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Capítulo 6. Decisiones metodológicas

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Bibliografía

Bibliografía

1. Las escalas de análisis

Dado que la investigación presentada se sustenta sobre un periodo acotado en el tiempo, el eje de variabilidad principal será el marco de referencia espacial (Binford, 2001). Para el trabajo con escalas espaciales hemos optado por la propuesta de D. Dincauze (2000), que ha sido previamente implementada en otras investigaciones donde la perspectiva espacial corresponde al eje central (Méndez, 2004; Barberena, 2008; Méndez y otros, 2008, 2009). De acuerdo a la autora entenderemos: (i) Microescala: corresponde a una definición operativa donde caben la mayoría de los sitios arqueológicos, especialmente en una arqueología de cazadores recolectores. Si bien es cierto entendemos que la definición de sitio supone una decisión metodológica arbitraria basada en criterios de observación superficial, nos interesa este nivel en tanto es apropiado para entender las áreas de actividad humanas discretas y el dominio de lo inmediato en cuanto a la disponibilidad de recursos líticos. Se usará adicionalmente el concepto de «contexto» para indicar relaciones que subentienden sincronía temporal y contigüidad espacial inmediata. (ii) Mesoescala reducida: corresponde a la localidad donde es esperable la observación de conjuntos de sitios o sitios y evidencias dispersas, junto a la distribución de materias primas locales. Pensamos que esta escala puede ser trabajada a sobre la base de rasgos geográficos y geomorfológicos (Barberena, 2008), como también rangos de distancia arbitrarios que nos permitan discutir los flujos de rocas y los puntos en el paisaje donde conjuntos comunes de recursos hayan sido usados y descartados.

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(iii) Mesoescala amplia: corresponde a la región e incorpora la dimensión de lo exótico en el transporte de materias primas líticas. Existe comunidad en aspectos ambientales, no obstante, incorpora sectores con diferencias geomorfológicas y geográficas, por ejemplo escurrimientos menores, distancia a la influencia costera, etcétera. (iv) Macroescala: corresponde a la región ampliada o área donde identificamos aspectos comunes del asentamiento. Si bien no ha sido posible identificar flujos de materias primas a este nivel, no significa que no debieran ser esperables. Al igual que el nivel anterior incorpora sectores con diferencias geomorfológicas y geográficas y en la actualidad, incluso sectores con diferencias ambientales.

Actualmente, aunque el tema de las escalas de análisis en arqueología destaca como central a la hora de efectuar interpretaciones (Rossignol & Wandsnider, 1992; Ramenofsky & Stefen, 1999), se percibe poco interés por su explicitación cuando se discute la tecnología lítica. Si seguimos las escalas espaciales usadas por nosotros, veremos que escalas mayores —megaescalas— han servido para tratar temas relativos al ingreso inicial de ser humano a Sudamérica y las continuidades tecnológicas, en particular la distribución de puntas de proyectil cola de pescado (Nami, 1997; Morrow & Morrow, 1999). Los materiales líticos en macroescalas han sido trabajados para la interpretación de toma de decisiones estratégicas en la exploración de territorios vacíos (Borrero & Franco, 1997; Franco, 2002a) y para los flujos de rocas (i.e. Flegenheimer y otros, 2003). Muy pocos investigadores han tratado de acercarse a escalas regionales más pequeñas (i.e. Cattáneo, 2002; Franco, 2002b; García, 2002, 2003; Jackson, 2002). Es el propósito de esta investigación definir explícitamente las unidades de análisis, sus escalas y alcances interpretativos. En otras palabras, definir qué se entenderá por cada una de las instancias a las que haremos referencia. Para ello se propone el esquema analítico en la tabla 4, que incorpora las definiciones metodológicas y las reflexiones teóricas esbozadas anteriormente.

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