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Figura 26. Estratigrafía de Taguatagua
En la figura 26 se muestra un esquema que sintetiza investigaciones anteriores y correlaciona las principales propuestas para cuatro segmentos estratigráficos, cuyas diferencias están dadas por los lugares de muestreo, el tipo de trabajo realizado y la nomenclatura utilizada en la interpretación.
Figura 26. Estratigrafía de Taguatagua. Las edades 14C seleccionadas están asociadas a las ocupaciones humanas de la cuenca. Correlaciones estratigráficas basadas en Valero-Garcés y otros autores (2005).
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A fines de entender la ocupación humana es relevante considerar la estratigrafía de los Miembros 5 al 8 que muestran la evolución sedimentológica desde el Pleistoceno terminal hasta los ~100 años cal AP. (fecha cercana al inicio de la incisión antrópica de los depósitos, Núñez y otros, 1994a). En el techo del Miembro 5 —arcillas verdes y grisáceas— se dispone la ocupación de Taguatagua 1 y esta brinda la edad (~12920 años cal AP.) para el fin de la acumulación sedimentaria. Este miembro infrayace a un paleosuelo que se dispone sobre una discordancia erosiva y marca el inicio del Miembro 6 —arcillas con abundantes diatomeas—. Las evidencias de Taguatagua 2 se disponen en este segmento estratigráfico. Suprayace con un contacto gradacional un miembro (M7) de limos grises y grisáceos amarillentos con abundante contenido de Tropicorbis. Una nueva discordancia erosiva
seguida de un paleosuelo separa al Miembro 7 del 8. Este depósito posee una edad de 6960 años cal AP. obtenida desde un contexto arqueológico atribuido a cazadores recolectores de características económicas y tecno-tipológicas muy distintas a las de los ocupantes del Pleistoceno final (Montané, 1969). El Miembro 8 se caracteriza por arcillas limosas con diatomeas y alto contenido carbonoso. Uno de los focos principales de atracción de Taguatagua ha sido su fauna. Cuatro líneas principales pueden ser señaladas: la asignación taxonómica (Casamiquela, 1969-1970, 1976; Casamiquela y otros, 1967; Alberdi & Frassinetti, 2000; Frassinetti & Alberdi, 2000; Prado y otros, 2012), una aproximación contextual (Núñez y otros, 1994a), una aproximación arqueofaunística cuantitativa (García, 2005) y un diagnóstico de las asociaciones (Jackson y otros, 2011b). Para ambos sitios la prioridad selectiva estuvo dada a favor de los mastodontes, los cuales tienen valores ≥90% en cuanto a los especímenes representados. Equidae y Antifer aparecen en baja proporción (Núñez y otros, 1994a). Lo que reviste importancia excepcional son los patrones espaciales, ya que tanto Taguatagua 1, como en Taguatagua 2, ponen de manifiesto un selecto elenco faunístico de gran talla dispuesto de forma desarticulada en plantas antrópicamente modificadas. En el caso del primer sitio, cinco son las pilas de huesos, tres acumulaciones asignadas a mastodontes juveniles y una a un caballo juvenil (Núñez y otros, 1994a). Para el segundo sitio, nueve son los rasgos de acumulación, en su totalidad asignados a mastodonte (97,79%) (Núñez y otros, 1994a, p. 511). En Taguatagua 1, los restos de mastodonte se encuentran representados por partes del esqueleto craneal, axial y apendicular, sin embargo, varias unidades anatómicas están ausentes y otras escasamente representadas y dispersas. Esto podría sugerir actividades localizadas de fraccionamiento de las presas y su transporte hacia otros campamentos cercanos (Jackson y otros, 2011b). Las escasas y fragmentarias partes anatómicas de caballo y ciervo (Hippocamelus bisulcus) sugiere que estos fueron cazados fuera del sitio. Por su parte, las evidencias directas de acción antrópica corresponden a marcas de corte sobre huesos caballo y de mastodonte, fracturas en huesos de los tres taxa mencionados y golpes de fuego en dos huesos asignados a mastodonte (Montané, 1968, 1969, 1976; Mostny, 1968; Núñez y otros, 1987, 1994a). El conjunto de fauna de Taguatagua 2 se compone de 145 especímenes asignados a mastodonte, de los cuales el 91% fue identificando taxonómica y anatómicamente (NISP: 132) (García, 2005). Estos corresponden a un número mínimo de 91 elementos, dominando en un 70% el esqueleto axial en piezas fragmentadas. Considerando la variable de lateralidad de los miembros se llegó a un número
mínimo de cinco individuos, posiblemente un macho juvenil y uno viejo, junto a dos hembras maduras y una vieja (García, 2005). Resulta importante la ausencia de unidades anatómicas, las que en este caso se remiten a partes del esqueleto apendicular y la total ausencia de las defensas. Estos datos permiten presumir transporte de miembros más «manejables» y selección de materias primas, como el marfil.
La baja a nula incidencia de acción de fauna sobre los huesos y su baja meteorización sugieren procesos de rápido enterramiento en la margen de una cuenca lagunar (Núñez y otros, 1994a; García, 2005). Por su parte, los análisis tafonómicos y arqueofaunísticos son concluyentes para la acción humana solo en el caso de huellas de corte (Borrero, 2009). En Taguatagua 2 las marcas de corte se encuentran en un 7,6% de la muestra, principalmente distribuidas en el esqueleto axial y vinculadas a desposte (García, 2005). Las escasas marcas, aunque finas, son bastante claras. Su escasez podría estar influenciada por el volumen y robustez de las presas, dado que el contenido de carne permearía el acceso de las herramientas líticas hasta el hueso. Una mayor incidencia (48,8%) poseen las huellas de combustión; cuya localización en el esqueleto axial argumenta a favor de conductas de procesamiento y desarticulación (García, 2005). Los conjuntos óseos de Taguatagua 2 han sido interpretados como eventos episódicos de caza de carácter reiterado en consideración a la superposición de restos óseos de distintos individuos (Núñez y otros, 1994a). Alternativamente, R. Labarca y colaboradores (2005) han planteado que el registro es también consistente con actividades cinegéticas sobre un pequeño grupo familiar contemporáneo en consideración al perfil etario y sexual de los individuos representados en la muestra. Por otra parte, C. García (2005) ha sugerido que el perfil etario también podría corresponder al de una situación catastrófica por estrés ambiental, ya que están representados en forma significativa individuos en edad reproductiva. Estas alternativas interpretativas no han considerado la información provista por el conjunto de tecnología lítica y su capacidad para aportar a la definición de lapsos temporales de ocupación de los sitios. En cualquiera de los casos, los patrones espaciales de carácter humano, las marcas de fuego y la ausencia de restos esqueletales abogan a favor de un contexto de matanza y faenado primario (Núñez y otros, 1994a). Nosotros interpretamos estos datos como una señal humana fuerte sobre la base de los conjuntos estudiados. El material lítico, aunque disímil entre ambos sitios, puede caracterizarse como una muestra pequeña. Por ello la orientación de los resultados es más cualitativa que cuantitativa. Taguatagua 1 posee mayor cantidad de piezas que Taguatagua 2,