Moisés: El Siervo de Dios

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Capítulo 4: Liberación por viva fuerza Hubo verdadero heroísmo en el acto cuando Moisés bajó del trono de Faraón para participar de la suerte de sus hermanos. Podría haberse conformado con enviarles dinero de los tesoros de Egipto; pero era una cosa más grande y más noble darse a sí mismo. Y el verdadero instinto religioso de su alma resplandeció cuando él lo hizo. Hubo una revelación de la fe que había sido encendida en él cuando se arrodillaba al lado de su madre en su choza de esclavos, y había sobrevivido a todas las influencias de la corte egipcia, como una chispa de fuego viviendo entre los negros carbones. Al mismo tiempo tenía mucho que aprender. En días posteriores había de conocer los caminos del Señor. Mejor dicho, Dios se los daría a conocer (véase Sal. 103:7-9); pero justamente ahora estaba lleno de sus propias ideas. En días posteriores había de ser una mano usada y fortalecida por Dios mismo (Sal. 77:20); pero ahora obraba con su propia energía: temerario, impetuoso, obstinado, ciñéndose y andando a donde quería. En días posteriores había de ser el más manso y menos importuno de los hombres, demasiado consciente de su propia debilidad, y a cada paso mirando arriba para pedir dirección y ayuda; pero ahora se apoyaba completamente en su propio entendimiento, y, sin tomar consejo con Dios, esperaba asegurar la emancipación de su pueblo por su propia voluntad, y el ejercicio de su poder. Tenía material para ser un santo; pero habrían sido necesarios muchos y largos años de pruebas y una vida solitaria, antes de que esta naturaleza fuerte y obstinada hubiera sido vencida, transformada en un instrumento útil para el uso del maestro, y preparada para toda obra buena. La obra de Dios puede ser hecha sólo por los instrumentos escogidos por Él, y tienen que ser especialmente preparados para el servicio exigido de ellos. Aquella adaptación especial no es natural en ninguno de nosotros, y sólo puede venir después de años de profunda y escrutadora disciplina. Su primer esfuerzo de liberación resultó en gran parte por la simpatía humana. Luego que llegó a Gosén su primer acto fue salir y ver a sus hermanos en medio de sus faenas, trabajando en las más difíciles condiciones. El hacer ladrillos en pozos de barro tiene era trabajo arduo, ¡pero cuánto más lo era cuando en Egipto el sol derramaba verticalmente sus 20


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