Entre la emancipación y la captura / Vilma Almendra

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Entonces, mientras nos tienen ocupados y entretenidos gestionando las transferencias del gobierno, administrándolas, ejecutándolas y entregando informes; mientras seguimos confundidos promoviendo y participando en campañas politiqueras y de promesas desarrollistas y progresistas; mientras estamos bien acomodados en las mesas de negociación viendo como el tiempo se dilata y asistiendo a diálogos que nunca llenarán las necesidades comunitarias, la vida desde el territorio nos reclama sabiduría, humildad, escucha y acompañamiento. La vida también nos reclama romper la identidad permitida que le sirve al Estado e incomodar su propia reconfiguración que siempre busca contenernos y adecuarnos a sus intereses. Peor aún, podemos decir del Plan Colombia, que en 1999 aparentemente se creó para la revitalización social y económica, el fin del conflicto armado y la creación de una estrategia antinarcótica, pero en esencia siempre fue otra forma de dominación, contrainsurgencia, despojo y exterminio para los pueblos en sus propios territorios. Tanto la Constitución de 1991, como el Plan Colombia5 y muchos otros acuerdos y tratados, han ocultado su trasfondo político estratégico para los intereses transnacionales, mostrándose como necesarios para consolidar la democracia, la participación y la paz. Justamente por esto, Raúl Zibechi (2010: 7) nos explica que en algunas ocasiones, las clases dominantes dejan ver sus intenciones más profundas, el transfondo oscuro de sus políticas que, durante la mayor parte del tiempo, camuflan con retórica y declaraciones de buena voluntad. Cuando esto sucede, es porque la crisis de legitimidad por la que atraviesa la dominación impone acciones y decisiones drásticas que, naturalmente, dejan al descubierto aquellos rasgos que saben ilegítimos (e inaceptables), que en periodos de calma y paz social son cuidadosamente protegidos con los envoltorios al uso ofrecidos por la hipocresía que permite y avala la cultura democrática.

En ese marco, precisamente de políticas neoliberales, ya en la década del 2000 se empezaron a integrar estrategias de dominación con todo el poder destructivo transnacional y del régimen colombiano contra la autonomía, contra la vida misma. Ya era más evidente el plan de ocupación integral y el desmantelamiento de legendarios procesos de lucha indígena, como el del norte del Cauca representado en ACIN, a través de la implementación del Plan Colombia (Ballve, 2009) y con la Política de Seguridad Democrática del gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Para nosotros estaba más claro que la capacidad destructiva del poder transnacional y del

Raúl Zibechi, participamos varios integrantes del Tejido de Comunicación de ACIN, del Cabildo Indígena de Guambia y varios líderes Misak. 5 También llamado: Plan para la paz y fortalecimiento del Estado o Plan Colombia para la paz. 79


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