Alejandra Hoyos

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ALEJANDRA HOYOS Nació en el Hospital Margaritas en el Centro Histórico de Querétaro entre los vientos que todavía llevaban frio, un 11 de febrero de 1987. Su primer contacto con la literatura fue a través de los concursos de poesía que se organizaban cada año en el colegio. Ahí fue la primera vez que descubrió su capacidad creadora. Hace cinco años hizo nacer a Alonso en medio de una de las más grandes batallas de Tierra Santa, su primer personaje. Fue publicada en Lluvia de plumas y El niño que habitaba en el armario en la revista Viento inconstante del seminario de creación literaria, ha escrito algunos artículos para el periódico El Observador y para un página de Logoterapia. Se formó en el taller de Narrativa que impartía Roberto Cuevas en uno de los proyectos culturales de Querétaro. Asímismo tomó el taller en Géneros literarios con Alejandra Camposeco; impartido gracias a Par Tres y Tinta Creativa. Ganó el PECDA 2013.

ÍNDICE

Petirrojo Espejo Mujer y olvido Rosas en el comedor Andar errante Chiapas: susurro del agua Cenizas del alba

El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.


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Petirrojo En un lugar de muros y torres lejano, impenetrable donde el viento parece desposeído y las lágrimas son el velo de la mañana habita el pobre, el justo, el asesino, el músico y el poeta. Es un lugar dónde la culpa asfixia donde el más fuerte se derrumba donde el cuerpo gime desterrado, y el alma se eleva buscando a Dios. Un lugar donde el hombre anda errante acechando las puertas de su libertad donde la esperanza es un petirrojo que viene y que va un canto de madera, un poema escrito con cincel, la voz de la mujer espera una oración que implora justicia, perdón y verdad.

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Espejo Cierro los ojos, me dejo caer voy descendiendo de manera circular notas que se adhieren. reflejo de lo que fui, estar siendo en el espejo deseo que surge del recuerdo. descender a cada nota en un girar infinito que me desgarra la piel. un desvanecer de relojes, olvidar el tiempo como si hubiera nacido, para estar frente a ese espejo que se convierte en río, en sueño Llega el final de mi caída La música enmudece Otra vez el espejo, y un espacio, un sueño sin tortura de minutero encontrar, ese yo debajo de la piel sin antifaz.

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Mujer y olvido Metales de viento me raspan el oído. Empiezo a oxidarme de arriba hacia abajo: erizo de nariz, tubo faringe, pulmones encogidos, aorta, corazón corazón bombeando un líquido espeso y negro De a poco los recuerdos oxidan la memoria. ¿Viva? ¿muerta? De un tajo el viento corta mis labios Y gotas negras asoman en la naturaleza más muerta que viva. El viento un latigazo de fierro en los ojos cargado de metales que raspan el oído. Ya no siento nada. Soy un óxido de mujer

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Rosas en el comedor Lupe se escurre del camión y corriendo empuja a otros niños. Tres cuadras, y llega a su casa justo a las dos y media de la tarde. Abre la puerta y respira un silencio de pétalos de rosa. Deja la mochila en la entrada y camina a la cocina esperando que su mamá la salude con un beso que no llega. Empieza a poner la mesa del comedor: tres lugares. Su papá como siempre en la cabecera; ella del lado izquierdo y del derecho su mamá. Cuando termina revisa detenidamente que todo esté en su lugar. Las servilletas en forma de triángulo, el tenedor del lado izquierdo, el cuchillo y la cuchara del lado derecho. Se va a su cuarto; todavía no son las tres. Apenas duerme unos minutos cuando escucha la melodía del móvil de pájaros que cuelga de la puerta principal y la voz de su papá saludando “Amor, ya llegué. ¿Ya llegó Lupe de la escuela?” Otra vez el silencio. Lupe baja y saluda con un beso distraído a su papá, quien lleva los ojos hinchados de tanta tristeza. De nuevo el silencio, el hedor a rosas. Regresar, A los vestidos negros, a su mamá dormida entre pétalos de rosa… Dos cuarenta y cinco, Lupe y su papá se quedan parados sin decir nada, esperando escuchar el “ya está la comida” o el “vénganse a comer”. Dos cuarenta y ocho, caminan lentamente hacia el comedor como si les pesara hacerlo y en un instante se miran a los ojos. Dos cuarenta y nueve, Lupe busca sobre la cómoda el retrato de su mamá. Le sacude el polvo, aunque no tiene, se queda mirándolo fijamente cómo si le regresara la mirada y lo pone junto a la servilleta de triángulo, en el lugar del lado derecho. El hedor a rosas regresa. Ya no sabe si le gusta. Antes le gustaba llegar de la escuela y sentir las rosas en el comedor, en la cocina, en el buró de su mamá, en toda la casa. Dos cincuenta y uno, ya casi es la hora de comer. Los dos sigue esperando el “ya está la comida”, se acercan a su lugar, pero no se sientan. Los minutos continúan y la espera sigue en el comedor. Dos cincuenta y cinco, El hedor a rosas se hace más intenso, casi insoportable. Regresa, A la cocina, a las rosas naranjas y blancas en el comedor. Al beso de su mamá en el cachete; al olor a mole, arroz, sopa de tortilla derritiéndose en 6

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su boca, y una voz diciéndole “Lupita, pon la mesa, que ya son casi las tres” Dos cincuenta y nueve, se sientan cada uno en su lugar de siempre. Tres de la tarde, silencio. Tres y cinco, rosas y más rosas. Tres y diez, Lupe se levanta de la mesa, su papá la sigue hasta la cocina, no huele a mole verde, ni a sopa de flor de calabaza. Abren el refrigerador y no hay nada que comer.

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Andar errante Qué triste mi andar sin ti en el asfalto mi sombra vacía, se alarga y te busca dibujo de silueta desposeído. andar errante de labios que no dicen tu nombre y se marchitan como los lisiantos Triste mi andar, cuando voy sin ti.

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Chiapas: susurro del agua Chiapas. Agua que corre. Montes que se dibujan en la niebla. Tejados emergiendo por todas partes. Torre de Babel: surge la palabra como en espiral. Máscaras negras, la fe en la selva. Naturaleza emerge caprichosa de cualquier rincón. Silencio, música: diálogo de corazones abiertos. Fue llegar a un pedazo de mi tierra, de México, completamente desconocido y nuevo. Fueron sólo diez días, pero suficientes para apenas bosquejar lo que es Chiapas. Una tierra donde el pasado es presente y todo fluye en espiral. El viaje empezó siendo una idea, a y como todas las ideas, fue germinando hasta brotar y surgir a la superficie. Mi hermana quería ir como voluntaria con los leñateros, un grupo de artistas de San Cristóbal. Ellos le propusieron que mejor fuera a darles un curso para desarrollar carteles, por su treinta y cinco aniversario. Llegamos a San Cristóbal de las Casas. Un cielo tupido de tejas, de iglesias que cortan el cielo con sus campanarios. Una ciudad donde la palabra surge en muchas formas: chol, tojolabal, tzeltal, tzotzil, mame, lacandón y zoque; castellano, francés, italiano, inglés y muchas otras lenguas extranjeras. Zócalos donde las mujeres se sientan a vender sus artesanías vestidas con sus trajes típicos. Las chamulas con sus faldas negras y sus blusones tejidos de diferentes colores; las zinacantecas con sus vestidos bordados con flores. En el mercado suena el cacareo de las gallinas que son llevadas de cabeza y se encuentran los tamales de bola y hoja de plátano, los granos de café y el chocolate en barra, las frutas y verduras que se alzan en forma de pirámide. Los niños no se cansan de ofrecer sus collares o los pequeños animales de barro a los turistas. Hay perros flacos dormidos en las aceras. Una ciudad de artistas. Notas musicales avanzan en caracol haciendo que los caminantes se detengan. Un escritor busca las palabras en el fondo de su taza de café. Tiendas de máscaras, artesanías, postales, fotografías de rostros eternizándose. Establecimientos de cine independiente muestran películas de arte y documentales. Bares, cafés y restaurantes son un mosaico cultural. El pan delicioso del rincón francés en la calle Real de Guadalupe, el bar Revolución y su diversidad musical, el restaurante Tierra adentro y su venta de artesanías de los zapatistas para colaborar con la causa. Una ciudad donde el color está en todas partes: en las casas, en los vestidos de las mujeres, en la diversidad de razas, en la vegetación y en los atardeceres. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos

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Los leñateros. Un colectivo de artistas mayas de San Cristóbal, creado por la poeta Ambar Past en 1975, que justo cumplió treinta y cinco años. Un taller de creación que imprime libros —escritos, ilustrados y encuadernados— con papel manufacturado ahí mismo. Su objetivo: enaltecer y difundir los valores culturales autóctonos y populares: la literatura en idiomas indígenas, las artes plásticas, el códice pintado. “Jk’upintik ta Vinajel: nos enamoramos aquí en el cielo”. “Li vo’one li ich’ulele pepen: mi nagual es una mariposa”. Un taller ecológico que recicla y reutiliza desperdicios agrícolas e industriales para transformarlos en arte. “La materia prima de los sueños es casi siempre algo que ya no sirve”: Ambar Past. Pero más allá de todo son un grupo de mujeres y hombres. Mujeres que luchan por mantener a sus hijos y se entregan al trabajo. Mujeres solas. Hombres con manos capaces de crear. Mujeres y hombres reales, tangibles, que tienen nombres, historias y una vida llena de recuerdos y deseos. Doña Petra, Doña Julia, Mari, Don Pedro y muchos otros con los que tuvimos la fortuna de coincidir en un espacio y un tiempo. Durante siete días, ellos nos revelaron como en fotografía, de manera instantánea: su vida. Fue un tiempo de compartir. Nos enseñaron las técnicas de manufactura del papel, la serigrafía, y nos platicaron sobre lo que hacen. Nosotros los hicimos reflexionar acerca de su grupo. ¿Cómo surgieron? ¿Qué han logrado? ¿Hacia dónde van? Sus relaciones. Sus posibles mejoras. Todo a través de diferentes dinámicas. El producto del curso fue la creación de un cartel hecho y pensado por todos. Después de muchas ideas, se acordó hacer un árbol, en honor al aguacate que había sido sembrado hace treinta y cinco años y que ahora abarca toda la fachada del taller. En sus hojas se pondrían los diferente frutos de los leñateros, como: “Conjuros y ebriedades cantos de mujeres mayas”, “Libro máscara”, “Bolom Chon”. También, decidieron hacer una caricatura de cada uno para ponerlas abajo del árbol. El cartel quedó terminado. Conocimos más de cerca el movimiento zapatista. Una tierra de revolución. Revolución que no duerme y sigue luchando por “un mundo donde quepan todos los mundos”. El EZLN. Una lucha que ya no se menciona mucho en el resto de México, pero que es visitada por gente de todos los países. Un movimiento que no busca imponerse y derrocar al poder existente, que ha dejado de esperar el reconocimiento de “los malos gobiernos” –como ellos los llaman– y se ha organizado en caracoles. Los idiomas mayas en él se conservan y se estudian. Los indígenas de Chiapas en él pueden vivir mejor. Mujeres y hombres se resisten y se rebelan en contra de las injusticias, a pesar de ser perseguidos por los grupos paramilitares por el ejército y por el gobierno. Un movimiento de esperanza, de cambio. Una 10

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rebelión contra la globalización que busca mimetizar y borrar las culturas del mundo. Un movimiento para todos los hombres: los débiles, los desprotegidos, los niños, las mujeres, los ancianos. Descubrimos ruinas donde el pasado coexiste con el presente y la vegetación surge caprichosa. Chincultik: “pozo escalonado”, zona arqueológica con una excepcional vista. Yaxchilán: una ciudad perdida en la jungla a orillas del río Usumacinta y habitada por las voces de los saraguatos, que se parecen a las voces de las panteras. Palenque: la imponente ciudad de construcciones alojadas en medio de una vasta vegetación, donde, de vez en cuando, también se dejan ver los saraguatos. Los mayas desaparecieron pero siguen vivos en los restos que nos sirven para imaginar su esplendor. Fue un encuentro mágico con la naturaleza. Una región de lagos que aparece en medio de la vegetación: las lagunas de Montebello. Lagunas interminables que aparecen pintando el paisaje de esmeralda, jade, turquesa y color tierra. Un paisaje que me fue absorbiendo, como si me diluyeras en un estado hipnótico. Es imposible no sumergirse en esas aguas que emergen de un paisaje fuera de los confines de esta tierra. Las nubes: centro ecoturístico donde el agua corre, baja y se eleva en partículas de vapor. Al dormir, uno se duerme con el susurro constante del agua, canción que flota en el aire. Un viaje, una trayectoria, una experiencia de dos hermanas en esa tierra de agua, en ese rincón de México donde la cultura de los pueblos indígenas se mantiene completamente viva. Una oportunidad para conocer la historia, los sueños y las necesidades de los leñateros; para descubrir en el movimiento zapatista la revolución silenciosa que sigue luchando por todos los oprimidos del mundo, y sobre todo de México. Poder disfrutar de los paisajes oníricos y el susurro del agua. Viajar a un lugar inolvidable que invita a un nuevo viaje.

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Cenizas del alba *Del Poemario Lisianto Es el ala del cuervo una sombra que se extiende una marca de aceite, de la pisada una huella, que va formando un camino por el que pasan solitarias sierpes Hay tantas lรกgrimas como higos cubriendo la tierra hay semillas que brotan un paramo de tumbas iluminadas y unos ojos de gato que miran fijo Somos sombras habitando senderos soledades que se van esparciendo sin luz de vela, tardes y noches que devora el fuego cenizas que se levantan con el alba.

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