Boletín osar n°29

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77 Por lo tanto sería una grave irresponsabilidad descuidar esta dimensión pedagógica, bien sea minimizándola, bien reteniéndola de hecho como irrelevante. De ser así, el educar en la fe resultaría abstracto, no encontrándose en disposición de mantener las valientes preguntas de significado presentes, aunque implícitamente en los jóvenes. 

Leer e interpretar los deseos Un acompañamiento serio educa a la lectura y a la interpretación del deseo

La castidad no reprime los deseos, no los ridiculiza ni los niega. Más bien los orienta desde el interior, no sólo invitando a vivirlos según la alianza (Mt. 5,28), sino sustentando el intento del joven, que se abre a un modo diverso, más profundo, de mirar y de descifrar la realidad. La “disciplina” del deseo comienza por la comprensión del mismo deseo; desde esta nueva lectura pueden nacer nuevas motivaciones, nuevas sensibilidades, nuevos aprecios de cara a la estupenda riqueza de la sexualidad; así reencuentra ella su fin último y su sentido sin canalizaciones y disminuciones, consintiendo al discípulo a no atar la propia vida a otro dios (cfr Nm. 15,39) 

Purificar la capacidad crítica del joven

El educador debe ayudar a los jóvenes en la purificación de la capacidad crítica y en la adquisición de nuevos instrumentos culturales. De este modo podrán valorar en la raíz aquellos fenómenos que generan frecuentemente en ellos confusión, sugestiones y condicionamientos (permisivismo, uso lúdico y precoz de la sexualidad, narcisismo, pornografía, desmoronamiento de 39 evidencias éticas consolidadas, risas de cara a la moral cristiana, etc).

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Cfr. MARTINI, CARLOS CARDENAL, Itinerarios educativos. Ed. Edicep. Valencia. 2000. pag. 80-89


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