Nagari#4 LAS BARCELONAS

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y grandes ideas gobiernan el ayuntamiento. Al frente Pasqual Maragall. Todo acabará con un gran acontecimiento: los Juegos Olímpicos de 1992. Durante el tiempo de preparación de este gran acto, Miralda ha ido desarrollando uno de sus proyectos punta que le va dar popularidad internacional, Honeymoon. Dos monumentos van a contraer matrimonio: la estatua de la Libertad de New York y el monumento a Cristóbal Colón ubicado en Barcelona. Con banquete, regalos prenupciales, ajuar, anillo de petición, desfile, presentación de padrinos, ceremonia, damas de honor, etc. Dos metáforas vestidas de cemento y herrajes para abordar todo un ritual popular en ambos continentes, relacionado con la amistad, el festejo, la creación, el kitch, lo multitudinario o lo participativo, en un momento neurálgico para esta ciudad. Pero su Barcelona querida también la traicionó desde el ayuntamiento –sin juzgar ahora las razones. Si bien le recibió con sus abrazos exponiendo sus obras en la Fundació Miró o en su antológica en el Palau de la Virreina, el sueño final de ubicar el Museo de Cultura Alimentaria en la casa de la Prensa de la Exposición Universal de 1929 en Montjüic, fracasó. No en cambio su concepto globalizador.

Miami como segunda casa. El Food Culture y Yo. Conocí en persona a Miralda -face to face que decimos aquí- en la cafetería Van Dyke del boulevard de Lincoln Road de Miami Beach… “Si te fijas el paseo está inspirado en la Ramblas” me dijo. El colocó como una escultura-de-uso, una pieza dura y negra visualmente, pero muy confortable al sentirla en tu piel: un sillón hecho con el

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caucho reciclado de los automóviles. Era la remodelación de este paseo a finales de los 90. “Miami es y será una fusión de culturas muy pronto. Una ciudad puente entre lo caribeño y las nuevas vertientes latinas que se hospedarán por las crisis que sufre el Sur”. Y acertó. Quince años después de aquel encuentro en 1999 es ya un hecho. Su proyecto global de Food Culture ya había arrancado con éxito, genuinamente nace a finales de los 60 pero su auténtica difusión de marca, aparece a finales de los 90. “Es un proyecto que reflexiona sobre cómo la memoria alimentaria y los modos alternativos de concebir nuestra relación con la comida, la naturaleza y el entorno, pueden representar formas de resistencia y supervivencia que dejen espacio para lo distinto y lo desconocido” dice su web. En el 2000 se concretó su internacionalización conceptual inaugurando el Food Pavillon en Hannover. En el CCE de Coral Gables presentó Sabores y Lenguas y yo participé dando mi receta secreta de “Arroz con higadillos de pollo encebollados al coñac” de mi difunta abuela Antonia. Mis orígenes nativos de el hijo de la verdulera del mercado de Hostafrancs de Barcelona se habían cumplido. Yo que me he criado entre el olor a tripas. Degustando la madurez exquisita y olorosa del melocotón de Calanda. Vendiendo tomates hermosamente rojos y canarios. Deleitándome con el glamour de un biberón (café cortado con leche condensada) a las 6 de la mañana de cualquier invierno. O repudiando el orín de los gatos al recoger la recoger la mercancías del suelo cuando cerraba el mercado a las tres… Yo entraba en su proyecto alimentario como un connaisseur más. Un ciudadano común que como otros artistas, en este caso más ilustres, (Peret, América Sánchez, Charo Oquet, Joan Descarga…) tomaron parte en otro proyecto llamado Vajilla Imaginaria que dedicó al famoso pastelero barcelonés Antoni Escribá y a nuestro amigo común el valencià Manolo Martín: diseñador de fallas y maquetas y quien hizo el modelo a escala de mi proyecto Paracelsus. En 1999, tuve la suerte de poder comer y contemplar los barcos de carga frente al río en el Big Fish Mayaimi , restaurante que crearon juntos bajo la dirección de Montse Guillén, y degustar no sólo un menú original sino recrearme con el zapato veneciano del proyecto Honeymoon a modo escultura, Una pieza que reposó allí, por un largo tiempo. Mi último contacto con él ha sido en el Moore Space, durante la Feria de Art Basel presentando, Tapas, Design for Food en noviembre de 2013. Miralda me regaló una foto-comestible donde aparecen los rostros de él y mío, bajo los ojos de una patata simulada en una tabla. Espero que en un futuro nos podemos comer juntos “la instantánea” en una cena-ritual que me prepare en su casa del barrio de Little Haiti… tal y como siempre he soñado. ER


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