Los Cavernicolas de Ellora Cuentos Legendarios I

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El Club de los Miérocoles

Capítulo uno Eran hombres extraordinariamente guapos y mientras andaban por el angosto camino que llevaba a la habitación donde mantenían sus reuniones quincenales, las mujeres se daban vuelta para mirarlos y suspirar y fantasear con cómo se sentirían al estar en los brazos fornidos de esos guerreros. “Esos hombres tienen su reputación”, comentó una mujer de mediana edad. “Es un secretito sucio lo que hacen los miércoles”. “Ellos pueden hacer lo que les guste sin nadie que los contradiga”, señaló su compañera. “Corydon es el más hermoso, ¿no creen?”, preguntó la dueña de la tienda a sus clientes. “Sí”, acordó la mayor de las dos clientas con una sonrisa soñadora sobre su arrugada cara. “Él puede dejar sus botas bajo mi catre cuando quiera”. “Yo agarraría cualquiera de los seis”, dijo la hija de la clienta, “pero con Brion se me hace agua la boca”. “¡Kaia, por favor!”, la reprendió su madre. Ella se abanicó con energía. “Esas palabras son muy inadecuadas para una doncella”. Brion miró a su alrededor y cuando sus ojos encontraron los de Kaia, levantó una ceja rubia y maliciosa. Una pequeña sonrisa estiró sus labios. “No la alientes, Brion”, contestó rápidamente Keltyn, codeando a su compañero. “¿Quieres que se meta en la habitación? ¡Éste es el primer miércoles, no el tercero!”. Brion suspiró. “Sí, lo olvidé”. Él frotó su mandíbula sin afeitar. “Da igual, creo”. Corydon había empezado el club tres años atrás para darles algo que ocupara su tiempo cuando no tenían obligaciones militares. Se encontraban dos veces al mes para cometer en privado algunos de los pecados sobre los que les habían advertido durante la niñez: la gula, el juego y la lujuria. Las mujeres que traían a su club eran para el placer solamente, sin malentendidos respecto al compromiso y esas cosas. Era estrictamente para el entretenimiento de los hombres, sin que hubiera ninguna posibilidad de caer en la trampa del bichito del matrimonio. Lo que sucedía en el club, se quedaba en el club. “Tengo intenciones de volver a ganar el dinero que me quitaste con trampas el mes pasado”, se quejó Jubil. “Entonces mantén tu mente en el tema de esta reunión”. Los mellizos, Owun y Timun, intercambiaron miradas. Sus bolsos estaban llenos hasta el borde, y de acuerdo con el adivino, éste era su día de suerte. Timun le guiñó el ojo a su mellizo. 141


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