en-peligro[1] libro

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El niño mercancía

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de la vida, tanto pública como privada, puede que el peligro más solapado que amenaza a los niños sean los lentes materialistas con los cuales los percibimos. Hay quienes consideran—con una actitud deliberadamente calculadora—que los hijos son haberes o inversiones. Es evidente, dada la frecuencia de conversaciones como la que acabo de citar, que muchos futuros padres los consideran bajo criterios aún menos favorables: sus niños han llegado a ser cargas, riesgos o débitos. Vivimos pues en una cultura que niega su apoyo a los niños repetidas veces en el curso de su vida, y que a menudo los desprecia abiertamente. Hay cierta ironía en que el mismo materialismo que engendra esa hostilidad hacia los niños, los recibe con brazos abiertos si tienen dinero para gastar. Cierto que las leyes laborales han prohibido el trabajo de menores en el mundo occidental, pero nuestra generación cuenta con su propia forma de esclavitud, tan provechosa como aquélla: el niño consumidor. Los agentes de publicidad, que asaltan los bolsillos inagotables de adultos cuyo dinero alimenta la economía más próspera de la historia, han descubierto el más lucrativo de los mercados: sus pequeños (y no tan pequeños) niños y niñas. Los niños y adolescentes de hoy son a la vez pedi­güeños persuasivos y víctimas fáciles. No cuesta mucho lograr que arrastren a sus padres a las tiendas, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Pasa lo mismo en las escuelas. En los Estados Unidos, un número creciente de distritos escolares aceptan incentivos de orden material y financiero—nuevas computadoras, artículos deportivos, máquinas expendedoras—que las grandes empresas como Pepsi ofrecen a cambio del derecho exclusivo de vender sus mercancías a las ávidas multitudes durante el recreo y a la hora del almuerzo. En el mundo entero, millones de personas viven en condiciones de extrema pobreza, mientras la mayoría de los niños en Europa Occidental y los Estados Unidos tienen más—mucho más—de lo que necesitan. Estamos formando una generación de niños que sólo pueden calificarse de mocosos malcriados. Muchos padres se apresuran a culpar la cultura materialista que los rodea, y la ininterrumpida dieta de propaganda comercial a que están expuestos los niños En Peligro


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