viii
iv
tras el minuto que deja a los sesenta segundos sin el mínimo aliento la calle sigue en penumbra.
chisporrotean neones que perduran en el cetro de una conciencia desdibujada.
¿qué permanece? pregunto a unos posos de un café sin predicción, del mejunje sin entrega que rasga mi camisa cada mañana.
no veo más allá del llano, lo reconozco.
sobre el asfalto