Talleres de Crónica: Memorias del agua

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Talleres de Crónica ² Memorias del Agua en Bogotá

Así le ocurrió a María de Jesús, hija de Ernestina Gómez, quien tenía que ayudar a sostener a sus siete hermanos. María y su mamá se levantaban a la una de la mañana para empezar a lavar la ropa de los soldados y cuando estaba seca, María la entregaba frente al Palacio de San Carlos. Elegían esa hora para lavar porque era cuando más vacíos se encontraban los lavaderos, cuenta María, mientras se frota las manos para combatir el intenso frío que impregna el lugar. Recuerda que a las siete de la mañana le llevaba tinto a su mamá, antes de que se fuera a dormir, y su obligación era cuidar la ropa para que no se la robaran. No es casualidad que la señora Blanca Lilia, guardiana de los lavaderos, sea su tía por parte de mamá. La pobreza de la familia de María era tan extrema que la mamá mandaba a los niños hasta la Cuarta Brigada del Ejército, ubicada en el barrio Santa Bárbara, para que les dieran de comer. Desde allí subían los niños con las ollas llenas de comida. Por estar trabajando y ayudando a su mamá sólo cursó hasta tercero de primaria. Y aunque ya tiene otras fuentes de ingresos económicos y no tiene que lavar ropa para sacar adelante a sus seis hijas, continúa yendo a los lavaderos para lavar su propia ropa. Sus hijas insisten en darle una lavadora, pero ella no cambia por nada estos lavaderos de Lourdes y el contacto con la fuente de agua inagotable. Una costumbre que tampoco abandonan algunas otras mujeres que llegan desde temprano al lugar. También son asiduos los habitantes de la calle que viven en estos barrios, como la Antigua Fábrica de Loza, Belén, Lourdes y Egipto. Ellos pagan por bañarse con el agua de los lavaderos.

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Las llamas pasadas por agua

Pero el agua de estos lavaderos no sólo le da cabida a seres humanos, también es generosa con los animales, como es el caso de las llamas, que sirven de atractivo fotográfico para niños y turistas en la plaza de Bolívar. Cuando llueve, las paticas de las llamas se llenan de barro y las personas que las cuidan tienen que ir a los lavaderos para limpiarlas. Ellas esperan amarradas, con su cría al lado, el momento en que la joven que las cuida procede a quitarles el barro de las patas con jabón de barra y cepillo de refregar la ropa. El baño de una llama de pies a cabeza se demora una hora y es todo un acontecimiento. Los personajes que uno se puede encontrar en los lavaderos de Lourdes varían dependiendo del día y la hora que uno los visite. Por ejemplo, un miércoles en la 118


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