Ciudades para Convivir Sin Violencia

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Seguridad ciudadana y violencia de género: indicadores, normas e instrumentos

sistema integrado de información. Entonces, contamos con información policial, por un lado, por otro lado, judicial, y se trata de información de personas que se acercan a denunciar y/o que enfrentan esa situación. No tenemos manera de saber cuán representativos del fenómeno que nos interesa son esos registros. El caso de Chile, por ejemplo. Ayer nos señalaron unos datos: el año 2005 aparecen 93 mil denuncias de violencia intrafamiliar, lo que representa un 5 por ciento de aumento respecto al año anterior. Y aquí hay un llamado para la agenda pública de este país: delitos de mayor connotación social, que son hurto, robo con violencia, fueron 403 mil; violencia intrafamiliar son 93 mil sobre 403 mil, o sea, es casi un cuarto. Sin embargo, no se presentan las estadísticas en la misma forma y no se hace conciencia de ello. Las denuncias por delitos de connotación social aumentaron 1,2 por ciento; y en el caso de la violencia doméstica, 5 por ciento. Así se hace visible el fenómeno. Sin embargo, esta imagen todavía es tremendamente parcial, porque —como se ha dicho muy bien aquí— no sabemos cuánto del fenómeno queda fuera. Los delitos contabilizados son los que están denunciados; los otros, no. Vamos a ver qué pasará con el cambio de la Ley de Violencia Doméstica en Chile, según la cual la violencia doméstica pasa a ser un delito propiamente tal a partir de la habitualidad. Se supone que desde octubre de 2005 en adelante debería cambiar la estadística, porque la violencia doméstica estará separada en la estadística de seguridad ciudadana. Actualmente solo es una falta que se persigue en la justicia civil. Si hay lesiones, pasa a mayores. Sin embargo, qué pobre resulta esa información cuando lo que se pretende es modificar conductas efectivas. Podemos tener dimensionado el fenómeno, podemos avanzar incluso en su caracterización, pero lo cierto es que no tenemos posibilidad de influir desde ahí en las prácticas, y cambiarlas. Se ha puesto mucho énfasis en la dicotomía entre «encuestas de victimización» y «encuestas de percepción», y lo limitado que puede resultar ese conocimiento para lo que nos interesa, que es la sensibilización de la sociedad frente a la violencia hacia las mujeres y avanzar en la elaboración de planes, definir tendencias, ver cómo en distintos territorios la violencia se da de diferente manera. Por ejemplo, son impresionantes las diferencias que hay según las comunas urbanas y rurales, las que están más cerca de centros urbanos, las que están más lejos. Hay una gran cantidad de elementos que se pueden percibir si se observa la realidad local, quizá más que los que aportan los registros y las estadísticas. Sin embargo, no permiten avanzar en otros aspectos: cómo se va construyendo el problema y cómo va afectando la vida de las mujeres, cómo cambiar. Está la tensión entre lo que es objetivo y lo que es subjetivo, y no es algo que se pueda resolver con un instrumento de medición, de recolección de información. Entonces, respecto de las necesidades de producción de conocimiento para resolver el problema, falta investigación sobre la violencia de género en ese continuo que va desde lo subjetivo a lo objetivo, considerando toda su complejidad. Quería agregar a las propuestas ya realizadas, la necesidad de producción de conocimiento como punto central, y la producción de conocimiento desde la experiencia de las mujeres.

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