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Machala, martes 13 de febrero de 2018

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Por: Fabián Calle

Los carnavalazos

serie de medidas como o preparaban y lanzaban una os, o cambio de rumbo istr Esos que los políticos de; oturn min de ias pedidos de renunc están en la agenda de no ya alzas en gasolinas y gas o, os, ados Carnavalaz llam iern gob de as ític pol las de aquellos. que ha hecho del país rate estabilidad económica único paquetazo es el del Felizmente hay una constan El . ina en América Lat ón ersi inv la a par a ha volcado a los zon e abl d zon aprovecha la multitu quer se ra aho que o alaz nav los dias de relax. car de ero verdad zamientos al agua y a disfruta balnearios a disfrutar de los lan de ruido y trajín, ha estrés caseros y de una ciudad as, ític pol es sion a, jamás desapapre dud de sin res Lib r; una tradición que alea nav car a par acio esp un o quedad agua, espuma de carnarecerá. muy cultural y se celebra con pintura del tipo vegetal. de El carnaval ecuatoriano estars tipo e la cara o cualquier pin a par ina har o o Guaranda, capital de de talc , val bración es la ciudad don cele esta de do oci con s de llegan desde la má ar r, a El lug as de la capital del Ecuado Ecuador. Se bebe del dio me la Provincia Bolívar, a 4 hor en e rars ont atoriana por enc ros alegóricos, car de file des misma sierra y la costa ecuel un jaro azul”. Existe “pá a, zon la icional himno de r trad lico el la co bai típi el mayoría de comparsas de las ciudades de desla y as tem s erso div do can identifi Guaranda”. Ambato es otra a la reina, la mujer carnavalero “El carnavalElde y la mayoría de cantones, eligen Oro de files. En la provincia mas bonita del carnaval. hace muchos años. ero, no el de los de antaño de Este es un carnavalazo verdad

CARICATURA

El nuevo manual de instrucciones del botón rojo de Trump Pocas semanas después de que la Casa Blanca diese a conocer la nueva estrategia de seguridad nacional, en la primera semana de febrero fue publicada la revisión de la postura nuclear de los Estados Unidos. Un documento que marca, sin entran en mayores detalles que obviamente se reservan para la versión secreta y clasificada, la visión que Washington tiene sobre los medios y sus usos en este campo tan sensible para la supervivencia humana. Desde ya, quién no ha visto películas en donde en algún momento aparece una valija muy vigilada que acompaña al Presidente americano en todo momento. La famosa valija del mítico botón rojo, desde donde se activa la decisión final del uso de armamento nuclear. El documento en cuestión es relativamente breve y contundente. Ya despertó críticas. En mucho casos con argumentos más que endebles, tal como ligar la volcánica personalidad de Donald Trump con un armamento de destrucción masiva. Sin duda un profundo desconocimiento de los frenos y los contrapesos que

Por Carlos Alberto Montaner

El comunismo y la falacia haitiana

¿Por qué las personas no escarmientan en cabeza ajena? El comunismo provocó más de cien millones de muertos e incontables miserias a lo largo del siglo XX, pero cinco millones de españoles votaron por Podemos, una formación política leninista financiada

en sus orígenes por el chavismo y por Irán, cuyos dirigentes apoyan a Nicolás Maduro, a los Castro y a cualquier manifestación antidemocrática que se les plantee en el Parlamento español o en el europeo.

Federico Jiménez Losantos trata de buscar explicaciones a esta suicida terquedad en un libro formidable, Memoria del comunismo: de Lenin a Podemos, un irrefutable tomo de 700 páginas publicado con éxito notable por Esfera de los Libros (nada menos que seis reimpresiones antes de la presentación formal de la obra). El propio Fidel Castro brindó una pista segura para entender el error de suscribir la visión comunista. Ocurrió en los noventa, cuando el comandante se negó varias veces a rectificar el rumbo empobrecedor y criminal de su gobierno

tras la desaparición de los subsidios soviéticos. Entonces dijo y repitió varias veces: “Nos invitan a que cambiemos al sistema capitalista, pero no al de Suiza, sino al de Haití, que es el que sueñan con imponernos”. En efecto, en Haití, un país infinitamente pobre y mal gobernado, existe propiedad privada y, al menos formalmente, una estructura republicana dotada de una Constitución bellamente escrita (24 veces) en francés, pese a lo cual la nación es un miserable desastre que exhibe tres millones de transterrados (de un total de 10) por falta de oportunidades, casi todos radicados en República

existen en Estados Unidos en este y otros temas sensibles y estratégicos. Yendo a su contenido, indudablemente la línea argumental central es la necesidad de mantener actualizado y plenamente operativo el arsenal de cabezas nucleares y vectores de lanzamiento desde agua, aire y tierra. Tomando en cuenta las fuertes inversiones y los avances tecnológicos que vienen llevando a cabo China y Rusia en este campo, y en mucha menor medida potencias regionales como Corea del Norte e Irán. Todo ello bajo una polémica, pero a mi entender realista consigna: el Pentágono debe contar con una amplia gama de opciones al momento de elegir el tipo y la potencia de armamento nuclear que se deberá usar frente a cada escenario bélico. En otras palabras, no basarse meramente en cabezas nucleares de inmensa potencia destructiva, pensadas para guerras de exterminio frente a Rusia o China, sino también el eventual uso táctico o limitado del poder nuclear contra Estados y actores no estatales.

Dominicana, Estados Unidos y Canadá. La primera falacia, origen de todos los disparates, deriva de la teoría de la dependencia, una estupidez conceptual a la que renunció hace muchos años Fernando Henrique Cardoso, uno de sus creadores. Fidel Castro, el paranoico en jefe, suponía que existía un concierto de países capitalistas del Primer Mundo que les imponía un modelo económico y político subalterno a los del Tercero. No se enteró de cómo, entre otros, Corea del Sur, Irlanda, Israel, Taiwán o España, mientras inauguraban o preserva-

ban las libertades, se habían convertido en sociedades relativamente prósperas en las que predominan los grupos sociales medios. Fidel Castro ni siquiera sabía que la diminuta Suiza, en 1848, escarmentada tras la última revolución en la que participó, había optado inequívocamente por la paz, la neutralidad, la propiedad privada y el Estado de derecho, transformándose paulatinamente de un país exportador de mercenarios a otro que exportaba maquinarias precisas y se limitaba a auxiliar a los heridos y recoger los cadáveres de sus belicosos vecinos por medio de la Cruz Roja.


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