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Capítulo 1. El problema que elegimos investigar

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Bibliografía

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Desde sus inicios, los estudios relativos al poblamiento de América se encontraron unidos al estudio de la tecnología lítica. Probablemente, ello obedece al fuerte evolucionismo unilineal del que rehúye la antropología, no obstante se haya caído con recurrencia. El estudio de la tecnología lítica está, y ha estado, vinculado a «lo más antiguo», sin importar que —desde hace un buen tiempo— sabemos que el ser humano que ingresó a América por vez primera fue uno desarrollado en todas sus capacidades: físicas, sociales y cognitivas. Sin duda, la preservación diferencial del material lítico contribuye a esta situación, puesto que sabemos que en la medida que profundizamos en el tiempo, múltiples procesos restringen la variabilidad del registro humano, muchas veces limitando nuestras posibilidades de reconstrucción del pasado solo a los materiales líticos. No es extraño entonces observar que dentro del ordenamiento inicial de las periodificaciones americanas se haya considerado, por ejemplo, la denominación de una etapa o periodo Lítico como representante material de los primeros pobladores del área andina (Willey & Phillips, 1962; Lorenzo, 1967; Kaulicke & Dillehay, 1999). Lo cierto es que dicha manera de abordar el fenómeno se inclinó por considerar —en más de alguna ocasión— antigüedades muy significativas para el poblamiento americano, en donde la presencia de «industrias líticas» excepcionalmente toscas se asimilaban a las etapas primarias de un proceso de refinamiento evolutivo. Dichas propuestas estuvieron mediadas por significativos debates que enriquecieron nuestra concepción del origen del hombre en el continente. A partir de dichas discusiones y la incorporación de nuevas perspectivas de estudio, la visión del poblamiento americano y su relación con la tecnología lítica ha cambiado notablemente. Se ha transitado desde «arqueologías de sitio» hacia «arqueologías regionales», y lo que es aún más sintomático, los trabajos basados

en la caracterización tipológica de industrias superficiales (p.e. Krieger, 1965) han sido cuestionados (Bird, 1965; Núñez, 1980) por la desconfianza sobre la capacidad heurística de las tipologías. Los énfasis actuales en estudios tecnológicos se centran en las decisiones, estrategias, desempeño, organización (Nelson, 1991), adaptación, desplazamientos y sobre todo, flujos de materias primas, cuestión que se representa también en los estudios de conjuntos líticos del poblamiento de Sudamérica (p.e. Nami, 1994a, 1997; Borrero & Franco, 1997; Franco, 2002a; Jackson, 2002; Flegenheimer y otros, 2003; Cattáneo, 2004). Se ha enriquecido continuamente temas relativos a rol de la tecnología y su funcionamiento en los sistemas económicos.

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Sin embargo, el estudio de la tecnología lítica de las sociedades del pasado también puede ser utilizado en la interpretación de la organización social de las poblaciones estudiadas. Hoy en día es viable considerar la tecnología como arbitraria, en donde los modos de hacer son socialmente construidos y, por tanto, significativos (Lemonnier, 1992; Pfaffenberger, 1992). A partir de una correcta interpretación de los contextos informativos es posible acceder a preguntas relativas a cómo el ser humano se vincula a la materia (Leroi-Gourhan, 1971; Lemonnier, 1992; Pelegrin, 1990; Inizan y otros, 1995) o cuáles son los contextos sociales de producción (Gamble, 1999). La tecnología lítica es posible conceptuarla en su relación a las regiones y el espacio, no exclusivamente a su estructura de recursos, sino a su construcción cultural y rol que jugó en la organización. Gestos, cadenas operativas, saberes y su transmisión no son ni universales, ni monolíticos; por tanto, debieran permitir discriminar formas de hacer, discretas del pasado, así como lo hacen entre los grupos humanos contemporáneos (Lemonnier, 1992). En esta línea, no existe ningún impedimento teórico para suponer que los sistemas cognitivos que unificaban la tecnología en las regiones no operaron durante el primer poblamiento de Sudamérica. Esto puede ser significativo en un escenario de exploración inicial, en donde se supone baja demografía (Borrero, 19891990, 2001; Borrero & Franco, 1997), y donde los amplios rangos de movilidad permitirían mantener grandes redes sociales que admitirían a la manutención de la reproducción social y los flujos de información (Gamble, 1999; Dillehay, 2000). Con una baja demografía, la posibilidad que se superpongan rangos de acción de grupos disímiles sobre un espacio común son muy bajas (Borrero, 1989-1990). Lo más esperable son continuidades regionales, sin que ello niegue la diversidad postulada para el poblamiento de Sudamérica (Dillehay, 2000; Gnecco & Aceituno, 2004; Schmidt, 2004).

En este libro nos preguntamos cómo se configuró la organización socio-tecnológica de los grupos que poblaron el centro de Chile durante el Pleistoceno terminal (en adelante 11100 a 10000 años 14C AP. o ~13000 a 11500 años cal AP.1). Se propone realizar una evaluación crítica de la tecnología lítica de los conjuntos asignados con fechados radiocarbónicos de este lapso temporal. Pensamos que uno de los aportes principales ha sido desarrollar un proyecto metodológico capaz de generar y contestar preguntas relativas a cómo los humanos organizaron su espacio habitado, mediado por decisiones relativas a cómo implementar su tecnología. La vía principal para dar cuenta del problema de investigación fue generar puentes analíticos para abordar aspectos organizacionales socio-tecnológicos que permitan: (i) entender la gestión de los recursos líticos, (ii) las actividades humanas en los sitios y las regiones, y (iii) brindar un esquema comprensivo de la tecnología como ritmo de acción en el espacio. El proceso de poblamiento del centro de Chile, a la fecha, obtiene su cuerpo de datos desde una cantidad reducida de sitios arqueológicos distribuidos en dos grandes sectores aislados. Entre ambos sectores, el extremo meridional del norte semiárido y la cuenca de la ex laguna de Taguatagua, en la zona mediterránea, existen más continuidades que diferencias, siendo las últimas atribuibles a la dimensión funcional de los asentamientos. Dicha situación ha permitido sugerir modelos integradores que recogen la relación entre seres humanos y la fauna extinta, la selectividad en el asentamiento y los cambios climáticos en ambas áreas (Núñez y otros, 1987, 2005; Jackson y otros, 2004, 2011b). Pensamos que discutir la tecnología lítica de los primeros pobladores del centro de Chile es, tanto una deuda, como una oportunidad, considerando la innegable ventaja de haber logrado obtener en los últimos años mayor claridad respecto a sus localidades, manifestaciones materiales, relevamiento de contextos y precisión cronológica. Además, esta investigación se nutre de una larga trayectoria que ha tenido como principio encarar el tema del poblamiento inicial de la región desde una perspectiva interdisciplinaria; camino iniciado en la región por J. Montané y colaboradores (Montané, 1968; Casamiquela y otros, 1967; Montané & Bahamondes, 1973), seguido por L. Núñez y colaboradores (1987, 1994a, 1994b) y recogido por D. Jackson y colaboradores (2004, 2007).

1 Años antes del presente (AP.) corresponden a edades radiocarbónicas (método 14C) contadas por convención hacia atrás a partir de 1950 d. C. Las edades señaladas en este libro han sido adicionalmente calibradas o corregidas, por lo que se refieren como años calibrados antes del presente (cal AP.), para su adecuada discusión y comparación con otros métodos de fechado y con el calendario.

En este libro nos proponemos definir el marco general en donde se desarrolló el poblamiento inicial del centro de Chile durante el Pleistoceno terminal. En este marco se discute la información y el estado del arte del tema del poblamiento americano en la escala subcontinental (capítulo 2) y la escala regional (capítulo 3). Esta discusión no pretende dar cuenta cabal de todos los datos y temas disponibles, sino mantener el foco en los aspectos relacionados con las investigaciones en tecnología lítica. El cuarto capítulo corresponde a una instancia crítica que contempla una discusión de los principales esquemas implementados en la interpretación de la tecnología lítica, con especial referencia a las posturas usadas en los conjuntos arqueológicos tempranos de Sudamérica. Define qué aspectos y conceptos son cruciales para entender la movilidad humana, la función de los sitios, abordar la dimensión temporal de las ocupaciones y las expectativas para formular un esquema que interprete la organización espacial. En el quinto capítulo se caracteriza la zona que elegimos investigar, se propone una discusión del escenario ambiental actual, y de las condiciones contemporáneas a las ocupaciones humanas discutidas. Luego, exponemos los criterios analíticos, la selección y recuperación de la muestra y proponemos que el mayor énfasis debe centrarse en las escalas espaciales de análisis: qué significan, qué interpretan y qué alcances poseen (capítulo 6). Los resultados de las distintas fases de esta investigación son presentados en atención a estas escalas. En el séptimo capítulo se exponen los trabajos llevados a cabo para dilucidar la estructura regional de recursos en distintas áreas, con el propósito de evaluar los criterios de selección y transporte de las materias primas líticas. En los capítulos 8 al 10, a una escala local, se discuten las evidencias de cada una de las localidades trabajadas, de acuerdo a sus particularidades y la historia de sus investigaciones. Los resultados detallan descriptivamente, tanto los conjuntos materiales, como las características de los sitios y su interpretación. En capítulo 11 proponemos una interpretación integral de los resultados en el marco de dos temas: la gestión de los recursos líticos y la comprensión de las funciones de los sitios y su señal arqueológica. Finalmente, se concluye argumentando una propuesta interpretativa que pone de relieve el rol de la tecnología en el poblamiento inicial de la región (capítulo 12). Proponemos que los grupos humanos que poblaron el centro de Chile durante el Pleistoceno terminal correspondieron a una misma población tecnológicamente emparentada. En este contexto, la tecnología lítica fue utilizada como ritmo de acción en el espacio. No obstante, este modo de hacer cambió con el transcurso del tiempo en función de la adquisición e incorporación de más información regional y la transformación de un espacio desconocido en un lugar habitado.

La investigación que se sintetiza en este libro se ordena a partir de un conjunto de hipótesis que fueron la guía del diseño metodológico, definición de escalas analíticas y fundamento de las expectativas de evaluación del registro arqueológico. En primer lugar, proponemos que la movilidad de los cazadores recolectores durante el Pleistoceno terminal en el área del centro de Chile se estructuró en relación al (des)conocimiento del espacio habitado. En este proceso exploratorio, los desplazamientos humanos se construyeron en función de una percepción anticipada de la presencia de recursos. Como expectativa, la tecnología diseñada debió reflejar decisiones acordes con la estructura regional inmediata de materias primas. Esta hipótesis se enfoca a dilucidar el rol de los recursos líticos en la movilidad, independiente que la ubicación y disponibilidad de recursos como presas, vegetales, fuentes de agua dulce y otros hayan cumplido un papel tan importante como los anteriores. Bajo esta lógica, el desconocimiento de la distribución de materias primas involucró respuestas variables relacionadas con la estructura regional de recursos. Como expectativa, las rocas debieron usarse acorde con la disponibilidad local de recursos. Sin embargo, las localidades que centralizaron materias primas de alta calidad debieran reflejar una lógica de aprovechamiento diferente, con conductas de prolongación de la vida útil de los instrumentos. Como expectativa debiéramos observar el transporte de las rocas de alta calidad a ámbitos dentro de la región o mayores. El desarrollo de la tecnología lítica de los primeros pobladores del centro de Chile involucró decisiones contextuales vinculadas a un ordenamiento espacio temporal de las actividades, por lo tanto, produjo distintas funciones de los sitios. Como expectativa debiésemos poder diferenciar conjuntos líticos, caracterizarlos y evaluar si representaron ejemplos de tipos de campamentos funcionalmente integrados. Dado que los saberes tecnológicos no son azarosos, sino que están culturalmente construidos, los gestos y las formas de proceder debieran trascender a las regiones, en especial por la alta movilidad de los grupos. Como expectativa, las formas de producción de herramientas debieron ser las mismas al interior de la región ampliada. Sin embargo, en vistas del lapso temporal que cubren los contextos estudiados, debiéramos esperar modificaciones en la forma de organizar la tecnología en el espacio, mediadas por los cambios en el conocimiento de las regiones y las profundas transformaciones ambientales durante la transición entre el Pleistoceno y Holoceno.

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