PERIÓDICO ALMA MATER N° 612 AGOSTO DE 2012

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C u lt u ra Por RUBÉN LÓPEZ RODRIGUÉ Escritor. Miembro de la tertulia literaria Los Octámbulos Decía Rilke en Cartas a un joven poeta que «Si su vida cotidiana le parece pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo, dígase que no es bastante poeta como para conjurar sus riquezas: pues para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre e indiferente»1. Traigo a colación esta cita para hablar del reciente libro de un escritor que, ajeno al divismo, no se inscribe en ese reproche del poeta. El Olimpo de mi barrio, de Fabio Zuluaga Ángel, comienza con el ascenso del narrador protagonista por la loma de su antiguo barrio y termina con el descenso de un hombre a la tumba; ascenso y descenso que metaforizan una ley de la vida: todo lo que nace muere. Dice el narrador: «Vuelvo al barrio después de treinta años para asistir a las exequias de don Arturo el polvorero, uno de esos personajes casi míticos que habitaron este pequeño espacio perdido en el universo, que con el tiempo ha llegado a ser el único barrio de mi entraña. Lo abandoné a la edad de veinte años y me fui con mi familia a vivir a otro sector de la ciudad»2. Así comienza la obra cuando el autor-narrador llega al barrio caminando por la empinada carrera Mon y Velarde y a su paso por calles y esquinas la percepción de personas y cosas hace aflorar los recuerdos y lo que eran islitas en su mente se concatenan para armar un entramado literario. De modo que el escritor extrae su tema de los recuerdos infantiles y juveniles [...] Son personajes insignificantes de barrio que al ser contrastados y asimilados con héroes griegos del Olimpo adquieren una grandeza insospechada. Es la magia de la literatura, palabras mágicas que como sucede en los cuentos folclóricos hacen volar alfombras. No en vano en su Historia natural Plinio decía que lo maravilloso tiene tanto atractivo como la verdad. Se me antoja resaltar la agudeza del escritor como observador de la vida cotidiana, como rastreador perspicaz de las costumbres urbanas. El Olimpo de mi barrio, a pesar de ser atravesado por el hilo negro del velorio de don Arturo el polvorero, se compone de meritorios cuentos donde prima el estudio de caracteres sobre

Nº 612, UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Medellín, agosto de 2012

El olimpo de mi barrio ¿realidad o ficción?

las costumbres de sus personajes. De esa observación cercana de la gente nace el humor –ese que va en favor de la salud y el bienestar del ser humano– y que en apuntes como el que viene sirve de paliativo a las tragedias: Don Víctor «Ya borracho, se iba a llevar a su viejo amigo el Mono Cárdenas, el comisionista del barrio, hasta su casa. Apoyada la mano de cada uno sobre el hombro del otro, bajaban tambaleándose por la empinada calle, pero cuando llegaban a la casa del amigo, este se devolvía a llevar a su amigo Víctor hasta la suya. Así se pasaban un rato, yendo y viniendo de una casa a otra, hasta que alguna de las esposas intervenía, enérgica, y daba por terminado el sainete»3. Quisiera detenerme un tanto en el asunto de la observación, ya que es un elemento caro al autor. El escritor debe ser un buen observador, alguien que sabe escuchar y puede avisar del peligro; no es un profeta como en ocasiones se afirma de Kafka, por el contrario, el escritor checo era un observador profundo y sus narraciones siempre lindaban con la locura. Se puede presuponer que Zuluaga Ángel volvió al barrio de su infancia, observó cosas que antes había tenido ante los ojos muchos años atrás y

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es vertical y la novela horizontal, evoco a Borges cuando dice que el cuento es síntesis, mientras que la novela se puede alargar hasta el infinito. Ya se trate de las señoritas solteronas, del comisionista, del polvorero, del joyero, de la modista virgen, del electricista, no obstante la ficción al aplicarles los mitos griegos de Helios y Prometeo, Hermes y Tiresias, Hera y Heracles, Jasón y los Argonautas, Penélope y Ulises…, en las historias cotidianas de barrio, donde ellos son protagonistas, la verosimilitud de Fabio Zuluaga marcado carácter autobiográfico se Ángel. Ingeniero inscribe dentro de Químico de la Uniun realismo que, versidad de Antiopor instantes, no quia y profesor de excluye el vuelo tiempo completo en lírico. No se trata el Instituto de Quíaquí de un realismica de la Facultad mo ingenuo (como de Ciencias Exactas y registrar lo que Naturales de la misma Universidad. dice una verdulera, Es autor de la selección de crónicas luego desgrabarlo y de Indias Oro, evangelio y reino publicarlo tal cual), (1992) y de la novela El árbol de sino que el agobio abuelitas (2008). Fue incluido por de la realidad nael escritor Mario Escobar Velásquez cional se manifiesta en la Antología comentada del cuencon dramatismo, to antioqueño. Es miembro de la así sea mediante el tertulia literaria Los Octámbulos. lugar común y la obviedad. Por otro lado, si un libro es como un registró cada detalle mínimo organismo vivo en el que todas para imprimirlo en su memosus partes interactúan entre ria. Y es que un escritor debe sí, ignoro qué función cumple el ser un observador de lo que le cuento «La misa», único que no rodea, incluso si lo que escribe se relaciona con los mitos del es fantástico o ciencia ficción, Olimpo, y donde la religiosidad pues aunque estemos en Alaska del autor, a lo mejor enterrada, o en la Patagonia seguimos esal parecer interfiere como un cribiendo sobre los que les pasa lunar negro sobre la belleza y a hombres y mujeres, elfos o coherencia del texto. alienígenas. Pero además de El libro comienza y termina la agudeza en la observación, con el funeral de don Arturo el entreveo una agradable sutipolvorero, dándole así un carácleza para narrar que produce ter de circularidad como la serun sentimiento parecido al de piente o dragón Ouroboros que la lírica. En sus cuentos corre se devora la cola, que empieza una sutileza poética adherida al al fin de su cola y simboliza el tono musical, hecho que ya le ciclo del devenir en su doble había señalado el escritor Mario ritmo: el desarrollo del Uno en Escobar Velásquez, a cuyo tael Todo y el retorno del Todo al ller perteneció por varios años. Uno. Comienza con el ascenso y La brevedad de los cuentos concluye con el descenso, pues que conforman el libro es como no todo se compone de poesía, una quintaesencia de avinado vino, rosas y luciérnagas. Esa del barrio de una infancia cones la trágica metáfora de la movida por hechos notorios. Es vida: todo lo que nace muere. importante hablar del cuento por encima de las particularidades barriales o provincianas, NOTAS puesto que apunta casi siempre 1 Rainer María Rilke, Cartas a un joa lo universal, incluso más que la ven poeta, Madrid, Alianza Editorial, 1985, pp. 25-25. novela. El cuento se rige por estructuras muy sui generis, dado 2 Fabio Zuluaga Ángel, El Olimpo de que su integración es vertical, mi barrio, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2012, p.11. mientras que la estructura de la novela, siguiendo con el símil 3 Ibíd., pp. 25-26. geométrico, es horizontal y Lea el texto completo en esto último no aplica al libro en http://almamater.udea.edu.co cuestión. Al decir que el cuento


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