Pocoserio 01

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Pocoserio: Revista Shuffle #1

El

P e r s o n a j e

Quique Cruz

L

a primera vez que me dijo ―Yo soy el protagonista de un cuento‖ lo tomé a broma. ¿Qué habría hecho cualquiera? Me gustaba seguirle el juego en sus explosiones mitómanas; cada que inventaba alguna historia de la que él era el protagonista yo le preguntaba todo tipo de cosas al respecto, ―¿y cómo llegaste a ese enredo?‖, ―¿era muy tarde?‖, ―¿por

cada uno de los orificios?‖, ―¿ella también es ninfómana?‖ Cosas así. Él tenía una forma deliciosa de contestar, independientemente de lo escatológico de la mayoría de sus respuestas; siempre contestaba con una fluidez y con una naturalidad envidiables, a veces casi me convencía de estar diciendo la verdad. A menudo tenía la impresión de que pasaba las noches inventando las historias que me contaba por el día, pues sólo de esa forma podría tener todo absolutamente estudiado para dar la mejor respuesta, la más coherente y la única que encajaría perfectamente. Una vez llegó a la oficina con el traje desaliñado, la respiración acelerada, ríos de sudor sobre el cuerpo y un libro titulado Comportamiento de camellos y dromedarios. —¿Por qué demonios traes eso? –pregunté con ecuanimidad. —Ayer en la mañana apareció un camello frente a mi casa, no me dejaba salir. —¿Qué tipo de camello?



—Un gigante del Sahara –dijo mientras buscaba una foto en el libro, después de encontrarla me la mostró y siguió hablando—. Es igualito a este. Imagínatelo; igual, pero sentado. Resultó que para ahuyentarlo necesitaba silbar en una frecuencia específica, me tardé como 20 minutos para que él reaccionara a algo. Se levantó y empezó a bufar. Es raro, pero hasta ese momento fue que se me ocurrió llamar al zoológico. Me contestaron que ningún camello se había fugado, así que no era problema suyo. ―¿Pueden venir por él?‖, pregunté. ―Claro que no, nosotros no podemos hacernos cargo de animales silvestres así como así. Llame a las autoridades, ellos lo trasladarán después si lo creen prudente.‖ Cuando llamé a los bomberos dijeron que no molestara con bromas estúpidas; que, con lo que había pasado en la ciudad, estaban con las manos llenas. Me di cuenta de que nadie iba a venir, así que aproveché cuando se durmió para ir al mercado. Compré algunos víveres esenciales para mí y un par de pacas de alfalfa para el invitado. Cuando regresé él estaba de nuevo parado y bufando, recibió la alfalfa con una sonrisa grande. Hoy en la mañana seguía ahí, me tardé otros 15 en hacer que se moviera. ¿No ha llegado Gonzáles? —No. —¡A huevo!, media hora tarde y sin repercusión. Un día de estos llego y estaciono mi camello allá 12


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