259 CUENTOS PARA PENSAR

Page 76

Cuando llegó la noche cada monje ingresó en su celda y la paz se hizo dueña del claustro. Era una noche muy oscura; ni la luna brillaba en el cielo. Y Berdiaev, dado que no tenia sueño, decidió pasear un rato por el claustro, cuya belleza tanto le había impresionado. Se sintió lleno y feliz andando y viniendo por los corredores tanto que perdió la cuenta de las vueltas dadas por el ancho recinto. Cuando al fin se sintió dominado por el sueño, tropezó con el problema de distinguir la puerta de su celda, siendo como eran todas idénticas. En una noche totalmente oscura era imposible distinguir los nombres de los santos que las diferenciaban; y no sabía dónde podrían estar las llaves de la luz. ¿Tendría que despertar a unos de los monjes? Su caridad se lo impedía. Sólo tenía la solución de continuar dando vuelvas y vueltas al claustro hasta que llegase la luz del día. Y así hizo. Y la salida del sol le dio luz suficiente para distinguir su puerta de las demás. Había girado en torno a ella, había pasado ante ella docenas de veces sin llegar a verla, y ahora, ahí estaba facilísima y evidente. Gracias a la luz. Y Pablo VI comentaba: así nos ocurre a los hombres con la verdad. Vivimos encerrados en la noche del mundo y con frecuencia nos es casi imposible distinguir la verdad de la mentira. Pero sólo la llegada de la luz - de la luz de Cristo - nos permitirá distinguir la puerta de la verdad. 128º Si este ladrillo es tuyo... quédate con él. En un viejo libro del siglo IV, en el que se cuentan las vidas de los santos Padres del desierto, leo la historia de aquellos dos anacoretas que vivían juntos y jamás habían tenido una discusión. Un día uno de los dos dijo a su compañero: "Yo creo que, al menos una vez en la vida, tú y yo deberíamos tener una discusión como las tiene todo el mundo. Así sabríamos qué es eso de pelear. A lo que su compañero respondió: "Si tu quieres, tengámosla, Pero lo malo es que yo no sé cómo empezar". "Muy sencillo - dijo el primero - Voy a poner un ladrillo entre nosotros y después diré: "Este ladrillo es mío" Y tú me contestarás: "No, me pertenece a mí" Esto llevará a polemizar y a disputar". Colocaron, pues, el ladrillo entre ambos. Y el primero dijo: "Esto es mío". El segundo respondió: "No, estoy seguro de que es mío". Pero el primero insistió: "No es tuyo, es mío, siempre ha sido mío". A lo que, esta vez, respondió el segundo: "Está bien, si te pertenece, tómalo". Y así fue como los dos monjes no lograron pelearse. Esta ingenua narración deja en ridículo todas nuestras disputas porque demuestra que al menos el 99% nuestras riñas surgen por tonterías que carecen de toda importancia. Nos dice también que mayor parte de nuestras discusiones surgen de afanes de posesión. Si se borraran del diccionario las palabras 'mío' y 'tuyo' se acabaría la mayor parte de las polémicas entre los hombres. La tercera conclusión es la de aquel viejísimo refrán que cuenta que 'dos no riñen si uno no quiere'. El segundo de nuestros monjes lo entendía muy bien. Comenzó a discutir, pero se cansó en seguida. Se dio cuenta de que la paz con su compañero valía mucho más que el aclarar quién de los dos tenía razón sobre la propiedad del ladrillo. Y así, cediendo, pareciendo ser derrotado, ganó. Ganó la amistad, que valía mas que un millón de ladrillos. 129º Sólo el artista veía el caballo dentro del bloque de mármol. Cuentan que un chico, vecino de un gran taller de escultura, entró un día en el estudio del escultor y vio en él un gigantesco bloque de piedra y el escultor que lo estaba mirando. Dos meses después, al


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.