Yo creo en la Esperanza

Page 83

83 «Esta es la obra de Dios, que creáis en quien El envió» (Juan 6, 29). Que creáis en él; no que le creáis a él. Porque si creéis en él, le creéis a él; pero, en cambio, por el hecho de creerle a él, no se sigue sin más que se crea en él. Porque hasta los demonios le creían a él, y no creían en él. Y también, del mismo modo, podemos decir respecto a sus apóstoles: Creemos a Pablo; pero no podemos decir: Creemos en Pablo. Podemos decir: creemos a Pedro; pero no podemos decir: creemos en Pedro. Porque «al que cree en aquel que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia» (Romanos 4, 5). ¿Qué es, pues, creer en él? Amor creyendo, querer creyendo, ir a él creyendo e incorporarse a sus miembros. Esta es la fe que pide de nosotros Dios: y no halla lo que pide, si no da El primero lo que ha de encontrar. ¿De qué fe se trata, sino de la que definió en otro sitio el Apóstol, diciendo perfectísimamente: «ni la circuncisión tiene valor ni la incircuncisión, sino la fe que actúa por la caridad»? (Gálatas 5, 6).

El «sí» de la fe se dirige a la persona de Jesús y a lo que Jesús es (el Cristo de Dios, el Redentor de la humanidad, el Señor de la historia, el Hijo de Dios). Las palabras mismas de Jesús, en cuanto podamos llegar a ellas, reciben también el «sí» de la fe, porque son la manifestación inmediata de la persona de Jesús. Aquí entra en juego una dialéctica entre actitud de fe y ciencia histórica crítica, que no podrá ser nunca definitivamente resuelta. Cuanto más ciertos podamos estar que determinadas palabras de los Evangelios son las palabras mismas de Jesús, más se concentrará en ellas un riguroso «sí» de fe. Pero, en general, las palabras de la Escritura, particularmente el Nuevo Testamento, al menos en conjunto, reciben el «sí» de mi fe, porque son mediación privilegiada de la fe pascual. Y nuestra fe es una participación de la fe pascual de los apóstoles y discípulos. Sin embargo, el «sí» de fe a la Escritura no es comparable al «sí» de fe a la persona de Jesús. La Escritura es mediación esencial, pero la fe «en» Jesús transciende la mediación para llegar, en la revelación interior, a Jesús mismo, el Cristo. Como dice Agustín, se cree a Pedro y a Pablo, pero no se cree en ellos, porque sólo se cree «en» Jesús. Finalmente, a las enseñanzas ex cathedra de los Concilios Ecuménicos y de los Papas, cuando no se limitan a repetir las palabras de la Escritura, sino que hacen interpretaciones extensivas, o dirimen cuestiones problemáticas de interpretación, ¿responde por mi parte un «sí» de fe propiamente dicho? En mis notas de hace cuatro años, yo apuntaba que se trataba de un «sí» de fe, pero cualificado por un matiz de «humorismo». Quizá esta interpretación sea teológicamente más exquisita y hasta más profunda. Pero quizá sea más sencillo (tal vez más sincero), decir que es un «sí» vinculado a mi fe en Jesucristo y a la inclusión, en el contenido de mi fe en Jesucristo, del «misterio» de la Iglesia, misterio de contornos indefinibles, porque es esencialmente dialéctico: histórico-escatológico, sí-no, visibleinvisible. He explicado largamente lo que entiendo por esto. Pero este «sí» a las enseñanzas ex cathedra del magisterio de la Iglesia tal vez no sea para mí, en sentido propio, un «sí» de fe, ni siquiera en el plano en que nuestro «sí» a los Evangelios es un «sí» de fe. En todo caso, la última palabra sobre la realidad de mi fe no la puede decir mi autoconciencia. La dirá Jesús el día misterioso del encuentro.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.