Santiago Sebastián: estudios sobre el arte y la arquitectura coloniales en Bogotá

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obispo de Popayán, Juan Gómez de Frías, éste echó en falta “una escuela de gramática, a pesar de la mucha riqueza de sus moradores y de las buenas capacidades de sus hijos”, por lo que pensó en fundar un colegio regido por los Jesuitas. Felipe v dio la cédula de fundación en 1722. Seis años más tarde el párroco les hizo donación de la iglesia de Santa Bárbara. Si los jesuitas, como parece, intervinieron en la obra de la iglesia, esto debió de ser a mediados del siglo xviii. Tiene tres naves, con la central más alta e iluminada por claraboyas semicirculares. Sobre los arcos de medio punto de las naves hay un balcón corrido, semejante al de San Ignacio de Bogotá. Una reciente restauración ha dejado al descubierto sus muros de piedra y los arcos de ladrillo, pero fue lástima que el pavimento no se renovara. Entre las piezas interesantes del interior es necesario citar un retablito de columnas platerescas, obra probable del siglo xvii. El expositorio del altar mayor fue donado en 1683 por el gobernador Diego Rovillo de Arce. En el camarín del altar mayor se venera una Piedad, que es el mejor grupo pasional de la ciudad. La Capilla del Señor Caído nos muestra un excelente ejemplo de imaginería bogotana; el artesonado de la capilla fue colocado en el muro de la nave del Evangelio, a la entrada. De los cuadros de Vásquez y Ceballos, el único seguro parece ser La Aurora. El púlpito fue decorado con pinturas muy toscas de los Padres de la Iglesia, inspiradas, sin duda, en grabados. El retablo de San Antonio tiene un tabernáculo de columnas barrocas con fuste formado por dos vástagos helicoidales. La pintura de la parte superior de este retablo referente a la Dormición de la Virgen parece ser de fines del siglo xviii y deriva sin duda de una estampa. Sobre la fachada ha escrito Marco Dorta que: Por sus proporciones alargadas, el único punto de vista del conjunto es el frontal; no deja de ser curioso el hecho de que el arquitecto haya dispuesto las espadañas en tal forma que den la impresión de cuerpos de torres, si se las contempla de frente. El agudo piñón que las remata es demasiado ancho para ser pináculo y parece haber sido hecho para simular un chapitel. La solución, idéntica a la que se pretendería con un decorado de teatro, es de una ingenuidad que hace pensar en un maestro de escasos recursos artísticos, que en vano trataba de conseguir algo original fundiendo elementos aprendidos en otros edificios. Esos piñones de las espadañas, si bien más estrechos y usados como pináculos, se encuentran en la Veracruz de Medellín.

[lám. 204-205]

la chinca Hasta 1702 llevó el título de Ermita de los Mártires, y luego iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Su fundación correspondió al gobernador Mateo [142]


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