¡SABIOTE A LA VISTA!

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años que los nuestros llevaban en tierras hispanas, fue reedificado y abaluartado al igual que hicieron con murallas y torreones. Cuando el ejército del príncipe Alí desde Ubadda llegó a Sabiyut, encontró el pueblo vacío, ya que los vecinos que en él vivían se refugiaron en el alcázar. Por lo cual, con el fin de amedrentar a ellos y a los defensores, nuestro señor ordenó que todas sus tropas, tanto las de a pie como las de a caballo, al son de atambores, trompas y añafiles, desfilaran rodeando el baluarte, cosa que hicieron. Luego, el pregonero hizo saber que si en plazo de tres días no se rendían, serían pasados a cuchillo y que después a sus cuerpos no se les daría sepultura. Finalmente, delante de la fortaleza fueron levantadas tiendas de campaña, a la vez que los caballeros y sus caballos ocuparon casas de la villa. No habían pasado los tres días dados de plazo cuando, desde la torre más alta, el emir que mandaba el alcázar hizo saber que salían tres emisarios para hablar con el príncipe Alí, si éste lo autorizaba. Dio el príncipe su consentimiento, y al salir los emisarios fueron conducidos por la guardia a presencia de su señor. -Que Alá os guarde, venerable señor. El emir Yusuf, nuestro jefe, nos envía para comunicaros que ha sido miserablemente engañado por el cadí de Ubadda Omar Amin, un traidor que Mahoma confunda, quien le comunicó la muerte de vuestro padre, que Alá guarde, así como la desmembración de su reino, por lo cual deberíamos declararnos independientes. -¿Y cómo, insensatos, no os habéis sometido igual que estas ciudades?, bramó el príncipe. -Con todo respeto, mi señor, el cadí Omar no nos ha comunicado este sometimiento, ni creemos que conozca tal noticia. La extrañeza de todos ha sido grande al ver que un poderoso ejército de nuestra misma religión ponía cerco a este pequeño pueblo, y por tal causa hemos sido mandados para exponerle lo que oís. -¿Y en dónde se halla el cadí?, preguntó el príncipe. -Sólo sabemos lo que acabo de decirle. Pero nuestro emir ha dicho que si lo permitís él vendrá a hablar con vuestra alteza. Habló el príncipe con sus capitanes y consejeros y volvió para decir a los comisionados: -Decid a vuestro jefe que en tanto se aclara lo que manifestáis, haga salir del alcázar y poner a disposición del capitán de mi guardia quince rehenes con las manos atadas; pero que de ellos sean cinco guerreros, cinco jóvenes varones y cinco doncellas. Y que él se presente a mí. Poderoso señor, con vuestro permiso marchamos y de su parte comunicaremos a nuestro jefe lo que mandáis.

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