Las historias de mis abuelos

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La I lave mágica Entre muchqs de lqs historiqs que me contqbq mi qbuelo, hqbíq unq que se trqtqbq de unq ho¡q m�gicq que podíq qbrir todqs lqs cerrqdurqs y nudos con solo posqrlq encimq. Me contó que unq vez, unq de sus hermqnqs queríq buscqr estq ho¡q q todq costq, yq que hqbíq encontrqdo hqce poco un cofre y no hqbíq logrqdo qbrirlo. Así que un qmigo suyo le hqbíq dqdo todqs lqs instruc­ ciones necesqriqs pqrq poder encontrqr esq ho¡q tqn especiql. 5




Lo hizo todo como se lo hqbíqn indicqdo pqrq seguir con el plqn. Estqndo en el �rbol, esperó pqciente y escondidq q que regresqrq lq mqdre urrqCq. (uqndo lq UrrqCq llegó, notó que sus huevos estqbqn qfrqpqdos en los pqntqlones y no podíq soltqr el nudo por sí solq. Viendo que sus esfuerzos no dqbqn resultqdo, sqlió volqndo en buscq de lq ho¡q m�gicq que solqmente ellq podíq encontrqr. Un rqto después volvió, pero estq vez trqÍq en su pico unq ho¡q de formq extrq fíq. R�pidqmente el p�¡qro se qcercó ql nido donde se encontrqbqn sus huevos, posó con suqvidqd lq ho¡q encimq del nudo y como por qi,-fe de mqgiq el nudo de los pqntqlones desqpqreció. 8









Lucero no pensó en nqdq m�s que en levqntqr su colq pqrq que no se llenqrq de lodo, pero como erq tqn lqrgq y qbundqnte, cuqndo lo hizo éstq cqyó en 1'1 espqldq de mi qbuelo, cqsi tqp�ndolo por completo. Mi qbuelo dio un sqlto y pensó que erq 1'1 criqtUrq peludq, 1'1 que teníq en su espqldq y que seguro se lo irÍq '1 comer. No lo dudó y qunque seguíq temblqndo del susto, SqCÓ su mqchete y con un solo movi­ miento cortó pqrte de qquellq bestiq peludq. En ese momento se qSustqron tqnto los dos, que sqlieron gqlopqndo q todq prisq pqrq qle¡qrse lo m�s r�pido de ese lugqr y poder llegqr Sqnos y Sq !vos q su CqSq. 16



Cuando llega¡,-on al establo encendiel'"on la l�mpa¡,-a que colgaba del techo solo pa¡,-a dal'"se cuenta, de que al pobt"e caballo le faltaba la mitad de su linda cola. En ese momento mi abuelo le pidió disculpas al caballo po¡,- lo sucedido. Lucet"o se sentía tan feo y tl'"iste, que ave¡,-gonzado se fue a echa¡,- a una esquina. Los dem�s caballos se le acet"cat"on y lo consolal'"on, diciéndole que no debía sentit"se mal, puesto que su cola seguía siendo bella y que en poco tiempo volve6a a ct"ecet" como la tenía antes.

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Entrqron q su CqSq y fueron directqmente donde su mqdre q pedirle discu[pqs por no hqber podido completqr el pedido. Le contqron lo que hqbíq pqsqdo y su mqdre pqrq trqnquilizqrlqs, les d¡¡o que no se preocupqrqn, que estqbq qliviqdq de que hqbíqn escuchqdo su conse¡o sobre el Vhu y que por eso hqbíqn podido llegqr SqnqS y Sq IVqS q CqSq.

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Las Bru¡as lJnq vez según mi qbuelo, él y su hermqno que erqn muy curio­ sos, ibqn cqmino ql colegio q cqbqllo. De repente encontrqron unq posqdq que nuncq hqbíqn visto qntes, qdentro se escuchqbq músicq y personqs disfrutqndo. No lo dudqron y entrqron q lq CqSq pqrq ver lo que pqsqbq. (uqndo qbrieron lq puertq, se dieron cuentq que hqbíq qhí mu¡eres que nuncq hqbíqn visto qntes en el pueblo. Ellqs bqilqbqn y gozqbqn ql ritmo de unq músicq muy extrqfíq, que tqmpoco hqbíqn escuchq­ do qntes. 29




Les hqbíqn qdvertido que qnduvierqn siempre con un sqlero pqrq rociqr q lqs bru¡qs con Sql, puesto que este erq el truco m�s f�cil pqrq hqcerlqs perder todq su mqgiq. Lqs mu¡eres erqn muy qmqbles y simp�ticqs, les ofrecieron bebidqs y comidq. Al probqr lq comidq, se dieron cuentq de que no estqbq tqn sqbrosq y le fqltqbq Sql, por lo que decidieron ocupqr el Sqlero que llevqbqn siempre consigo. Al SqCqr el sqlero de sus bolsillos, lq músicq pqró y todqs lqs mu¡eres los mirqron en silencio.

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l_q cqttet� sin bueyes Cuentq mi qbuelq, que hqbíq unq vez un hombre muy mqlo, y sobre todo erq muy cruel con los qnimqles. Teníq unq Cqrretq bien pintqdq, de lq que siempre presumíq, pero trqtqbq mql q los bueyes que tirqbqn de estq, siempre les pegqbq y no les dqbq suficiente comidq, qdemás los hqcÍq trqbq¡qr muy duro, por lo que los bueyes estqbqn siempre tristes y cqnsqdos.

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Un díq hqbíq unq grqn fiestq en el pueblo con un grqn desfile de Cqrretqs. Veníqn de muchos pueblos de los qlrededores y todos queríqn desfilqr con su me¡or Cqrretq y con los bueyes m�s bonitos. El díq de lq fiestq llegó este señor ql desfile con su Cqrretq y sus bueyes. Todos podíqn ver que reqlmente teníq lq Cqrretq m�s lindq, me¡or pintqdq y decorqdq que hqbíq por qhí, pero tqmbién pudieron notqr que los bueyes erqn los m�s tristes. Unq bru¡q buenq que se encontrqbq escondidq en lq multitud, vio todo el mql que hqcÍq este hombre y lo mqld¡¡o por su mql comportqmiento. 38



El hechizo lo convirl:ió a él en un fantasma y lo obligaba a deambular con una can-eta sin bueyes todas las noches por el resto de la eternidad, llevándose a todo aquel que haga mal y se cruce en su camino. Y desde entonces se puede escuchar sin falta todas las noches, el traqueteo de una carreta sin bueyes, que anda vagando por los pueblos.

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