Uno, ajústate treinta y siete grados a estribor y hacia abajo. N-AOcho-Uno-Uno, lo mismo, pero tú vas hacia arriba. NA811 era un chico llamado Penrie, con quien había platicado alguna vez; un egresado de la academia de Lothal. Cuando reía, nadie podía evitar reírse con él, y ya que todas las bromas le parecían graciosas, las risas eran recurrentes. Aunque Penrie era un par de años más grande que Ciena, sonó más joven cuando contestó: —Afirmativo. —C-R-Nueve-Siete-Ocho, ¡elévate, elévate! —Pero la orden de Ciena había llegado demasiado tarde, la transmisión de uno de los cazas TIE había desaparecido de las pantallas. Un hombre había muerto bajo su supervisión. «Por favor, ni uno más». —O-L-Siete-Cero-Uno, ahora tienes una nueva conexión de trayectoria en tu computadora de navegación. —Entendido. —J-A-Uno-Ocho-Nueve, tu computadora no se está conectando. —No puedo… —Después una explosión de estática acompañó los violentos giros de otro TIE en otra de sus pantallas—. Uno de mis motores está perforado. No puedo pilotar la nave, necesito la ayuda de un rayo tractor. Luego de un aumento en la intensidad de la estática siguió el silencio, y la imagen del caza TIE JA189 desapareció para siempre. El sudor hizo que el uniforme de Ciena se le pegara a la piel. Mantuvo la mirada fija en las pantallas e intentó que su voz sonara lo más tranquila que podía. —O-L-Siete-Cero-Uno y N-A-Ocho-Uno-Uno, se están acercando a uno de los asteroides de mayor tamaño… —El objetivo parece intentar esconderse, pero vamos detrás de él. —Ese había sido OL701. A través del comunicador de NA811, Ciena sólo podía escuchar una respiración demasiado superficial, demasiado rápida. Penrie acababa de ver a otros dos pilotos explotar frente a sus ojos. Ciena le habló al capitán Piett: —Señor, si el Halcón Milenario aterriza en un asteroide más grande, podremos dirigir nuestro cañón a este y destruirlo. Podríamos eliminar al Halcón. ¿Le puedo pedir a los cazas TIE que regresen? Piett estaba de pie, rígido; evidentemente estaba esperando a que Lord Vader revocara la orden, pero él no dijo palabra alguna; ni siquiera volteó. Finalmente, Piett respondió: —Muy bien, Ree.

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