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Figura 30. El graben central de Quereo con localidades arqueológicas y paleontológicas

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Figura 30. El graben central de Quereo (a partir de Varela, 1981) con localidades arqueológicas y paleontológicas.

la señal humana. Partimos de la premisa que los contextos arqueológicos son en sí mismos problemáticos, y que es más realista pensar que los yacimientos encubren complejas historias depositacionales. Por ello, optamos por evaluar la señal humana a nivel de las asociaciones y de los artefactos. Esperamos contribuir en reducir la ambigüedad, deslindando entre las asociaciones claras o las situaciones de equifinalidad con asociaciones engañosas. En un escenario como el descrito, la distinción entre depósitos primarios y secundarios es clave. Los primeros reflejarán la posición original —acción cultural y/o natural— en el lugar de acontecimiento, mientras que los segundos «contain materials redeposited by environmental processes, usually flowing water» (Schiffer, 1996, p. 199). Por su parte, a nivel de los artefactos, para establecer con claridad el nivel de señal humana se recurrió al análisis de la sistemática de talla y la tafonomía lítica. Ambas decisiones metodológicas servirán como método de contraste de los datos logrados con otras líneas de evidencia, por ejemplo, los estudios de la intervención sobre los restos óseos.

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Para este propósito seleccionamos los sitios de quebrada Quereo (LV. 066) y Las Monedas (LV. 210), el primero localizado en su desembocadura, y el segundo ubicado en un ramal sur de la misma. Ambos cumplen con el criterio de asociación estratigráfica entre los restos óseos de mamíferos extintos y evidencias líticas en depósitos fechados hacia la transición Pleistoceno-Holoceno. Asimismo, comparten varias características como su emplazamiento en una quebrada, su proximidad, diversidad taxonómica, la similitud en materias primas y la difícil diagnosis en la intervención humana sobre los materiales (Méndez y otros, 2005-2006). Excluimos otros sitios de superficie en la inmediata vecindad, no porque consideremos que los depósitos estratificados estén libres de haber coadunado materiales de distintos momentos o que por el hecho de estar enterrados aseguremos contextos «no contaminados». Optamos por ello porque uno de los criterios de evaluación fue el de huellas de abrasión diferencial sobre las superficies de los artefactos. Utilizar conjuntos líticos de sitios que incorporen piezas con distintas trayectorias y, por tanto, diferentes niveles de huellas de abrasión, incorpora mayor variabilidad al análisis. Por ejemplo, en los materiales líticos de sitios superficiales, el impacto de la carga sedimentaria de las corrientes de aire sobre materiales expuestos por más tiempo podría producir una meteorización física equivalente a la de piezas más antiguas que hayan sido recientemente expuestas. Esto obliteraría las huellas, disminuyendo nuestra capacidad de distinguir las trayectorias tafonómicas de los conjuntos.

1. Síntesis de investigaciones, contextos y conjuntos arqueológicos Desde el inicio de los trabajos en el sitio de quebrada de Quereo, los autores reportaron las evidencias con cautela (Núñez y otros, 1994b). Al momento de su identificación original, pese a haber excavado una amplia área, no fue posible recuperar material lítico asociado a los restos óseos; identificando oportunamente que la señal humana era débil, y solo manifiesta en la intervención sobre los huesos (Montané & Bahamondes, 1973). Su comparación con contextos tan evidentes como los de la localidad de Taguatagua supuso problemas interpretativos que dirigieron los trabajos hacia una evaluación de los procesos de formación de los sitios desde una perspectiva multidisciplinaria (Núñez y otros, 1983, 1987, 1994b). El sitio se emplaza al interior de una quebrada de escurrimiento hacia el océano, sobre su perfil sur, a 125 metros de su desembocadura. Corresponde a un contexto estratigráfico donde en sucesivas capas superpuestas se han registrado abundantes evidencias de fauna extinta. Estas capas acusan de forma compactada la sucesión de eventos de génesis palustre de graben central (Varela, 1981; Núñez y otros, 1994b). Este sitio se encuentra asociado a un bosque de carácter «relicto», donde se observa flora alimentada por aguas de una quebrada de escurrimiento intermitente y ocasionalmente torrencial originada en napas subterráneas que nacen en la cordillera de la costa.

En el sitio se llevaron a cabo dos intervenciones independientes dentro de programas de investigación diseñados para trabajar el problema del poblamiento sudamericano (Montané & Bahamondes, 1973; Montané, 1976; Núñez y otros, 1983, 1987, 1994b). Las primeras contemplaron la evaluación de perfiles estratigráficos, trincheras para evaluar depósitos y un área de excavación amplia donde se observaron restos de fauna concentrados en 14,5 m2 (Montané & Bahamondes, 1973). Mientras que J. Montané y R. Bahamondes (1973) identificaron tres eventos depositacionales de fauna, el equipo de L. Núñez y colaboradores (1994b), en actividades posteriores y más intensivas en el sitio, definieron dos niveles de acuerdo a la concentración de restos de fauna en estratigrafía: Quereo I y Quereo II. Las actividades en esta investigación incluyeron la caracterización geomorfológica de los depósitos estratigráficos (Varela, 1981), la recuperación de un registro de polen fósil para la caracterización ambiental (Villagrán & Varela, 1991) y una excavación contigua la de Montané y Bahamondes. En este caso se descubrió una superficie aproximada de 35,5 m2 para el nivel Quereo II y una superficie aproximada de 47 m2 para el nivel más profundo (Núñez y otros, 1994b).

La estratigrafía de este sitio ha sido previamente publicada y discutida extensamente (Varela, 1981; Núñez y otros, 1987, 1994b). Se trata de un total de seis miembros estratigráficos, subdivididos en capas horizontales y sub-horizontales superpuestas y ordenadas (figura 31), que se enmarcan una secuencia aluvial entre >13400 y —al menos— los 2460 años cal AP.; edad del inicio de la incisión y formación de la quebrada como se observa en la actualidad (Núñez y otros, 1994b). La fecha para el cambio en la hidrología de la cuenca de Quereo es marcadamente similar a la edad de 2770 años cal AP. obtenida para el fenómeno análogo en quebrada Santa Julia (Méndez y otros, 2007a). Esta relativa sincronía sugiere cambios ocurridos a nivel regional, posiblemente vinculados a una intensificación de las lluvias y flujos aluviales asociados (Ortega y otros, 2012). Los autores usaron la presencia de fauna extinta para la definición de los niveles Quereo I y II (Núñez y otros, 1987, 1994b). La posición contigua de los restos y su asociación en niveles horizontales sugiere que corresponden a eventos de depositación. Las especies registradas para el nivel Quereo I corresponden a mastodonte (Cuvieronius sp.), caballo (Equus (Amerhippus) sp.), Palaeolama sp., ciervo de los pantanos (Antifer niemeyeri), Mylodon sp., otros camélidos, cánidos, félidos, aves, roedores y anuros (Bufonidae). Este nivel posee dos edades 14C directas: 13790-13050 y 13490-12890, las que permiten una edad promedio de 1348013070 años cal AP. Los taxa registrados para el nivel Quereo II corresponden a mastodonte (Cuvieronius sp.), caballo (Equus (Amerhippus) sp.), Palaeolama sp., ciervo de los pantanos (Antifer niemeyeri), Mylodon sp., otros camélidos, cánidos, cetáceo, aves, roedores y anuros (Bufonidae). Este nivel posee una edad directa con rango de 13200-12700 años cal AP. (Núñez y otros, 1994b). La separación de más de dos metros entre ambos niveles, en condiciones que las edades 14C no son estadísticamente diferenciables, supone una incorporación importante de sedimentos en un lapso breve, lo que podría haber influenciado la disposición de las evidencias óseas.

Sin lugar a dudas, son los restos óseos de Quereo las evidencias más atractivas en tanto su abundancia, distribución, asociaciones espaciales y huellas de intervención humanas (Montané & Bahamondes, 1973; Núñez y otros, 1994b). El depósito estratigráfico de esta localidad ha permitido registrar más abundancia y variabilidad que las prospecciones superficiales sobre amplias áreas erosionadas (Méndez y otros, 2004b). Mientras que en Quereo I se pudo recuperar un total de 2239 restos óseos, de los cuales el 44,93% (N=1006) fueron identificados; en el nivel Quereo II, un total de 1207 restos óseos fueron recuperados, identificándose el 37,61% (N=454) (Núñez y otros, 1994b). Recientes reevaluaciones sobre

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