En ambas ocasiones, bajo la democracia y bajo la oligarquía, Sócrates no vacila en enfrentarse al poder en defensa de la justicia y de la legalidad. Esta valentía que Sócrates exhibe en todas sus actua ciones, tanto militares como políticas, no es el resultado de un temperamento fogoso o de una mente alocada sino la consecuencia de una actitud reflexiva que ha asi milado e interiorizado su compromiso con la justicia y las leyes. La actitud de Sócrates ante la ley, ante el no mos, es esa actitud de hondo respeto que formaba parte de la tradición ateniense desde Solón. Ciertamente, Só crates comparte con los sofistas la tesis de que el nomos es convencional. El imperio de las leyes es, en última instancia, el resultado de un acuerdo que Sócra tes interpreta como un pacto de cada ciudadano con aquéllas. Quien no esté de acuerdo con las leyes de la ciudad puede marcharse de ésta, puede emigrar a otra ciudad cuyas leyes le parezcan más razonables o apro piadas: las leyes atenienses lo permiten, a nadie impi den marcharse. Por el contrario, quien se queda en la ciudad y lo hace libremente, queda obligado al cumpli miento de las mismas.
2. La reforma moral de la ciudad y del individuo No sólo la existencia sino también el pensamiento de Sócrates se halla esencialmente vinculado a su ciudad, a la política ateniense. a) En su juventud, Sócrates se había dedicado a la filosofía de la naturaleza siguiendo la tradición filosó fica que inauguraran los jonios y que se había asentado en Atenas con Anaxágoras, miembro del círculo de Pericles y amigo personal de éste. Esta dedicación primera de Sócrates al estudio de la naturaleza está suficiente mente atestiguada y me limitaré a comentar brevemen te dos testimonios bien dispares al respecto, el de Aris tófanes y el de Platón. Aristófanes dedicó una de sus comedias, las Nubes, a ridiculizar a Sócrates convirtiéndolo en objeto de sus 109