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Capítulo 3. La evidencia regional del poblamiento durante el Pleistoceno

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Bibliografía

Bibliografía

Las investigaciones en el tema del poblamiento inicial de Chile han cambiado vertiginosamente dado el interés que este tema suscita. Si bien hace treinta años era posible compendiar toda la información de manera sintética y crítica (Núñez, 1983), hoy en día se ha optado por interpretar la evidencia a nivel regional y temático. Los avances más recientes a nivel regional incorporan síntesis comprensivas del proceso de poblamiento (Jackson y otros, 2004; Núñez y otros, 2005), programas de investigación deductivos interdisciplinarios (Jackson & Méndez, 2004; Santoro y otros, 2011), evaluaciones del estatus de interacción entre el ser humano y la fauna extinta (Jackson y otros, 2011b) y el hallazgo de sitios —como quebrada Santa Julia (Jackson y otros, 2007; Méndez y otros, 2007a)—, cuyo conjunto consistente de datos permite afirmar la presencia del ser humano a través de un rico conjunto artefactual en un acotado lapso, contemporáneo a los más conspicuos desarrollos de cazadores de las praderas de Norteamérica (Waters & Stafford, 2007; Goebel y otros, 2008). Una reciente recopilación de los datos 14C disponibles de los sitios arqueológicos más tempranos en Chile (figura 1) ha permitido caracterizar la señal cronológica más representativa de evidencias recurrentes en las distintas regiones (Méndez, 2013). Antes de los 10000 años 14C AP. o 11500 cal AP. se cuentan —al menos— treinta sitios distribuidos en todas las zonas ecológicas (Montané, 1968; Núñez, 1983; Núñez y otros, 1994a, 1994b, 2002; Nami, 1987; Dillehay, 1989, 1997, 2000; Dillehay y otros, 2008; Prieto, 1991; Bird, 1993; Jackson, 1993; Jackson & Méndez, 2005: Jackson y otros, 1997-1998, 1999, 2007, 2012; Llagostera y otros, 2000; De Souza, 2004; Massone, 2004; Grosjean y otros, 2005; Stehberg y otros, 2005; Reyes y otros, 2007; García, 2008; Castelleti y otros, 2010, Méndez y otros, 2010; Salazar y otros, 2011; Santoro y otros, 2011). Estos suman de más

de 84 fechados 14C con asociaciones confiables y que promediados han permitido caracterizar —al menos— 38 eventos ocupacionales (Méndez, 2013).

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Figura 1. Mapa de Chile con sitios con edades 14C superiores a 10000 años AP. Línea punteada: área de estudio, 1. Mani; 2. Tuina 1 & 5; 3. Alero El Pescador; 4. San Lorenzo 1; 5. La Chimba 13 (ex quebrada Las Conchas); 6. Tulan 109; 7. Salar de Punta Negra; 8. Cascabeles 226-5; San Ramón 15; 9. El Obispo 1; 10. Los Médanos 2; 11. Área de Los Vilos: Punta Ñagué, quebrada Santa Julia, Los Rieles, quebrada Quereo, 12. Valiente; 13. Piuquenes; 14. Taguatagua 1 & 2; 15. Marifilo 1; 16. Río Bueno; 17. Monte Verde, Chinchihuapi; 18. El Chueco 1; 19. Cueva del Medio, Lago Sofía 1; 20. Cueva Fell, Pali Aike; 21. Tres Arroyos 1.

Sin lugar a dudas, una de las referencias más citadas para entender la ocupación pleistocena de Chile es el sitio de Monte Verde (Dillehay, 1989, 1997). No solo por la naturaleza controversial de su registro e interpretaciones (Dillehay, 1984, 2000; Lynch, 1990; Dillehay & Collins, 1991; Meltzer y otros, 1997; Dillehay y otros, 1999; Dillehay & Pino, 2000; Meltzer, 1997, 1999; Núñez & Mena, 1997; Haynes, 1999; Fiedel, 1999, 2000, 2002; Adovasio & Page, 2002), sino por las implicancias que tiene la aceptación de sus datos para modelar el poblamiento inicial. Monte Verde es una localidad a cielo abierto en la rivera del estero Chinchihuapi en la región de Los Lagos (41°30’ S) en el sur de Chile. En esta fueron excavados dos contextos independientes: Monte Verde II con un conjunto de edades que promedian los ~14600 años cal AP. (Dillehay, 1989, 1997; Dillehay y otros, 2008) y Monte Verde I, que en la orilla opuesta, tiene una cuestionada edad 14C de ~39320 a 36530 años cal AP. (33730 ±530 años AP.; Dillehay, 1997). La escasa superficie excavada hace muy difícil ponderar la asociación entre un núcleo de clara factura humana, escasas piezas líticas y algunas improntas de fuego; señal humana muy débil, incluso puesta en duda por los excavadores (Dillehay, 2000). Monte Verde II ha sido sujeto a mucha mayor discusión. Presenta un nivel de ocupación que ofreció una colección sin precedentes de evidencias que incluyen: restos de estructuras de vivienda livianas y sus basamentos y pisos, fogones y ceniceros, morteros de madera, lanzas y palos para cavar, restos de plantas medicinales y para alimentación, restos óseos animales, cuero y tejidos blandos, huellas de pies humanos, instrumentos líticos formales e informales (Dillehay, 1997) y restos de algas marinas (Dillehay y otros, 2008). El sitio ha sido interpretado como un campamento residencial cuyo uso superó la duración estacional y cuyas estructuras sugieren estabilidad doméstica y, en un caso, actividades singulares de función extra doméstica (Dillehay, 1984, 1989). Distintas evidencias indican que los ocupantes del sitio tuvieron variada dieta basada en plantas silvestres, consumo de algas y presas de herbívoros de gran tamaño, como el mastodonte y la palaeolama (Dillehay, 1997; Dillehay & Rossen, 2002; Dillehay y otros, 2008). El material lítico no es abundante e incluye puntas de proyectil de morfología foliácea, semejantes a las del tipo El Jobo de la zona de Venezuela (Ardila & Politis, 1991; Dillehay, 2000), bolas esferoidales de poca a nula formalización, escasas lascas y artefactos de molienda (Dillehay, 1997). Dada la naturaleza residencial del contexto, uno debiera esperar un número muy alto de desechos líticos, ya sea por las actividades domésticas, como por las actividades involucradas en el procesamiento de la madera, labor de mayor consumo de filos activos entre las actividades de los cazadores recolectores (Hayden, 1978). Las particularidades

del registro arqueológico y el hecho que el conjunto de edades de Monte Verde II sean más tempranas a las de los sitios pleistocenos del centro de Chile, sugieren que no están dadas las condiciones teóricas y metodológicas que faculten modelar un panorama tecnológico integrado entre las dos zonas. Los antecedentes de ocupaciones pleistocenas en el área del centro de Chile son escasos en vistas de la multiplicidad de procesos que pueden afectar al registro arqueológico, en especial en la medida que se profundiza en el tiempo. Esto es claro para el área de estudio (31°50’ a 34°30’ S; figura 2), en donde no obstante se han identificado escasos yacimientos que superan los ~11500 años cal AP. (figura 3, tabla 1), la variabilidad de sus manifestaciones —sitios a cielo abierto y bajo reparo rocoso, en superficie y en estratigrafía, hallazgos aislados, etcétera—, locaciones —cercanos a la costa, en fondos de valle y en la alta cordillera—, asociaciones contextuales —a restos de fauna extinta o moderna— y tipos de campamentos —logísticos, residenciales, eventos de caza o aprovechamiento— sugieren un panorama diverso en cuanto a sus orígenes y la naturaleza de sus manifestaciones. Uno de los primeros sitios en revelar restos de fauna extinta y evidencias culturales en estratigrafía fue una localidad en la desembocadura de la quebrada de Quereo (Montané & Bahamondes, 1973). El sitio, localizado en el norte semiárido, corresponde a un contexto asociado a un bosque relicto a ~2 kilómetros al sur de la localidad de Los Vilos, provincia de Choapa, región de Coquimbo. Sobre una formación palustre hoy inactiva (graben central, Varela, 1981), en una quebrada de drenaje costero, se observaron notables hallazgos de fauna extinta desde 1899 (Sundt, 1903). Dichos hallazgos motivaron la realización de análisis 14C directos sobre los huesos mastodonte1, proveyendo una edad de 11100 a 9520 años cal AP. (Paskoff, 1971). Posteriores excavaciones permitieron evaluar la eventual génesis cultural de sus depósitos y conjuntos (Montané & Bahamondes, 1973; Montané, 1976). Excavaciones más intensivas dieron cuenta de aspectos característicos de la ocupación humana, la génesis de los conjuntos de fauna y la formación natural de los depósitos (Núñez, 1977; Núñez y otros, 1983, 1987, 1994b). El sitio presenta dos eventos segregados estratigráficamente —Quereo I y Quereo II— donde se identificaron restos óseos de fauna muy abundante y diversa (Núñez y otros, 1994b). Mientras que un evento posee una cronología que bordea los 13000 años cal AP., el más profundo es entre 200 a 400 años más antiguo. Entre las evidencias culturales se observó piezas líticas modificadas en microdiorita, soportes líticos

1 Recientemente se ha sugerido que todos los proboscideos sudamericanos corresponden a Gomphoteriidae (Mothé y otros, 2014). En este trabajo serán referidos con el nombre genérico más común de «mastodontes» y se aludirá a la taxonomía definida para cada sitio.

implementados en el desposte, algunos escasos huesos con evidencias de fractura y astillamiento que sugieren acción humana (Montané & Bahamondes, 1973; Montané, 1976; Núñez y otros, 1983, 1994b; López y otros, 2004; Labarca y otros, 2005). Considerando las condiciones de oasis del área, a modo de un área de concentración de alimentos para los herbívoros, los grupos humanos aprovecharon su disponibilidad y concentración (Núñez y otros, 1994b).

Figura 2. Mapa del centro de Chile y de los sitios de la región mencionados en el texto, círculos: sitios arqueológicos, cuadrados: archivos paleoambientales.

Figura 3. Cronología calibrada de los sitios mencionados en el texto. Los nombres se estructuran según como sigue: sigla del sitio, unidad estratigráfica, número de muestra. LV 105: El Membrillo, LV 221: Quebrada Santa Julia, TT1: Taguatagua 1, TT2: Taguatagua 2, Q: Quebrada de Quereo, LV 210: Las Monedas, LV 098: Punta Ñagué, LV 079: Punta Purgatorio, LV 036: Los Rieles, CT 014: Valiente, Manz: El Manzano 1, Piuq: Caverna Piuquenes.

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