Nuestro Tiempo 649-650

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D E P O R T E

Formaban parte de una expedición inglesa y se lanzaron hacia la cumbre provistos de botellas de oxígeno y de una indumentaria que incluía prendas de tweed y unas botas que hoy se antojan imposibles. Noel Odell los iba observando con unos prismáticos desde uno de los campamentos de altura. Luego contaría que pudo ver perfectamente cómo “dos pequeños puntos negros” superaban unas rocas próximas a la cima. Una nube los apartó de su vista y ya no se volvió a saber nada de ellos. Después de varios días de tensa espera, el grupo regresó a Europa con la duda de si los dos montañeros habrían llegado o no al techo del mundo. Es un debate que sigue abierto, ya que años después se encontró el piolet de Mallory por encima de donde Odell aseguraba haberlos visto la última vez, lo cual vendría a significar, según algu-

La conquista del K2 estuvo envuelta en la polémica: Lacedelli y Compagnoni acusaron injustamente a Bonatti de privarles del oxígeno nos, que la cordada continuó hacia la cumbre en mitad de la niebla. En cambio, hay otras voces que sostienen que aquellos dos pioneros nunca hubiesen podido superar con los medios de la época el espolón rocoso que les aguardaba en los metros finales. En 1999, una expedición localizó el cadáver de Mallory, que se encontraba en un excelente estado de conservación debido al frío y a la nieve. Estaban también sus gafas, su altímetro y su navaja, pero no la cámara Kodak que llevaba consigo y que quizá habría aportado pruebas de la cumbre. Las gafas, por cierto, estaban en el bolsillo de su chaqueta, lo cual indujo a pensar que era de noche cuando murieron, un detalle que a su vez podía significar que ya habían hecho cima, y que descendían. Diez años después intentó coronar el Everest Maurice Wilson, un inglés de Yorkshire 62

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sin apenas experiencia en la montaña. Era capitán de la Armada, había combatido en la Primera Guerra Mundial y arrastraba una merecida fama de aventurero excéntrico y arrojado. Para evitar un engorroso viaje a través de Europa y Asia, aprendió a pilotar avionetas y voló con una de ellas hasta la India. Logró entrar en el Tíbet disfrazado de indio y, acompañado por algunos guías locales, se plantó en la falda de la montaña. Los sherpas subieron con él hasta el campamento III, pero se negaron a seguir y Wilson continuó solo. Durante 18 días midió sus fuerzas con la montaña más alta de la Tierra en un combate cuerpo a cuerpo que acabaría perdiendo: fue visto por última vez a 6.500 metros de altitud y su cadáver, semienterrado en la nieve, quedó para siempre en el Himalaya. Los montañeros navarros Mari Abrego y Josema Casimiro se toparon con los restos de Wilson en 1985, en el transcurso de una ascensión por la vertiente tibetana que costó a la vida a su compañero Juanjo Navarro, a quien ellos mismos enterraron en un resalte rocoso, cerca del collado norte (7.066 metros). El Everest también ha sido escenario de tragedias más recientes. 1996 fue un año especialmente duro: fallecieron quince montañeros, ocho de ellos en medio de la impresionante tormenta que envolvió los alrededores de la cumbre los días 10 y 11 de mayo. Habían coincidido en los últimos metros de la montaña tres grupos de alpinistas sin demasiada experiencia. Uno lo guiaba precisamente Anatoli Boukreev, muerto después en el Annapurna. Asistió también al desenlace John Krakauer, montañero y escritor, enviado especial de la revista Outside, que a la vuelta publicó un reportaje muy duro en el que trataba de dilucidar las razones del drama. A su juicio, fueron las decisiones equivocadas de algunos guías las que propiciaron un balance tan aciago. Fue muy criticado y acabó escribiendo un libro, Into Thin Air, que se convirtió en un best seller en su país y que estuvo entre los finalistas de los premios Pulitzer de 1998. Boukreev le contestó con otro libro, The Climb, que citaba diarios de algunos JULIO-AGOSTO 20 08

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