El vendedor de sueños

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La jornada

Tres días después, el maestro nos convocó a una reunión especial. Aparentemente, nos iba a revelar su sueño más grande. Estaba ensimismado, parecía absorto en sus ideas más apasionadas. Nos condujo hacia un lugar tranquilo donde casi no había ruido ni gente. Nos hizo sentar en semicírculo. Eran las siete de la mañana. La hierba estaba cubierta de rocío, los primeros rayos de sol resplandecían en el horizonte y caían sobre los pétalos de los hibiscos formando un arco de oro. Algunos pájaros celebraban el amanecer del nuevo día. Cada vez con más frecuencia, distintas personas se unían al grupo en algunos momentos especiales. A diferencia de nosotros, el grupo más cercano al maestro, estas personas tenían su vida como cualquier integrante de la sociedad. Trabajaban, tenían familia, tiempo de ocio, actividades sociales. No estaban en el proyecto de forma permanente. Aquel día éramos treinta personas. Había obreros, gerentes, médicos, psicólogos, asistentes sociales. Como el proyecto no era religioso ni el maestro defendía ninguna religión en particular, había cristianos, budistas, musulmanes y personas de otros credos. Para nuestra sorpresa, al comenzar la reunión, el maestro empezó a hablar por primera vez sobre su misterioso pasado. —Hubo un tiempo en que tuve mucho poder, un poder impensable que se extendía por más de cien países. Pero en un

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