Ciudades para Convivir Sin Violencia

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Ciudades para convivir: sin violencias hacia las mujeres

seguridad humana de las mujeres y niñas y la protección de sus derechos al interior del conflicto armado y en las situaciones pre y pos-conflicto. La integración de la perspectiva de género al concepto de seguridad permitiría también hacer visible cómo los conceptos de masculinidad vigentes son un riesgo para la seguridad de toda la ciudadanía; generaría beneficios para los jóvenes y los hombres con su inclusión, y facilitaría el desarrollo de estrategias educativas y preventivas más exitosas (Backhaus 1999). 1.3 Seguridad ciudadana y relaciones de género

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El Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 1994 indicaba que «posiblemente ningún aspecto de la seguridad humana es tan vital para la gente como su seguridad frente a la violencia física». Visto de esta manera, alude a la protección efectiva del derecho a la vida y a la integridad personal (integridad física, emocional, sexual) y nos permite, por un lado, entenderla desde una perspectiva más estructural, al ligarla con otras vulnerabilidades presentes; y por otro, alejarla de concepciones centradas exclusivamente en respuestas policiales a los delitos o al crimen, en la represión. En este marco también podríamos conceptualizar la violencia de género, que en la mayoría de los países crea una sensación de vulnerabilidad, desprotección e inseguridad en las mujeres. Asimismo, podríamos hacer visible la intimidación psicológica y la violencia y el despojo que tienen lugar en los espacios privados. Algunos autores coinciden en que el espacio público permite que haya violencia al interior de los hogares, y que la violencia sexual en ambos tiene las mismas motivaciones y las mismas causas. Por otra parte, las mujeres parecen tener más temor en los espacios públicos, en los que las diferentes violencias afectan mayoritariamente a los varones adultos y jóvenes, mientras que los altos registros de violencia contra las mujeres se dan en los espacios privados. En lo que parece haber consenso es en la necesidad de ampliar la noción de seguridad ciudadana, y «en algunos sentidos feminizarla, para que incluya modalidades de conducta violenta no tipificadas penalmente, pero igualmente generadoras de sensaciones de temor y vulnerabilidad» (PNUD 2005). Por otra parte, las mujeres no son el único grupo al que se limita el acceso a ciertos espacios. Se acosa, cuando se expulsa, a los jóvenes, a los grupos étnicos y a los grupos «contraculturales», porque los espacios urbanos son cada vez menos accesibles, a causa —por ejemplo— de la contratación de seguridad privada para la vigilancia de ciertas zonas, la presencia de determinados grupos armados, el crimen organizado o pandillas juveniles que ejercen control sobre un territorio. Los conflictos que plantea la ocupación múltiple de los espacios urbanos suscitan problemas sobre el acceso a ellos y su uso apropiado. Son problemas en muchos casos de difícil solución, en tanto en ellos se manifiestan tanto la diversidad característica de la esfera pública como la posibilidad de proponer una alternativa al «interés público» (MacDowell 2000).


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