Thomas Cahill - Navegando por el mar de vino. Por qué los griegos son importantes

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Y labraba en él co n perfecció n notable el Cojo ilustre un lugar de danza, sem ejante a aquel que en otro tiem po D édalo construyera en la ancha Cnoso para Ariadna la de las bellas trenzas. Allí danzaban m ozos y doncellas que a título de dote valen bueyes, co n las m anos cogidas por encim a del puño. Y llevaban las m uchachas sutiles velos, y ellos vestían túnicas b ien tejidas, ligeram ente brillantes de aceite; adem ás, claro está, bellas coronas llevaban ellas; y ellos, espadas de oro que colgaban de tahalís de plata. Y unas v eces corrían, im puestos com o estaban en el arte de hacer m over sus pies, m uy fácilm ente, com o cuando prueba, sentado, un alfarero la rueda a las palm as ajustada de su mano, por com probar si corre; y otras veces, en cam bio, iban corriendo en líneas form ados, los unos en dirección de los otros. Y una gran m uchedum bre en derredor, de pie, se deleitaba contem plando esta encantadora danza en rueda; y dos volatineros, que a la danza daban principio, hacían cabriolas por entre ellos, en m edio de ellos.

La paz tal vez resulte un ideal imposible en la Ilia­ da, pero no podemos dudar cuál de las dos ciudades hubiera preferido Homero. Él amaba y anhelaba el ocio y el regocijo que la paz hace posibles. Homero coinci­ día con el historiador Heródoto, quien escribiría un día: 86


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