New Left Review 68

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B. EL RÉGIMEN

Mubarak se ha ido, pero los aparatos sobre los que descansaba su dictadura no han desaparecido. Las fuerzas armadas ejercen ahora el poder máximo, en forma de Consejo Militar Supremo. ¿Cómo debería caracterizarse el ejército egipcio y qué función es probable que desempeñe ahora? Cuando un régimen tiene que llegar al poder por la fuerza militar, bien sea mediante un golpe de Estado o por conquista, deriva en una estructura tripartita, con una división del trabajo entre sus tres componentes, cada uno de los cuales cristaliza en tres instituciones separadas. El primer componente de este «triángulo de poder» consta de aquellos que ejercen el gobierno cotidiano a través de un aparato político, en general compuesto por una presidencia (o monarquía) y un partido dominante. El segundo componente consta de los oficiales del ejército, que manejan la represión interna mediante un complejo de seguridad de múltiples capas que incluye la policía, el servicio de espionaje y fuerzas paramilitares. El tercer grupo consiste en aquellos que vuelven a los barracones y siguen representando al ejército propiamente dicho. Con el tiempo, cada grupo desarrolla sus propios programas, que los observadores minimizan o combinan erróneamente. Porque las instituciones desarrollan sus propias identidades, forman sus propios intereses corporativos y modelan a sus miembros a su propia imagen. Así, en el caso de Egipto, analistas de todo el espectro político tienden a hablar de Mubarak, Omar Suleiman y Ahmed Shafiq como figuras militares, porque Mubarak era jefe de las fuerzas aéreas hace treinta y cinco años, Suleiman era general del ejército hace más de veinte años y Shafiq comandaba las fuerzas aéreas hace diez años. Pero este tipo de clasificación engaña. En cuanto pasan al aparato político o de seguridad del régimen, estos agentes ya no representan los intereses del ejército en cuanto institución. Por temperamento y formación, el ejército no está particularmente inclinado a ejercer el gobierno directo ni la represión interna. Su interés tiende a radicar en mejorar su capacidad militar y su rapidez de combate en general, además de la posición económica de las fuerzas armadas en su conjunto. El cuerpo de oficiales se contenta a menudo, como en Turquía y Latinoamérica, con establecer un procedimiento político en el que haya partidos enfrentados, y después retirarse para actuar como guardián del sistema que acaba de crear: intervenir sólo cuando es necesario mediante advertencias o golpes «correctivos» limitados. Muy diferente es la camarilla de seguridad, una criatura antinatural que únicamente puede prosperar en un ambiente autoritario. Si el régimen se democratiza, se desvalorizará por completo, y su influencia disminuirá. 25

ENTREVISTA

que en el norte, precisamente por su carácter insubordinado. Pocas lágrimas debieron de derramar allí por la defenestración de Mubarak.


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