de Lector vidas
miercolees
Charlotte Brontë y el éxito en vida
Jane Eyre, Cap. I
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No. 33 Marzo 2018 Año III
Santiago de Querétaro, Querétaro leer más allá OTRAS ARTES escritores queretanos Una vida marcada por Jane Eyre: una histoliteratura y muerte
ria de fortaleza
Ra del Pot
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Charlotte Brontë
Estimado Lector, este mes estamos contentos en presentar a una de las mejores escritores clásicas: Charlotte Brontë. Una autora a la que publicamos en Diciembre del año pasado su obra maestra Jane Eyre y de quien te obsequiamos el primer capítulo de la novela en este número de L de Lector. Charlotte muere el 31 de marzo de 1855 por una fuerte tuberculosis y tifus a la edad de 38 años. En VIDAS encontrarás que Roberto Delgado realiza un recuento sobre la vida y obra de nuestra autora, quien con sus dos hermanas Emily y Anne, publicaron cada una obras pertenecientes ya a la literatura clásica. En MIERCOLEES podrás leer el primer capítulo de la novela publicada por nosotros en diciembre: Jane Eyre, como parte de un tomo de la colección de las hermanas Brontë. En LEER MÁS ALLÁ, presentamos a Héctor García, recién columnista de L de Lector y a quien le damos la bienvenida, que inicia su sección hablando sobre la época victoriana inglesa, que influyó fuertemente en la obra de Charlotte. En OTRAS ARTES, Addy habla sobre diversas adaptaciones al cine de Jane Eyre, inclusive una de Tim Burton, resaltando la importancia de ser una de las primeras novelas feministas. En ESCRITORES QUERETANOS, presentamos a un poeta que publica bajo el seudónimo de Ra del Pot, con una variedad de sus poemas publicados en nuestra Biblioteca Digital. En RECOMENDACIONES tenemos Jane Eyre, que si te gustó el primer Capítulo te aseguramos disfrutarás toda la novela (490 páginas). PRT
Marzo 2018 Santiago de Querétaro, Querétaro Dirección editorial Patricio Rebollar
Vidas
CHARLOTTE BRONTË Y EL ÉXITO EN VIDA Roberto Delgado
MiercoLees
JANE EYRE, CAP I Charlotte Brontë
Leer más allá
UNA VIDA MARCADA POR LITERATURA Y MUERTE Héctor García
Otras artes
JANE EYRE: UNA HISTORIA DE FORTALEZA
Addy Melba
Escritores Queretanos POEMAS Ra del Pot
Asistencia editorial Diana Pesquera Relaciones Públicas Diana Pesquera Circulación y promoción Librerías Sancho Panza, Books Time, Cultural del Centro, Amadeus, La Charamusca, Dipac, Moser Kafé, Calufe, Teatrito la carcajada, Italian Coffee, Barra de café. Colaboradores Patricio Rebollar, Diana Pesquera, Addy Melba Espinosa, Roberto Delgado Ríos, Héctor García, Ra del Pot.
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L de Lector. Marzo 2018, año III, No. 33. Publicación mensual editada por Par Tres Editores, S.A. de C.V., Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués, 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro. Sitio web: www. par-tres.com, blogpartres@gmail.com. Editor Responsable: Patricio Rebollar. ISSN: 2448-5586 tramitado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Impreso por Hear Industria Gráfica, ubicado en Calle 1, No. 101, Zona Industrial Benito Juárez, 76120, Santiago de Querétaro, Querétaro, este número se terminó de imprimir el 28 de Febrero de 2018 con un tiraje de 1000 ejemplares.
Se permite la reproducción parcial de esta obra en lo concerniente al texto del Autor del Mes en virtud de encontrarse libre de Derechos de Autor, en cuanto a las demás secciones de la publicación, se prohíbe su reproducción parcial o total, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.
vidas Charlotte Brontë y el éxito en vida “El interés del que escucha estimula la lengua del que habla”. Charlotte Bronte. Tres hermanas, tres magníficas plumas. Todas fallecidas antes de los cuarenta años, todas inmortales. Hablar de las hermanas Bronte es hablar de una misma raíz pero con éxitos particulares y claramente diferenciados. No es lo mismo hablar de Cumbres Borrascosas de Emily, que de La Inquilina de Wildfell Hall de Anne o de Jane Eyre de Charlotte. De igual manera, el trabajo del trío de talentosas escritoras impactó bajo tonalidades diversas dentro de la sociedad en que vivían. Hija de un poeta, Charlotte fue la mayor de las tres, aunque la tercera de los seis hermanos. Nació y murió en Yorkshire al norte de Inglaterra. Uno de los aspectos más relevantes de Charlotte es que fue la única que disfrutó de la popularidad en vida, desgraciadamente a sus hermanas se les reconoció una vez que sus cortas vidas se apagaron. En 1824 a los 8 años, ingresó en el Clergy Daughter´s School donde el trato severo de las maestras se vio reflejado en su obra cumbre. En el mismo sentido, se adivina la sombra de su excéntrico padre en “Mr. Rochester”, el protagonista de su inmortal novela. Después de lograr publicar poesía junto con sus hermanas bajo pseudónimos para evitar revelar que eran mujeres, apareció en 1847 Jane Eyre cuyo misterioso autor era Currer Bell. Sin proponérselo, aquella joven de pueblo era testigo del éxito instantáneo de su trabajo bajo un nombre inventado que bien podía ser de uno u otro sexo. El mayor escándalo del libro obedecía a la
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Por Roberto Delgado
forma de definir a la mujer como ser independiente, capaz de tomar decisiones y reticente a la dominación. Aspecto que ella misma aplicaría a su vida sentimental al rechazar tres propuestas sucesivas de matrimonio por identificar que la veían como pertenencia. Poco después, Charlotte hizo pública su identidad y el mundo conoció a una de las mejores autoras románticas de todos los tiempos. En 1848, a Charlotte se le había muerto toda su familia de diversas enfermedades salvo su padre. Alguna vez le escribió a una amiga: Rezo para que ni tu ni nadie a quien quiero se encuentre nunca en mi lugar. Sentarse en una habitación solitaria, el reloj haciendo tic-tac en una casa silenciosa y tener en la mente el historial del último año con sus sacudidas y sus pérdidas, es un gran sufrimiento. En 1854 Charlotte finalmente se casó con el cuarto hombre que le propuso matrimonio, sin embargo a los nueve meses del enlace, dejó de existir siguiendo la saga de tragedias familiares. Dejó una novela sin terminar de nombre Emma y está enterrada en el cementerio de la Iglesia de San Miguel y todos los Ángeles de Haworth, Inglaterra. Charlotte publicó tres novelas en vida Jane Eyre, Shirley y Villette y una póstuma The Professor, sin olvidar aquellos poemas en conjunto con sus hermanas menores. Si acaso la más famosa de las tres, Charlotte fue una mujer progresista en un mundo machista. Una escritora profunda que construyó personajes femeninos fuertes e independientes, mismos que encontramos hoy todos los días. Una mujer simple que anhelaba una sociedad justa, equitativa y moderna. Su razonamiento fue tan real que Jane Eyre pasó de un libro radical a un estupendo texto clásico que hoy todos celebramos.
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Jane Eyre, Cap. I Capítulo I Aquel día no fue posible salir de paseo. Por la mañana jugamos durante una hora entre los matorrales, pero después de comer (Mrs. Reed comía temprano cuando no había gente de fuera), el frío viento invernal trajo consigo unas nubes tan sombrías y una lluvia tan recia, que toda posibilidad de salir se disipó. Yo me alegré. No me gustaban los paseos largos, sobre todo en aquellas tardes invernales. Regresábamos de ellos al anochecer, y yo volvía siempre con los dedos agarrotados, con el corazón entristecido por los regaños de Bessie, la niñera y humillada por la consciencia de mi inferioridad física respecto a Eliza, John y Georgiana Reed. Los tres, Eliza, John y Georgiana, se agruparon en el salón en torno a su madre, reclinada en el sofá, al lado del fuego. Rodeada de sus hijos (que en aquel instante no disputaban ni alborotaban), mi tía parecía sentirse perfectamente feliz. A mí me excusó de la obligación de unirme al grupo, diciendo que se veía en la necesidad de mantenerme a distancia hasta que Bessie le dijera, y ella lo comprobara, que yo me esforzaba en adquirir mejores modales, en ser una niña obediente. Mientras yo no fuese más sociable, más despejada, menos huraña y más agradable en todos los sentidos, Mrs. Reed se creía obligada a excluirme de los privilegios reservados a los niños obedientes y buenos. –¿Y qué ha dicho Bessie de mí? –interrogué al oír aquellas palabras. –No me gustan las niñas preguntonas, Jane. Una niña no debe hablar a los mayores de esa manera. Siéntate en cualquier parte y, mientras no se te ocurran mejores cosas que decir, estate callada. Me deslicé hacia el comedorcito de desayunar anexo al salón y en el cual había una
Por Charlotte Brontë
estantería con libros. Cogí uno que tenía bonitas estampas. Me encaramé al alféizar de una ventana, me senté en él cruzando las piernas como un turco y, después de correr las rojas cortinas que protegían el hueco, quedé aislada por completo en aquel retiro. Las cortinas escarlatas limitaban a mi derecha mi campo visual, pero a la izquierda, los cristales, aunque me defendían de los rigores de la inclemente tarde de noviembre, no me impedían contemplarla. Mientras volvía las hojas del libro, me paraba de cuando en cuando para ojear el paisaje invernal. A lo lejos todo se fundía en un horizonte plomizo de nubes y nieblas. De cerca se divisaban los prados húmedos y los arbustos agitados por el viento, y sobre toda la perspectiva caía, sin cesar, una lluvia desoladora. Continué hojeando mi libro. Era una obra de Bewick, History of British Brids, consagrada en gran parte a las costumbres de los pájaros y cuyas páginas de texto me interesaban poco, en general. No obstante, había unas cuantas de introducción que, a pesar de ser muy niña aún, me atraían lo suficiente para no considerarlas áridas del todo. Eran las que trataban de los lugares donde suelen anidar las aves marinas: «las solitarias rocas y promontorios donde no habitan más que estos seres», es decir, las costas de Noruega salpicadas de islas, desde su extremidad meridional hasta el Cabo Norte. Do el mar del Septentrión, revuelto, baña la orilla gris de la isla melancólica de la lejana Tule, y el Atlántico azota en ruda tempestad las Hébridas... Me sugestionaba mucho el imaginar las heladas riberas de Laponia, Siberia, Spitzberg, Nueva Zembla, Islandia, Groenlandia y «la inmensa desolación de la Zona Ártica, esa extensa y remota región desierta que es como el almacén de la nieve y el hielo, con sus interminables campos blan-
cos, con sus montañas heladas en torno al polo, donde la temperatura alcanza su más extremado rigor». Yo me formaba una idea muy personal de aquellos países, una idea fantástica, como todas las nociones aprendidas a medias que flotan en el cerebro de los niños, pero intensamente impresionante. Las frases de la introducción se relacionaban con las estampas del libro y prestaban máximo relieve a los dibujos: una isla azotada por las olas y por la espuma del mar, una embarcación estallándose contra los arrecifes de una costa peñascosa, una luna fría y fantasmal iluminando, entre nubes sombrías, un naufragio... No acierto a definir el sentimiento que me inspiraba una lámina que representaba un cementerio solitario, con sus lápidas y sus inscripciones, su puerta, sus dos árboles, su cielo bajo y, en él, media luna que, elevándose a lo lejos, alumbraba la noche naciente. En otra estampa dos buques que aparecían sobre un mar en calma se me figuraban fantasmas marinos. Pasaba algunos dibujos por alto: por ejemplo, aquel en que una figura cornuda y siniestra, sentada sobre una roca, contemplaba una multitud rodeando una horca que se perfilaba en lontananza. Cada lámina de por sí me relataba una historia: una historia generalmente oscura para mi inteligencia y mis sentimientos no del todo desarrollados aún, pero siempre interesante, tan interesante como los cuentos que Bessie nos contaba algunas tardes de invierno, cuando estaba de buen humor. En esas ocasiones llevaba a nuestro cuarto la mesa de planchar y, mientras repasaba los lazos de encaje y los gorros de dormir de Mrs. Reed, nos relataba narraciones de amor y de aventuras tomadas de antiguas fábulas y romances y, en ocasiones (según más adelante descubrí), de las páginas de Pamela and Henry, Earl of Moreland. Con el libro en las rodillas me sentía feliz a mi modo. Sólo temía ser interrumpida, y la interrupción llegó, en efecto. La puerta del comedorcito acababa de abrirse. –¡Eh, tú, doña Estropajo! –gritó la voz de John Reed. Al ver que el cuarto estaba, en apariencia, vacío, se interrumpió.
–¡Lizzy, Georgy! –gritó–. Jane no está aquí. ¡Debe de haber salido, con lo que llueve! ¡Qué bestia es! Díselo a mamá. «Menos mal que he corrido las cortinas», pensaba yo. Y deseaba con todo fervor que no descubriera mi escondite. John Reed no lo hubiera encontrado probablemente, ya que su sagacidad no era mucha, pero Eliza, que asomó en aquel momento la cabeza por la puerta, dijo: –Está en el antepecho de la ventana, Jack. Estoy segura de ello. Me apresuré a salir, temiendo que si no Jack me sacase a rastras. –¿Qué quieres? –pregunté con temor. –Debes decir: «¿Qué quiere usted, señorito Reed?» –repuso–. Quiero que vengas aquí. Y sentándose en una butaca, me ordenó con un ademán que me acercara. John Reed era un mozalbete de catorce años, es decir, contaba cuatro más que yo. Estaba muy desarrollado y fuerte para su edad, su piel era fea y áspera, su cara ancha, sus facciones toscas y sus extremidades muy grandes. Comía hasta atracarse, lo que le producía bilis y le hacía tener los ojos abotargados y las mejillas hinchadas. Debía haber estado ya en el colegio, pero su mamá le retenía en casa durante un mes o dos, «en atención a su delicada salud». Mr. Miles, el maestro, opinaba que John se hallaría mejor si no le enviasen de casa tantos bollos y confituras, pero la madre era de otro criterio y creía que la falta de salud de su hijo se debía a que estudiaba en exceso. John no tenía mucho cariño a su madre ni a sus hermanas y sentía hacia mí una marcada antipatía. Me reñía y me castigaba no una o dos veces a la semana o al día, sino siempre y continuamente. Cada vez que se acercaba a mí, todos mis nervios se ponían en tensión y un escalofrío me recorría los huesos. El terror que me inspiraba me hacía perder la cabeza. Era inútil apelar a nadie: la servidumbre no deseaba mal quistarse con el hijo de la señora, y ésta era sorda y ciega respecto al asunto. Al parecer, no veía nunca a John pegarme ni insultarme en su presencia, pese a que lo efectuaba más de una vez, si bien me maltrataba más frecuentemente a espaldas de su madre.
Obediente, como de costumbre, a las órdenes de John, me acerqué a su butaca. Durante tres minutos estuvo insultándome con todas las energías de su lengua. Yo esperaba que me pegase de un momento a otro, y sin duda en mi rostro se leía la aversión que me inspiraba, porque, de súbito, me descargó un golpe violento. Me tambaleé, procuré recobrar el equilibrio y me aparté uno o dos pasos de su butaca. –Eso es para que aprendas a contestar a mamá, y a no esconderte entre las cortinas, y a mirarme como me acabas de mirar. Estaba tan acostumbrada a las brutalidades de John Reed, que ni siquiera se me ocurría replicar a sus injurias y sólo me preocupaba de los golpes que solían seguirlas. –¿Qué hacías detrás de la cortina? –preguntó. –Leer. –A ver el libro. Lo cogí de la ventana y se lo entregué. –Tú no tienes por qué andar con nuestros libros. Eres inferior a nosotros: lo dice mamá. Tú no tienes dinero, tu padre no te ha dejado nada y no tienes derecho a vivir con hijos de personas distinguidas como nosotros, ni a comer como nosotros, ni a vestir como nosotros a costa de mamá. Yo te enseñaré a coger mis libros. Porque son míos, para que te enteres, y la casa, y todo lo que hay en ella me pertenece, o me pertenecerá dentro de pocos años. Sepárate un poco y quédate en pie en la puerta, pero no lejos de las ventanas y del espejo. Le obedecí, sin comprender de momento sus propósitos. Reparé en ellos cuando le vi asir el libro para tirármelo, y quise separarme, pero ya era tarde. El libro me dio en la cabeza, la cabeza tropezó contra la puerta, el golpe me produjo una herida y la herida comenzó a sangrar. El dolor fue tan vivo que mi terror, que había llegado a su extremo límite, dio lugar a otros sentimientos. –¡Malvado! –le dije–. Eres peor que un asesino, que un negrero, que un emperador romano... Yo había leído History of Rome, de Goldsmith, y había formado una opinión personal respecto a Nerón, Calígula y demás césares. E incluso había en mi interior
establecido paralelismos que hasta aquel momento guardaba ocultos, pero que entonces no conseguí reprimir. –¡Cómo! –exclamó John–. Eliza, Georgiana, ¿has oído lo que me ha dicho? Voy a contárselo a mamá. Pero antes... Se precipitó hacia mí, me cogió por el cabello y por la espalda y me zarandeó bárbaramente. Yo le consideraba un tirano, un criminal. Una o dos gotas de sangre se deslizaron desde mi cabeza hasta mi cuello. Sentí un dolor agudo. Aquellas impresiones se sobrepusieron a mi miedo y repelí a mi agresor enérgicamente. No sé bien lo que hice, pero le oí decir a gritos: –¡Condenada! ¡Perra! No tardó en recibir ayuda. Eliza y Georgiana habían corrido hacia su madre y ésta aparecía ya en escena, seguida de Bessie y de Abbot, la criada. Nos separaron y oí exclamar: –¡Hay que ver! ¡Con qué furia pegaba esa niña al señorito John! –¡Con cuánta rabia! La Mrs. ordenó: –Llévensela al cuarto rojo y enciérrenla en él. Varias manos me sujetaron y me arrastraron hacia las escaleras.
Datos Curiosos I
En mayo de 1846 publicaron las tres hermanas una colección conjunta de Poemas bajo los pseudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell, pero vendieron solo dos ejemplares.
Hija de Patrick Brontë, un clérigo de origen irlandés también escritor, inteII ligente, austero, maniático, de fuerte carácter, conservador y profundamente enamorado de su mujer, María Branwell y sus hijos. En 1842 Charlotte y Emily ingresaron en el privado Pensionnat Heger de Bruselas con el propósito de mejorar III su idioma francés; allí se enamoró de Constantin Heger, el propietario de la escuela, un hombre casado y con hijos, escribiéndole algunas cartas de las cuales algunas han subsistido
7 leer más allá Una vida marcada por literatura yPormuerte Héctor García
Recibo el mensaje de una amiga que me invita a escribir una columna en una revista literaria. Un trabajo mensual que corresponde a la descripción del contexto de un escritor que haya muerto en el mes correspondiente a la entrega. En este caso, mi primer trabajo corresponde al mes de Marzo, y el personaje marcado es Charlotte Brontë. Me pongo a investigar un poco y la primera idea que se me cruza, es hablar de la relación del apellido con la literatura, y de la familia con la muerte. Pero la época es lo que termina por llamar mi atención: la Inglaterra Victoriana. En medio de la Revolución Industrial, Inglaterra se encuentra una de las etapas más prósperas en la historia de la isla. Es en esta vorágine de cambios y adelantos tecnológicos, que nace Charlotte, el 21 de abril de 1816 en el condado de Yorkshire. Pero los primeros años de su vida no fueron marcados por el sentimiento generalizado de prosperidad que invadía a la Corona, por el contrario, Charlotte enfrentó una dura realidad desde pequeña: a los 5 años pierde a su madre y en 1824, 3 años más tarde, es enviada al colegio de Clergy Daughters, donde, junto con Emily, acompañarían a sus hermanas María y Elizabeth, estas últimas morirían al poco tiempo víctimas de tuberculosis. En aquél mítico lugar también encontraría la inspiración para caracterizar a Mr. Rochester, encantador personaje de su obra más famosa, Jane Eyre. Ante una realidad ensombrecida, la Blackwood’s magazine, no fue sólo un espacio de entretenimiento para Charlotte, sino una auténtica guía espiritual que definiría su propio estilo de vida y el de sus hermanas menores, con las palabras de Byron y el arte de John Martin. Años más tarde, ya lejos del colegio, Charlotte inicia una carrera literaria, casi
secreta, tras una infancia marcada por la muerte y la imaginación. Presa de las tradiciones de su época, se vio obligada a adoptar el seudónimo masculino de Currer Bell, bajo el que escondía sus iniciales sin abandonar su deseo de trascendencia. Él éxito rotundo de Jane Eyre (1847), casi inmediato tras su publicación, volvió innecesaria su falsa identidad y pronto su nombre cobraría fuerza entre círculos y críticos literarios, quienes seguirían con atención (y seguramente envidia) a las hermanas, dejando atrás los prejuicios sobre la importancia del género del autor. Pero el reconocimiento literario, sin embargo, no fue suficiente para volverla inmune a la realidad. En 1848 mueren sus hermanos Emily y Branwell y tan sólo un año más tarde Anne fallece, continuando una macabra tradición, de tuberculosis. El deceso de Anne y Emily fue sin duda el último golpe que pudo resistir su espíritu. La tuberculosis no sólo había culminado con la vida de 4 miembros de su familia, la enfermedad había invadido el único espacio que tenía lejos de una realidad desoladora. A pesar de continuar publicando en años posteriores, Shirley (1849) y Villette (1853) Charlotte cayó en una depresión de la que no pudo levantarse, y como si hubiera decidido el final de una trágica novela, muere el 31 de marzo de 1855 alcanzada por la misma enfermedad que sus hermanas. Precursora del feminismo, destacando en una época dominada por los valores ‘masculinos’ del trabajo y la fuerza, Charlotte Brontë se convirtió en un ícono de la literatura al ser capaz de leer más allá de su propio tiempo luchando contra la adversidad y contra una enfermedad llamada muerte.
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OTRAS ARTES
Jane Eyre: una historia de fortaleza Charlotte Brönte, al igual que su personaje Jane Eyre, tuvo una vida marcada por pérdidas y dificultades, sin duda esto llevó a que la novela de este peculiar personaje se convirtiera en algo creíble y por ello en un éxito editorial. La fórmula éxito editorial, protagonista con vida trágica y amor imposible resulta irresistible para los cineastas de diversos lugares y tiempos. Es así como contamos con más de una decena de adaptaciones de esta historia para la pantalla grande y chica, siendo la más reciente de 2011 con Michael Fassbender y Mia Wasikowska en los papeles principales. Previa a esta versión se distingue la de 1944 con Joan Fontaine y Orson Welles. La versión de 2011 fue dirigida por Cary Fukunaga y estuvo nominada a un Oscar por mejor diseño de vestuario. Y al igual que muchas de sus predecesoras tiene una marcada tendencia a complacer a la audiencia ávida de un Hollywood para San Valentín con “una grandiosa historia de amor”. La historia de Jane Eyre, sí, tiene una gran e interesante historia de amor. Pero esa es una parte de la trama. Jane Eyre es sobretodo una historia de superación y fortaleza ante las adversidades que parecen tratar de derrotar al personaje una y otra vez. Es aquí donde el trabajo de Mia Wasikowska, quien saltó a la fama tras protagonizar la versión de Tim Burton de Alicia en el país de las Maravillas, logra trasladarnos de la pantalla a las entrañas de la obra de Charlotte y al cúmulo de sentimientos que transmite ante cada reto que enfrenta. Jane Eyre es considerada una de las primeras novelas feministas. Y no porque el
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personaje tuviera algún poder superior o estuviera tratando de destacar en alguna profesión tradicionalmente masculina. Es una de las primeras novelas feministas porque retrata a una mujer que no calla sus pensamientos, que busca ser una mujer coherente y que en esa búsqueda es capaz de sacrificar incluso sus sentimientos con tal de no traicionar las creencias que ha defendido a lo largo de su vida. La película logra transmitir esa fortaleza de carácter y los grandes conflictos a los que se enfrentan los protagonistas. Aunque, como en muchas adaptaciones, grandes partes de la historia quedan fuera, dejando así al centro la historia de amor entre Jane y el señor Rochester y como elemento secundario el resto de la vida y relaciones de la protagonista. A pesar de ello esta adaptación mantiene, desde su paleta de color y hasta las excelentes interpretaciones de sus protagonistas, el tono obscuro de la novela de Charlotte Brönte. Esto es lo que probablemente la llevó a permanecer dentro de las películas menos populares al momento de su estreno. Con lo que sí cumple la película es con invitar a los espectadores a volver a leer, o leer por primera vez en algunos casos, esta obra que a su vez te invita a buscar y conocer un poco más sobre la vida de la autora. Hay quienes consideran Jane Eyre como una especie de autobiografía y a pesar de que para datos es mejor buscar la obra de Elizabeth Gaskell, resulta genial pensar que por un momento logramos sumergirnos en la mente de una de las hermanas Brönte, una de las más grandes escritoras románticas de la literatura inglesa.
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escritores Queretanos Poemas
Por Ra del Pot
Ra del Pot. Escribir acerca de uno mismo es una difícil empresa ya que se tiende a hablar, para comenzar, en tercera persona, y nunca me he conocido fuera de mí. El tema de hacer una semblanza se me antoja, quizá, siempre frío, plano, estéril y cuadrado, por aquello de enumerar cosas colectadas y reconocimientos otorgados, sin embargo, en una semblanza nunca se toma en cuenta la parte cálida que nos mantiene introduciendo los objetos que van “llenando nuestro costal”. Tal vez podría hablar de amores, de esos que me marcaron más que otros y que nunca olvidé. En el parque Bugambilias en las paredes cantan otra canción, interminables hileras de coches se forman y estorban mi paso el sonido multiforme de los parques, hojas caen y danzan con el recuerdo de otoños pasados y una silueta hermosa aparece en trazos de aire vaga el sonido de una canción abandonada con notas borrosas anuncia la mañana y los árboles, ataviados de experiencia sólo miran. La pesadilla pasada se desvanece, surge una curiosidad de gato tu recuerdo, sisea y se pierde en el asfalto muere atropellado por quien no respeta el semáforo y vuelvo al absurdo vacío mis fríos y mis sombras me abrazan me aprietan me estallan me hacen ceniza. Surjo y sonrío a la estúpida soledad aquella que abandoné por estúpida que no deja de hacerme feliz con su tormento y me mantiene lejos de una felicidad inocua mis ojos exorbitados, observan las beldades olvidadas y de nuevo abstraigo la esencia la plasmo en letras hormigas y corren y dibujan poemas, y las letras y la tinta se quedan aquí ocultas en una de mil hojas que tal vez nunca sea descubierta por la pupila en el calabozo. Y tal vez nunca sea el gran héroe que llegue al rescate y las letras se formen abigarradas en donde el poeta surge, pleno en medio de un caos iridiscente.
Construcción Sonido incesante de madera sobre piedra se mezcla con metal en el cemento la pala raspa granos de arena olvidados tres figuras de bronce bajo el sol en orquesta cubren sus rostros de la luz de la tierra. Albañiles que sin saber son músicos cada uno escoge su instrumento construyen muerte y terrenos áridos un poco de felicidad y esperanza familiar. Picos, palas, varillas y una camisa que cuelga de un árbol miran a los artistas en su hora de comer tortillas y chile sobre una tapa de metal que con el aroma los traslada a su hogar. Gotas de cemento vuelven a escena empujones, risas y el concreto burlón devuelven tres a su lugar de trabajo; el resto de la filarmónica envueltos en su vestimenta laboral con sombrero, mochila y camisa a cuadros llegan en manadas de cinco o de cuatro, alistan sus instrumentos y comienzan de igual forma a tocar.
Aspa enlamada
Formas I Las azoteas que crecen en la ciudad huelen a historia suspiran soledades y engendran nostalgias II Las lagartijas que suben las paredes en las ciudades van parchando grietas en los recuerdos muertos III Dentro del aire insectos luminosos prenden ideas que plasmo con las letras que incendian mi cuaderno IV Ratas que ríen a los muertos que laten residuos de dios que alimentan sus almas Mi carne no sirve más
Andante solitario de mar solitario me rodean peces-bestia y miradas evaporado del mundo en una balsa. Tritón de aguas bajas alimento deglutido canto de ballenas heridas. Fracaso del anzuelo reluciente orificio de buque titánico mástil quebrado salvavidas de cordel roto. Aspa enlamada de abandono Arbotante que no asegura arena calma del fondo olvido apacible de mar.
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos Más textos de Ra De pequeño Solitario El día de la candelaria
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Recomendaciones Luego de quedarse huérfana, Jane Eyre queda a cargo del señor Reed, hermano de su madre. Poco después muere y los cuidados de Eyre se vuelven responsabilidad de su tía política, la señora Reed quien, junto con sus hijos, se encargan de humillarla y hacerla menos. Con el tiempo, Jane, cansada de dichas injusticias, comienza a rebelarse y es enviada a una escuela para niñas dedicada a la educación de huérfanas. En dicha institución, Jane sufre innumerables descuidos, con el tiempo, la única amiga que logra hacer, muere y sobrelleva el resto de los años pensando en ella. Luego de su mala experiencia, y siendo mucho más madura, Jane logra entrar como institutriz a una mansión, propiedad de un misterioso señor Rochester, quien visita la casa muy pocas veces, por lo que es la ama de llaves quien la acompaña durante su estancia. En el primer recorrido a toda la mansión, Jane escucha una extraña risa que, además de asustarla como nunca nada la había asustado, despierta su curiosidad y no descansa hasta descubrir el secreto que guarda aquel lugar tan extraño. Lugar en el que encontrará desgracia, desesperación, desolación, pero también al amor de su vida y un final feliz.
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