Lecciones de Antropologia

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52 Ello es cierto en los tres grados de vida (vegetativa, sensitiva e intelectual) que dan origen a los tres grandes tipos de seres vivos: vegetal, animal y humano.

4. La reflexión acerca de las tres actividades vitales básicas comunes a todos los seres vivos: nutrición, crecimiento y reproducción, arroja una estimable luz para comprender el enigmático acontecimiento que es vivir. La nutrición es una actividad exclusiva de los seres orgánicos que consiste en un admirable cambio de materia por el cual el organismo incorpora sustancias del ambiente en orden al crecimiento y al ejercicio de su actividad. A través de la nutrición, el ser vivo asume la materia del medio circundante reorganizándola según las estructuras propias, creciendo y desarrollándose de este modo desde una sola célula inicial hasta millones de ellas. La reproducción consiste en la capacidad de un organismo de originar otros organismos en orden a la conservación de la especie.

5. La nutrición muestra la dependencia del organismo respecto al medio. El ser vivo no es autónomo como lo es, por ejemplo, una piedra, que en cierto sentido no depende del ambiente para permanecer en su ser; por el contrario, para conservar la vida, necesita determinadas condiciones y elementos que provienen del medio. El ser vivo se nos muestra así, primeramente, como un ser menesteroso, indigente. Por el número y la complejidad de actividades que realizan los seres vivos y por el grado de autoperfeccionamiento que dichas actividades suponen, juzgamos acertadamente que los seres animados son más perfectos que los inanimados y, por lo tanto, superiores. Es paradójico, sin embargo, considerar a la vez el mayor grado de perfección y la superioridad de los seres vivos respecto a los seres no vivos, y la dependencia de aquellos del medio frente a la “independencia” de estos. En efecto, la condición menesterosa de los seres animados parece a primera vista una imperfección o defecto frente a la autosuficiencia de los seres inanimados. Por otra parte, la indigencia que caracteriza al ser orgánico es mayor a medida que ascendemos en la escala zoológica hasta llegar a la cumbre: el hombre, que nace a medio gestar, desvalido y necesitado como ninguna otra criatura. A mayor perfección encontramos, pues, mayor menesterosidad o dependencia del medio. Tal vez esta paradójica coincidencia no sea simple coincidencia, y la indigencia sea condición de posibilidad de perfección... Sobre ello volveremos más adelante, baste por el momento retener lo dicho.


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