Pepita aguacate- 01. La Semilla

La función primordial del diseñador consiste en identificar retos y proponer soluciones reclamando su posición, no como periférica o externa, sino como un centro más natural e innato. Durante los últimos años y unido al movimiento slow, originado en contraposición al modelo fast food, han ido surgiendo diferentes iniciativas en las disciplinas de diseño y, en especial, en moda. Surge el movimiento slow fashion, el ethical fashion, el movimeinto de moda sostenible, green design, moda vegana ... entre otros. Movimientos que estudian la raíz del problema y plantean generar transformaciones realmente significativas en base a unos objetivos generales: modificar los hábitos de consumo tratando de abordar el concepto de la sostenibilidad desde tres aspectos fundamentales: social, ambiental y económico.

La creciente demanda de productos respetuosos con el medio ambiente por parte de la población ha provocado el incremento de empresas de moda sostenibles. Así también, empresas que, detectando esta demanda, disfrazan sus negocios de una falsa intención de mejora medioambiental y social ayudándose, muchas veces, de las RSC y los sellos de calidad para tapar la explotación laboral y la contaminación medioambiental que se está llevando a cabo.

El brote de empresas de moda sostenible crece a pasos agigantados. Aún así, todavía hay un porcentaje muy pequeño de empresas concienciadas, lo que las obstaculiza el desarrollo de su actividad. Debemos reconocer la buena intención de éstas y la preocupación por formar parte del cambio. Si el porcentaje de estas empresas se incrementara, podrían unirse y trabajar juntas, identificar colectivamente retos, reformular preguntas y plantear qué se puede aportar desde el diseño fomentando el desarrollo sostenible. Replantear objetivos delegando la responsabilidad ética en las personas y no en el cliente y/o usuario quien depende de las leyes del mercado. Hacer partícipes a las personas en un debate ecuánime, tratarlas con respeto de acuerdo a sus habilidades racionales y deliberar de forma participativa sobre qué es lo mejor y sobre cómo diseñar para las personas. Desde el ámbito económico, repartición y disminución de costes pudiendo ofrecer moda sostenible a un precio accesible a un porcentaje más elevado de población. La sostenibilidad no es un lujo, es una convicción y estilo de vida que es necesario inculcar. Que la moda sostenible y ética sea accesible tan solo para las clases con un nivel económico alto, no es una alternativa que solucione la problemática actual de la industria de la moda. Si seguimos sin intentar abordar el problema de forma colectiva, a día de hoy, será inviable la gestión de empresas de moda sostenible y realmente ética donde el clasismo no sea parte de su filosofía.

Es importante tratar el problema desde la raíz, la educación. Alejarse de la orientación pedagógica fundamentada en métodos individualistas y sistemáticos basados en ejercicios repetitivos y, muchas veces, no adaptados a las circunstancias que rodean. Seguir proponiendo desde las escuelas modelos de negocio basados en el funcionamiento del fast-fashion, ajustándose a sus ritmos y calendarios, desvaloriza la figura del diseñador y no ayuda a fomentar el diseño de mejores productos desde el punto de vista ecológico, social y funcional.

Es necesario educar al futuro diseñador a través del análisis del entorno, mediante procesos colaborativos (co-diseño) que potencien la creatividad y motivación de los métodos de enseñanza y aprendizaje. Brindar acceso libre al conocimiento para compartir ideas, celebrar la diversidad y aprender de forma participativa. Valorar el tiempo y el trabajo del diseñador ya que ocupa una posición privilegiada a la hora de participar en un proceso de cambio social positivo. Como diría Otto von Busch: “la moda no es un juego de ilusiones, sino otra realidad, y esta otra realidad de la moda puede emplearse como herramienta para dirigir un cambio en nuestro trabajo físico y social”. A continuación, vemos ejemplos.